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viernes, septiembre 06, 2013

LA CASA DEL ESPEJO por LEWIS CARROLL



Desde luego hay una cosa de la que estamos bien seguros y es que el gatito
blanco no tuvo absolutamente nada que ver con todo este enredo... fue
enteramente culpa del gatito negro. En efecto, durante el último cuarto de hora,
la vieja gata había sometido al minino blanco a una operación de aseo bien
rigurosa (y hay que reconocer que la estuvo aguantando bastante bien); así que
está bien claro que no pudo éste ocasionar el percance.
La manera en que Dina les lavaba la cara a sus mininos sucedía de la
siguiente manera: primero sujetaba firmemente a la víctima con un pata y luego
le pasaba la otra por toda la cara, sólo que a contrapelo, empezando por la nariz:
y en este preciso momento, como antes decía, estaba dedicada a fondo al gatito
blanco, que se dejaba hacer casi sin moverse y aún intentando ronronear... sin
duda porque pensaba que todo aquello se lo estarían haciendo por su bien.
Pero el gatito negro ya lo había despachado Dina antes aquella tarde y así fue
como ocurrió que, mientras Alicia estaba acurrucada en el rincón de una gran
butacona, hablando consigo misma entre dormida y despierta, aquel minino se
había estado desquitando de los sinsabores sufridos, con las delicias de una gran
partida de pelota a costa del ovillo de lana que Alicia había estado intentando
devanar y que ahora había rodado tanto de un lado para otro que se había
deshecho todo y corría, revuelto en nudos y marañas, por toda la alfombra de la
chimenea, con el gatito en medio dando carreras tras su propio rabo.
--¡Ay, pero qué malísima que es esta criatura!-- exclamó Alicia agarrando al
gatito y dándole un besito para que comprendiera que había caído en desgracia. -
-¡Lo que pasa es que Dina debiera de enseñarles mejores modales! ¡Sí señora,
debieras haberlos educado mejor, Dina! ¡Y además creo que lo sabes! añadió
dirigiendo una mirada llena de reproches a la vieja gata y hablándole tan
severamente como podía... y entonces se encaramó en su butaca llevando
consigo al gatito y el cabo del hilo de lana para empezar a devanar el ovillo de
nuevo. Pero no avanzaba demasiado de prisa ya que no hacía más que hablar, a
veces con el minino y otras consigo misma. El gatito se acomodó, muy
comedido, sobre su regazo pretendiendo seguir con atención el progreso del
devanado, extendiendo de vez en cuando una patita para tocar muy
delicadamente el ovillo; como si quisiera echarle una mano a Alicia en su
trabajo.
--¿Sabes qué día será mañana? --empezó a decirle Alicia--. Lo sabrías si te
hubieras asomado a la ventana conmigo... sólo que como Dina te estaba lavando
no pudiste hacerlo. Estuve viendo cómo los chicos reunían leña para la fogata...
¡y no sabes la de leña que hace falta, minino! Pero hacía tanto frío y nevaba de
tal manera que tuvieron que dejarlo. No te preocupes, gatito, que ya veremos la
hoguera mañana! Al llegar a este punto, a Alicia se le ocurrió darle dos o tres
vueltas de lana alrededor del cuello al minino, para ver cómo le quedaba, y esto
produjo tal enredo que el ovillo se le cayó de las manos y rodó por el suelo
dejando tras de sí metros y metros desenrollados.
--¿Sabes que estoy muy enojada contigo, gatito? --continuó Alicia cuando
pudo acomodarse de nuevo en la butacona--, cuando vi todas las picardías que
habías estado haciendo estuve a punto de abrir la ventana y ponerte fuera de
patitas en la nieve! ¡Y bien merecido que te lo tenías, desde luego, amoroso
picarón! A ver, ¿qué vas a decir ahora para que no te dé? ¡No me interrumpas! --
le atajó en seguida Alicia, amenazándole con el dedo--: ¡voy a enumerarte todas
tus faltas! Primera: chillaste dos veces mientras Dina te estaba lavando la cara
esta mañana; no pretenderás negarlo, so fresco, que bien que te oí! ¿Qué es eso
que estás diciendo? (haciendo como que oía lo que el gatito le decía) ¿que si te
metió la pata en un ojo? Bueno, pues eso también fue por tu culpa, por no cerrar
bien el ojo... si no te hubieses empeñado en tenerlo abierto no te habría pasado
nada, ¡ea! ¡Y basta ya de excusas: escúchame bien! Segunda falta: cuando le
puse a Copito de nieve su platito de leche, fuiste y la agarraste por la cola para
que no pudiera bebérsela. ¿Cómo?, ¿que tenías mucha sed?, bueno, ¿y acaso ella
no? ¡Y ahora va la tercera: desenrollaste todo un ovillo de lana cuando no estaba
mirando!
--¡Van ya tres faltas y todavía no te han castigado por ninguna! Bien sabes
que te estoy reservando todos los castigos para el miércoles de la próxima
semana... ¿Y qué pasaría si me acumularan a mi todos mis castigos, --continuó
diciendo, hablando más consigo misma que con el minino, --qué no me harían a
fin de año? No tendrían más remedio que mandarme a la cárcel supongo, el día
que me tocaran todos juntos. O si no, veamos... supongamos que me hubieran
castigado cada vez a quedarme sin cenar; entonces cuando llegara el terrible día
en que me tocara cumplir todos los castigos ¡me tendría que quedar sin cenar
cincuenta comidas! Bueno, no creo que eso me importe tantísimo. ¡Lo prefiero a
tener que comérmelas todas de una vez!
--¿Oyes la nieve golpeando sobre los cristales de la ventana, gatito? ¡Qué
sonido más agradable y más suave! Es como si estuvieran dándole besos al
cristal por fuera. Me pregunto si será por amor por lo que la nieve besa tan
delicadamente a los árboles y a los campos, cubriéndolos luego, por decirlo así,
con su manto blanco; y quizá les diga también «dormid ahora, queridos, hasta
que vuelva de nuevo el verano»; y cuando se despiertan al llegar el verano,
gatito, se visten todos de verde y danzan ligeros... siempre al vaivén del viento.
¡Ay, qué cosas más bonitas estoy diciendo! --exclamó Alicia, dejando caer el
ovillo para batir palmas, --¡Y cómo me gustaría que fuese así de verdad! ¡Estoy
segura de que los bosques tienen aspecto somnoliento en el otoño, cuando las
hojas se les ponen doradas!
--Gatito ¿sabes jugar al ajedrez? ¡Vamos, no sonrías, querido, que te lo estoy
preguntando en serio! Porque cuando estábamos jugando hace un ratito nos
estabas mirando como si de verdad comprendieras el juego; y cuando yo dije
«jaque» ¡te pusiste a ronronear! Bueno, después de todo aquel jaque me salió
bien bonito... y hasta creo que habría ganado si no hubiera sido por ese perverso
alfil que descendió cimbreándose por entre mis piezas. Minino, querido,
juguemos a que tú eres... y al llegar a este punto me gustaría contaros aunque
sólo fuera la mitad de todas las cosas que a Alicia se le ocurrían cuando
empezaba con esa frase favorita de «juguemos a ser...» Tanto que ayer estuvo
discutiendo durante largo rato con su hermana sólo porque Alicia había
empezado diciendo «juguemos a que somos reyes y reinas»; y su hermana, a
