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martes, mayo 14, 2013

NO SE CUENTA DEL COBRE por CYNTHIA RIMSKY



Siendo Antofagasta una ciudad costera no tiene acceso al mar. Dice la conductora que me trae del aeropuerto que están mejor que antes, cuando el puerto era privado y apilaban sin contemplaciones los containers hacia arriba. Ahora los malls, que se construyeron en los ex terrenos portuarios, dejaron un paseo peatonal junto al mar y aunque deban obligatoriamente cruzar las tiendas medianas y anclas, el patio de comidas, los juegos, finalmente salen por una puerta pequeña y llegan al mar.
Cuando dan la luz verde para cruzar la avenida de dos carriles que va de norte a sur, una anciana no se decide a cruzar. Los automóviles pasan demasiado rápido y a pesar del semáforo, siente miedo. Me pregunta si he visto alguna farmacia abierta. La tomo del brazo y cruzamos tan pausadas que la luz roja nos sorprende en el descanso entre ambas vías. La anciana voltea los ojos hacia mi para no mirar y, cuando la dejo del otro lado me agradece: “Desde aquí ya reconozco la ciudad”.
La anciana ha vivido en este lugar durante 80 años y no lo reconoce. Una amiga me dice que planean convertir a Antofagasta en la ciudad del futuro. Así que este es el futuro, me digo al descender del avión entre los numerosos varones que vienen de todas partes del país. Imagino que el Far West no debió ser distinto.  Personas que cambian lo bueno o poco que tienen por el sueño de ganar dinero fácil y rápido. Porque a Antofagasta no se viene a crecer, a cultivarse, a buscarse a uno mismo, al amor, a contactarse con la naturaleza, a cambiar de vida. Se viene a buscar dinero.
En Santiago  corre el rumor de ya no quedan maestros constructores, que todos se vinieron a trabajar en servicios que requieren las minas, gásfiters, electricistas, un aseador ganaría aquí 700 mil pesos. No son los únicos. Por todas partes se escucha el cantito de los colombianos de Barranquilla, Cali, Buenaventura. Trabajan como meseras (os), dependientes de comercios, prostitutas, traficantes, son propietarios de locales que ofrecen jugos naturales y de tiendas que compran el oro que los soñadores adquirieron cuando estaban ganando y que después se verán obligados a vender. La multiplicación de este tipo de locales me hace suponer que la riqueza cambia aquí de manos a la misma velocidad que los automóviles último modelo.
Los cajeros automáticos al mediodía se quedan sin dinero. En los Bancos no achican las filas de personas que cobran un cheque que les sirve para pagar en otro banco. Un maestro flaco, casi enclenque, maneja dos celulares, a todos los que llama les cuenta que lo cortaron en el trabajo y enumera los Bancos a los que debe ir después de hacer fila en este. La última llamada es a un amigo que se endeudó y ahora no tiene cómo pagar. El maestro le aconseja que pida prestado y renegocie la primera cuota, eso le dará tiempo para arreglar la camioneta y venderla. Imagino que no solo el oro cambia de manos.
Al bar del antiguo Hotel Antofagasta se ve el mar llegan un hombre de unos 70 años y una colombiana curvilínea de 35 o 40. Como el barman y la mesera también son colombianos se ponen a conversar. Me entero que la mujer lo conoció en Calama. El chileno no puede creer la suerte que tuvo. “Si hasta sabe hasta cocinar y es tan cariñosa”. La colombiana está feliz porque se irán a vivir a Viña del Mar y planea cómo será su guardarropa, mientras el barman se queja de que alquilar un cuarto en una casa cuesta 180 mil pesos y la mesera cuenta cómo debe soportar que los chilenos la traten como una negra de mierda.
Todo vale el doble o el triple. El único motivo para la carestía es que todos quieren sacar más en menos tiempo. Los comedores tienen los muros necesarios para no estar en la intemperie. Las boites carecen de ventanas. Los edificios de apartamentos son horribles. El café, el pan, los postres, las pizzas, los helados, son de mala calidad. Desaparecieron los pescados de la zona y los que están a la venta vienen del sur. Mejillones está contaminado en un 100 por ciento y los índices de cáncer son mayores en esta zona que en otras.
Para subir los precios, en los restaurantes solo ofrecen vinos caros. A nadie le importa comprar buenos productos, capacitarse, mejorar las recetas. ¿Para qué? Las mujeres saben que sus maridos tienen amantes y lo toleran mientras él les pase parte del sueldo para verse jóvenes y millonarias. La vida es cara porque solo lo que cuesta dinero, tiene valor. No importa la calidad de los colegios siempre que sean particulares y con nombres en inglés. A nadie la importa cuidar la ciudad, el mar, los árboles, la arquitectura. Para qué si solo vienen por el dinero. Los pobres se siguen encaramando a los cerros y la ciudad con mayor ingreso per capita es la que tiene la peor pobreza. Campea la ignorancia en todas sus formas.
En Antofagasta no se opuso, de parte del gobierno o de la comunidad, resistencia alguna a la minería extranjera. Cuando le pregunto a un periodista local por qué no cuentan lo que está sucediendo, me contesta que las mineras tienen a todos comprados. La anciana tenía razón, la ciudad está irreconocible.
Es la ciudad del futuro.

