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miércoles, mayo 29, 2013

SUEÑO por CESARE PAVESE


¿Aún ríe tu cuerpo a la aguda caricia
de la mano o del aire, y a veces reencuentra
en el aire otros cuerpos? Muchos de ellos
regresan
de un temblor de la sangre, de una nada.
También el cuerpo
que se tendió a tu lado en esa nada te busca.
Era un juego ligero pensar que algún día
la caricia del aire podría renacer
imprevisto recuerdo en la nada. Tu cuerpo
se habría despertado una mañana, amoroso
de su misma tibieza, bajo el alba desierta.
Un agudo recuerdo te habría recorrido
y una aguda sonrisa. ¿No vuelve aquel alba?
En el aire se hubiera ceñido a tu cuerpo
esa fresca caricia, en la íntima sangre,
y si hubieras sabido que el tibio momento
respondía en el alba a un temblor diferente,
a un temblor de la nada. Lo hubieras sabido
como un día lejano supiste que un cuerpo
se tendió a tu lado.
Dormías liviana
bajo un aire risueño de frágiles cuerpos,
de una amorosa nada. Y la aguda sonrisa
te recorrió, abriéndote los ojos azorados.
¿No ha vuelto más, de la nada, aquel alba?


1937

domingo, marzo 11, 2012

DOS CIGARRILLOS por CESARE PAVESE




Cada noche es una liberación. Se ven los reflejos
del asfalto sobre los paseos que se abren lúcidos al viento.
Cada tipo que pasa tiene un rostro y una historia.
Pero en esta hora no existe el cansancio: Los faroles, a miles,
están a disposición del que se detiene a encender un fósforo.
La llamita se apaga sobre el rostro de la mujer
que me ha pedido lumbre. Se apaga por el viento
y la mujer, desilusionada, me pide otra vez fuego
y se vuelva a apagar: la mujer ríe ahora, sumisa.
Aquí podemos hablar en voz alta y gritar,
porque nadie nos oye. Levantamos la vista
a las muchas ventanas – ojos que duermen apagados –
y esperamos. La mujer encoge los hombros
y se lamenta por haber perdido el chal de colores
que le servía de estufa en la noche. Pero basta apoyarse
contra la esquina y el viento es sólo un soplo.
Sobre el cansado asfalto ya hay una colilla.
Este chal lo trajeron de Río, pero dice la mujer
que se alegra de haberlo perdido, pues me ha encontrado a mí.
Si el chal llegó de Río, atravesó la noche
sobre el océano iluminado por la luz del gran transatlántico.
Noches de viento claro. Era el regalo de un marinero.
Ya no está el marinero. La mujer me susurra
que si subo con ella, me enseñará el retrato,
rizado y bronceado. Navegaba sobre sucios barcos
y limpiaba las m áquinas; pero yo soy más guapo.
Sobre el asfalto ya hay ahora dos colillas. Miramos hacia arriba:
la ventana de allí, en lo alto – me dice la mujer – es la nuestra.
Pero arriba no hay estufa. Por la noche, los barcos perdidos
tienen muy pocas luces o sólo las estrellas.
Cogidos del brazo cruzamos la calle, jugando a calentarnos.

viernes, mayo 27, 2011

LOS GATOS LO SABRÁN por CESARE PAVESE




La lluvia caerá aún
sobre tus dulces suelos,

una lluvia ligera
como una aliento o un paso.
Aún la brisa y el alba
florecerán ligeras
igual que con tu paso,
y entonces volverás.
Entre flores y alféizares
los gatos lo sabrán.

Seguirán otros días,
seguirán otras voces.
Sonreirás a solas.
Los gatos lo sabrán.
Oirás viejas palabras,
voces cansadas, vanas
igual que trajes viejos
de las fiestas de ayer.

Tú tambi én harás gestos.
Responderás palabras –
Rostro de primavera,
tú también harás gestos.
Los gatos lo sabrán.
rostro de primavera,
y la lluvia ligera,
y el alba de jacinto
que el corazón laceran
de aquel que no te espera,
son la sonrisa triste
que te ilumina a solas.
Seguirán otros días,
voces y despertares.
Sufriremos al alba,
rostro de primavera,

VENDRÁ LA MUERTE Y TENDRÁ TUS OJOS por CESARE PAVESE




Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
esa muerte que nos acompaña
desde el alba a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un absurdo defecto. Tus ojos
serán una palabra inútil,
un grito callado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola te inclinas
ante el espejo. Oh, cara esperanza,
aquel día sabremos, también,
que eres la vida y eres la nada.

Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como dejar un vicio,
como ver en el espejo
asomar un rostro muerto,
como escuchar un labio ya cerrado.
Mudos, descenderemos al abismo.

lunes, febrero 07, 2011

EL PENSAMIENTO DE DEOLA por CESARE PAVESE




Deola pasa la mañana sentada en el café y nadie la mira.
A esa hora, en la ciudad, todos corren bajo
el sol aún fresco del alba.
Tampoco Deola busca a nadie,
sino que fuma con calma y respira la mañana.
Cuando trabajaba en el lupanar, a estas horas estaba
durmiendo para recobrar fuerzas: la colcha se
la ensuciaban con sus zapatazos obreros y
soldados,
clientes que la dejaban deslomada.
Pero serindependiente es otra cosa;
es posible hacer un trabajo a conciencia sin esfuerzo
excesivo.
El caballero de ayer la despertó temprano, la besó y se la llevó
(si fuese posible, querida, permanecería contigo en Turín)
consigo a la estación para que le desease un buen viaje.
Si bien algo aturdida, está ahora reposada; a Deola,
le complace ser libre y beberse la leche
y tomarse los bollos. Esta mañana, se siente dama a medias
y, si observa transeúntes, tan sólo lo hace para evitar el tedio.
Duermen en el burdel a esta hora y hiede a estadizo
-la dueña sale a dar una vuelta- y es una estupidez
quedarse encerrada.
Para deambular al anochecer por los locales, se
requiere buena presencia y en el burdel,
a los treinta, se ha perdido ya la que
quedaba.
Deola se sienta, mostrando su perfil a un espejo
y se contempla en el frescor del vidrio.
Tiene el rostro algo pálido: no es que el humo la empañe.
Frunce el entrecejo.
Para seguir en el burdel, precisaría
el talante que tenía Mari (porque, querida amiga,
los hombres vienen aquí para satisfacer los antojos
que no les sacian ni sus mujeres ni sus novias)
y Mari trabajaba incansable, rebosante de brío y excelente salud.
Los que transitan ante el café no distraen a Deola,
que únicamente trabaja de noche, mediante lentas conquistas
al ritmo de las melodías del local.
Mientras da una ojeada
a un cliente o está buscándole el pie,
se complace con las orquestas
que la hacen pareja a una actriz
en su escena amorosa con un rico galán.
Un cliente por noche le da para ir viviendo.
(Tal vez el caballero de ayer querría verdaderamente que me fuese con él.)
Estar sola, si le place, por la mañana y sentarse en el café.
Sin buscar a nadie.
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