quien le gusta ser siempre muy precisa, le había replicado que cómo iban a
hacerlo si entre ambas sólo podían jugar a ser dos, hasta que finalmente Alicia
tuvo que zanjar la cuestión diciendo --Bueno, pues tu puedes ser una de las
reinas, y yo seré todas las demás--. Y otra vez, le pegó un susto tremendo a su
vieja nodriza cuando le gritó súbitamente al oído --¡Aya! ¡Juguemos a que yo
soy una hiena hambrienta y tu un jugoso hueso!
Pero todo esto nos está distrayendo del discurso de Alicia con su gatito: --
¡Juguemos a que tu eres la Reina roja, minino! ¿Sabes?, creo que si te sentaras y
cruzaras los brazos te parecerías mucho a ella. ¡Venga, vamos a intentarlo! Así
me gusta... --Y Alicia cogió a la Reina roja de encima de la mesa y la colocó
delante del gatito para que viera bien el modelo que había de imitar; sin
embargo, ]a cosa no resultó bien, principalmente porque como dijo Alicia, el
gatito no quería cruzarse de brazos en la forma apropiada. De manera que, para
castigarlo, lo levantó para que se viera en el espejo y se espantara de la cara tan
fea que estaba poniendo... --y si no empiezas a portarte bien desde ahora mismo
--añadió-- te pasaré a través del cristal y te pondré en la casa del espejo! ¿Cómo
te gustaría eso?
--Ahora que si me prestas atención, en lugar de hablar tanto, gatito, te
contaré todas mis ideas sobre la casa del espejo. Primero, ahí está el cuarto que
se ve al otro lado del espejo y que es completamente igual a nuestro salón, sólo
que con todas las cosas dispuestas a la inversa... todas menos la parte que está
justo del otro lado de la chimenea. ¡Ay, cómo me gustaría ver ese rincón! Tengo
tantas ganas de saber si también ahí encienden el fuego en el invierno... en
realidad, nosotros, desde aquí, nunca podremos saberlo, salvo cuando nuestro
fuego empieza a humear, porque entonces también sale humo del otro lado, en
ese cuarto... pero eso puede ser sólo un engaño para hacernos creer que también
ellos tienen un fuego encendido ahí. Bueno, en todo caso, sus libros se parecen a
los nuestros, pero tienen las palabras escritas al revés: y eso lo sé porque una vez
levanté uno de los nuestros al espejo y entonces los del otro cuarto me mostraron
uno de los suyos.
--¿Te gustaría vivir en la casa del espejo, gatito? Me pregunto si te darían leche
allí; pero a lo mejor la leche del espejo no es buena para beber... pero ¡ay, gatito,
ahí está ya el corredor! Apenas si puede verse un poquito del corredor de la casa
del espejo, si se deja la puerta de nuestro salón abierta de par en par: y por lo que
se alcanza a ver desde aquí se parece mucho al nuestro sólo que, ya se sabe,
puede que sea muy diferente más allá. ¡Ay, gatito, qué bonito sería si
pudiéramos penetrar en la casa del espejo! ¡Estoy segura que ha de tener la mar
de cosas bellas! Juguemos a que existe alguna manera de atravesar el espejo;
juguemos a que el cristal se hace blando como si fuera una gasa de forma que
pudiéramos pasar a través. ¡¿Pero, cómo?! ¡¡Si parece que se está empañando
ahora mismo y convirtiéndose en una especie de niebla!! ¡Apuesto a que ahora
me sería muy fácil pasar a través! --Mientras decía esto, Alicia se encontró con
que estaba encaramada sobre la repisa de la chimenea, aunque no podía
acordarse de cómo había llegado hasta ahí. Y en efecto, el cristal del espejo se
estaba disolviendo, deshaciéndose entre las manos de Alicia, como si fuera una
bruma plateada y brillante.
Un instante más y Alicia había pasado a través del cristal y saltaba con ligereza
dentro del cuarto del espejo. Lo primero que hizo fue ver si había un fuego
encendido en su chimenea y con gran satisfacción comprobó que, efectivamente,
había allí uno, ardiendo tan brillantemente como el que había dejado tras de sí --
De forma que estaré aquí tan calentita como en el otro cuarto --pensó Alicia--
más caliente aún, en realidad, porque aquí no habrá quien me regañe por
acercarme demasiado al fuego. ¡Ay, qué gracioso va a ser cuando me vean a
través del espejo y no puedan alcanzarme!
Entonces empezó a mirar atentamente a su alrededor y se percató de que todo lo
que podía verse desde el antiguo salón era bastante corriente y de poco interés,
pero que todo lo demás era sumamente distinto. Así, por ejemplo, los cuadros
que estaban a uno y otro lado de la chimenea parecían estar llenos de vida y el
mismo reloj que estaba sobre la repisa (precisamente aquel al que en el espejo
sólo se le puede ver la parte de atrás) tenía en la esfera la cara de un viejecillo
que la miraba sonriendo con picardía.
--Este salón no lo tienen tan bien arreglado como el otro-- pensó Alicia, al ver
que varias piezas del ajedrez yacían desperdigadas entre las cenizas del hogar;
pero al momento siguiente, y con un «¡ah!» de sorpresa, Alicia se agachó y a
cuatro patas se puso a contemplarlas: ¡las piezas del ajedrez se estaban paseando
por ahí de dos en dos!
--Ahí están el Rey negro y la Reina negra --dijo Alicia muy bajito por miedo de
asustarlos, --y allá están el Rey blanco y la Reina blanca sentados sobre el borde
de la pala de la chimenea... y por ahí van dos torres caminando del brazo... No
creo que me puedan oír continuó Alicia-- y estoy casi segura de que no me
pueden ver. Siento como si en cierto modo me estuviera volviendo invisible.
En ese momento algo que estaba sobre la mesa detrás de Alicia empezó a dar
unos agudos chillidos; Alicia volvió la cabeza justo a tiempo para ver como uno
de los peones blancos rodaba sobre la tapa e iniciaba una notable pataleta: lo
observó con gran curiosidad para ver qué iba a suceder luego.
--¡Es la voz de mi niña! --gritó la Reina blanca, mientras se abalanzaba hacia
donde estaba su criatura, dándole al Rey un empellón tan violento que lo lanzó
rodando por entre las cenizas. --¡Mi precioso lirio! ¡Mi imperial minina!-- y
empezó a trepar como podía por el guardafuegos de la chimenea.
--¡Necedades imperiales!-- bufó el Rey, frotándose la nariz que se había herido
al caer y, desde luego, tenía derecho a estar algo irritado. con la Reina pues
estaba cubierto de cenizas de pies a cabeza.
Alicia estaba muy ansiosa por ser de alguna utilidad y como veía que a la pobre
pequeña que llamaban Lirio estaba a punto de darle un ataque a fuerza de
vociferar, se apresuró a auxiliar a la Reina; cogiéndola con la mano y
levantándola por los aires la situó sobre la mesa al lado de su ruidosa hijita.
La Reina se quedó pasmada del susto: la súbita trayectoria por los aires la había
dejado sin aliento y durante uno o dos minutos no pudo hacer otra cosa que
abrazar silenciosamente a su pequeño Lirio. Tan pronto hubo recobrado el habla
le gritó al Rey, que seguía sentado, muy enfurruñado, entre las cenizas --
¡Cuidado con el volcán!
--¿Qué volcán?-- preguntó el Rey mirando con ansiedad hacia el fuego de la
chimenea, como si pensara que aquel fuese el lugar más indicado para encontrar
