viernes, septiembre 20, 2013
CARTA A UNA MUJER por SERGUEI ESENIN
Usted se acuerda,
usted, claro, de todo se acuerda,
cuando andaba nerviosa
por la estancia
—yo pegado a la pared—
y me reñía con acerbas palabras.
Decía usted
que había llegado
la hora de separarnos,
que a causa de mis locuras
sufría mucho,
que iba a dedicarse a sus cosas,
y que yo estaba condenado
a rodar por la pendiente.
Querida:
U s t e d no me amaba.
I g n o r a ba
que entre aquella humareda,
en la fosca tormenta de la vida
sufría yo, sin comprender
lo que se avecinaba.
De cara a cara
no se ve el rostro
Lo grande se ve a la distancia.
Cuando el mar se encrespa
corren riesgo las aves.
¡ Y de pronto
se convirtió la tierra
en nave!
Alguien
empuñó majestuoso el timón
rumbo a la nueva vida prodigiosa
por entre vendavales y tormentas.
¿Quién no se cayó en la cubierta?
¿Quién no vomitó y no maldijo?
Pocos hubo que no se mareasen.
que venciesen aquel torbellino.
Entonces ,
entre un clamor salvaje,
sabiendo bien lo que me hacia,
bajé a la bodega
para no ver vomitar a la gente.
Aquella bodega
era eso: la taberna.
Y o me entregué al vino
para no padecer por nadie
y me hundí en la embriaguez.
Querida :
La hice sufrir, es cierto.
En sus ojos cansados
se asomaba la pena
al ver que yo, ostentosamente,
me consumía en escándalos diarios.
Pero usted ignoraba
que entre aquella humareda,
en la fosca tormenta de la vida,
sufría yo
sin comprender lo que se avecinaba . . .
Han pasado los años.
Mi edad es otra.
Ahora pienso de otro modo.
Ahora brindo en los días de fiesta
por el Gran Timonel.
Me embargan hoy
amables sentimientos.
Al recordar su angustia
quiero apresurarme a decirle
lo que fui antes,
lo que ahora soy.
Q u e r i d a :
Me complace decirle
que no rodé por la pendiente.
V i v o en el T e r r i t o r i o Soviético
como el más entusiasta adherente.
No soy ya
el de antes.
Ahora no la haría sufrir
como entonces.
T r a s la bandera de la libertad
y del trabajo luminoso
estoy dispuesto a ir al fin
del mundo.
Perdóneme
Sé que usted no es la de a y e r.
Ahora vive
ron un marido serio, inteligente.
A usted no le hacen falta
nuestros duros que haceres
y yo tampoco
le hago la menor falta.
Vivo bajo
el signo de una estrella,
bajo una mansión renovada.
Id saluda su amigo
que jamás la olvida.
Etiquetas:
poesía universal
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