miércoles, septiembre 25, 2013

Lucybell - Arrepentimiento



Cúbrete de mitos
que pareces de papel
hojas sin colores
animas sin pies

cúbrete de espinas
es lo que tu debes querer
tú debes querer

lo que no puedas mover
mover..........

cúbrete sincera
este dia puede ser
al tropezar con luces
extirparas un perdón de piel

es lo que tú debes querer
ánimas sin pies
tú debes querer
lo que no puedas mover

si no hiciste tanto mal
si no quisiste deshacer
si no sabias al destrozar
no se donde crees ver

arrepentimientos
quizás mañana esté ciego Dios

sábado, septiembre 21, 2013

JURAMENTO DE LA ALEGRÍA por MIGUEL HERNANDEZ


Sobre la rojo España blanca y roja,
blanca y fosforescente,
una historia de polvo se deshoja,
irrumpe un sol unánime, batiente.

Es un pleno de abriles,
una primaveral caballería,
que inunda de galopes los perfiles
de España: es el ejército del sol, de la alegría.

Desaparece la tristeza, el día
devorador, el marchitado tallo,
cuando, avasalladora llamarada,
galopa la alegría de un caballo
igual que una bandera desbocada.

A su paso se paran los relojes,
las abejas, los niños se alborotan,
los vientres son más fértiles, más profusas las trojes,
saltan las piedras, los lagartos trotan.

Se hacen las carreteras de diamantes,
el horizonte los perturban mieses
y otras visiones relampagueantes,
y se sienten felices los cipreses.

Avanza la alegría derrumbando montañas
y las bocas avanzan como escudos.

Se levanta la risa, se caen las telarañas
ante el chorro potente de los dientes desnudos.

La alegría es un huerto del corazón con mares
que a los hombres invaden de rugidos,
que a las mujeres muerden de collares
y a la piel de relámpagos transidos.

Alegraos por fin los carcomidos,
los desplomados bajo la tristeza:
salid de los vivientes ataúdes,
sacad de entre las piernas la cabeza,
caed en la alegría como grandes taludes.

Alegres animales,
la cabra, el gamo, el potro, las yeguadas,
se desposan delante de los hombres contentos.

Y paren las mujeres lanzando carcajadas,
desplegando en su carne firmamentos.

Todo son jubilosos juramentos.
Cigarras, viñas, gallos incendiados,
los árboles del Sur: naranjos y nopales,
higueras y palmeras y granados,
y encima el mediodía curtiendo cereales.

Se despedaza el agua en los zarzales:
las lágrimas no arrasan,
no duelen las espinas ni las flechas.

Y se grita ¡Salud! a todos los que pasan
con la boca anegada de cosechas.

Tiene el mundo otra cara. Se acerca lo remoto
en una muchedumbre de bocas y de brazos.

Se ve la muerte como un mueble roto,
como una blanca silla hecha pedazos.

Salí del llanto, me encontré en España,
en una plaza de hombres de fuego imperativo.
Supe que la tristeza corrompe, enturbia, daña ...
Me alegré seriamente lo mismo que el olivo.

PARA NO IR DEMASIADO LEJOS (artefacto) por NICANOR PARRA


TÚ por CHARLES BUKOWSKI

    


Eres una bestia, me dijo ella
con tu blanca panzota
y esos pies peludos.
nunca te cortas las uñas
y tienes manos regordetas
uñas como de gato
tu narizota colorada y brillosa
y los huevos más grandes
que he visto nunca.
Arrojas esperma como una
ballena arroja agua por
el agujero de su espalda .
Bestia bestia bestia
me besa,
Qué quieres para el

desayuno? 

CULTIVAR UN JARDIN (ARTEFACTO) por NICANOR PARRA


NOTA SOBRE WALT WHITMAN por EDUARDO ANGUITA




Me parece increíble que tantos chilenos hayan pasado apenas por sobre las páginas de un poeta que es, tal vez, la voz más potente de toda América: Walt Whitman. Más increíble es que yo mismo no haya reparado mayormente en su verbo. ¿Y quién de mi generación se ha embebido en Leaves of Grass? A juzgar por los resultados, nadie. La promoción de poetas que compusimos con Braulio Arenas, Ornar Cáceres, Teófilo Cid y otros cuantos que no leían inglés, fuimos educados en una época en que el francés era enseñado intensamente en los colegios y, además, nos tocó por maestro poético Vicente Huidobro, cuyo vuelo despegó en Francia y ayudó a que la poesía moderna lograra allí sus más altas y originales notas. Sólo las generaciones posteriores a la del 38 (la nuestra) se interesaron por los poetas de lengua inglesa. Sin embargo, no observo en ellos influencia notable, ni proveniente de los autores británicos, ni de los norteamericanos.

Leaves of Grass se estima, por parte de la crítica mundial, que marcó en 1855, fecha de la aparición de los primeros poemas, el despunte de la lírica norteamericana y que, aparte de su valor en sí misma, su sola influencia, directa o indirecta, sobre las generaciones posteriores estadounidenses, colocó al País del Norte a la vanguardia de la poesía universal, lado a lado con la lírica británica.

En Chile el verbo whitmaniano de anchos ritmos arrebata numerosísimas páginas de Neruda; y en toda la obra de nuestro poeta, a partir de Residencia en la Tierra, está latente en forma infusa. El medio comunicante que los vincula es la naturaleza, con la diferencia de que Whitman penetra y mora en ese ámbito con un ánimo de panteísta exaltación. Pablo de Rokha, menos sentimental que Neruda, y mucho más estentóreo, pareciera haber comulgado con mayor propiedad que Neruda con Whitman; pero sus rasgos profundos son muy diferentes. Hablando en general, y aplicándonos a comparar a Whitman con Neruda, hay que señalar lo siguiente: La actitud anímica con que el hombre norteamericano afronta a su medio natural es de signo positivo; la del hombre de América del Sur es más bien pasiva.

La naturaleza nos agobia y entristece. Neruda, en sus dos magníficas “Residencias”, es una víctima magistral de esa melancolía. Y los que le seguimos en edad debimos resistirnos firmemente a caer abrumados ante la fuerza y rudeza de una naturaleza salvaje, que nos embarga por fuera y por dentro.

Aunque ausente de la letra y del espíritu mismo de la poesía chilena, Walt Whitman está, de algún modo, enraizado en nuestro tiempo y en todo nuestro continente. En su tierra es la voz de aquella “vida inmensa de pasión, pulso y poder”. Es poeta y profeta de su nación. Adelantó su futuro; lo sintió en presente. Lo vio, lo amó en los paisajes, en las gentes, en los hombres, en las mujeres, en los mecánicos, los filósofos, los estibadores, los leñadores, los sabios, los grandes capitanes del surco y del océano; amó a su pueblo en su magnífico potencial. Amó y convocó el futuro; cantó a los Estados del Norte y del Sur, del Este y del Oeste. Sintió la vida en la pequeña flor y las briznas más secretas, en las grandes urbes, en las estepas, bosques y praderas.

Escribió:

El profeta y el bardo

se mantendrán todavía en regiones más altas,

serán los mediadores para lo Moderno, para la Democracia,

e interpretarán para ellos

a Dios y a las imágenes (...)

Alzo el presente sobre el pasado;

como un árbol perenne se alza de sus raíces, así se alza el presente sobre el pasado;

con el tiempo y el espacio lo dilato, y fundo las leyes inmortales, para hacerlo, por ellas, la ley de sí mismo (...)

¡Poetas del futuro! ¡Oradores, cantantes, músicos del futuro!

No es el día de boy el que me justifica y define,

sino vosotros, una generación nueva, nativa, atlética, continental,

más grande que las que antes se conocieron.

¡Alzaos, pues vosotros debéis justificarme!

REVOLUCIÓN por ENRIQUE LIHN


No toco la trompeta ni subo a la tribuna
De la revolución prefiero la necesidad de conversar
entre amigos
aunque sea por las razones más débiles
hasta diletando; y soy, como se ve, un pequeño
burgués no vergonzante
que ya en los años treinta y pico sospechaba
que detrás del amor a los pobres
de los sagrados corazones
se escondía una monstruosa duplicidad
y que en el cielo habría una puerta de
servicio
para hacer el reparto de las sobras entre los
mismos mendigos que se restregaban
aquí abajo contra los
flancos de la Iglesia en ese barrio uncioso pero de cuello y
corbata
frío de corazón ornamental
La revolución
es el nacimiento del espíritu critico y las
perplejidades que le duelen al
imago en los lugares en que se
ha completado para una tarea
por ahora incomprensible
y en nombre de la razón la cabeza vacila
y otras cabezas caen en un cesto
y uno se siente solitario y cruel
victima de las incalculables injusticias que
efectivamente no se hacen esperar
y empiezan a sumarse en el
horizonte de lo que era de rigor
llamar entonces la vida
y su famosa sonrisa.

AMOR Y CORAJE por CHARLES BUKOWSKI




La que me gustaba era esa en la que Cagney
peleaba en el ring
a pura piña
así podía ganar plata
para que su hermano tuviera
lecciones de música
el hermano quería ser
pianista clásico
le habían dicho que tenía
gran talento.
Pero los dos venían del barrio
pobre, y
Cagney tenía que subir al ring
una y otra vez
para conseguir plata y ayudar a que su
talentoso hermano
se convirtiera en pianista.
Cagney incluso pierde a su chica
y la película termina con el hermano
que lo logra
( En el Carnagie Hall, si mal no recuerdo)
y Cagney
hecho pelota y ciego
en su puestito de diarios
escuchando por radio
el concierto de su hermano
y, por supuesto, la chica está en el concierto
adorándolo, los ojos muy abiertos
mientras Cagney pone sus manos sobre
un calentadorcito
solo en medio del frío
escucha la radio
mientras su hermano toca el piano
Cagney
no sabe nada de música
y
oyendo el aplauso final
cree que
todos los golpes que le dieron
valieron la pena.-


LA MUSIQUILLA DE LAS POBRES ESFERAS por ENRIQUE LIHN


Pueda que sea cosa de ir tocando
la musiquilla de las pobres esferas.
Me cae mal esa Alquimia del Verbo,
poesía, volvamos a la tierra.
Aquí en París se vive de silencio
lo que tú dices claro es cosa muerta.
Bien si hablas por hablar, “a lo divino",
mal si no pasas todas las fronteras.