uno.
--Me... lanzó... por... los aires-- jadeó la Reina, que aún no había recobrado del
todo el aliento. --Procura subir aquí arriba... por el camino de costumbre... ten
cuidado... ¡No dejes que una explosión te haga volar por los aires!
Alicia observó al Rey blanco mientras este trepaba trabajosamente de barra en
barra por el guardafuegos, hasta que por fin le dijo --¡Hombre! A ese paso vas a
tardar horas y horas en llegar encima de la mesa. ¿No sería mejor que te ayudase
un poco?-- pero el Rey siguió adelante sin prestarle la menor atención: era
evidente que no podía ni oírla ni verla.
Así pues, Alicia lo cogió muy delicadamente y lo levantó por el aire llevándolo
hacia la mesa mucho más despacio de lo que había hecho con la Reina, para no
sobresaltarlo; pero antes de depositarlo en ella quiso aprovechar para limpiarlo
un poco pues estaba realmente cubierto de cenizas.
Más tarde Alicia diría que nunca en toda su vida había visto una cara como la
que puso el Rey entonces, cuando se encontró suspendido en el aire por una
mano invisible que además le estaba quitando el polvo: estaba demasiado atónito
para emitir sonido alguno, pero se le desorbitaban los ojos y se le iban poniendo
cada vez más redondos mientras la boca se le abría más y más; a Alicia empezó
a temblarle la mano de la risa que le estaba entrando de verlo así y estuvo a
punto de dejarlo caer al suelo.
--¡Ay, por Dios, no pongas esa cara, amigo! --exclamó olvidándose por
completo de que el Rey no podía oírla.
--¡Me estás haciendo reír de tal manera que apenas si puedo sostenerte con la
mano! ¡Y no abras tanto la boca que se te va a llenar de cenizas!... ¡Vaya! Ya
parece que está bastante limpio --añadió mientras le alisaba los cabellos y lo
depositaba al lado de la Reina.
El Rey se dejó caer inmediatamente de espaldas y se quedó tan quieto como
pudo; Alicia se alarmó entonces un poco al ver las consecuencias de lo que había
hecho y se puso a dar vueltas por el cuarto para ver si encontraba un poco de
agua para rociársela. Lo único que pudo encontrar, sin embargo, fue una botella
de tinta y cuando volvió con ella a donde estaba el Rey se encontró con que ya
se había recobrado y estaba hablando con la Reina; ambos susurraban
atemorizados y tan quedamente que Alicia apenas si pudo oír lo que se decían.
El Rey estaba entonces diciéndole a la Reina:
--¡Te aseguro, querida, que se me helaron hasta las puntas de los bigotes!
A lo que la Reina le replicó:
--¡Pero si no tienes ningún bigote!
--¡No me olvidaré jamás, jamás --continuó el Rey-- del horror de aquel momento
espantoso!
--Ya verás como sí lo olvidas --convino la Reina-- si no redactas pronto un
memorándum del suceso.
Alicia observó con mucho interés cómo el Rey sacaba un enorme cuaderno de
notas del bolsillo y empezaba a escribir en él. Se le ocurrió entonces una idea
irresistible y cediendo a la tentación se hizo con el extremo del lápiz, que se
extendía bastante más allá por encima del hombro del Rey, y empezó a obligarle
a escribir lo que ella quería.
El pobre Rey, poniendo cara de considerable desconcierto y contrariedad,
intentó luchar con el lápiz durante algún tiempo sin decir nada; pero Alicia era
demasiado fuerte para él y al final jadeó:
--¡Querida! Me parece que no voy a tener más remedio que conseguir un lápiz
menos grueso. No acabo de arreglármelas con este, que se pone a escribir toda
clase de cosas que no responden a mi intención...
--¿Qué clase de cosas! --interrumpió la Reina, examinando por encima el
cuaderno (en el que Alicia había anotado el caballo blanco se está deslizando
por el hierro de la chimenea. Su equilibrio deja mucho que desear)--. ¡Eso no
responde en absoluto a tus sentimientos!
Un libro yacía sobre la mesa, cerca de donde estaba Alicia, y mientras ésta
seguía observando de cerca al Rey (pues aún estaba un poco preocupada por él y
tenía la tinta bien a mano para echársela encima caso de que volviera a darle otro
soponcio) comenzó a hojearlo para ver si encontraba algún párrafo que pudiera
leer, --...pues en realidad parece estar escrito en un idioma que no conozco-- se
dijo a sí misma.
Y en efecto, decía así:
Durante algún tiempo estuvo intentando descifrar este pasaje, hasta que al final
se le ocurrió una idea luminosa:
--¡Claro! ¡Como que es un libro del espejo! Por tanto, si lo coloco delante del
espejo las palabras se pondrán del derecho.
Y este fue el poema que Alicia leyó entonces:
GALIMATAZO
Brillaba, brumeando negro, el sol;
agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas;
mimosos se fruncían los borogobios
mientras el momio rantas murgiflaba.
¡Cuidate del Galimatazo, hijo mío!
¡Guárdate de los dientes que trituran
Y de las zarpas gue desgarran!
¡Cuidate del pájaro Jubo-Jubo y
que no te agarre el frumioso Zamarrajo!
Valiente empuñó el gladio vorpal;
a la hueste manzona acometió sin descanso;
luego, reposóse bajo el árbol del Tántamo
y quedóse sesudo contemplando...
Y asi, mientras cabilaba firsuto.
¡¡Hete al Galimatazo, fuego en los ojos,
que surge hedoroso del bosque turgal
y se acerca raudo y borguejeando!!
¡Zis, zas y zas! Una y otra vez
zarandeó tijereteando el gladio vorpal!
Bien muerto dejó al monstruo, y con su testa
¡volvióse triunfante galompando!
¡¿Y haslo muerto?! ¡¿Al Galimatazo?!
¡Ven a mis brazos, mancebo sonrisor!
¡Qué fragarante día! ¡Jujurujúu! ¡Jay, jay!
Carcajeó, anegado de alegria.
Pero brumeaba ya negro el sol
agiliscosos giroscaban los limazones
banerrando por las váparas lejanas,
mimosos se fruncian los borogobios
mientras el momio rantas necrofaba...
--Me parece muy bonito --dijo Alicia cuando lo hubo terminado--, sólo que es
algo difícil de comprender (como veremos a Alicia no le gustaba confesar, y ni
siquiera tener que reconocer ella sola, que no podía encontrarle ni pies ni cabeza
al poema). Es como si me llenara la cabeza de ideas, ¡sólo que no sabría decir
cuáles son! En todo caso, lo que sí está claro es que alguien ha matado a algo...
--Pero ¡ay! ¡Si no me doy prisa voy a tener que volverme por el espejo antes de
haber podido ver cómo es el resto de esta casa! ¡Vayamos primero a ver el
jardín!
Salió del cuarto como una exhalación y corrió escaleras abajo... aunque, pensándolo
bien, no es que corriera, sino que parecía como si hubiese inventado una nueva
manera de descender veloz y rápidamente por la escalera, como se dijo Alicia a sí
misma: le bastaba con apenas apoyar la punta de los dedos sobre la barandilla para
flotar suavemente hacia abajo sin que sus pies siquiera tocaran los escalones. Luego,
flotó por el vestíbulo y habría continuado, saliendo despedida por la puerta del jardín,
si no se hubiera agarrado a la jamba. Tanto flotar la estaba mareando, un poco, así
que comprobó con satisfacción que había comenzado a andar de una manera natural.

