jueves, noviembre 19, 2020

101/201 de ZULETA VÁSQUEZ: EL DOLOR Y LOS DÍAS por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


 Quizás una de las misiones u objetivos más importantes del arte sea; el recrear los sentimientos y sensaciones del ser humano a través de distintos lenguajes existentes: la melodía, las palabras, las imágenes. De lo contrario  no se explicaría  la atención que nos suscita ni el encantamiento persistente dentro de nuestras almas.

    Como lector empedernido rara vez una obra puede llegar a un sitial donde indiscutiblemente tal “recreación o encantamiento” puede  consagrarse como piedra angular de uno de esos sentimientos o sensaciones. Este es el caso de este conjunto de poemas titulado escueta y sencillamente como 101/201 de Zuleta Vásquez.

El dolor puede traducirse de miles de formas distintas. Aquellos que se someten a este reinado saben del poder que sobre ellos infunde despiadadamente. ¿Cuándo el dolor deja de ser ilusión en las palabras escritas para ingresar libremente por las puertas del alma y acogerse allí  como algo que permanece impoluto y salvaje? ¿Cómo superarlo?  La  vida es un continua costumbre de enseñanza/ aprendizaje de el.

La obra de Zuleta Vásquez nos va demostrando las múltiples imágenes que pugnan por invadir el corazón del lector. Un grito poderoso que si no es por cada verso contenido allí, se nos antojaría como un grito silencioso que crispa cada fibra del ser.

La  magia de la alquimia de la palabra, los símbolos, los signos forman en la pluma de esta poeta antofagastina, la invocación  perfecta donde se subyugan todo material de la naturaleza, todo lo que nos rodea.

Entregarse alegremente a la lectura, tiene ese reto de golpearnos a la cara con nuestros propios dolores, nuestras agonías, nuestros presentes, pasados y futuros. Toda obra literaria aspira a quedarse en nosotros, por esa impronta terrible que nos entrega la experiencia diaria y vital. Lograrlo es una tarea de difícil consolidación.  Es un atlas de trazos como heridas y heridas como un testimonio indeleble.

 “No sé,

cómo  ser humano.

 

Me criaron cucaracha oscura

con aspiración de persona

y se me muere el cuerpo

de semilla seca.”

A veces citar fragmentos parece al lector de la obra completa, un ejercicio casi inútil, salvo el de ilustrar algún punto. Sin embargo en este caso no grafica la magnitud de todo lo dicho. Hay una rebeldía  desde la angustia. Es necesaria cultivarla cuando se sufre, es una consigna que nace más allá del instinto de preservación. Para algunos está al límite de lo aceptable, pero la belleza de los versos, la honestidad del desgarro desde lo más profundo colma de poesía aquello que lo haría rechazable a priori.

Más allá de la pulcritud con la cual la editorial pudo trabajar sobre los textos, subyace el estilo punzante, claro y abierto de Zuleta Vásquez y el prisma con que es testigo de la existencia y sus pasos en ella. Una niñez descarnada, una adolescencia tortuosa y una madurez donde se es testigo cuadro a cuadro de agonías temporales, logrando trazo a trazo pincelada a pincelada un autoretrato magistral e íntimo, se nos entrega con una generosidad única.

Una poesía prístina y autentica, una joya literaria en un hábitat agreste como lo es Antofagasta, una producción notable.

101/201, Poesía de Zuleta Vásquez. Ediciones Hurañas (Oficios Literarios). Antofagasta. Muy recomendable.

 

 


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