Que te condenen por insistir
Por dejar tus pasos en las arenas
Por escupir a los muros y cantar la Marsellesa
Silbar por lo bajo
Amurallar el pecho y abrir bien los ojos
Cazar la cola y el cerviz de los compases
Brillar cuando la mujer amada
Nos mira a los ojos a la hora del fornicio
Y el imperio de la cama
Que te condenen
Te lapiden por observar con ternura
El turgente amamantar de la madre adolescente
Por aguardar el suspiro al borde de una lágrima
Por poseer la mujer que antes fuera de otro
Y ese otro nos persigue
Y seguimos ignorándolo
Que te condenen
Por calar el sombrero de las nubes
Abrir el respiro al universo hostil
Y sentirse vivo
dolorosamente vivo y despierto
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