domingo, septiembre 01, 2013

FANTASMAGORIA - CANTO VII - por LEWIS CARROLL


CANTO VII
TRISTE RECUERDO
"¿Qué pasa?", medité. "¿Me he dormido?
¿O es que he estado bebiendo?"
Pero pronto un sentimiento agradable
me invadió, me senté y me puse a llorar
durante una hora o así, en un abrir y cerrar de ojos.
"¡Bones no tenía que darse tanta prisa!",
dije sollozando. "De hecho, dudo
que le mereciera la pena marcharse...
Y me gustaría saber ¿quién es Tibbs
para merecerse tanto trabajo?
Si Tibbs es como yo
es posible", dije,
"que no le guste mucho que pasen
por su casa a las tres y media de la madrugada
cuando él ya está en la cama.
Y si Bones le atormenta de algún modo...,
chillando y con cosas así,
como estuvo haciendo aquí hasta ahora...
Preveo que va a haber una disputa,
y ¡Tibbs será quien lleve razón!"
Además, como mis lágrimas nunca me devolverán
al amigable fantasma,
me parece lo mas adecuado
servirme otro vaso y entonar
el siguiente corolario.
"Te has ido, querido fantasma.
¡Mi mejor pariente
¡Di adiós a mi pato asado;
adiós, adiós, a mí té con tostadas,
a mí pipa y mis cigarros!
Las quejas en la vida son tristes y grises,
las alegrías insípidas,
cuando tú, mi amigo, estas lejos...
¡Buen chico, o mejor, digamos,
viejo Paralelepípedo!"
En lugar de cantar la tercera estrofa,
me paré... bastante abruptamente.
Pero, tras una letra tan espléndida,
sentí que sería absurdo
tratar de seguir.
Así, con un bostezo me fui
en busca de la grata suavidad,
y dormí, y soñé hasta que el día rompió,
¡con duendes, con apariciones y con hadas
y con gnomos y fantasmas!
Durante años no he sido visitado
por ninguna clase de espíritu.
Pero, todavía, resuenan en mi mente
esas palabras de despedida, dichas amablemente:
"¡viejo nabo, buenas noches!"