jueves, abril 11, 2013

DISCRIMINAN A INMIGRANTES EN CAMPAMENTOS DE ANTOFAGASTA por RODRIGO RAMOS BAÑADOS


Esta vida berraquera, dice suspirando Berta Arboleda, de alrededor de 40 años, un hijo de 18 años, apoyada sobre la puerta de palo incrustada en la arena.
La morena de Buenaventura, Colombia, explica que el término berraquera lo entendamos como empuje y valentía. Berta es parte de los 16 inmigrantes afrocolombianos que integran el campamento Mujeres Unidas. Puede decirse que está en la calle Colombia, según lo escrito en una frágil muralla armada de cholguanes.
El refugio es vecino de su símil más populoso conocido como Víctor Jara, ubicado donde comienza el cerro en la población Balmaceda. El paisaje es arena, perros que grueñen, nubecillas de moscas que buscan los orificios de las orejas y el perpetuo zumbido de grillo afónico que emiten los cables de las torres de alta tensión.
La señora Berta dice que en Buenaventura los colores y aromas de la vegetación son intensos; la antítesis de Antofagasta donde habita hace 4 años. El dilema, dice la mujer sentada en el living de su casa y bajo un cuadro de un colorido autobús colombiano, que en Buenaventura te matan por nada. Aquí reconoce sentirse  tranquila y con trabajo; en consecuencia pretende quedarse por varios años. “No hay comparación a pesar de los detalles”, dice Berta.
Y redondea: “El sector donde vivía en Colombia sigue igual como lo muestra la serie (El Patrón del mal). La guerrilla  hace lo que quiere”.
En Antofagasta, compara la mujer mirando el piso recién encementado, el principal obstáculo es la discriminación. Los 16 inmigrantes colombianos viven el problema a diario cuando pasan frente al campamento Víctor Jara, habitado sólo por familias chilenas.
Con contadas excepciones como la dirigenta del lugar que sí tiene buena disposición hacia ellos; el resto de los vecinos no los saluda ni menos los integra.
Dice que los vecinos chilenos les pidieron que se alejaran del campamento que lleva el nombre del autor de la canción “La toma”. “Piensan que nosotros, los colombianos, les vamos a quitar la posibilidad para conseguir casas entre otros aspectos. En general nos discriminan; no quieren extranjeros cerca de ellos”.
Según la “corporación de dirigentes también somos Chile”, hay tres campamentos en la ciudad donde  han detectado discriminación contra los inmigrantes; estos son: Ratoncitos, Alto Mendoza y Víctor Jara. El asunto fue tratado en un desayuno convocado por Techo Chile, denominado “Desafíos de un Antofagasta Multicultural.
En algunos casos los inmigrantes debieron armar sus refugios casi en el cerro, después de recibir amenazas por parte de los vecinos. Todos ellos viven una situación de extrema pobreza y desamparo.

Exclusión en el trabajo
La señora Berta desde que dejó el Valle del Cauca asumió que como inmigrante debería ser fuerte. Dice que llegó a Chile como turista y que luego legalizó su situación.
La búsqueda de trabajo para ella y su hijo siempre se ha visto empañada por la discriminación. Le han hecho saber que a un afrocolombiano le costará el doble conseguir trabajo. Dicen que los empresarios prefieren a los colombianos blancos; incluso le ha tocado ver que afrocolombianos que tienen algún cargo optan por sus compatriotas blancos como una manera demostrar a la empresa chilena que están haciendo bien su trabajo. 
Actualmente hijo y madre desarrollan labores de aseo. Ganan el mínimo, a pesar del tiempo que llevan en el país.
El trabajo fue uno de los temas que se trató en la reunión organizada por Techo Chile. La posibilidad de conseguir empleo bajan cuando se considera que un 80% de los inmigrantes colombianos está ilegal, con la consiguiente vulnerabilidad social.
El último censo precisó que en la Región de Antofagasta viven alrededor de 20 mil inmigrantes, entre colombianos, peruanos, bolivianos y argentinos. El número crece a diario.
Los tema tratados por las organizaciones fueron: disminución de la oferta de empleo, imposibilidad de acceder a una vivienda y carencia y retraso en atención de salud.
En el caso de la vivienda una de las exigencias es tener 5 años de residencia definitiva. La señora Berta deberá esperar varios años más, por esto encementa el piso de su ligera casa.   
Una traba que enturbia el proceso de inmigración es según, los organizaciones presentes en la reunión, que las instituciones públicas no se estén haciendo cargo del asunto.  Acusaron una xenofobia institucional; actitud que no existía en la época que Pablo Toloza, actual intendente, era el gobernador.
La prueba más evidente de esto son las condiciones indignas en que los inmigrantes esperan ser atendidos  en el departamento de extranjería y migración.
Las presentes también denunciaron presuntos cobros por apurar trámites.
 Regresemos a la señora Berta. En esto de las comparaciones entre chilenos y colombianos, la mujer dice que ve con cierta aflicción como los chilenos consumen  droga. En Colombia es la misma FARC, quien a su manera regula el consumo en los sectores pobres
. Simple: a los drogadictos los desaparece; allá, el problema es la producción.
La mujer desde la puerta de su casa dice que desde ese mismo lugar pero de  noche, la ciudad iluminada le parece un pesebre navideño.