¿Nunca fue la palabra un instrumento?
Digan, al fín y al cabo, lo que quieran:
en la profundidad de la ignorancia
suena una musiquilla verdadera;
sus auditores fueron en Babel
los que escaparon a la confusión de las lenguas,
gente anodina de los pisos bajos con
un poco de todo en la cabeza; y el
poeta más loco que sagrado pero con
una locura con su cuerda
capaz de darle cuerda a la alegría,
capaz de darle cuerda a la tristeza.

No se dirige a nadie el corazón
pero la que habla sola es la cabeza;
no se habla de la vida desde un púlpito
ni se hace poesía en bibliotecas.

Después de todo, ¿para qué leernos?
La musiquilla de las pobres esferas
suena por donde sopla el viento amargo
que nos devuelve, poco a poco, a la tierra,
el mismo que nos puso un día en pie
pero bien al alcance de la huesa.
Y en ningún caso en lo alto del coro,
Bizancio fue: no hay vuelta.

Puede que sea cosa de ir pensando
en escuchar la musiquilla eterna.

QUO VADIS NICANOR (ARTEFACTO) por NICANOR PARRA


MARXISTA (ARTEFACTO) por NICANOR PARRA


ADIOS por ARTHUR RIMBAUD


¡El otoño ya! ¿Pero por qué añorar un eterno sol, si estamos empeñados en el
descubrimiento de la claridad divina, lejos de las gentes que mueren en las estaciones?
El otoño. Nuestra barca, alzándose en las brumas inmóviles, gira hacia el puerto de la
miseria, la ciudad enorme con su cielo maculado de fuego y lodo. ¡Ah, los harapos podridos,
el pan empapado de lluvia, la embriaguez, los mil amores que me han crucificado! ¡De modo
que nunca ha de acabar esta reina voraz de millones de almas y de cuerpos muertos y que
serán juzgados! Yo me vuelvo a ver con la piel roída por el fango y la peste, las axilas y los
cabellos llenos de gusanos y con gusanos más gruesos aún en el corazón, yacente entre
desconocidos sin edad, sin sentimiento... Hubiera podido morir allí ... ¡Qué horrible
evocación! Yo detesto la miseria.
¡Y temo al invierno porque es la estación de la comodidad!
A veces veo en el cielo playas sin fin, cubiertas de blancas y gozosas naciones. Por
encima de mí, un gran navío de oro agita sus pabellones multicolores bajo las brisas
matinales. Yo he creado todas las fiestas, todos los triunfos, todos los dramas. He tratado de
inventar nuevas flores, nuevos astros, nuevas carnes, nuevas lenguas. Yo he creído adquirir
poderes sobrenaturales. ¡Pues bien! ¡Tengo que enterrar mi imaginación y mis recuerdos!
¡Una hermosa gloria de artista y de narrador desvanecida!
¡Yo! ¡Yo que me titulara ángel o mago, que me dispensé de toda moral, soy devuelto
a la tierra, con un deber que perseguir y la rugosa realidad para estrechar! ¡Campesino!
¿Estoy engañado? ¿Sería para mi la caridad hermana de la muerte?
En fin, pediré perdón por haberme nutrido de mentira. Y vamos.
¡Peto ni una mano amiga! ¿Y dónde conseguir socorro?
Sí, la nueva hora es, por lo menos, muy severa.
Pues yo puedo decir que alcancé la victoria: el rechinar de dientes, los silbidos de
fuego, los suspiros
pestilentes, se moderan. Todos los recuerdos inmundos se borran. Mis últimas añoranzas se
escabullen celos de los mendigos, de los bandoleros, de los amigos de la muerte, de los
retardados de todas clases. ¡Si yo me vengara, condenados!
Hay que ser absolutamente moderno.
Nada de cánticos: conservar lo ganado. ¡Dura noche! La sangre seca humea sobre mi
rostro, y no tengo cosa alguna tras de mí, ¡fuera de ese horrible arbolillo!... El combate
espiritual es tan brutal como las batallas de los hombres; pero la visión de la justicia es sólo el
placer de Dios.
Entre tanto, estamos en la víspera. Recibamos todos los influjos de vigor y de real
ternura. Y a la aurora, armados de una ardiente paciencia, entraremos en las espléndidas
ciudades.
¡Qué hablaba yo de mano amiga! Es una buena ventaja que pueda reírme de los viejos
amores mentirosos, y cubrir de vergüenza a esas parejas embaucadoras -he visto allá el
infierno de las mujeres-; y me será permitido poseer la verdad en un alma y un cuerpo.




Abril-agosto, 1873

LA HIJA VERTIGINOSA I por HUMBERTO DIAZ CASANUEVA


Hija
en tu pie pájaros clavados por una mirada obscura
Tiemblas
Sueltas del cuerpo el muro
Oh písame los ojos cegándome para la mancha
del lobo!
No es maravilloso verte donde hielan el retrato
infinito
verte como el rayo que apoya lo que incendia?
Uno se creería a tientas
La faz llena de vidrio oculto y de pronto
Tú!
Oh tus millares de pies brotando como yemas de la
huesuda tabla en mí plantada!
Nunca esto imaginé
Esta escondida grada hacia una vida
Tú aplastas la serpiente que me da la palidez
Tú haces que la tierra mane sobre la mesa
Nos miramos y reímos
La risa corre las abejas
He soñado otra risa de un maíz más blanco que
por mí pasa
machacado?
Visión horrible
Corazón que acuno como una vieja tumba
Ciervo mis dientes hasta el fondo del despojo
Y veo mi calle erizada de espinas
que me rayó como al Tigre
Veo
Vecinos extasiados sosteniendo el Hongo
Manando más pobreza de bolsillos horrendos
Rostros tan adentro de lo que fueron como ídolos
en la escoria de la llama que los
ojos prendieron en el mundo
Hija
figúrate
Calzar los pies de aquellos muertos en cepos ya
tan hondos
Abrázame
Entra entra en mí
Entreabse la fría paloma que en mí pasa la noche
Véndame el corazón en que me alejo derramado
Alúmbrame la piedra que me queda de la carne
Si tu padre te encierra en el ceño debo llorarte toda
la vida como si alas te siguieran zumbando
después que yo las arrancara?
Cortar el ceño digo
Dorar aquella mordedura que me hice un día con las
cejas en el corazón lleno de plomo!
Aquí locuela al borde del sombrío hundimiento
Salta sobre la palma de mi mano donde pareces un
Ojo azul
que entrara en una órbita vaciada por el miedo
para dar en torno una mirada pura

Avergoncémonos de su mirada cuando realmente nos
distinga !

Pero desapareces
La mano se me apaga en el pavor
del tránsito
Lloro
Los pies retuerzo como lombrices
He brillado en la imposible la enmascarada visita
que una venia degüella?
Oh el morir de nadie no engaña a la memoria!
Suspenso el tiempo por qué así te veo
futura?
Pudiste acaso antes que nacieras sólo cruzar por mí
lagrimeando de la vena que derramo hacia la noche
sin necesidad de que aparecieses de carne?
Soñarte así increíble
habría sido modelarte más intacta?
Dónde dónde estarías dando sombra de otra somhu
más muerta que la muerte?
Ven ven óyeme la mano donde suena la punta de la
flecha
maravilloso ardor
vida más cierta manifestada al tacto de mis llagas!


MARAVILLOSAS OCUPACIONES por JULIO CORTAZAR


Qué maravillosa ocupación cortarle una pata a una araña, ponerla en un sobre, escribir Señor Ministro de Relaciones Exteriores, agregar la dirección, bajar a saltos la escalera, despachar la carta en el correo de la esquina.
Qué maravillosa ocupación ir andando por el bulevar Arago contando los árboles, y cada cinco castaños detenerse un momento sobre un solo pie y esperar que alguien mire, y entonces soltar un grito seco y breve, y girar como una peonza, con los brazos bien abiertos, idéntico al ave cakuy que se duele en los árboles del norte argentino.
Qué maravillosa ocupación entrar en un café y pedir azúcar, otra vez azúcar, tres o cuatro veces azúcar, e ir formando un montón en el centro de la mesa, mientras crece la ira en los mostradores y debajo de los delantales blancos, y exactamente en medio del montón de azúcar escupir suavemente, y seguir el descenso del pequeño glaciar de saliva, oír el ruido de piedras rotas que lo acompaña y que nace en las gargantas contraídas de cinco parroquianos y del patrón, hombre honesto a sus horas.
Qué maravillosa ocupación tomar el ómnibus, bajarse delante del Ministerio, abrirse paso a golpes de sobres con sellos, dejar atrás al último secretario y entrar, firme y serio, en el gran despacho de espejos, exactamente en el momento en que un ujier vestido de azul entrega al Ministro una carta, y verlo abrir el sobre con una plegadera de origen histórico, meter dos dedos delicados y retirar la pata de araña, quedarse mirándola, y entonces imitar el zumbido de una mosca y ver cómo el Ministro palidece, quiere tirar la pata pero no puede, está atrapado por la pata, y darle la espalda y salir, silbando, anunciar en los pasillos la renuncia del Ministro, y saber que al día siguiente entrarán las tropas enemigas y todo se irá al diablo y será un jueves de un mes impar de un año bisiesto.

SUERTE por CHARLES BUKOWSKI


           
Lo que está mal de todo
esto
es ver a la gente
tomando café y
esperando.
Los empaparía de suerte,
la necesitan,
la necesitan incluso más
que yo.
Me siento en los cafés
y los veo
esperando.
Supongo
que no hay mucho más que hacer.
Las moscas suben y bajan
en la ventana
tomamos nuestro café y
fingimos no mirar
a los demás. Yo
espero con ellos.
Entre el movimiento
de las moscas
la gente camina.-


OBLIGACION ULTIMA por EDUARDO ANGUITA


Así es mejor marcharse ámbito ciego los hielos
las palomas terribles derritiéndose
sobre el ojo de paño de la muerte.