FANTASMAGORIA - CANTO VI - por LEWIS CARROLL


CANTO VI
DESCONCIERTO
Como uno que trata de subir una montaña
y nunca antes ha escalado,
advierte en breve plazo
que esto es cada vez menos sublime,
y decide que es un aburrimiento.
Y, sin embargo, habiendo ya empezado a escalar,
no se atreve a dejar el desafío,
sino que, mientras escala, tiene la mirada puesta
en una pequeña cabaña cerca del cielo
donde espera descansar.
Al que escala hasta que se le agotan los nervios y las fuerzas,
soplando y jadeando,
conforme va ascendiendo
su lenguaje se le hace más violento
y más escasa su respiración.
El que escalando por fin alcanza la cima,
corona el camino ascendente
y entrando, con paso vacilante,
recibe un cachete en la cara
que le hace caer hacia atrás.
Y siente, como en sueños,
cómo resbala suavemente hacia abajo de nuevo,
un peso muerto, de cuesta en cuesta,
hasta que, con un ligero movimiento de cabeza,
cae sobre el llano...
Del mismo modo yo, que había decidido
convencer a un fantasma
y discutir con él, me había parecido
bastante diferente a cualquier discusión humana;
a pesar de eso, no iba a ceder en mi empeño.
Sin embargo, teniendo todavía en mi mente
el fin que esperaba alcanzar,
procuré demostrar que el asunto era cierto
haciendo un axioma
con mis conocimientos.
Al empezar todas las frases
con "por consiguiente" o "porque",
yo ciegamente di vueltas, por cien caminos diferentes,
dentro de un laberinto silogístico,
sin ser consciente de dónde me encontraba.
Dijo él: "¡Esto es sólo palabrería!
¡No fanfarronee más!
¡Ahora sea bueno y descanse!
¡Nunca he visto un tipo
tan ridículo!
Es usted como un hombre al que yo solía ver.
Un día se enfadó
en una discusión y el mismo acaloramiento
quemó las zapatillas que llevaba en los pies!"
Yo dije: "¡Qué curioso!"
"Bueno, es curioso, estoy de acuerdo,
y quizá parezca una mentirijilla.
Pero prometo que es tan cierto como posible...,
tan cierto como que usted se llama Tibbs", dijo él.
"Yo no me llamo Tibbs", contesté.
"¡No se llama Tibbs!", exclamó... Su voz se
hizo una pizca menos cordial...
"Bueno, no", dije yo, "mi nombre de pila es
Tibbets..." "¿Tibbets?" "Sí, el mismo."
"¡Entonces, tú no eres el tipo!"
Al decir esto dio un tremendo golpe a la mesa
que hizo añicos la mitad de los vasos
"¿Por qué no me has dicho eso
tres cuartos de hora antes,
príncipe de los asnos?
Andar cuatro millas entre el barro y la lluvia,
pasar la noche entre humos
y ver que todo ha sido en vano...
y que tengo que hacerlo otra vez.
¡Es tan exasperante,"
"¡Cállate!", gritó, cuando yo empecé
a darle alguna excusa.
"¿Cómo se puede tener paciencia con un tipo
que no tiene mayor juicio
que un tonto imbécil?"
"¡Dejarme aquí esperando, en lugar
de decirme inmediatamente
que ésta no era la casa!". dijo.
"Bueno, ya está... ¡Vete a la cama!
¡No me mires así, burro,"
"¡Qué fácil es echarme
a mi la culpa de ese modo!
¿Por qué no preguntaste mi nombre
en el momento de llegar?",
contesté yo enfadado.
"Desde luego te preocupa un poco
haber llegado tan lejos...
Pero, ¿quién soy yo para que me eches la culpa de esto?"
"¡Bueno. bueno!", dijo él. "Debo admitir
que no ha sido tan malo.
Realmente me has dado
el mejor vino y la mejor comida...
Perdona mi violencia", dijo.
"Pero accidentes como éste, ya sabes,
enfadan a uno un poquito.
Después de todo ha sido culpa mía, creo...
¡Dame la mano, viejo nabo!"
El nombre que me dio sonó mal en mi mente,
pero como, sin duda, él lo decía cariñosamente,
lo dejé pasar.
"¡Buenas noches, viejo nabo, buenas noches!
Cuando yo me haya ido, quizá
te enviarán otro espíritu, de rango inferior,
que te causará un miedo constante
y estropeará tus sueños más profundos.
Dile que no soportas ni la más leve broma.
Luego, si él mira de reojo y se ríe,
sé habilidoso con un palo
(recuerda que debe ser bastante duro y grueso)
y ¡golpéale los nudillos!
Después descuidadamente di: '¡viejo mapache!'
Quizá no te das cuenta
de que, si no te comportas, pronto
tendrás que cambiar el tono de tu risa...
Y, por eso, ¡ten cuidado!
Ésa es la mejor manera de hacer que un espíritu
deje esos tejemanejes...
Pero, ¡pobre de mí! ¡Se está haciendo de día!
¡Buenas noches, viejo nabo, buenas noches!"
Un saludo y se marchó.

FANTASMAGORIA - CANTO V - por LEWIS CARROLL


CANTO V
LA DISCUSIÓN
"¿Y no consultan a las 'víctimas'?",
dije. "Deberían, por derecho,
darles una oportunidad... porque ya sabes,
los gustos de la gente son tan diferentes,
especialmente en cuestión de espíritus."
El fantasma sacudió la cabeza y sonrió.
¿Consultarles? ¡En absoluto!
Sería para volverse loco,
simplemente satisfacer a un niño.
¡No se acabaría nunca!"
"Desde luego, no podéis dejar a los niños libres",
dije, "para elegir lo que quieran.
Pero. en el caso de hombres como yo,
creo que debería permitirse al 'anfitrión'
dar su punto de vista."
Dijo: "No sería provechoso...
La gente tiene tanta fantasía
Nosotros sólo hacernos visitas de un día
Y, si nos quedamos o nos vamos,
depende de las circunstancias.
Y, aunque no consultemos al 'anfitrión'
antes de que rolo esté dispuesto,
si uno abandona su puesto a menudo,
o si no es un fantasma educado,
usted puede cambiarlo.
Pero si el anfitrión es un hombre como usted...
quiero decir sensato,
y si la casa no es demasiado nueva..."
"Pero ¿qué tiene eso", dije yo, "que ver
con la comodidad de un fantasma?"
"Una casa nueva no sirve, ya sabe...
Cuesta mucho trabajo prepararla.
Pero después de veinte años más o menos,
los zócalos se empiezan a caer,
así que veinte es el máximo."
"Preparar" no es una palabra que yo
recuerde haber oído.
"Quizá", dije, "¿tenga la bondad de
decirme qué significa
exactamente esa palabra?"
"Significa que hay que aflojar todas las puertas",
contestó el fantasma y se rió.
"Implica taladrar montones de agujeros
en todos los zócalos y suelos,
para ahuecar todo de arriba a abajo.
A veces te encuentras con que uno o dos
son suficientes
para que el viento sople por toda la casa...
Pero aquí hay mucho que hacer."
Boquiabierto, murmuré: "¡Sin duda!"
"Como he llegado un poco tarde,
supongo", añadí tratando
(sin éxito) de sonreír,
"que tu has estado ocupado todo este tiempo,
preparando y arreglando."
"No", dijo. "Quizá debería
haberme quedado otro poco...,
pero ningún fantasma que se precie
se habría atrevido a empezar
sin antes una introducción.
Lo correcto, como usted llegaba tarde,
habría sido marcharme
Pero con los caminos en ese estado,
obtuve el permiso del Caballero Alcalde
para esperar media hora o un poco más."
"¿Quién es el Caballero Alcalde?". exclamé. En lugar
de responder a mi pregunta, dijo:
"Bueno, si no sabe usted eso,
o bien nunca se va a la cama
o tiene usted una magnifica digestión.
Él va de un sitio a otro y se sienta sobre la gente
que cena mucho.
Su obligación es pellizcarles y empujarles
y estrujarles hasta que casi se ahogan."
(Yo dije: "¡Les está bien empleado!")
"La gente que cena cosas como...
murmuró, "huevos con panceta,
langosta.... pato..., queso tostado..
si no reciben un terrible apretón.
¡Es que yo estoy totalmente equivocado!'
Es enormemente gordo y eso
viene muy bien a su trabajo.
De hecho, debéis saber
que solíamos llamarle, hace años,
¡El Alcalde y la Corporación!'
El día en que le eligieron alcalde
yo sabía que todos los espíritus querían
votar por mí, pero no se atrevían...
Él estaba tan frenético y desesperado
como furioso y nervioso.
Cuando todo terminó, por capricho,
corrió a decírselo al rey,
y siendo todo lo contrario a delgado,
una carrera de dos millas no era para él
algo fácil de llevar a cabo.
Así que, para recompensarle por su carrera
(como hacía un abrasante calor
y él pesaba más de veinte piedras),
el rey procedió, medio en broma,
a nombrarle caballero en el acto."
"Se tomó mucha libertad!"
(salté yo como un cohete).
"Sólo lo hizo por amor a los juegos de palabras:
'¡El hombre', dice Johnson, 'que hace
juegos de palabras, roba los bolsillos!"'
"El rey", dijo él, "no es un hombre cualquiera."
Yo discutí durante un rato
e hice lo posible para demostrar esto...
El fantasma simplemente escuchaba
con una sonrisa desdeñosa.
Por fin, cuando el aliento y la paciencia se habían agotado
y yo había recurrido al cigarro...
"Su propósito", dijo, "es excelente,
pero... cuando lo llama razonamiento...
desde luego ¿no está bromeando?"
Picado por su mirada fría y sinuosa,
me levanté finalmente
para decir: "Por lo menos yo desafío
a los más escépticos a que nieguen
que la unión hace la fuerza!"
"Eso es realmente cierto", dijo él, "pero espere...",
yo escuchaba dócilmente...
"La unión hace la fuerza, eso es cierto;
de hecho, está tan claro como el agua.
Pero las cebollas provocan debilidad."