sábado, abril 06, 2013

EL FUNERAL DEL HIPODROMO por RODRIGO RAMOS BAÑADOS


El 20 de enero, Puyian de 479 kilos, 8 años, terminaba tercero en las arenas del hipódromo de Antofagasta. Fue el mejor resultado de este caballo en los cuatros meses que alcanzó a estar en el norte. Puyian había recalado aquí, después de un trayecto de altos y bajos en el hipódromo Chile, en Santiago.   Ayer este corcel permanecía con las patas tiesas apuntando hacia un establo y bajo una nube de moscas que iba creciendo con el paso de las horas.
A medio metro del finasangre un niño se tapa la nariz. Puyian falleció a las 4 de la madrugada del domingo.
Ahora el preparador Hugo Vásquez, del Stud 7, hace desesperadas gestiones con un personaje de la administración del acabado Club Hípico, con el fin de  solicitar ayuda para retirar al animal de casi media tonelada.
Luego de hablar por teléfono, Vásquez, visiblemente decepcionado, dice que ya nada le interesa a la administración. Con vehemencia afirma que estos tienen un tractor en desuso y que podrían haberlo prestado. Al hombre le urge retirar a Puyian por el proceso de descomposición en que se encuentra. En los Stud (retablos) aledaños, viven familias.  Un niño de no más de 10 años, observa la conversación con el preparador del caballo. El niño dice que el caballo está hediondo.
Afuera del establo, en una franja de arena que separa los retablos tipo casas y las murallas, otros niños juegan con un perro galgo.
 Hugo Vásquez dice que se quedará esperando a personal del SAG, con el propósito que puedan llevarse al equino.
-¿Y de qué murió el caballo?
-De un cólico; o sea un problema estomacal que venía arrastrando.
 Dejamos al Stud 7 con el caballo muerto y seguimos por la franja de arena, en dirección al retablo donde se encuentra el vocero de los preparadores.
Recordemos que el recinto está en proceso de venta. La noticia provocó un litigio en favor de los trabajadores del hipódromo, la sensibilidad de políticos, ministros y entre otros aspectos, activó el drama social de las alrededor de 40 familias que habitan en el sector.  Estas familias no tienen muy claro dónde irán a parar.

caballos tristes
Otra arista del problema es la situación de los caballos que puede considerarse como crítica, según el presidente de los preparadores, Víctor Gallardo.
Gallardo es propietario de Fantom, 12 años, 37 triunfos, uno de los finasangre más ganadores del Club Hípico. Fantom, como el resto, permanece encerrado en su retablo.
Actualmente son 166 caballos de carrera los que resguardan los establos.  Gallardo, quien usa una cadena de oro con un símbolo hípico, dice sosegado que los animales al no estar en competencia ni mantener un entrenamiento constante, comienzan a padecer de estrés. “Ellos están acostumbrados a correr y hace alrededor de un mes que no compiten; esto los afecta. Los caballos son muy sensibles, captan todo lo que sucede y aquí el drama es de todos. Ellos también están sufriendo”.
Gallardo afirma que un efecto concreto del fin del hipódromo hacia los caballos, es la baja en la ración diaria de la alimentación.  Dice que se les bajó a la mitad, pues ya no están compitiendo y en consecuencia queman menos calorías. Luego reconoce que también es una manera de ahorrar. La mala situación económica afecta a todos, dice el señor con rostro atribulado.
El cambio de dieta y la falta de movimiento  están generando consecuencias en la salud de los caballos. Gallardo, bajando la mirada, reconoce el dilema y dice que en algunos casos los equinos puede enfrentar cólicos y otros problemas gástricos.
-¿Entonces no es raro pensar que la muerte de Puyian, es efecto de estos cambios bruscos de dieta y de actividades?
-El caballo pudo estar enfermo, no obstante su muerte puede estar relacionado con el trastorno de la rutina. Como le digo, aquí los caballos están sufriendo.
-¿Es decir, así como están las cosas se podrían morir otros caballos?
-Podría pasar.

drama de trabajadores
Gallardo sabe de buenos tiempos en el hipódromo. Recuerda que los mejores años fueron a mediados de la década de los 90; el año 95 cuando apareció el teletrack.  El hipódromo bullía.
El señor se entusiasma; junto a él, está Pedro Cerón, otro hípico de la vieja escuela. Elucubran sobre los tiempos buenos, mientras escuchan una radio que transmiten noticias.
Saben, en todo caso, que desde ahora deberán vivir de los recuerdos. Ambos no tiene muy claro qué harán.
Gallardo dice que nadie se ha preocupado del tema sicológico de los trabajadores. El hombre cuenta que lleva 25 años ligado al hipódromo; toda una vida, afirma. Por consiguiente es duro lo que está viviendo. Dice que su caballo, Fantom, es su compañero. Fantom está encerrado.
Ahora que llegaron vacas flacas, afirma Cerón, esperan la intervención de la ministra del Trabajo, Evelyn Matthei. “Ella está al tanto de nuestro problema y estudiará el caso. La idea es que en la suprema se declare la venta de ilegal”, afirma el señor en tono convincente.
Afuera de los retablos escuchan voces de niños jugando y ladridos de perros.
Gallardo afirma que de ningún organismo ha llegado una solución concreta para trasplantar a las familias.
Mientras enumera con sus dedos, dice que al sector han llegado políticos y el personal del municipio. Sin embargo ninguno hasta ahora ha entregado una propuesta concreta.
Entiende que las familias deberán empezar los trámites para conseguir casas desde un principio, y eso tarda años.
La agonía del Club Hípico de Antofagasta continúa, a ratos imperceptible. Ahora el drama es el destino de los caballos.     