Acostados llegamos preguntando
responded a las palabras ya rígidas
a quien golpea en la ceniza reservada.

Vamos al rincón que palpita como una joya nueva
Cruza veloz un ladrido
Hemos pasado.

Sin encajes
así es mejor llegar hielo mis huesos
la eternidad circula por los pozos
puertas que el sol abre en la casa
pero no alumbra empuja solamente.

Atmósfera de esponja ciega
criada en la evaporación de los difuntos
o las piedras que flotan en la ventana
sin sentido mareadas en el viaje.

Llorad por el cabello que nace del alma
llorad por las veredas oscuras de las venas
no bastan las campanadas que el viento revuelve
con la espuma que hemos dejado tras de nuestros pies.

No basta. Llorad llorad las muertes que ruedan por los tejados
a cada instante después de la lluvia
Amad esa nube que nos empuja desde adentro
y es una tumba más impaciente que jamás

Celebrad las muertes brotadas de cualquier deseo
cultivad el bosque en que nos perderemos.

viernes, septiembre 20, 2013

World Versus Me - Transference

CAPRICHO 15 por FRANCISCO JOSE DE GOYA Y LUCIENTES


QUE HACEMOS (ARTEFACTO) por NICANOR PARRA


A EL LE GUSTAN LOS MUERTOS por MALCOLM LOWRY



Cuando se acerca el pobre final
de cada día
él trataba de recontar sus cosas
queridas.
Ni un Robert Broke ni un gran amante.
él,
recordaba  pocas cosas de la simplicidad;
su alma nunca había estado vacía de
miedo
y la vendería dos veces por una jarra
de cerveza.
Parecía no haber conocido el amor, haber
valorado el miedo
por encima de todo sentimiento humano.
A él le gustaban los muertos.
El pasto no era verde para él ni siquiera
pasto;
ni el sol, sol; la rosa, rosa; el humo,
humo; la pierna, pierna.

MONTPARNASSE por ERNEST HEMINGWAY


Nunca hay suicidas en el círculo de gente que uno conoce.
Ningún suicidio bien logrado.
Un chino se  mata y  está muerto,
( siguen   depositando su  correo en el casillero ).
Un muchacho noruego se mata y está muerto,
( nadie  sabe adonde se ha ido el otro  noruego ).
Encuentran a una modelo muerta,
sola en la cama y bien muerta,
( le  trajo al guardián la mar de problemas ).
Vómitos, clara de huevo, mostaza, jabonaduras y
lavados de estómago salvan a la gente que uno conoce.
Todas las tardes se puede encontrar a la gente que
uno conoce en el café.

CARTA A UNA MUJER por SERGUEI ESENIN


Usted  se  acuerda,
usted, claro, de todo se acuerda,
cuando andaba nerviosa
por la estancia
—yo pegado a la pared—
y me reñía con acerbas palabras.
Decía  usted
que había llegado
la hora de separarnos,
que a causa de mis locuras
sufría mucho,
que iba a dedicarse a sus cosas,
y que yo estaba condenado
a rodar por la pendiente.
Querida:
U s t e d no me amaba.
I g n o r a ba
que entre aquella humareda,
en la fosca tormenta de la vida
sufría yo, sin comprender
lo que se  avecinaba.
De cara a cara
no se ve el rostro
Lo grande se ve a la distancia.
Cuando el mar se encrespa
corren riesgo las aves.
¡ Y de pronto
se convirtió la tierra
en nave!
Alguien
empuñó majestuoso el timón
rumbo a la nueva vida prodigiosa
por entre vendavales y tormentas.
¿Quién no se cayó en la cubierta?
¿Quién no vomitó y no maldijo?
Pocos hubo que no se mareasen.
que venciesen aquel torbellino.
Entonces ,
entre un clamor salvaje,
sabiendo bien lo que me hacia,
bajé a la bodega
para no ver vomitar a la gente.
Aquella bodega
era eso: la taberna.
Y o me entregué al vino
para no padecer por nadie
y me hundí en la embriaguez.
Querida :
La hice sufrir, es cierto.
En sus ojos cansados
se  asomaba  la pena
al ver que yo, ostentosamente,
me consumía en escándalos diarios.
Pero usted ignoraba
que entre aquella humareda,
en la fosca tormenta de la vida,
sufría yo
sin comprender lo que se avecinaba . . .
Han pasado los años.
Mi edad es otra.
Ahora pienso de otro modo.
Ahora brindo en los días de fiesta
por el Gran Timonel.
Me embargan hoy
amables sentimientos.
Al recordar su angustia
quiero apresurarme a decirle
lo que fui antes,
lo que ahora soy.
Q u e r i d a :
Me complace decirle
que no rodé por la pendiente.
V i v o  en el  T e r r i t o r i o Soviético
como el más entusiasta adherente.
No soy ya
el de antes.
Ahora no la haría sufrir
como entonces.
T r a s la bandera de la libertad
y del trabajo luminoso
estoy dispuesto a ir al fin
del mundo.
Perdóneme
Sé que usted no es la de  a y e r.
Ahora vive
ron un marido serio, inteligente.
A usted no le hacen falta
nuestros duros que haceres
y yo tampoco
le hago la menor falta.
Vivo bajo
el signo de una estrella,
bajo una mansión renovada.
Id saluda su amigo
que jamás la olvida.

CONVERSANDO CON LA TORRE DE EIFFEL por VLADIMIR MAIAKOVSKI



P a r í s ,
caminada por millones dé pies.
gastada  por miles de llantas.
Y o ando errante por tus calles
solo, hasta el horror,
ni un rostro amigo
hasta el horror,
ni un alma.
Alrededor mío,
los autos fantasean una danza.
Alrededor mío,
desde sus fauces de dragones-pescados y luises,
silba y cae el agua de las fuentes.
Llego a la Plaza de la Concordia,
y espero que venga a la cita,
cruzando la niebla,
surgiendo tras las casas apiladas.
L a T o r r e de Eiffel,
¡ C h i s t !
T o r r e ,
más despacio.
que l a pueden ver.
La luna, tema de guillotina,
asiste a nuestra cita,
Me acerqué a ella,
susurrándole en la  radio - oreja.
He aquí lo que le digo:
—He hecho propaganda a los edificios y a las cosas.
Nosotros!
sólo esperamos vuestro acuerdo.
T o r r e ,
nosotros la elegimos jefe.
Usted,
modelo de genio y técnica,
no debe quedarse aquí,
ocultando sus contornos apollinarios.
No es para usted
este lugar de podredumbre,
París de prostitutas,
la Bolsa
y los " poetas"
Los metros están de acuerdo.
Los metros están conmigo.
Ellos arrojarán al público
de sus embaldosados vientres.
Y la sangre nueva
lavará las paredes
y los avisos de polvos y perfumes.
E l l as
—las paredes—
están convencidas.
Ellas no quieren ser esclavas de los avisos lujosos.
ellas saben que les asienta mejor a la cara
nuestros agudos cartelones de lucha.
¡ T o r r e ¡
¡ No tenga miedo a las calles!
Si el metro no suelta la gente
la calle lo castigará con los rieles.
¡ Y o levantaré el motín de los rieles!
¿Teme?
Los tractores vendrán en columnas,
nos defenderán
¡ No tema!
Y a me puse de acuerdo con los puentes.
vadear los ríos
no  es  fácil.
Los puentes se levantarán de golpe,
movidos por el encono,
cerrando las puertas de la ciudad
por todos los costados.
Al primer llamado,
se amotinarán los puentes.
arrojando a los peatones,
con sus toros de piedra.
Se rebelarán todas las cosas.
Las cosas
ya no pueden soportar más
ese orden de cosas.
Pasarán quince o veinte años,
se ablandará el acero,
y las mismas cosas,
se lo aseguro,
irán solas
a venderse por las ferias de Montmartre.
¡ T o r r e , vamos!
Venga con nosotros.
U s t e d ,
a l l á  en casa,
nos hace más falta.
¡ Venga con nosotros!
La recibiremos
con el brillo de nuestros aceros.
La recibiremos
con más ternura que al primer amante amado.
¡ Vamos  a  Moscú!
T o r r e ,
allá tenemos un lugar.
Usted
tendrá todas las calles que quiera.
Nosotros la cuidaremos
cien veces al día,
lustraremos su acero y su cobre.
D e j e
que su ciudad
—el París de las tontas y las pitucas,
el París de los bulevares abrebocas—
se  acabe sola,
enterrada en el cementerio del Louvre,
con el vejestorio de su museo en los bosques de Boulogne.
¡ A d e l a n t e !
¡ Marche !
¡ Marche con sus c u a t r o patas poderosas.
remachadas según los planos de Eiffel.
para que en nuestro cielo
asome su (rente de radio,
para que nuestras estrellas
ante usted se averguencen!
¡ Decídase , Torre!
Hoy se levantan todos,
removiendo a París
desde la cabeza a los pies.
¡ Vamos ,
venga con nosotros a la U R S S !
¡ Venga con nosotros!
Y o
le conseguiré el pasaporte.

EPITAFIO PARA MI TUMBA por ALFONSINA STORNI


Aquí descanso yo: dice Alfonsina
el epitafio claro al que se inclina.
Aquí descanso yo, y en este pozo
pues que no siento, me solazo y gozo.
Los turbios ojos muertos ya no giran
los labios desgranados, no suspiran.
Duermo mi sueño eterno a pierna suelta;
me llaman y no quiero darme vuelta.
El verano mis sueños no madura,
la primavera el pulso no apura.
El corazón no tiembla, salta o late,
fuera estoy de la línea de combate.
¿Qué dice el ave, caminante?
Tradúceme su canto perturbante:
"Nace la luna nueva, el mar perfuma,
los cuerpos bellos báñanse de espuma.
Va junto al mar un hombre que en la boca
¡leva una abeja libadora y loca:
Bajo la blanda tela el torso quiere
el otro torso que palpita y muere.
Los marineros sueñan en las proas,
cantan muchachas desde las canoas,
Zarpan los buques y en sus ciaras cuevas,
los hombres parten hacia tierras nuevas.
La mujer que en el suelo está dormida
y en su epitafio ríe la vida,
como es mujer grabó en su sepultura
una mentira aún: la de su hartura".