FANTASMAGORIA - CANTO IV - por LEWIS CARROLL


CANTO IV
SU EDUCACIÓN
";Oh, cuando yo era pequeño,
éramos muy felices!
Cada uno se sentaba en su lugar favorito,
chupábamos y mordíamos las tostadas con mantequilla
que nos daban a la hora del té."
"Ese cuento ya existía!", dije yo.
"No digas que no
porque es tan conocido como la Guía de Bradshaw!"
(El fantasma, nervioso, respondió
que él no lo sabía.)
"¿No está en Las Poesías Infantiles? Incluso
casi creo que es así:
'Tres pequeños fantasmas estaban sentados
en su sitio, ¿sabes?, y comían
'tostadas con mantequilla'.
Tengo el libro, así que si tienes alguna duda..."
me volví para buscarlo en el estante.
"¡No revuelvas!", gritó. "Nos apañaremos sin él.
Ahora lo recuerdo todo.
Yo mismo lo escribí.
Salió en una publicación mensual o,
al menos, eso dijo mi agente.
Un personaje de la literatura, que lo vio,
pensaba que era bueno
para la revista que él editaba.
Mi padre fue un duende, señor,
y mi madre era un hada.
A ella se le ocurrió
que los niños seríamos más felices
si a discrepar nos enseñaban.
Esta idea pronto se convirtió en manía
y, una vez puesta en práctica, ella
nos educó de diferentes formas...
Uno fue un duendecillo, dos fueron hadas
y otra un hada mala.
La Aparición y el Kelpie fueron a la escuela
y allí causaron muchos problemas.
Luego venían un duende y un espíritu necrófago,
y después dos gnomos (que rompieron la norma),
un duende y un doble...
"('Si esa caja del estante es de rape',
añadió con un bostezo,
'tomaré un poco')... Luego vino un elfo,
después un fantasma (que soy yo)
y, por último, un gnomo irlandés.
Un día algunos espectros por casualidad llamaron,
vestidos con el blanco habitual.
Me quedé allí y los observé en el vestíbulo.
Y no pude distinguirlos para nada,
porque ofrecían una visión tan extraña...
Me preguntaba qué demonios eran
los que parecían sólo una cabeza y un saco.
Pero mi madre me dijo que no mirara
y entonces ella me agarró del pelo
y me dio un empujón en la espalda.
Desde entonces siempre he deseado
haber nacido espectro.
Pero ¿por qué motivo?" (dio un suspiro).
"Ellos son la nobleza de los fantasmas,
y nos miran con desprecio."
"Mi vida de fantasma pronto empezó.
Cuando apenas tenía seis años.
salí con otro mayor...
y al principio todo me pareció divertido
y aprendí muchos trucos.
He visitado mazmorras, castillos., torres...
Allí donde me enviaban,
a menudo me sentaba y aullaba durante horas,
calado hasta los huesos por torrenciales chaparrones,
que caían sobre las almenas.
Ahora está bastante pasado de moda gemir
cuando empiezas a hablar.
Esto es lo más moderno en cuestión de tono..."
Y en ese momento {se me erizó todo el cuerpo)
dio un horrible chillido.
"Quizá". añadió, "para sus oídos
esto parezca fácil.
¡Inténtelo querido!
Aprender me costó algo más de un año
de constante práctica.
Y cuando has aprendido a chillar. amigo,
y aprendes el doble sollozo,
te encuentras mas o menos donde empezaste:
¡Sólo intenta farfullar!
¡Eso es como un trabajo!
Yo he probado y sólo puedo decir
que estoy seguro de que tú no podrías hacerlo,
incluso aunque practicases noche y día,
a no ser que tengas dones para ello
e ingenio natural.
Shakespeare, creo, fue el que habló
de fantasmas, en los tiempos antiguos,
los cuales 'farfullaban en las calles de Roma',
vestidos, si lo recuerdas, con sábanas...
Debían pasar frío.
Yo a menudo he gastado diez libras en tejido
para vestirme como un doble.
Pero, aunque eso da importancia,
nunca ha causado tanto efecto
como para que merezca la pena el esfuerzo.
Largas facturas pronto apagaron el ansia
que yo tenía por ser gracioso.
Instalarse es siempre lo peor.
El montón de cosas que uno quiere al principio,
¡debe hacerse con dinero!
Por ejemplo, una torre encantada,
con calaveras, huesos y sábanas,
luces azules para quemar (digamos) dos cada hora,
lentes para condensar de fuerza superior
y un juego de cadenas completo.
Todo esto junto con las cosas que uno debe alquilar...,
el ajuste de la toga...,
la comprobación de los fuegos de colores...
¡Hasta el mismo atuendo de cada uno agotaría
la paciencia del mismísimo Job!
Y encima el tan fastidioso
Comité de Casas Encantadas.
¡A menudo les he visto deshacerse en cumplidos con
un fantasma, porque era francés, o ruso
o incluso de la ciudad de Londres!
Algunos dialectos encuentran oposición...
porque uno tiene acento irlandés,
y en ese caso, por todo lo que debes hacer,
te ofrecen una libra a la semana
y ¡uno se encuentra entre la espada y la pared!"