20 AÑOS QUE CAMBIARON ANTOFAGASTA por RODRIGO RAMOS BAÑADOS


El taxista mira hacia el costado y piropea Antofagasta. Está linda, dice convencido, y luego sigue conduciendo. Avanzamos hacia el sur por la Circunvalación, la avenida periférica que circunda desde los cerros mustios a la ciudad. Son casi las ocho de la noche de un día de verano. Abajo, las luces de los edificios sobresalen en el tapiz plomo del atardecer. Los aviones suben y bajan hacia el aeropuerto Cerro Moreno. Los barcos iluminados complementan el cuadro.
No es extraño que cada vez más antofagastinos sientan orgullo por el lugar donde viven. La actual Antofagasta es una ciudad de servicios, moderna y en constante proceso de crecimiento. Desde hace 20 años que la urbe comenzó a caminar; a correr, mejor dicho. La velocidad que avanza deja perplejo a los visitantes frecuentes. Por ejemplo, en un año una zona industrial mutó a zona turística, como sucedió con un terreno lateral del puerto donde germinó un mall con vista al mar. En un pestañear, los barrios cambian; se modernizan.  
No hay dos caminos para hallar el origen de esta vorágine. La minería aparece como la gran gestora de esta ciudad galáctica que es Antofagasta, si consideremos que está en medio de un desierto inhóspito, seco y bajo un suelo rocoso.    

El Bing Bang minero
 Podemos retroceder en el tiempo y decir que 1992 fue el año del bing bang.  Por ese entonces, la capital de la Segunda Región bordeaba los 200 mil habitantes y, si bien la gran minería estaba asentada desde mucho antes, con Mantos Blancos y Chuquicamata, su incidencia en la zona era mínima: Codelco contaba con una oficina comercial y la actividad se concentraba en los costados del puerto. Así, los anuncios de grandes proyectos mineros a comienzos de los 90 ayudaron a desvanecer el trauma del reciente aluvión. Un año antes, el 18 de junio de 1991, Antofagasta experimentó el momento más difícil de su historia con la catástrofe que dejó 91 víctimas fatales y 16 desaparecidos. Con el aporte del gobierno y la floreciente minería, la ciudad regresó a la normalidad en tiempo récord.
En cuanto a infraestructura, salvo algunas notables excepciones, como la torre Pérez Zujovic –un edificio de 24 pisos–, la ciudad de 1992 era casi la misma de la década del 60.
El año 1995, en cambio, encuentra a Antofagasta con edificios sobre los 20 pisos, ubicados principalmente en la costanera sur, frente al paseo del mar. A la ascendente minera Escondida, se sumó la minera Zaldívar. Por ese entonces, ambas empresas comenzaban a cimentar su prestigio que pronto las situará como el ideal laboral para la mayoría de los antofagastinos.
Las mineras, a su vez, desataron oportunidades para empresas y emprendedores. Se reactivaron firmas de transporte de larga data. Aparecieron nuevas carreteras para concectar con las minas. Tuberías para acarrear minerales o agua se transformaron en las venas del desierto. La energía se suplió con las termoeléctricas que alteraron la pasividad bucólica de Mejillones, la eterna ciudad restorán de pescados y mariscos de los antofagastinos. En la caleta Coloso, ubicada en el límite sur, apareció en tiempo récord un nuevo puerto y con éste llegaron barcos. El mirador hacia el puerto, construido por Escondida, se transformó en un punto de reunión de los antofagastinos.
Se multiplicaron las fuentes laborales, pero a la vez el puerto de Coloso trajo consigo el dilema de la sustentabilidad. Por primera vez se habló del costo de la minería. Los pescadores de la caleta fueron los más incómodos.
El vigor de las mineras replanteó la pequeña industria local. Se habló de clúster minero; es decir, un encadenamiento productivo en torno a dicha industria. A finales de los años 90, el chorreo de la minería todavía permanecía estancado en la cima, sin embargo en un abrir y cerrar de ojos, como es todo lo relacionado a la minería,  la situación iba a cambiar.  

