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domingo, agosto 21, 2016

LA MUJER DE LOT por ANA AJMATOVA


Y el hombre justo acompañó al luminoso agente de Dios
por una montaña negra, siguiendo su huella,
mientras una voz incansable acosaba a la mujer:
—No es demasiado tarde, aun puedes mirar hacia atrás.

Hacia las torres rojas de tu Sodoma nativa,
al patio donde una vez cantaste, al pabellón para hilar,
a las ventanas de la enorme casa
donde la descendencia santificó tu lecho conyugal.

Una sola mirada: súbita punzada de dolor
en sus ojos, antes de poder emitir cualquier sonido.
Su cuerpo se derritió en sal transparente
y sus ligeras piernas claváronse en la tierra.

¿Quién penará por esta mujer? ¿No le resulta
de sobra insignificante a nuestra incumbencia?
Incluso así, nunca la negaré en mi corazón,
ella que murió porque eligió volverse.

                                                           (1922-24)

martes, agosto 16, 2016

NO SOY DE ESOS QUE ABANDONARON LA TIERRA por ANA AJMATOVA


No soy de esos que abandonaron la tierra
a merced de los enemigos.
Sus halagos me dejan fría,
mis canciones no son para que las alaben ellos.

Pero me dan lástima los exilIados.
Como el de un desertor, como el de un muerto
a medias,
oscuro es tu camino, vagabundo;
la amargura infecta tu pan extranjero.

Pero aquí, en la penumbra de la conflagración,
cuando apenas queda un amigo por conocer,
nosotros los sobrevivientes no desistimos
ante nada, ante un solo golpe.

De seguro el cómputo se hará
después de que pase esta nube,
somos gente sin lágrimas,
más rectos que ustedes... más orgullosos.
                                             


                                                          (1922)

domingo, mayo 11, 2014

TODO ME HA SIDO ARREBATADO por ANA AJMATOVA


Todo me ha sido arrebatado: el amor y la fuerza.
Mi cuerpo, precipitado dentro de una ciudad que detesto,
no se alegra ni con el sol. Siento que mi sangre
congelada está.
Burlada estoy por el ánimo de la Musa
que me observa y nada dice,
descansando su cabeza de oscuros rizos,
exhausta, sobre mi pecho.
Sólo la Conciencia, más terrible cada día,
enfurecida, exige cuantioso tributo.
Y para responder, me cubro el rostro con las manos,
porque he agotado mis lágrimas y mis excusas.

(Sebastopol, octubre de 1916)

domingo, marzo 09, 2014

NO SABEMOS CÓMO DECIRNOS ADIÓS por ANA AJMATOVA


No sabemos cómo decirnos adiós:
erramos por ahí, hombro con hombro.
Ya el sol está bajando,
vas taciturno, soy tu sombra.

Entremos en una iglesia a ver
bautizos, matrimonios, misas de difuntos.
¿Por qué somos diferentes del resto?
Afuera otra vez, cada quien vuelve la cabeza.

O sentémonos en el cementerio,
sobre la nieve pisoteada, suspirando el uno por el otro.
Esa vara en tu mano está dibujando mansiones
donde estaremos siempre juntos.

lunes, enero 06, 2014

ALA CIUDAD DE PUSHKIN por ANA AJMATOVA


1
¿Qué puedo hacer? Ellos te destruyeron,
¡Qué encuentro más cruel que el separarse!
Aquí hubo un surtidor, allá alamedas,
Más a lo lejos verdecía el parque...
La aurora más rosada que ella misma
Fue aquél abril. Olor a húmeda tierra,
A primer beso...
2
Las hojas de este sauce en el siglo pasado se murieron,
Para brillar cien veces más lozanas en la forma de un verso.
Las rosas se trocaron en purpúreas rosaledas silvestres,
Pero los himnos de la escuela siguen brotando sin desánimo.
¡Medio siglo pasó! Fui premiada por la divina suerte
Y en los días violentos olvidé el fluir de los años.
¡Ya no voy por allí! Pero a la orilla del río de la muerte,
Yo llevaré mis trémulos jardines de Tsárskoie Seló.

domingo, diciembre 22, 2013

TRES COSAS LE ENCANTABAN por ANA AJMATOVA


Tres cosas le encantaban a él:
los pavos reales blancos, las oraciones vespertinas
y los desteñidos mapas de América.
No soportaba los mocosos chillones,
ni la mermelada de frambuesa con su té,
ni la histeria femenina
…y estaba atado a mí.


(1911)

domingo, diciembre 01, 2013

LEYENDO A HAMLET por ANA AJMATOVA


A la derecha del cementerio hay un sembradío estéril;
detrás, un río de azul centelleante.
Tú dijiste: —Está bien, vete a un convento
o cásate con un necio...
Era la clase de cosas que siempre dicen los príncipes,
pero son palabras que nunca se olvidan.
Deslícense cien siglos en una querella como
un manto de armiño bajo sus hombros.



(Kiev, 1909)
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