BIEN (ARTEFACTO) por NICANOR PARRA


2+2=4 (ARTEFACTO) por NICANOR PARRA


A UNA MUCHACHA DE PELO DORADO EN UNA ALDEA DE LOUISIANA por VACHEL LINDSAY


Eres una salida de sol,
si una, estrella saliera en vez del sol.
Eres una salida de luna,
si una estrella saliera en vez de la luna.
Eres la primavera,
si una cara brotar a en vez de flor de manzano.
Eres mi amor,
si es tan sincero tu corazón
como son tiernos tus ojos.

TIERRA DESOLADA por T.S. ELIOT


Nam Sybillam quidem Cumis ego ipse oculis meis
vidi in ampulla pendere: el cum illi pueri dicerent:
Σιβυλλα τί θέλεις; respondebat illa:.άποθανείν θέλω
Con estos ojos yo vi a la Sibila Cumea
dentro de una redoma que pendía, y cuando los niños le
decían:
Sibila, ¿qué quieres?, ella respondía: Morir quiero.
Petronio, Satiricen.
Para Ezra Pound
il miglior fabbro

I. EL ENTIERRO DE LOS MUERTOS

Abril es el mes más cruel: engendra
Lilas de la tierra muerta, mezcla
Memoria y deseo, con lluvia de primavera
Sacude raíces soñolientas.
Calor nos dio el invierno, cubriendo
La tierra con el olvido de la nieve, nutriendo
Una pequeña vida con tubérculos secos.
En el Starnbergersee nos sorprendió el verano
Con un aguacero; nos detuvimos en la columnata
Y bajo el sol seguimos hacia el Hofgarten
Y tomamos café y hablamos durante una hora.
Bin gar keine Russin, stamm‛ aus Litauen, echt
deutsch.
Cuando niños, parando en casa de mi primo
El archiduque, él me paseó en trineo
Y tuve miedo. Marie, me dijo,
Marie, cógete fuerte, y nos deslizamos.
La libertad se siente en las montañas.
Leo gran parte de la noche, y en el invierno voy al sur.
¿Cuáles raíces aprietan, qué ramas crecen
En estos pedregales? Hijo de hombre,
No puedes decirlo, adivinarlo; tú sólo conoces
Una pila de imágenes rotas, donde el sol bate,
El árbol muerto no cobija, el grillo no consuela
Y la piedra seca no da sonido de agua. Sólo
Hay sombra bajo esta roca roja
(Ven bajo la sombra de esta roca roja),
Y yo te mostraré algo diferente
De tu sombra que a zancadas te sigue en la mañana
O de tu sombra que en la tarde se levanta para verse
contigo.
En un puñado de polvo te mostraré el espanto.
Frisch weht der Wind Der Heimat zu.
Mein Irisch Kind,
Wo weilest du?

“Hace un año me diste jacintos por primera vez,
Me llamaban la niña de los jacintos.”
—Mas cuando del jardín de jacintos regresábamos
tarde,
Tus brazos llenos y húmedos tus cabellos, no pude
Hablar ni ver, no estaba vivo
Ni muerto, no sabía nada,
Mirando en el corazón de la luz; el silencio.
Oed‛ und leer das Meer.
Madame Sosostris, famosa clarividente,
Tenía un fuerte resfriado y, sin embargo,
Se le conoce como la más sabia mujer de Europa,
Con un pérfido paquete de barajas. Aquí, dijo ella,
Está su carta, el Marino Fenicio ahogado
(Estas perlas fueron sus ojos. ¡Mire!),
Aquí está Belladonna, la Dama de las Rocas,
Señora de las situaciones.
Aquí está el hombre de los tres bastos, aquí la
Rueda,
Aquí el comerciante tuerto, y esta carta
En blanco es algo que él carga en su espalda
Y que me está prohibido ver. No encuentro
Al Ahorcado. Tema la muerte por agua.
Veo multitudes que caminan en círculo.
Gracias. Si ve usted a la querida Mrs. Equitone,
Dígale que yo misma llevaré el horóscopo:
Hay que tener mucho cuidado en estos días.
Ciudad Irreal,
Bajo la parda niebla de un amanecer de invierno,
Sobre el Puente de Londres fluía tal multitud,
Que jamás pensé que fueran tantos los que la
muerte ha quebrantado.
Exhalaban suspiros ocasionales y breves
Y cada hombre fijaba los ojos en sus pies.
Fluían colina arriba y bajaban por King William
Street,
Hacia donde Saint Mary Woolnoth decía las horas
Con un sonido muerto al final de la novena
campanada.
Allí vi a un conocido, y le detuve, llamándole:
‛¡Stetson!
‛¡Tú que estuviste conmigo en las naves en
Mylae!
‛¿Aquel cadáver que plantaste el año pasado en tu
jardín,
‛Ha comenzado a brotar? ¿Florecerá este año
‛O ha perturbado su lecho la escarcha repentina?
‛¡Oh, aleja de ahí al Perro, que es amigo de los
hombres,
‛O con sus garras lo desenterrará!
‛¡Tú, hypocrite lecteur —mon semblable, mon
frère!’


II. UNA PARTIDA DE AJEDREZ

La silla en que ella estaba sentada, como un bruñido
trono,
Relucía sobre el mármol, donde el espejo
Apoyado en soportes labrados con vides en fruto—
 Entre los cuales un dorado cupido se asomaba
(Otro escondía sus ojos tras el ala)—
Reproducía las llamas de los candelabros de siete
brazos
Que reflejaban su luz sobre la mesa mientras
El destello de sus alhajas se erguía para encontrarla,
Vertidas de estuches de satín en rica profusión.
En redomas de marfil y vidrio coloreado,
Destapados, sus extraños perfumes sintéticos
acechaban:
Ungüentos, polvos, líquidos —perturbando,
confundiendo
Y ahogando los sentidos en aromas; llevados por el
aire
Que refrescaba desde la ventana, ascendían
A engrosar las prolongadas llamas de las velas,
A arrojar el humo al laqueado,
Agitando el diseño del artesonado techo.
Enormes leños recogidos en la playa, alimentados
con cobre,
Ardían anaranjados y verdes, enmarcados por la
piedra coloreada. En esa triste luz nadaba una talla de delfín.

Sobre la antigua repisa de la chimenea se erguía,
Ventana abierta a la silvestre escena,
La metamorfosis de Filomela, por el bárbaro rey
Tan rudamente forzada: el ruiseñor allí
Llenaba aún todo el desierto con inviolable voz
Y ella todavía gritaba, y aún el mundo persigue,
‛Jug Jug’ a oídos sucios.
Las paredes decían
Otros marchitos tocones de tiempo; formas
atrayentes
Sobresalían, inclinándose, silenciando el salón.
En la escalera unos pasos se arrastraron.
A la luz del hogar, bajo el cepillo, sus cabellos
Derramaban las ardientes puntas
Encendiéndose en palabras, quedándose luego
salvajemente quietos.
‛Mis nervios están mal esta noche. Sí, mal. Quédate
conmigo.
‛Háblame. ¿Por qué nunca hablas? Habla.
‛¿En qué piensas? ¿Qué piensas? ¿Qué?
‛Nunca sé lo que piensas. Piensa.’
Creo que estamos en el callejón de las ratas
Donde los muertos perdieron sus huesos.
‛¿Qué es ese ruido?’
El viento debajo de la puerta.
‛¿Qué es ese ruido ahora? ¿Qué hace el viento?’
Nada otra vez nada.
‛¿No
‛Sabes nada? ¿No ves nada? ¿No recuerdas ‛Nada?‛
Recuerdo
Esas perlas fueron sus ojos.
‛¿Vives o no vives? ¿No hay nada en tu cabeza?’
Pero
O O O O ese Rag shakespeheriano—
Tan elegante
Tan inteligente
‛¿Qué haré ahora? ¿Qué?’
‛Tal como estoy saldré a la calle, de prisa, caminaré
‛Así, con mis cabellos sueltos. ¿Qué haremos
mañana?
‛¿Qué haremos siempre?’
Agua caliente a las diez.
Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro.
Y jugaremos una partida de ajedrez,
Frotando ojos sin párpados y esperando que toquen a la puerta.
Cuando licenciaron al marido de Lil, dije yo—
No suavicé mis palabras, a ella misma se lo dije,
DE PRISA POR FAVOR QUE YA ES HORA
Alberto está por regresar, arréglate un poco.
Querrá saber qué has hecho con aquel dinero que
te dio
Para que te arreglaran los dientes. Te lo dio: yo
estaba ahí.
Que te los saquen todos, Lil, que te hagan una
buena dentadura,
Eso dijo, lo juro, no soporto verte así.
Y yo tampoco, dije, y piensa en el pobre Alberto,
Ha estado en el ejército cuatro años, quiere
diversión,
Y si tú no se la das, otras lo harán.
Así que hay otras, dijo. Algo hay de eso,
respondí.
Entonces sabré a quién agradecérselo, dijo, y me
miró de frente.
DE PRISA POR FAVOR QUE YA ES HORA
Si no te gusta puedes componerlo, dije.
Otros pueden decidir si tú no puedes.
Pero si Alberto se larga, no digas que no te lo
advirtieron.
Debes avergonzarte, dije, de verte tan anticuada.
(Apenas tenía treinta y uno.)
No puedo evitarlo, dijo, alargando la cara.
Son las píldoras que tomé para abortar.
(Ya parió a cinco, y casi se moría cuando
nació Jorgito.)
El boticario dijo que nada pasaría, pero ya nunca
volví a ser la misma.
Eres una verdadera tonta, le dije.
Bueno, si Alberto no quiere dejarte sola, ese es el
resultado.
¿Para qué te casaste si no quieres hijos?
DE PRISA POR FAVOR QUE YA ES HORA
Bueno, aquel domingo Alberto estaba en casa,
tenían pierna de cerdo
Y me invitaron a cenar, a que la viera salir del
horno, bien caliente—
DE PRISA POR FAVOR QUE YA ES HORA
DE PRISA POR FAVOR QUE YA ES HORA
Buenanoche Bill. Buenanoche Lou. Buenanoche
May. Buenanoche. Ta ta. Buenanoche. Buenanoche.
Buenas noches, señoras, buenas noches, dulces
señoras, buenas noches, buenas noches.