El nuevo milenio
Antofagasta amanece el año 2000 con una expectativa comparable a los primeros años del salitre. Las mineras sacan cuentas alegres. Saben que la gallina de los huevos de oro durará varias décadas. En lo social, ya son conocidos los impactantes turnos como el 4x4 o el 7x7; es decir, cuatro días de trabajo y otros cuatro días en la casa y así sucesivamente. Las familias comienzan a acostumbrarse a un sistema que, a pesar de las ausencias, reporta beneficios económicos que de otro modo no se alcanzarían: los sueldos pagados por la minería son demasiado altos respecto al resto del país.
En Antofagasta los mineros viven en barrios nuevos, con parques y lugares de esparcimiento como piscinas. La demanda habitacional crece. En contrapunto el turno 7X7 se transforma en el más solicitado pues le permite a los mineros vivir en ciudades alejadas y más económicas, del centro y hasta el sur del país. Consideran un día de viaje para llegar, otro para volver y cinco descansados.  
El sueño de la riqueza antofagastina se esparce con facilidad por Chile. Profesionales y técnicos son absorbidos por la minería. Las universidades e institutos, en tanto, desarrollan nuevas carreras para palear la ahora explosiva y exigente demanda laboral. Sin embargo, siempre falta personal especializado. El asunto es, ¿de dónde sacarlos? Llegan profesionales extranjeros provenientes de Oceanía, Asia y de este lado del mundo. Hablar inglés es una necesidad. La demanda es proporcional al crecimiento de la población flotante, asunto que rebota de manera positiva para la industria de transporte aéreo y terrestre. La ciudad se transforma en uno de los destinos de negocios y laborales más requeridos a nivel nacional. El tráfico área sube cada año transformándose en el segundo a nivel nacional, después de Santiago. El MOP considera que en 2017 se llegará a al millón de embarcados anuales. Actualmente el promedio es de 600 mil embarcados anuales. Una encuesta del mismo MOP catalogó al aeropuerto antofagastino como uno de los peores evaluados a nivel nacional. 
Surgen nuevos hoteles; a la vez la oferta gastronómica aumenta en calidad y la entretención nocturna se multiplica.
Aparecen otros proyectos mineros de mediana minería y, a la vez, se instalan multinacionales de equipamiento y servicios para suplir nuevas y diversas demandas del sector.
La ciudad, en tanto, experimenta un crecimiento que abarca todos los sectores.  El nuevo siglo descubre una Antofagasta renovada, pero llena de dudas respecto a la resistencia de la infraestructura pública ante la actividad que se viene. Simplemente la ciudad no está hecha para aguantar a más de 300 mil habitantes.

Consolidación
El poder adquisitivo encandila al gran comercio. Grandes cadenas de retail se instalan en el centro de Antofagasta generando más opciones al momento de comprar.
El emblemático edificio de la Compañía de Cervecerías Unidas de calle Zenteno, se transforma en un shopping con un gran supermercado. De una sala de cine que se cae a pedazos se pasa a un multicine. Las inversiones suman. Hay dónde comprar y dónde entretenerse. Los antofagastinos parecen más felices con su ciudad. La calidad de vida va en ascenso.
Con una fisonomía acorde a los tiempos que se viven aparece el nuevo Edificio Consistorial. Aparecen cadenas de hoteles y la construcción se continúa expandiendo hacia el sector sur. El exclusivo barrio de los Jardines del Sur crece; al igual que otros sectores residenciales, como la Coviefi y la avenida Brasil.  
La educación secundaria toma un giro hacia las carreras técnicas relacionadas con la minería. Surge el Liceo Don Bosco al alero de la Asociación de Industriales, que forma operadores mineros en sectores de escasos recursos. A su vez, las mismas mineras se asocian con universidades para perfeccionar a sus trabajadores. Brotan nuevos colegios y otros exclusivos para extranjeros, como el International School.
Al mismo tiempo, el aumento de un 8% a 10% anual del parque automotriz, trae consigo una serie de problemas de circulación en las calles. Las avenidas se hacen estrechas. Por su parte, Antofagasta experimenta la desalación de agua de mar. Las fuentes de agua cambian para abastecer la industria minera. La población ahora bebe un 60% de agua de mar desalada y un 40% proveniente de la cordillera.  No  menos trascendente fue haber limpiado el agua de arsénico, un tema especialmente sensible para la población, que se arrastraba desde los años 60. Sin embargo el fantasma del arsénico posicionan a la región como una de las que más consume agua purificada a nivel nacional.
La década del 2000 consolida a la ciudad como destino de negocios de la gran minería a través de la Exponor, que se realiza cada dos años. Surgen nuevos proyectos mineros diseminados ahora por la comuna de Sierra Gorda, como El Tesoro, Spence y Esperanza, que generan nuevas fuentes de trabajo. A la vez los medios de comunicación local acuñan para Antofagasta la denominación “capital minera de Chile”. La ciudad empieza a pensar en grande y crece el desprecio hacia al centralismo.
A paso de tortuga, en tanto, comienzan a desarrollarse grandes proyectos públicos, como la avenida Balmaceda y la avenida Andrés Sabella, que a la postre optimizará el flujo vehicular y reducirán las cifras de accidentes.
En esta misma década suceden dos acontecimientos trascendentes para mejorar la calidad de vida. Debutan las remozadas playas artificiales: “Balneario Municipal” y “Trocadero”. Posteriormente se sumó la playa “Paraíso”, frente a la Municipalidad y que de inmediato se transformó en una de las más populosas. La cuarta playa artificial, “La Chimba”, que cuenta con aportes de Escondida, todavía está en fase de proyecto.
Las empresas mineras se preocupan de traer una serie de eventos culturales a Antofagasta. Hay mucho por ver, disfrutar y  descubrir, especialmente durante el verano con el evento de teatro “Antofagasta a mil”. Sin embargo, la regalía de eventos culturales de calidad acostumbra a la población a la gratuidad. Los antofagastinos ya no prestan demasiado interés por los shows pagados.
Por su parte, los medios de comunicaciones audiovisuales aumentan. En Antofagasta operan tres canales de televisión, con programación hecha en la ciudad. Los antofagastinos parecen más interesados en lo que sucede en su ciudad que en el resto del país.
Actualmente, un amplio paño del sector costero norte, denominado La Chimba, experimenta una total mutación con la aparición de los nuevos condominios. Y eso que la oferta inmobiliaria siempre parece escasa; fenómeno que en consecuencia provoca una especulación de precios. Los valores de las viviendas tanto para arriendo o venta están en las nubes. Antofagasta se consolida como una de las ciudades más caras del país para vivir. Estudios de la Cámara de la Construcción de Antofagasta señalan que el promedio de los departamentos que se venden en la urbe se ubica este año 2012 en torno a las UF 3.000 ($ 65 millones). Un segundo dato interesante es que la avenida Brasil está uno de los metros cuadrados más caros de Chile.
Una persona relacionada al sector bancario habla de un “caldo de cultivo” que puede traer problemas a futuro. “El cobre alto trae grandes inversiones a la minería y las remuneraciones hacen que en ventas o arriendos de propiedades vivamos en un mundo aparte del resto de Chile, muy pasados de revoluciones diría yo”.
La década del lujo
Las cuentas a principio del 2010 son favorables. En Antofagasta habitan alrededor de 350 mil personas; 150 mil más que en 1990. El presidente de la Cámara Chilena de la Construcción Delegación Antofagasta,  Emile Ugarte, proyecta para 2016 una ciudad con 500 mil habitantes, con un crecimiento del 30% por cada quinquenio y asegura que el fenómeno es consecuencia del “boom minero”.
Ugarte también proyecta una crisis de las vías de transporte si no se toman las medidas adecuadas y en forma oportuna. Afirma que el crecimiento anual del parque automotor es de un 10%, uno de los más altos del país. No obstante la infraestructura de transportes no ha ido acorde al crecimiento automotor. Recién a finales de 2012,  se inauguró el primer tramo de la ruta concesionada a Mejillones. Durante 2013, en tanto, se espera el debut de la autopista privada hacia Calama, la que es conocida como la “ruta de la minería”.