FANTASMAGORIA - CANTO III - por LEWIS CARROLL


CANTO III
ESCARAMUZAS
"¿Y pudiste realmente andar", dije yo,
"en una noche tan espantosa?
Siempre me imaginé que los fantasmas volaban...
si no exactamente por el cielo,
al menos a una altura regular."
"Está bien". dijo él, "para los reyes
elevarse sobre la tierra
Pero los fantasmas a menudo pensarnos que las alas,
como otras muchas cosas agradables.
cuestan más de lo que podemos obtener.
Los espectros, desde luego, son ricos y por eso
pueden comprárselas a los elfos.
Pero nosotros preferimos mantenemos debajo.
Son unos compañeros estúpidos, sabes,
excepto para ellos mismos.
Porque, aunque aseguran que no son
Orgullosos, tratan a los fantasmas
con algo más que desprecio.
Igual que ningún pavo nunca ha pensado
en tan siquiera mirar a un gallo."
"Parecen demasiado orgullosos", dije yo, "para
venir a una casa como la mía.
Di, ¿cómo consiguieron descubrir
tan rápidamente que 'el sitio era humilde'
y que 'yo guardaba un vino malo'?"
"El inspector Kobold vino aquí...",
empezó el pequeño fantasma.
En ese punto, le interrumpí: "¿El inspector qué?
Inspeccionar fantasmas es nuevo para mí,
¡explícate, amigo!"
"Se llama Kobold", dijo mi invitado.
"Uno de la clase de los espectros.
A menudo le verás vestido
con una bata amarilla, un chaleco carmesí
y un gorro de dormir con un ribete.
Primero probó la casa Brocken,
pero cogió una especie de resfriado;
así que vino a Inglaterra a ser cuidado
y aquí tomó la forma de sed,
de la que todavía se queja.
El vino de Oporto, dice, cuando es rico y está sano,
calienta sus huesos como el néctar.
Y como las posadas, donde siempre se le encuentra,
son su lugar especial de trabajo,
le llamamos el Espectro–Posadero."
Yo soporté... como un hombre...
¡Su atormentadora agudeza!
Y no había nada más dulce que
mi carácter, hasta que el fantasma empezó
a hacer sus críticas con dureza.
"No debe consentirse derrochar a las cocineras,
y a pesar de eso será mejor que se las enseñe
a que los platos tengan algún sabor.
Dígame ¿por que siempre se dejan las vinagreras
donde nadie puede alcanzaras.
¡Este hombre nunca se ganará
la vida como camarero!
¿Se supone que esa cosa tan rara quema?
(Es un asunto demasiado deprimente
para llamar. a un mediador.
El pato estaba tierno pero los guisantes
eran más que viejos.
Y sólo recuerde, si no le importa,
la próxima vez que tenga usted queso tostado
no permita que lo dejen que se enfríe.
Creo que podría mejorar el pan
usando harina mejor.
Y ¿tiene usted algo para beber
que se parezca un poco .menos a la tinta.
y que no tenga este agrio sabor?"
Luego, mirando con curiosidad alrededor,
exclamó: "¡Dios mío!"'
y siguió criticando...
"Su habitación no tiene un tamaño apropiado.
No es ni cómoda ni espaciosa
Esa ventana tan estrecha creo que
sólo sirve para dejar que entre el polvo.."
"Pero, por favor", dije yo, "creo recordar
que fue diseñada por un arquitecto
que confiaba en Ruskin."
"¡Señor, me da igual quién fues
o en quién confiaba!
¡Construida de cualquier manera,
aseguro que nunca vi un trabajo peor,
como que soy un espectro viviente!
"¡Qué puro tan enorme!
¿Cuánto cuesta una docena?"
Yo gruñí: "¡No importa cuánto cuesta!
Está usted adquiriendo demasiada confianza,
¡parece usted mi primo!
¡Esto es algo que no puedo soportar,
así de claro se lo digo!"
"¡Ajá!", dijo él. "¡Nos creemos importantes!"
(Mientras, cogía una botella.)
"¡Pronto arreglaremos eso!"
Y entonces él tomó una decisión
y alegremente gritó: "¡Ahí va!"
Yo traté de apartarme conforme se aproximaba,
pero por alguna razón me dio igual,
porque la botella golpeó, exactamente, en mi nariz.
Y no recuerdo nada más
con claridad,
sólo sé que desperté en el suelo
repitiendo: "Dos más cinco son cuatro
y cinco más dos son seis.
Nunca he sabido lo que pasó
ni tampoco lo he averiguado: Sólo sé
que, cuando al fin el sentido recobré,
la lámpara, abandonada, brillaba vagamente...
y el fuego se estaba extinguiendo...
A través de la oscuridad me pareció ver
algo que, con sonrisa afectada,
me estaba dando, según descubrí,
una lección de biografía,
como si yo fuese un niño.

FANTASMAGORIA - CANTO II - por LEWIS CARROLL


CANTO II
LAS CINCO NORMAS
"La primera, pero no suponga usted", dijo,
"que estoy poniéndole una adivinanza...
Es,..., si la víctima estuviese en la cama,
no toques las cortinas de la cabecera,
sino que usa las del medio.
Muévelas despacio de dentro a fuera,
mientras las separas,
y en un minuto, sin duda,
levantará la cabeza y mirará alrededor
con ojos llenos de ira y temor.
En ese momento tú no debes, bajo ningún concepto,
hacer la primera observación.
Espera que la víctima empiece.
Ya que ningún fantasma con sentido común
empieza una conversación.
Si dijera: '¿Cómo has llegado hasta aquí?'
(Cómo usted empezó, señor),
en tal caso, tu opción es clara:
'¡A la espalda de un murciélago, querido!',
es la respuesta apropiada.
Si tras eso no dice nada,
será mejor que reduzcas tus esfuerzos...
Vete y sacude la puerta
y si entonces empieza a roncar,
sabrás que todo ha sido en vano.
Por el día, si está solo...
en la casa o de paseo..
simplemente da un profundo gemido,
para indicar la clase de tono
en el que tú deseas hablar
Pero si le encuentras con sus amigos,
el asunto es más difícil.
En tal caso el éxito depende
de recoger algunos cabos de vela,
o mantequilla de la despensa.
Con esto te debes hacer un tobogán
(funciona mejor con sebo),
sobre el que tú te debes deslizar
para moverte de un lado a otro...
Pronto se aprende a hacerlo.
La segunda nos dice lo que es correcto
en citas ceremoniosas:
'Primero enciende una luz azul o carmesí'
(algo que yo casi olvidé esta noche)
'luego, araña las puertas o las paredes'."
Dije: "Tú no volverías aquí nunca más,
si hubieras puesto a prueba a este sujeto.
Yo no tengo hogueras en el suelo...
¡y, en cuanto a lo de arañar la puerta,
me gustaría que lo hubieses intentado!"
"La tercera se escribió para proteger
los intereses de la víctima,
y nos dice, según la recuerdo:
Tratadle con profundo respeto,
y no le contradigáis."
"Esto es claro", dije yo, "como el agua
para cualquier entendimiento.
Sólo desearía que algunos fantasmas que he conocido
no olvidasen constantemente
la máxima a la que tú te has referido."
"Quizá", dijo, "fue usted el primero que transgredió
las leyes de la hospitalidad.
Todos los fantasmas por instinto detestan
al humano que no trata a su invitado
con la debida cordialidad.
Si te diriges a un fantasma como '¡Cosa!'
o le golpeas con un hacha, el rey permite olvidar
toda conversación formal...
¡Asegúrese de entenderlo!
La cuarta prohibe entrar
donde otros fantasmas están acuartelados.
Y aquellos condenados por esto
(a no ser que por el rey sean perdonados)
deben inmediatamente ser castigados.
Esto simplemente significa 'ser cortados en pedacitos'.
Los fantasmas pronto se unen de nuevo
y el proceso no duele casi nada...
No más que cuando a usted
'le ponen por los suelos' en una revista.
La quinta, usted preferirá
que la cite íntegramente:
El rey recibirá tratamiento de 'señor'
de un simple cortesano,
es lo que exige la ley:
Pero, si uno desea hacer las cosas
con mayor formalidad,
diríjase a él como 'Mi Rey Duende'
y siempre utilice al responder.
la frase 'Su blancura Real'
Me estoy quedando bastante ronco, me temo,
de tanto recitar.
Así que, si no tiene usted inconveniente, querido,
tomaré un vaso de cerveza amarga...
Creo que tiene un aspecto tentador."

