La mujer como temática en la poesía, no es
sorpresa, se ha abarcado de diferentes
formas, desde el amor más excelso a la misoginia absoluta. La dinámica
de cómo enfrentarlas en la vida real tiene el mismo abanico de probabilidades.
Que inspiran, construyen y deshacen;
desde vírgenes, brujas a putas cada poeta se dirige a ellas con la libertad de
lo que el corazón dicta, y eso habla muy bien de la calidad del corazón del poeta. Es decir un
indicador preciso.
Álvaro Cordero, nos trae la voz
lírica de un hombre que ha sido quebrantado, ante una mujer que es máscara, ya
que no registra nombre, pero condiciona y determina a una búsqueda inútil, tras un desasosiego
que no arribará bajo ningún nombre ni bajo ningún cuerpo que emancipe ese
corazón cautivo.
“Respiraría a duras penas
sin pensar en nada
mientras tu sombra se retuerce
junto al eco de las vanas palabras
que susurraste.”
- Si estuvieras aquí-
Un corazón herido no conoce de razones y el mundo no
tiene otra vista que un desierto extenso e inhóspito. Aquí surgen los versos
como una forma de expiación o mejor, precisando, búsqueda de catarsis, el intento a todas luces
puede ser fallido. Y sólo resta el
despecho.
“No eres Violeta Parra
no te alcanza
no bastas
No eres mujer
sino sólo un cuerpo
a lo ancho de una cama”
- Violenta Parra-
Y se abre un expediente de
razones, la lógica con su oratoria insulsa tratará dentro del espíritu salvar
lo que reste del amor propio, salvaguardar esa imagen de hombre ante el mundo,
esos dos pies puestos ante una sociedad siempre dispuesta a juzgarte.
Hiel es el nombre preciso para
este poemario, el hilar la hiel entre versos, no comulgo con la imagen del
animal lamiéndose las heridas, si no aquel que anda por los amargos senderos
del desamor. El amante siempre tiene una sola visión dependiendo del estado en que se encuentra,
dolido, el mundo se llena de representaciones agrias. ¿Quién o qué puede curar
eso?
“ Tengo
el cuerpo hecho un nudo
de dolores
transversales
como
agujas
recorriéndome
como relámpagos
desde dentro hacia fuera
riñones, testículo izquierdo,
el corazón,
alfiletero
preferido de mi mal.”
En Hiel, el oficio poético se
pone al servicio de la sangre hirviendo, la expresión es un látigo que daña
tanto al emisor como a la destinataria, aquí el lector es testigo, me recuerda
a las cuitas que se escuchan en los bares de mala muerte, o esas confesiones
dolidas entre copa y copa. Sin embargo el mundo es extenso y forastero por lo
que hay que apañarse en los intersticios del deseo insatisfecho y la lujuria:
“Ver tanta mujer caminar
con ese bamboleo de cadera
subiendo y bajando.
Imaginarlas
subir y bajar sobre mí.
Sacarle la ropa a la de la
estación
el olor blanco de la desnudez
chuparle las tetas a la del
asiento de al lado
arrodillarme entre sus piernas
subirle la falda
y besarla justo ahí
como no me creería.”
- Metro camino al trabajo-
Un acierto de la edición, es
dejar en último lugar al poema “Las Mujeres” que desde los primeros versos deja
en claro todo el tenor del poemario a saber:
“Las mujeres son armas
explotan
son inflamables
matan”
Miles de historias corroboran
esta visión “bélica” de las féminas. Parcial, obvio que sí, pero pongamos
atención a los siguientes:
“las mujeres son suaves
son frías
son hermosos paisajes de
lujuria
son animalitos muy veleidosos
son bocas abiertas con la
garganta cerrada
son costillas con alambre de
púas
son saliva áspera y negra como
el alquitrán
son siempre
malas noticias”
Una conjugación de adjetivos, conceptos contrapuestos, donde como todos sabemos, detrás del despecho subsiste en sordina un amor ciego e innegable.
Hiel. Álvaro Cordero, La Liga de la Justicia Ediciones.
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