En diversos lugares de Latinoamericana se pasa la voz: “en Antofagasta hay trabajo”. Antofagasta, que siempre ha sido una ciudad de inmigrantes, empieza a recibir a ciudadanos principalmente de países latinoamericanos. Los colombianos son los más llamativos, destacando por su simpatía, calidez y el esfuerzo que ponen en el trabajo. Pero como todo crecimiento exponencial, es inevitable que surjan problemas nuevos. El aumento de la sensación de inseguridad, producto de la mayor delincuencia, es uno de ellos.
Se anuncian nuevos proyectos mineros y otras mineras ya consolidadas se expanden. No obstante, las empresas colisionan con la falta de especialización.
La inauguración del mall Plaza Antofagasta diversifica el comercio en Antofagasta. Hay más posibilidades donde elegir, incluso algunos comerciantes optan por los artículos de lujo. Se inaugura el Casino Enjoy, que concentra la alternativa de entretención en la ciudad. Llegan artistas internacionales de renombre. Todo parece fluir de la mejor manera.
La ciudad parece impermeable a las crisis económicas que padece el mundo. Los proyectos inmobiliarios, algunos cada vez más espectaculares y futuristas, continúan abriéndose hacia los cerros. La inversión privada sigue yendo más rápida que la pública. Ni el hospital ni los consultorios alcanzan para la desbordante demanda de salud pública. Aparecen los proyectos de carreteras privadas que conectarán a la ciudad de manera más ágil con Mejillones y Calama.
Los bonos mineros, cada vez más abultados, llaman la atención de todo Chile y generan envidia en quienes no trabajan en la minería. Los autos de lujo siguen siendo el principal blanco de los mineros. Por las calles de la ciudad es fácil hallar vehículos tan rebuscados como el Ford Mustang o motos Harley Davidson. Este poder adquisitivo transforma a Antofagasta como la ciudad con más cajeros automáticos per cápita en Chile, con 70,6 de estos aparatos por 100 mil habitantes.
El Estadio Regional es remodelado con fondos públicos y mineros; y de algún modo queda acorde para postular a certámenes deportivos internacionales. Viene la Copa América. Todos los días arriban personas buscando el sueño americano, en este caso el sueño antofagastino. Antofagasta no parece detenerse.

jueves, abril 04, 2013

LA BATALLA DE UN CIRCO DE TRANSFORMISTAS por RODRIGO RAMOS BAÑADOS

El sol de mediodía aplasta la reducida carpa amarilla armada sobre la tierra.  A un costado descansa el viejo microbús de colores fuego y que desde su espejo, cuelga una descolorida bota navideña. El bus parece una versión machita de uno similar que aparecía en la  película australiana de transformistas, “Las aventuras de Priscilla, reina del desierto”.
Golpeamos las latas. Dos veces golpeamos. A la tercera una voz aguda, de esas que punzan los oídos, nos dice que esperemos. Luego aparece un señor de baja estatura con el pelo chuzo y el rostro seco. El señor representa cuarenta años o un poco más. Los zurcos en el cutis como jeroglíficos nos cuentan de su tiempo dedicado a la bohemia. Se excusa, y nos dice que la noche estuvo larga.
-¿Qué queremos?- nos pregunta en buena onda.
Luego nos explica que esto es el circo show “Noche de estrellas”; un circo nuevo, antofagastino, de transformistas.  Funcionan desde el jueves hasta el domingo, a las 22 horas y que el show dura dos horas.
Siempre estamos llenos, afirma sin que le preguntemos. En la carpa no caben más de 50 personas, y unas 70, con fuerza. La entrada cuesta $3 mil la galería y $5 mil la platea (bajo el escenario).
El boca a boca dice que el circo es un éxito.
 Pasen, nos dice sonriente Alejandro Toledo, quien también es la Andrea Filomena y la Loca de la Cartera. Minutos después aparece la que le llaman la cubana, un joven moreno de mirada coqueta y caminar cimbreante. La cubana parece entusiasmada con la posibilidad de las fotos. Ya viene el fotógrafo, la calmo. Ella va en busca de un armatoste con plumas de avestruz y de otros pajarracos colorinches.
Nos sentamos en los frágiles tablones. De nuestra posición hacia el escenario no hay más de cinco metros. Al señor le cambia el rostro cuando nos cuenta sobre los últimos dramas con los vecinos. Piensa que los vecinos nos llamaron. Le aclaramos que venimos de curiosos. Le digo que nos pasaron el dato de éste show, que parece bueno; el señor queda tranquilo.
Después nos invita para  la noche. Le digo que los circos son más honestos en el día.