III. EL SERMÓN DE FUEGO

Se ha roto la tienda del río: los últimos dedos de las
hojas
Agarran y se hunden en la húmeda barranca. El
viento
Cruza en silencio la parda llanura. Las ninfas se han
marchado.
Dulce Támesis, fluye suavemente, hasta que
termine mi canto.
El río no arrastra botellas vacías, papeles de
sandwiches,
Pañuelos de seda, cajas de cartón, colillas de
cigarros
U otros testimonios de noches estivales. Las ninfas
se han marchado.
Y sus amigos, los perezosos herederos de
funcionarios municipales—
Se han ido sin dejar domicilios.
A orillas del Leman me senté a llorar...
Dulce Támesis, fluye suavemente, hasta que termine
mi canto,
Dulce Támesis, fluye suavemente, pues no hablo en
demasía
ni reciamente.
Pero a mi espalda oigo, en una ráfaga helada,
El ruido de los huesos, y las risas ahogadas se
esparcen de oído en oído.
Suavemente entre los matorrales apareció un ratón
Deslizando su viscosa barriga por la orilla
Mientras yo pescaba en el manso canal
En una noche de invierno detrás de la fábrica
de gas
Meditando sobre el naufragio del rey, mi hermano,
Y sobre la muerte de mi padre, el rey.
Blancos cuerpos desnudos, campo abajo, en la humedad,
Y huesos depositados en una seca, reducida
buhardilla,
Año tras año pisados solamente por la pata del
ratón.
Pero de vez en cuando oigo a mi espalda
El ruido de bocinas y motores que han de llevar
A Sweeney, en la primavera, a Mrs. Porter.
Oh, la luna brillaba sobre Mrs. Porter
Y su hija
Ellas lavan sus pies con agua de soda
Et O ces voix d‛enfants, chantant dans la coupole!
Twit twit twit
Jug jug jug jug jug jug
Tan rudamente forzada.
Tereu
Ciudad Irreal
Bajo la parda niebla de un mediodía de invierno
Mr. Eugénides, el mercader de Esmirna
Sin afeitar, con un bolsillo repleto de pasas
C.i.f. Londres: documentos a la vista,
Me invitó en francés demótico
A almorzar en el Cannon Street Hotel
Y a pasar un fin de semana en el Metropole.
A la hora violeta, cuando del escritorio
Alzamos los ojos y la espalda, cuando la máquina
humana espera
Como un taxi que espera vibrando,
Yo, Tiresias, aunque ciego, palpitando entre dos
vidas,
Anciano con arrugados pechos de mujer, puedo ver
A la hora violeta, la hora vespertina que nos
lleva
A casa y devuelve el marino al hogar,
En casa, a la hora del té, la mecanógrafa levanta la
mesa del desayuno, enciende
Su estufa y saca alimentos enlatados.
Los últimos rayos del sol tocan sus combinaciones,
Peligrosamente puestas a secar en la ventana,
Apiladas sobre el diván (que es, de noche, su cama)
Medias, pantuflas, camisolas y sostenes.
Yo, Tiresias, anciano de ubres arrugadas
Percibí la escena, y predije el resto—
Yo también aguardaba al huésped esperado.
Él, el joven carbunculoso, llega,
Secretario de una pequeña casa comercial, de
altanera mirada,
Uno de esos patanes a quienes les sienta la
arrogancia
Como un sombrero de seda a un millonario de
Bradford.
Ahora el tiempo es propicio y, como él imagina,
La cena ha terminado y ella está cansada y aburrida.
Él empieza a excitarla con caricias
No deseadas, si bien irreprochables.
Decidido y ardiente, él la asalta enseguida
Y sus manos la exploran sin hallar resistencia;
Su vanidad no requiere respuesta,
Y se alegra de la indiferencia.
(Y yo, Tiresias, he consentido todo
Lo ocurrido en este mismo diván o cama;
Yo, que en Tebas estuve sentado junto al muro
Y entre los muertos más inferiores caminé.)
Él le envía un último beso con aire protector
Y baja a tientas por la escalera sin luz...
Ella se vuelve a mirar un momento en el espejo,
Casi olvidando a su amante, que ha partido;
Su cerebro consiente un brumoso pensamiento:
‛Bien. Eso está hecho ahora. Me alegro de que haya
terminado.’
Cuando una mujer hermosa se entrega a esas
locuras y
Vuelve a pasearse por su cuarto, sola,
Se alisa los cabellos de manera automática,
Y pone un disco en el gramófono.
‛Esta música se deslizó junto a mí sobre las aguas’
Y a lo largo del Strand, Queen Victoria Street
arriba.
Oh Ciudad ciudad, a veces puedo escuchar
Junto a un bar de la Lower Thames Street,
La queja dulce de una mandolina
Y el ruido de voces que sale desde ahí,
Donde al mediodía descansan los vendedores de
pescado; donde los muros
De Magnus Mártir guardan
Inexplicable esplendor de blancura jonia y oro.
El río suda
Aceite y alquitrán
A la deriva las barcas
Con la marea cambiante van
Velas anchas
Y rojas
A sotavento, en el mástil se mecen
Las barcas sumergen
Leños a la deriva
Navegando hacia Greenwich
Más allá de Isle of Dogs.
Weialala leia
Wallala leialala
Elizabeth y Leicester
Batiendo los remos
Un casco dorado
Formaba la popa
Rojo y oro
El animado oleaje
Encrespó ambas orillas
El viento del sudoeste
Cargó agua abajo
El repique de campanas
Blancas torres
Weialala leia
Wallala leialala
‛Tranvías y árboles polvorientos.
Highbury me vio nacer. Richmond y Kew
Me deshicieron. En Richmond alcé las rodillas
Tendida boca arriba en el fondo de una estrecha
canoa.’
‛Mis pies están en Moorgate, y mi corazón
Bajo mis pies. Tras lo ocurrido
Lloró, y prometió “un nuevo comienzo”.
Callé. ¿Qué podía reprochar?’
‛Sobre Márgate Sands
Nada con nada
Puedo conectar.
Las uñas rotas de manos sucias.
Mi gente mansa gente que
Nada
—Espera.’
la la
A Cartago vine entonces
Ardiendo ardiendo ardiendo ardiendo
Oh Señor Tú me has empobrecido
Oh Señor Tú me has
ardiendo



IV. MUERTE POR AGUA


Flebas el fenicio, muerto hace quince noches,
Olvidó el lamento de gaviotas, el hondo oleaje
Y el ganar y perder.
Una corriente submarina
Recogió sus huesos en susurros. Mientras subía y
caía
Recorrió las etapas de su edad y juventud
Entrando al remolino.
Gentil o judío
Oh tú que giras el timón mirando a barlovento,
Considera a Flebas: una vez fue bello y erguido
como tú.


V. LO QUE DIJO EL TRUENO

Tras la roja luz de antorchas en rostros sudorosos
Tras el silencio helado en los jardines
Tras la agonía en lugares pedregosos
La gritería y el lloro
Prisión y palacio y reverberación
Del trueno de primavera sobre distantes montañas
El que antes vivía ahora está muerto
Los que estábamos vivos nos estamos muriendo
Con un poco de paciencia
Aquí no hay agua sólo roca
Roca y no agua y el camino arenoso
Que sube las montañas serpenteando
Las montañas de roca sin agua
Si hubiese agua nos detendríamos a beber
No puede uno pararse o pensar entre la roca
El sudor está seco y los pies sobre la arena
Si tan sólo hubiese agua entre la roca
Montaña muerta boca de dientes cariosos que no
puede escupir
Aquí no puede uno acostarse ni sentarse o
estar de pie
Ni siquiera hay silencio en las montañas
Sino el trueno sin lluvia estéril y seco
Ni siquiera hay soledad en las montañas
Sino hostiles rostros rojos con muecas de desprecio
A las puertas de casas con muros agrietados
Si hubiese agua
Y no roca
Si hubiese roca
Y también agua
Y agua
Un manantial
Un charco entre la roca
Si tan sólo hubiese sonido de agua
No la cigarra
Ni el canto de la yerba seca
Sino sonido de agua sobre roca
Donde el tordo eremita canta entre los pinos
Drip drop drip drop drop drop drop
Pero no hay agua
¿Quién es el tercero que siempre camina a tu lado?
Cuento: sólo somos tú y yo
Mas cuando miro adelante en el blanco camino
Siempre hay otro que camina a tu lado
Deslizándose envuelto en una parda caperuza
No sé si es hombre o mujer
—Pero ¿quién es ese que va del otro lado?
Qué sonido es ese en lo alto del aire
Susurro de lamento maternal
Qué encapuchadas hordas pululan
En llanuras sin fin, trepando en las grietas
Circundadas tan sólo por el plano horizonte
Qué ciudad es esa en las montañas
Crujidos y reformas y estallidos en el aire violeta
Torres que caen
Jerusalén Atenas Alejandría
Viena Londres
Irreal
Una mujer tensó su larga y negra cabellera
Y en esas cuerdas tocó un susurro musical
Y murciélagos con caras de bebé en la luz violeta
Silbaron, y batieron sus alas
Y cabeza abajo se escurrieron por un muro ennegrecido
En el aire había torres invertidas
Cuyas campanas, guardianas de las horas, tañían
reminiscentes
Y voces que cantaban en cisternas vacías y pozos agotados
En esta podrida cavidad de las montañas
La yerba canta bajo el lánguido brillo de la luna
Sobre las tumbas destruidas, en torno a la capilla.
Allí está la capilla vacía, solitario hogar del viento.
No tiene ventanas, y la puerta se mece.
Los huesos secos no dañan a nadie.
En lo alto del tejado sólo un gallo
Quiquiriquí quiquiriquí
A la luz del relámpago. La brisa entonces anunció
La lluvia.
Ganga estaba hundido, y las débiles hojas
Aguardaban la lluvia, mientras las negras nubes
Se reunían a lo lejos, sobre Himavant.
La jungla se agachó, encorvada en silencio.
Entonces habló el trueno
DA
Datta: ¿qué hemos dado?
Amigo, la sangre sacude mi corazón
El atroz pensamiento de rendirse un momento
Lo que una edad de prudencia nunca puede
retractar
Por esto y sólo esto hemos existido
Por lo que no se hallará en nuestros obituarios
Ni en memorias urdidas por la araña bienhechora
Ni bajo sellos rotos por el magro procurador
En nuestras alcobas vacías.
DA
Dayadhvam: He oído la llave
Girar en la puerta una vez y girar una vez sola
Pensamos en la llave, cada quien en su prisión
Pensando en la llave, cada quien confirma una
prisión
Sólo al anochecer, etéreos rumores
Reviven por un instante un Coriolano roto
DA
Damyata: El barco respondió
Alegremente a la mano experta en vela y remo
El mar estaba quieto, tu corazón habría
respondido
Alegre, palpitando obediente, a la invitación
De manos diestras
Yo me senté en la orilla
A pescar, con la árida llanura a mis espaldas
¿Ordenaré finalmente mis asuntos?
El Puente de Londres se está cayendo cayendo
cayendo
Poi s‛ascose nel foco che gli afina
Quando fiam uti chelidon-Oh golondrina golondrina
Le Prince d‛Aquitaine à la tour abolie
Contra mis ruinas he apuntalado estos
fragmentos
Why then Ilie fit you. Hieronymo‛s mad againe.
Datta. Dayadhvam. Damyata.
Shantih Shantih Shantih

