Para entender el concepto de alienación aplicado a la
reseña de este libro debemos aclarar que es en el sentido hegeliano, es decir,
la idea de cómo algo ajeno y hostil lo que le es propio de cada uno. Martín
Acosta es un poeta joven (24 años) quien con oficio y una constante visión crítica,
sufre la angustia primaria del poeta, su relación con la Poesía, el misterio de
las palabras de cada verso o la utilización de la palabra preciso, rebelarse o
ser receloso con el concepto poesía, con las miserias de la forma y lo tortuoso
del fondo. Dentro de esto le vemos abstraerse de roles, alienarse como
observador, incluso como figura
de una pareja interpelando de esta forma:
¿Quieres detener el viento que se
infiltra
y endurece tus pezones a través
del agujero
de tu blusa?
¿Obligar a dos cosas comunes y
corrientes
a convivir, como dos hermanos
que tienen que vivir juntos?
La profundidad del ego poético
que apela directamente a la primera impresión del lector, en el sentido de la esencia
del ser que busca superar la alteridad del lector, hay dos lectores de la poesía ( la mayoría son
poetas) el lector que busca el disfrute de la poesía ,la musicalidad y el
fondo, utilitario o no y el lector que
busca adentrarse en la alteridad del escritor, el tratamiento afilado o no de
los sentimientos, este poemario es para el segundo de los lectores.
La cotidianeidad intimista apunta descarnadamente a un análisis de la
vida misma en el encierro de cuatro paredes una humanidad que se desarrolla en
el desarraigo del mundo adentrándose en su interior.
Una capacidad casi sobrehumana (capacidad
de poetas) de sobrellevar cualquier dolor y es más el dolor que muchos poetas
tratan de sobrellevar verso a verso, el dolor de vivir, ese el justo sentido de la Euforia . Acosta golpea esto con una ironía inusitada:
No tienen para qué comprar flores
ni recuerdan fechas, planifican
poco y no se proyectan,
les gusta lengüetear el momento,
no discriminan porque gustan de
muchos lectores
y no saben nunca el nombre de su
acompañante
ni dónde pasarán la noche ni con
quién ,
no suspiran ni quitarán jamás
horas de sueño.
¡Pero ay las ansias de perro en
celo que tienen!
Y esto Acerca de los poemas. Cómo deberíamos ver a los
poemas, los poetas como deben verlos o los lectores comunes, aquí no se puede
hablar de un sentido utilitario de los poemas muy a pesar de lo que algunos
pueden pensar. Pero Martín Acosta no se
escapa de un leitmotiv de todo poeta, la poesía como algo inasible
indescifrable y sumamente criticable. Un gran porcentaje de los poetas se
vuelcan a desnudar a esta madre a esta amante o hermana, sin asco, sin temor a
que un lector desprevenido se haga una mala imagen.
El conflicto del yo real, el
concreto, con el yo poético (hablante) es notorio y aquí es donde quiero
detenerme, el impulso de alienarse tiene una doble función, la catarsis de
sanarse a sí mismo a toda costa o en su defecto fomentar un juego en que el
lector entra en la dimensión del hablante e identificarse, Acosta utiliza este
juego sin aspavientos, asola, intuye e impulsa esta dinámica certera.
Estructuralmente el poemario tiene
tres fases a saber: Las meras palabras, La voz del cuerpo y Griterío del mundo.
La visión de las meras palabras nos toma
de la mano a la laberíntica realidad de la alienación de la realidad dentro y
fuera del hablante lírico y la visión abstracta de lo que le rodea sin
abandonar la visión personal y crítica de ésta. En La voz del cuerpo se invita
a este a ingresar a este juego despiadado de versificar una visión postural del
poeta:
Hagamos un pacto y dejémonos ser.
Dame un poco más de auspicio como
hasta ahora.
Dame calcio, dame tejidos, dame
la densidad
cruda de las partículas, que sin
ti soy nada,
que sin ti simplemente no hay
ninguna cabida.
Ven y no te muevas de donde
estás.
Y aquí la alienación opera en
animales, en personas manteniendo una impertérrita ajenidad, notable. El sexo
no escapa al leitmotiv pero no es ni siquiera redentor, es un elemento más
dentro de la cosmovisión. Es contraproducente a esta altura de hablar de
alienación, la pérdida de identidad para adherirse a otras entidades a una visión
ajena se quiebra, entrando punzante en la mente del lector.
Griterío del mundo, hay una
visión cínica en el sentido filosófico griego y no en el común. El mundo como
representación de malignidades es digno de ser vapuleado con versos afilados y mortalmente atingentes, hay un desapego
total, el mundo casi como un ente execrable:
Tengo la lengua reseca y un
buquetazo tremendo
por el sabor malsano que me deja
parte del mundo al probarlo.
Y luego dentro de esas
representaciones una actitud denunciante y desmitificadora. El ciclo de la
alienación como actitud sanadora ha completado su ciclo.
Euforia de Martín Acosta, La Liga
de la Justicia Ediciones. 2013
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