Vecinos molestos
 El enano circo ocupa un espacio breve a un costado de la población Ana Giglia Zappa, por la calle Paraguay. Parece una pieza de rompecabezas encajada a la fuerza. Toledo nos muestra los papeles. Los permisos. Hay que tener lupa para leer la letra chica. Todo en regla, dice.
Los vecinos reclaman por la bulla, carrete y la gente que atrae el show.  No acostumbran a vivir al lado de un circo; tampoco están habituados a ser vecinos de un grupo de transformistas. Una señora del sector califica a los señores de “esos desviados chuchetas”.
-¿Qué les parece lo que dice la gente del barrio de ustedes?
-No opinamos. Nosotros con todos los papeles en regla, hacemos nuestro trabajo aquí. Dejamos todo limpio, siempre. No tienen porque estar hablando y menos de nuestra condición sexual como si fuera un delito. Lo único que sabemos es que alguien tiene un amigo en Carabineros, pues siempre los llaman y estos vienen.
-¿Ustedes son transformistas; también son gays?
-Todos somos gays, menos la dueña.  Somos transformistas porque nos vestimos para los show y nada más.
Lo importante es que tenemos la fuerza de hombre; nosotros armamos todo, la carpa, martillamos. Nos demoramos un día en el armado. Y ustedes saben que actuamos.
-¿Y pololean entre ustedes?-
La cubana mira a su compañero y se ríe. No pasa nada entre nosotros, no somos locas promiscuas, aclara.
no somos circo pobre
Con el sol de mediodía que minimiza cualquier sombra, la mezcolanza puede parecer un circo pobre. La idea no le gusta a nuestros entrevistados; cambian los rostros después de la palabra pobre. De inmediato defienden su espacio. Aclaran que no son un circo pobre.
Es un circo pequeño y nuevo. No tiene ni siquiera un año de existencia.
Estamos en eso cuando la dueña aparece para aclararnos las dudas.
La señora Claudia Páez afirma con voz baja, algo ronca y mirando de lado que la inversión en el circo es considerable, y puede reflejarse por ejemplo, en los artefactos de plumas.
Cada pluma de avestruz, tiene un costo de $1.800 pesos. Son plumas de colores de un poco más de medio metro. Cada artista tiene su propio armatoste. Sólo en las plumas la inversión supera los  3 millones de peso; imagínese en el resto.
El resto es: la carpa principal; las carpitas que engloban la cama, velador y el televisor de las artistas; el baño químico, las casas rodantes de latón y la microbús. En total, la suma debería arrojar una inversión de $10 millones.
Lo positivo, dice la señora, es que al circo le ha ido bien. Han itinerado por  Calama, Tocopilla y María Elena con éxito pues nuestro espectáculo es de alta comicidad, dice. Ahora esperan visitar Mejillones y luego ubicarse en poblaciones de Antofagasta que no los discrimen.
Si hay algo que tiene este circo, aclara la señora desde la puerta de su casa rodante, es el hecho de ser antofagastino. “Somos de la ciudad  y queremos trabajar acá”, agrega la cubana, mientras posa en la boletería del circo.

martes, abril 02, 2013

EL FOTOGRAFO DEL TSUNAMI por RODRIGO RAMOS BAÑADOS



Terminar con el rostro lleno de púas de erizo, hasta en los párpados. Perder dientes o partirse la cabeza. Marcos Tobar, iquiqueño, 31 años, casado, sabe bien los riesgos del oficio. Este ingeniero desde hace un par de años desarrolla el arriesgado quehacer de retratar a quienes practican bodyboard y surf (también llamados riders) en Iquique.
El señor, previas contorsiones y piruetas, debe esperar dentro del tubo de la ola al deportista con su respectiva tabla. El trámite es jugar en medio de la ola, que en la mayoría de las ocasiones sobrepasan los dos metros. Tiene un segundo para hacer click y sacar la fotografía.
Marcos se ha salvado jabonado varias veces de terminar en el hospital.
Recuerda que la última vez, con unos amigos se levantaron temprano como siempre a chequear las condiciones del mar. El vaivén no estaba como esperaban.  Las olas parecían chicas y así, perdieron casi toda la mañana decidiéndose si se meterían al océano. Al final optaron por el sector “punta uno”, al costado de la playa Cavancha, justo donde parten las piedras.  
Marcos dice que la marea baja es mucho más peligrosa.
De pronto apareció una ola grande que no había salido en todo el día.  “Me pegó un revolcón y me dejo en la orilla arriba de las piedras y un poco desorientado; en eso me doy cuenta que viene la otra ola y cuando voy a capearla por abajo me miro los pies y estoy parado con el agua hasta las canillas y al igual que en los dibujos animados digo: oh, oh”.
Luego Marcos escucha al salvavidas que le grita que se salga de ahí. Nuestro protagonista  cierra los ojos esperando la embestida de la ola. La fuerza del mar le saca la cámara de las manos. Queda con los codos y la espalda rasmillada por el revolcón con las piedras del fondo.
Afortunadamente no pasa a mayores. Cuando logra entrar nuevamente al agua, Marcos busca a sus amigos. No los ve por ningún lado en el horizonte.  En una de esas observa la orilla y nota a un grupo de personas y la moto de los salvavidas. Entre tanta gente ve a alguien de traje azul y pienso en su mi amigo. Sale rápidamente y efectivamente es él; el mismo que le había dicho que tuviera cuidado.
“Lo de mi amigo fue un poco más grave pues perdió un par de dientes y se partió la cabeza contra la roca quedándole la cara llena de espinas de erizo, hasta en los parpados”, dice Marcos abriendo los ojos.
Al final, los amigos terminaron la mañana en el hospital. “Estábamos todos con traje de surf y sin nada más que aletas y en mi caso, la cámara. En la caja nos preguntaban si teníamos como pagar la factura”.