EN ALGUNA PARTE AHI DETRAS por MILAN KUNDERA





                                 Los poetas no inventan los poemas
                              El poema está en alguna parte ahí detrás
                                Desde hace mucho mucho tiempo está ahí
                                     El poeta no hace sino descubrirlo
                                                            Jan Sjacel

1

Mi amigo Josef Skvorecky cuenta en uno de sus libros una historia real:
  Un ingeniero praguense es invitado a un coloquio científico en Londres. Va, participa en el debate y vuelve a Praga. Horas después de su regreso coge en su oficina el Rude Pravo ‑periódico oficial del Partido‑ y lee: Un ingeniero checo, delegado a un coloquio en Londres, después de haber hecho ante la prensa occidental una declaración en la que calumnia a su patria socialista, decidió permanecer en Occidente.
  Una emigración ilegal, unida a semejante declaración, no es ninguna tontería. Significaría unos veinte años de prisión. Nuestro ingeniero no puede dar crédito a sus ojos. Sin embargo el artículo se refiere a él, no cabe la menor duda. Su secretaria, al entrar en su despacho, se asusta de verlo: ¡Dios mío!, dice, ¡ha vuelto! No es razonable; ¿ha leído lo que se ha escrito sobre usted?
 El ingeniero vio el miedo en los ojos de su secretaria. ¿Qué puede hacer? Acude de inmediato a la redacción de Rude Pravo. Allí, encuentra al redactor responsable. Este se excusa, efectivamente, este asunto es realmente desagradable, pero él, al redactar, no tiene la culpa, recibió el texto del artículo directamente del Ministerio del Interior.
  El ingeniero se dirige entonces al Ministerio. Allí, le dicen, sí, en efecto, se trata de un error, pero ellos, los del Ministerio, no tienen nada que ver, recibieron el informe sobre el ingeniero del servicio secreto de la embajada en Londres. El ingeniero pide una rectificación. Le dicen, no, no se hacen rectificaciones, pero le aseguran que nada le ocurrirá, que puede quedarse tranquilo.
  Pero el ingeniero no está tranquilo. Por el contrario, se da cuenta rápidamente de que es objeto de una estricta vigilancia, de que su teléfono está intervenido y de que es seguido por la calle. Ya no puede dormir, tiene pesadillas hasta que un día, no pudiendo soportar la tensión, corre graves riesgos para abandonar ilegalmente el país. Se ha convertido así en un auténtico emigrado.

2

  La historia que acabo de contar es una de ésas que sin vacilación deben llamarse kafkianas. Ese término, sacado de una obra de arte, determinado únicamente por las imágenes de un novelista, aparece como el único denominador común de las situaciones tanto literarias como reales) que ninguna otra palabra es capaz de captar y para las que ni la politología, ni la sociología, ni la psicología nos proporcionan la clave.
  ¿Qué es pues lo kafkiano?
  Tratemos de describir algunos de sus aspectos:
  Primo:
  El ingeniero es confrontado con el poder, que tiene el carácter de un laberinto sin fin. Nunca alcanzará el final de sus infinitos corredores y jamás llegará a saber quién formuló la sentencia fatal. Está, por tanto, en la misma situación que Josef K. ante el tribunal o el agrimensor K. ante el castillo. Están todos en un mundo que es una única inmensa institución laberintica a la que no pueden sustraerse y a la que no pueden comprender.
  Antes de Kafka, los novelistas desenmascararon con frecuencia las instituciones como lides en las que se enfrentan distintos intereses personales o sociales. En Kafka, la institución es un mecanismo que obedece a sus propias leyes programadas ya no se sabe por quién ni cuándo, que no tienen nada que ver con los intereses humanos y que, por lo tanto, son ininteligibles.
  Secundo:
  En el capítulo quinto de El castillo, el alcalde del pueblo explica a K., con todo detalle, la larga historia de su expediente. Abreviémosla: hace unos diez años llega del castillo a la alcaldía la propuesta de contratar en el pueblo a un agrimensor. La respuesta escrita del alcalde es negativa (nadie necesita a ningún agrimensor), pero se extravía en otra oficina y, así, por el juego muy sutil de los malentendidos burocráticos que se prolonga durante largos años, un día, por descuido, se le envía realmente a K. la invitación, justo en el momento en que todas las oficinas implicadas están liquidando la antigua propuesta, ya caduca. De modo que, después de un largo viaje, K. ha llegado al pueblo por error. Más aún: dado que no hay para él otro mundo posible que ese castillo con su pueblo, toda su existencia no es sino un error.
  En el mundo kafkiano, el expediente se asemeja a la idea platónica. Representa la auténtica realidad, mientras la existencia física del hombre no es más que el reflejo proyectado sobre la pantalla de las ilusiones. En efecto, el agrimensor K. y el ingeniero praguense no son más que sombras de sus fichas; son aún mucho menos que eso: son sombras de un error en un expediente, es decir, sombras que no tienen siquiera derecho a su existencia de sombra.
  Pero, si la vida del hombre no es más que una sombra y si la auténtica realidad se encuentra en otra parte, en lo inaccesible, en lo inhumano y sobrehumano, entramos en la teología. Y, en efecto, los primeros exégetas de Kafka explicaban sus novelas como una parábola religiosa.
  Esta interpretación me parece falsa (porque ve una alegoría allí donde Kafka captó situaciones concretas de la vida humana) aunque reveladora: dondequiera que el poder se deifique, éste produce automáticamente su propia teología; donde quiera que se comporte como Dios, suscita hacia él sentmientos religiosos; el mundo puede ser descrito con un vocabulario teológico.
  Kafka no escribió alegorías religiosas, pero lo kafkiano (tanto en la realidad como en la ficción) es inseparable de su aspecto teológico (o, más bien, pseudoteológico).
  Tertio:
  Raskolnikov no puede soportar el peso de su culpabilidad y, para encontrar la paz, consiente voluntariamente en ser castigado. Es la conocida situación en la que la falta busca el castigo.
  En Kafka se invierte la lógica. El que es castigado no conoce la causa del castigo. Lo absurdo del castigo es tan insoportable que, para encontrar la paz, el acusado quiere hallar una justificación a su pena: el castigo busca la falta.
  El ingeniero praguense es castigado con una intensa vigilancia policial. Este castigo reclama el crimen que no se cometió, y el ingeniero acusado de haber emigrado acaba por emigrar realmente. El castigo ha encontrado finalmente la falta.
  Como no sabe de qué se le acusa, Josef K., en el capítulo séptimo de El proceso, decide hacer examen de toda su vida, de todo su pasado "hasta en sus menores detalles". La máquina de la "autoculpabilización" se ha puesto en marcha. El acusado busca su culpa.
  Un día, Amalia recibe una carta obscena de un funcionario del castillo. Sintiéndose ultrajada, la rompe. El castillo no necesita siquiera censurar el comportamiento temerario de Amalia. El miedo (el mismo que el ingeniero vio en los ojos de su secretaria) actúa espontáneamente. Sin que nadie lo ordene, sin señal perceptible alguna por parte del castillo, todo el mundo evita a la familia de Amalia como si estuviera apestada.
  El padre de Amalia quiere defender a su familia. Pero existe una dificultad: ¡no solamente el autor del veredicto es inencontrable, sino que el veredicto mismo no existe! ¡Para poder recurrir, para pedir el indulto, alguien tendría antes que haber sido inculpado! El padre implora al castillo que proclame el crimen. Es pues quedarse corto decir que el castigo busca la culpa. ¡En este mundo seudoteológico, el castigado suplica que se le reconozca culpable!
  Ocurre con frecuencia que un praguense de hoy, caído en desgracia, no pueda encontrar empleo alguno. Pide, en vano, un comprobante que demuestre que ha cometido una falta y que está prohibido darle empleo. El veredicto es inencontrable. Y, como en Praga el trabajo es un deber prescrito por la ley, acaba por ser acusado de parasitismo; esto quiere decir que es culpable de sustraerse al trabajo. El castigo encuentra la falta.
  Quarto:
  La historia del ingeniero praguense tiene el carácter de una historia divertida, de una broma; provoca la risa.
  Dos señores cualesquiera (y no "inspectores" como nos hace creer la traducción francesa) sorprenden una mañana a Josef K. en su cama, le dicen que está detenido y se toman su desayuno. K., cual funcionario bien disciplinado que es, en lugar de echarlos de su apartamento, se defiende largamente ante ellos, en camisón. Cuando Kafka leyó a sus amigos el primer capítulo de El proceso, todos rieron, incluido el autor.
  Philip Roth sueña con una pelicula basada en El castillo: ve a Groucho Marx en el papel del agrimensor K. y a Chico y Harpo en los de los dos ayudantes. Sí, tiene razón: lo cómico es inseparable de la esencia misma de lo kafkiano.
  Pero es un escaso consuelo para el ingeniero saber que su historia es cómica. El ingeniero se encuentra encerrado en la broma de su propia vida como un pez en un acuario: él no le encuentra la gracia. En efecto, la broma sólo tiene gracia para los que se encuentran delante del acuario; lo kafkiano, por el contrario, nos conduce al interior, a las entrañas de la broma, a lo horrible de lo cómico.
  En el mundo de lo kafkiano, lo cómico no representa un contrapunto de lo trágico (lo tragicómico) como ocurre en Shakespeare; no está ahí para hacer lo trágico más soportable gracias a la ligereza del tono; no acompaña lo trágico, no, lo destruye antes de que nazca privando así a las víctimas del único consuelo que les cabría aún esperar: el que se encuentra en la grandeza (auténtica o supuesta) de la tragedia. El ingeniero ha perdido su patria y todo el auditorio ríe.