FANTASMAGORIA - CANTO I - por LEWIS CARROLL



CANTO I
LA CITA
Una noche de invierno, a las nueve y media,
helado, cansado, enfadado y sucio de barro,
llegué a casa, demasiado tarde para comer,
aunque la cena, los puros y el vino
me esperaban en el estudio.
Una novedad había en la habitación
y algo blanco y ondulante
permanecía a mi lado en la penumbra.
Pensé que era la escoba de la alfombra
que la descuidada doncella había dejado allí.
Pero de repente esa cosa empezó
a temblar y estornudar.
Ante lo cual yo dije: "¡Vamos, vamos, amigo!
No es muy considerada esa actitud.
¡Por favor, no hagas tanto ruido!"
"Me he constipado", dijo la cosa,
"ahí fuera durante el aterrizaje."
Me volví sorprendido
y allí, frente a mis ojos,
¡me encontré un pequeño fantasma!
Cuando le reprendí, tembló de pies a cabeza
y se escondió detrás de una silla
"¿Cómo has llegado hasta aquí?", dije. "¿Por qué has venido?"
Nunca vi nada tan tímido.
"¡Sal de ahí! ¡Deja de temblar!"
Dijo: "Encantado le diré cómo
y también por qué he venido.
Pero..." (entonces se inclinó levemente).
"Ahora está usted de tan mal humor
que pensará que todo es mentira."
"Y en cuanto a lo de estar asustado,
permítame observar
que los fantasmas tenemos el mismo derecho,
en todos los aspectos., a temer a la luz
igual que los humanos teméis a la oscuridad."
"Ningún pretexto", dije, "puede excusar
la cobardía que he observado en ti.
Porque los fantasmas podéis visitarnos cuando queréis,
mientras que los humanos no podemos
rechazar la visita."
Respondió: "Alarmarse
es algo natural, ¿no es así?
Realmente yo temí que usted quisiera hacerme daño.
Pero, ahora que veo que se ha calmado,
deje que le explique mi visita.
"Las casas están clasificadas, tengo el honor de decirle,
según el número
de fantasmas que albergan.
(El inquilino apenas cuenta como carga,
junto con el carbón y otros trastos.
Ésta es la casa de 'un solo fantasma', y
cuando usted llegó el pasado verano,
podía haber advertido la presencia de un espectro que
estaba haciendo todo lo que hacen los fantasmas
para dar la bienvenida a un recién llegado.
Esto siempre se hace en las villas...
no importa a cuánto ascienda el alquiler,
porque, aunque desde luego es menos divertido
que sólo haya sitio para uno,
los fantasmas tenemos que acceder.
Ese espectro le dejó el día tres...
y desde entonces usted no ha sido visitado,
ya que él nunca nos dijo una palabra,
sino que, accidentalmente, oímos
que aquí alguien se necesitaba.
Por derecho, los espectros eligen los primeros,
a la hora de cubrir una vacante.
Luego, los fantasmas, los elfos, las hadas y los duendes...
Y si todos éstos fallan, se invita
al espíritu necrófago más simpático que se encuentre.
Los espectros dijeron que el lugar era humilde
y que usted guardaba un vino muy malo.
Así que tuvo que venir un fantasma
y, como yo era el primero, ya sabe,
no pude negarme."
"Sin duda", dije, "eligieron
al mejor que podían enviar,
¡Aunque elegir a un mocoso como tú
para visitar a un hombre de cuarenta y dos,
no ha sido un gran detalle!"
"No soy tan joven, señor", contestó,
"como usted piensa. El hecho es
que en cavernas al lado del mar
y en otros lugares, que me ha tocado probar,
he adquirido una gran experiencia.
Pero hasta ahora nunca he formado parte
estrictamente de una casa,
y con las prisas olvidé
las Cinco Normas Básicas de la Etiqueta
que de memoria debernos conocer.
Mis sentimientos pronto aceptaron
al pequeño individuo.
Éste estaba absolutamente espantado
por haber, por fin encontrado un humano
y parecía muy asustado y acobardado.
"¡Por fin", dije, "estoy contento de haber descubierto
que los fantasmas no son mudos!
Pero, por favor, siéntate. Quizá te apetezca
(si, como yo no has cenado)
tomar un bocado.
Aunque, ciertamente, no pareces
algo a lo que pueda ofrecerse comida.
Y luego me encantará escuchar...,
si me las dices alto y claro...,
las normas a las que tú aludías."
¡Gracias las oirás luego más tarde.
Esto sí que ha sido suerte!."
"¿Qué puedo ofrecerte?", dije.
"Bueno, ya que es usted tan amable, probaré
un poco de pato.
¡Una tajada! ¿Y podría pedirle
otra gotita de salsa?"
Me senté y le miré asombrado,
porque realmente nunca había visto
una cosa tan blanca y ondulante.
Y todavía parecía hacerse más blanco,
más vaporoso y más ondulante...,
visto en la borrosa y parpadeante luz,
mientras recitaba
sus "Máximas de Comportamiento".

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