3

  Hay períodos en la historia moderna en los que la vida se asemeja a las novelas de Kafka.
  Cuando yo vivía todavía en Praga, cuántas veces habré oído llamar a la secretaría del Partido (una casa fea y más bien moderna) "el castillo". Cuántas veces habré oido mencionar al número dos del Partido (un tal camarada Hendrych) con el apodo de Klamm (lo mejor era que klam en checo significa "espejismo" o "engaño").
  El poeta A., una gran personalidad comunista, fue encarcelado tras un proceso estaliniano en los años cincuenta. En su celda escribió una serie de poemas en los que se declaró fiel al comunismo a pesar de todos los horrores que le habían sucedido. No se trataba de cobardia. El poeta vio en su fidelidad (fidelidad a sus verdugos) la señal de su virtud, de su rectitud. Los praguenses que tuvieron conocimiento de esos poemas los titularon con hermosa ironía: La gratitud de Josef K.
  Las imágenes, las situaciones e incluso ciertas frases precisas sacadas de las novelas de Kafka formaban parte de la vida de Praga.
  Dicho lo cual, cabría la tentación de concluir: las imágenes de Kafka están vivas en Praga porque son una anticipación de la sociedad totalitaria.
  Esta afirmación exige, sin embargo, una corrección: Lo kafkiano no es una noción sociológica o politológica. Se ha tratado de explicar las novelas de Kafka como una crítica de la sociedad industrial, de la explotación, de la alienación, de la moral burguesa, es decir, del capitalismo. Pero, en el universo de Kafka, no se encuentra casi nada de lo que constituye el capitalismo: ni el dinero y su poder, ni el comercio, ni la propiedad y los propietarios, ni la lucha de clases.
  Lo kafkiano tampoco responde a la definición del totalitarismo. En las novelas de Kafka no están ni el partido, ni la ideología y su vocabulario, ni la política, ni la policía, ni el ejército.
  Parece pues más bien que lo kafkiano representa una posibilidad elemental del hombre y de su mundo, posibilidad históricamente no determinada, que acompaña al hombre casi eternamente.
  Pero esta precisión no anula la pregunta: ¿cómo es posible que en Praga las novelas de Kafka se confundan con la vida, y cómo es posible que en París las mismas novelas sean tomadas como la expresión hermética del mundo exclusivamente subjetivo del autor? ¿Significa acaso esto que esta virtualidad del hombre y de su mundo a la que se llama kafkiana se transforma más fácilmente en destinos concretos en Praga que en París?
  En la historia moderna hay tendencias que producen lo kafkiano en la gran dimensión social: la concentración progresiva del poder que tiende a divinizarse; la burocratización de la actividad social que transforma todas las instituciones en laberintos sin fin; la consiguiente despersonalización del individuo.
  Los Estados totalitarios, en tanto que concentración extrema de esas tendencias, han puesto en evidencia la estrecha relación entre las novelas de Kafka y la vida real. Pero, si en Occidente no se sabe ver este vínculo, no es únicamente porque la sociedad llamada democrática es menos kafkiana que la de Praga de hoy. Es también, me parece, porque aquí se pierde, fatalmente, el sentido de lo real.
  Porque la sociedad llamada democrática conoce también, en efecto, el proceso que despersonaliza y burocratiza; todo el planeta se ha convertido en el escenario de este proceso. Las novelas de Kafka son la hipérbole onírica e imaginaria y el Estado totalitario es la hipérbole prosaica y material de ello.
  Pero, ¿por qué fue Kafka el primer novelista que captó estas tendencias, que, sin embargo, no se han manifestado en el escenario de la Historia, en toda su claridad y brutalidad, hasta después de su muerte?

4

  Si uno no quiere dejarse engañar por mistificaciones y leyendas, no encuentra huella importante alguna de los intereses políticos de Franz Kafka; en este sentido, se distinguió de todos sus amigos praguenses, de Max Brod, de Franz Werfel, de Egon Erwin Kisch, al igual que de todas las vanguardias que, pretendiendo conocer el sentido de la Historia, se complacían en evocar el rostro del futuro.
  ¿Cómo es pues que no sea la obra de éstos, sino la de su solitario compañero, introvertido y concentrado en su propia vida y en su arte, la que pueda considerarse hoy como una profecía sociopolítica y que, por ello, esté prohibida en gran parte del planeta?
  Un día pensé en este misterio, tras presenciar un pequeño episodio en casa de una vieja amiga. Esta mujer, durante los procesos estalinianos de Praga en l951, fue arrestada y juzgada por crímenes que no había cometido. Por otra parte, centenares de comunistas se encontraron, en la misma época, en idéntica situación que ella. Durante toda su vida se habían identificado con su Partido. Cuando éste se convirtió de golpe en su acusador, aceptaron, a instancias de Josef K., "examinar toda su vida pasada hasta en el menor detalle" para encontrar la falta oculta y, finalmente, confesar crimenes imaginarios. Mi amiga consiguió salvar la vida porque, gracias a su extraordinario valor, se negó a ponerse, como todos sus compañeros, como el poeta A., a "buscar su falta". Al negarse a ayudar a sus verdugos dejó de ser utilizable para el espectáculo del proceso final. Así, en lugar de ser ahorcada, fue solamente condenada a cadena perpetua. Al cabo de quince años fue completamente rehabilitada y puesta en libertad.
  Detuvieron a esta mujer cuando su hijo tenía un año. Al salir de la cárcel, volvió pues a encontrar a su hijo de dieciséis años, y tuvo entonces la dicha de vivir con él una modesta soledad a dúo. Nada más comprensible pues que su apasionado apego por él. Su hijo tenía ya veintiséis años cuando, un día, fui a visitarles. Ofendida, contrariada, la madre lloraba. El motivo era realmente insignificante: el hijo se había levantado demasiado tarde por la mañana, o algo así. Dije a la madre: "¿Por qué te pones nerviosa por semejante bobada? ¿Vale la pena llorar por eso? ¡Exageras un poco!".
  En lugar de la madre, me respondió el hijo: "No, mi madre no exagera. Mi madre es una mujer magnífica y valiente. Ha sabido resistir cuando todos fracasaban. Quiere que yo sea un hombre honrado. Es verdad, me he levantado demasiado tarde, pero lo que me reprocha mi madre es algo más profundo. Es mi actitud. Mi actitud egoísta. Quiero ser tal como mi madre desea. Y se lo prometo ante ti".
  Lo que el Partido nunca consiguió hacer con la madre, la madre consiguió hacerlo con su hijo. Ella le forzó a identificarse con la acusación absurda, a ir a "buscar la falta", a hacer una confesión pública. Contemplé, estupefacto, esta escena de un miniproceso estaliniano y comprendí de golpe que los mecanismos psicológicos que funcionan en el interior de los grandes acontecimientos históricos (aparentemente increíbles e inhumanos) son los mismos que los que rigen las situaciones íntimas (absolutamente triviales y muy humanas).

5

  La célebre carta que Kafka escribió y nunca envió a su padre demuestra bien a las claras que es de la familia, de la relación entre el hijo y él poder endiosado de los padres de donde Kafka sacó su conocimiento de la técnica de la culpabilización, que se convirtió en uno de los grandes temas de sus novelas. En La condena, relato estrechamente ligado a la experiencia del autor, el padre acusa a su hijo y le ordena ahogarse. El hijo acepta su culpabilidad ficticia, y va a tirarse al río tan dócilmente como, más tarde, su sucesor Josef K., inculpado por una organización misteriosa, se dejará degollar. La semejanza entre las dos acusaciones, las dos culpabilizaciones y las dos ejecuciones revela la continuidad que liga, en la obra de Kafka, el íntimo "totalitarismo" familiar al de sus grandes visiones sociales.
   La sociedad totalitaria, sobre todo en sus versiones extremas, tiende a abolir la frontera entre lo público y lo privado; el poder, que se hace cada vez más opaco, exige que la vida de los ciudadanos sea siempre más transparente. Este ideal de vida sin secretos corresponde al de una familia ejemplar: un ciudadano no tiene derecho a disimular nada ante el Partido o el Estado, lo mismo queun niño no tiene derecho al secreto frente a su padre o a su madre. Las sociedades totalitarias, en su propaganda, presentan una sonrisa idílica: quieren parecer "una única gran familia".
  Se dice con mucha frecuencia que las novelas de Kafka expresan el deseo apasionado de la comunidad y del contacto humano; al parecer, el ser desarraigado que es K. no tiene más que un fin: superar la maldición de su soledad. Ahora bien, esta explicación no solamente es un cliché, una reducción del sentido, sino un contrasentido.
  El agrimensor K. no va en absoluto a la conquista de las gentes y de su calurosa acogida, no quiere convertirse en "el hombre entre los hombres" como el Orestes de Sartre; quiere ser aceptado, no por una comunidad, sino por una institución. Para lograrlo, debe pagar un alto precio: debe renunciar a su soledad. Y he aquí su infierno: nunca está solo, los dos ayudantes enviados por el castillo le siguen sin cesar. Asisten a su primer acto de amor con Frida, sentados en el mostrador del café por encima de los amantes, y, desde ese momento, ya no abandonan su cama.
  ¡No la maldición de la soledad sino la soledad violada, ésta es la obsesión de Kafka!
  Karl Rossmann es molestado permanentemente por todo el mundo; le venden la ropa; le quitan la única foto de sus padres; en el dormitorio, al lado de su cama, unos muchachos boxean y de vez en cuando, caen sobre él; Robinson y Delamarche, dos golfos, le obligan a vivir con ellos en su casa de tal suerte que los suspiros de la gorda Brunelda resuenan en su sueño.
  Con la violación de la intimidad comienza también la historia de Josef K.: dos señores desconocidos vienen a detenerle en su cama. A partir de ese día, ya no se sentirá solo: el tribunal le seguirá, le observará y le hablará; su vida privada desaparecerá poco a poco, tragada por la misteriosa organización que le acosa.
  Los espíritus líricos a quienes les gusta predicar la abolición del secreto y la transparencia de la vida privada no se dan cuenta del proceso que impulsa. El punto de partida del totalitarismo se asemeja al de El proceso: vendrán a sorprenderos en vuestra cama. Vendrán como les gustaba hacerlo a vuestro padre y a vuestra madre.
  Se pregunta uno con frecuencia si las novelas de Kafka son la proyección de los conflictos más personales y privados del autor o la descripción de la "máquina social" objetiva.
  Lo kafkiano no se limita ni a la esfera íntima ni a la esfera pública; las engloba a las dos. Lo público es el espejo de lo privado, lo privado refleja lo público.

6

  Hablando de las prácticas microsociales que producen lo kafkiano, he pensado no sólo en la familia, sino también en la organización en que Kafka pasó toda su vida adulta: la oficina.
  Se interpreta muchas veces a los héroes de Kafka como la proyección alegórica del intelectual, sin embargo Gregorio Samsa no tiene nada de intelectual. Cuando se despierta convertido en cucaracha, sólo una cosa le preocupa: ¿cómo, en este nuevo estado, llegar a tiempo a la oficina? En su cabeza sólo hay la obediencia y la disciplina a las que su profesión le ha acostumbrado: es un empleado, un funcionario, y todos los personajes de Kafka lo son; funcionario concebido no como un tipo sociológico (éste habría sido el caso en un Zola), sino como una posibilidad humana, una forma elemental de ser.
  En este mundo burocrático del funcionario, primo: no hay iniciativa, invención, libertad de accíón; solamente hay órdenes y reglas: es el mundo de la obediencia.
  Secundo: el funcionario realiza una pequeña parte de la gran acción administrativa cuyos fin y horizonte se le escapan; es el mundo en el que los gestos se han vuelto mecánicos y en el que las gentes no conocen el sentido de lo que hacen.
  Tertio: el funcionario sólo tiene relación con anónimos y con expedientes: es el mundo de lo abstracto.
  Situar una novela en ese mundo de la obediencia, de lo mecánico y de lo abstracto, donde la única aventura humana consiste en ir de una oficina a otra, es algo que parece contrario a la esencia misma de la poesía épica. De ahí la pregunta: ¿cómo consiguió Kafka transformar esa grisácea materia antipoética en novelas fascinantes?
  Se puede encontrar la respuesta en una carta que escribió a Milena: "La oficina no es una institución estúpida; tiene sus raíces más en lo fantástico que en lo estúpido". La frase contiene uno de los mayores secretos de Kafka. Supo ver lo que nadie había visto: no solamente la importancia capital del fenómeno burocrático para el hombre, para su condición y para su porvenir, sino también (lo cual es todavía más sorprendente) la virtualidad poética contenida en el carácter fantasmal de las oficinas.
  Pero ¿que quiere decir: la oficina tiene sus raíces en lo fantástico?
  El ingeniero de Praga sabría comprenderlo: un error en su expediente lo ha proyectado a Londres; de este modo anduvo vagando por Praga, como un verdadero fantasma, a la búsqueda del cuerpo perdido, mientras las oficinas que visitaba se le aparecían como un laberinto sin fin proveniente de una mitología desconocida.
  Gracias a lo fantástico que supo percibir en el mundo burocrático, Kafka consiguió lo que parecía impensable antes de él: transformar una materia profundamente antipoética, la de la sociedad burocratizada al extremo, en gran poesía novelesca; transformar una historia extremadamente trivial, la de un hombre que no puede obtener el puesto prometido (lo que, de hecho, es la historia de El castillo), en mito, en epopeya, en belleza jamás vista.
  Después de ensanchar el decorado de las oficinas hasta las gigantescas dimensiones de un universo, Kafka ha llegado, sin duda alguna, a la imagen que nos fascina por su semejanza con la sociedad que él nunca conoció y que es la de los praguenses de hoy.
  En efecto, un Estado totalitario no es más que una inmensa administración: como todo el trabajo está en él estatalizado, las gentes de todos los oficios se han convertido en empleados. Un obrero ya no es un obrero, un juez ya no es un juez, un comerciante ya no es un comerciante, un cura ya no es un cura, son todos funcionarios del Estado. "Pertenezco al Tribunal", le dice el sacerdote a Josef, en la catedral. Los abogados también, en la obra de Kafka están al servicio del tribunal. Un praguense de hoy no se asombra de esto. No estaría mejor defendido que K. Tampoco sus abogados están al servicio de los acusados, sino del Tribunal.



7

  En un ciclo de cien cuartetos que, con sencillez casi infantil, sondean lo más grave y lo más complejo, el gran poeta checo escribe:
           Los poetas no inventan los poemas
           El poema está en alguna parte ahí detrás
           Desde hace mucho mucho tiempo está ahí
           El poeta solamente lo descubre.
 
  Escribir significa pues para el poeta romper una barrera tras la cual algo inmutable ("el poema") está oculto en la sombra. Es por lo que (gracias a esa revelación sorprendente y súbita) "el poema" se nos presenta en un principio como un deslumbramiento.
  Leí por primera vez El castillo cuando tenía catorce años y nunca ya este libro me fascinará hasta tal extremo, aunque todo el vasto conocimiento que contiene (todo el alcance real de lo kafkiano) me resultara entonces incomprensible: estaba deslumbrado.
  Más tarde mi vista se adaptó a la luz del "poema" y comencé a ver en lo que me había deslumbrado mis propias vivencias; sin embargo, la luz permanecía siempre ahí.
  Inmutable, "el poema" nos aguarda, dice Jan  Skacel, "desde hace mucho mucho tiempo". Ahora bien, en el mundo del cambio perpetuo, ¿no es lo inmutable una pura ilusión?
  No. Toda situación es obra del hombre y no puede contener más que lo que está en él; podemos, por lo tanto, imaginar que existe (ella y toda su metafísica) "desde hace mucho mucho tiempo" en tanto que posibilidad humana.
  Pero, en este caso, ¿que representa la Historia (lo no inmutable) para el poeta?
  En la visión del poeta, la Historia se encuentra, cosa rara, en una posición paralela a la suya propia: no inventa, descubre. En las situaciones inéditas desvela lo que es el hombre, lo que está en él "desde hace mucho mucho tiempo", lo que son sus posibilidades.
  Si el poema ya está ahí, sería ilógico conceder al poeta la capacidad de previsión; no, él "no hace sino descubrir" una posibilidad humana (ese "poema" que está ahí "desde hace mucho mucho tiempo") que la Historia también, a su vez, descubrirá un día.
  Kafka no profetizó. Vio únicamente lo que estaba "ahí detrás". No sabía que su visión era también una pre-visión. No tenía la intención de desenmascarar un sistema social. Sacó a la luz los  mecanismos que conocía por la práctica íntima y microsocial del hombre, sin sospechar que la evolución ulterior de la Historia los pondría en movimiento en su gran escenario.
  La mirada hipnótica del poder, la búsqueda desesperada de la propia falta, la exclusión y la angustia de ser excluido, la condena al conformismo, el carácter fantasmal de lo real y la realidad mágica del expediente, la violación perpetua de la vida intima, etc., todos estos experimentos que la Historia ha realizado con el hombre en sus inmensas probetas, Kafka los ha realizado (unos años antes) en sus novelas.
  El encuentro entre el universo real de los Estados totalitarios y el "poema" de Kafka mantendrá siempre algo de misterioso y testimoniará que el acto del poeta, por su propia esencia, es incalculable; y paradójico: el enorme alcance social, político, "profético" de las novelas de Kafka reside precisamente en su "no‑compromiso", es decir en su autonomía total con respecto a todos los programas políticos, conceptos ideológicos, prognosis futurológicas.
  En efecto, si en lugar de buscar "el poema" oculto "en alguna parte ahí detrás", el poeta se "compromete" a servir a una verdad conocida de antemano (que se ofrece de por sí y está "ahí delante"), renuncia así a la misión propia de la poesía. Y poco importa que la verdad preconcebida se llame revolución o disidencia, fe cristiana o ateísmo, que sea más justa o menos justa; el poeta al servicio de otra verdad que la que está por descubrir (que es deslumbramiento) es un falso poeta.
  Si estimo tanto y tan apasionadamente la herencia de Kafka, si la defiendo como si de mi herencia personal se tratara, no es porque crea útil imitar lo inimitable (y descubrir una vez más lo kafkiano), sino por ese formidable ejemplo de autonomía radical de la novela (de la poesía que es la novela). Gracias a ella Franz Kafka dijo sobre nuestra condición humana (tal como se manifesta en nuestro siglo) lo que ninguna reflexión sociológica o politológica podrá decirnos.


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