Adicción a la foto

La predilección por el mar de Marcos, lo llevó primero a practicar bodyboard. Todavía ese deporte acuático no se masificaba en Iquique. Hoy, el puerto histórico junto a Pichilemu y Arica son los lugares más importantes a nivel nacional en la práctica de surf y bodyboard. Luego Marcos comenzó con el buceo profesional y así derivó a la fotografía submarina, pero con fines de registro científico. Hasta que un primo le abrió le ojos.
“El me pedía que me motivara pues nadie en Iquique sacaba fotos a los surfistas. El quería unas fotos. Hasta que un día se dio la oportunidad de meterme. Recuerdo que hubo un buen rato de meditación. Había marejada y no acostumbraba a introducirme con el mar de esa manera; afortunadamente no sucedió nada malo. Luego la foto se me hizo casi una adicción.

 ¿Con qué cámara comenzaste y qué cámara ocupas ahora?
Comencé con la cámara del trabajo de buzo (ríe). Esta es una Canon s95 con un housing  (carcasa). Es una cámara súper básica con un modo de ráfaga lento y en consecuencia es difícil captar el momento preciso pues la ola sólo te da una oportunidad; sin embargo fue suficiente para decidir pasar una buena parte de mi vida haciendo foto de surf. Ahorrando un poco y otro poco endeudándome logré comprar una cámara de primera línea que es una Canon 7D y un par de lentes; para el agua se utiliza un housing que lo tuve que encargar directamente a Estados Unidos. Este housing es específico para ese modelo de cámara y tipo de fotografía.

¿Cuéntame del proceso de tomar la foto: esperas la ola, esperas abajo antes que la ola reviente o vas con el surfista?
Depende de lo que quieras retratar realmente, si quieres retratar la maniobra final tienes que esperar la ola bien abajo y generalmente recibes algún raspón del surfista o de la ola: ahora si quieres sacar en el tubo tienes que estar ahí que es lo más complicado  por el momento y como el housing y la cámara reaccionan. La cámara no es muy versátil a la rápida acción, por lo que debes tener una idea desde afuera de lo que quieres y de cómo está la ola y la luz para llevar todo el equipo con el lente preciso.




A la 5 de la madrugada

Habitualmente el día para Marcos comienza a las 5 de la madrugada. Baja a la playa, a un sector conocido como La Ola, a un costado de Cavancha. En ese lugar junto a los surfistas, analizan las condiciones del viento. Esto pues el viento crispa al mar y en consecuencia es difícil lograr buenas fotografías. De esta manera espera las condiciones ideales de luz y marea; a veces debe esperar un par de días.
Cuando el mar lo permite entra.  Dice que aproximadamente está casi dos horas en el agua buscando imágenes.

¿Sientes algo al tomar la foto?
Es una descarga de adrenalina constante estar ahí. Con un ojo tienes que estar pendiente del objetivo y con el otro de la ola y su posición. Uno sabe que si está mal posicionado la ola te agarra desprevenido y generalmente de espalda hacia la orilla por lo que caes directo a la piedra, en el caso de la mayoría de las olas de Iquique.


A las 8 de la mañana, Marcos ya va a su trabajo formal en la Universidad Arturo Prat, de donde egresó de la carrera de ingeniería en pesca y acuicultura.
Reconoce que cuando el tiempo de trabajo lo permite hace un poco de pesca submarina. “Es mi gran pasión además de mi mayor fuente de ingresos, pues las pescas que realizo las vendo en distintos restoranes de Iquique”.
Y si el cuerpo aún aguanta, hace alguna sesión al atardecer en el mar. “Cuando no puedo hacer nada de esto por diferentes motivos, me mantengo físicamente con algo de trote y natación”.


Recuadro:

Tablas voladoras

Según su experiencia, Marcos afirma que los riders chilenos no tienen mucho que envidiarles a los top #1 del exterior.  Desde el punto de vista fotográfico dice que es más entretenido sacarle fotos a quienes practican Bodyboard. A diferencia del surf estos tienen maniobras mucho más radicales y literalmente vuelan. Reconoce que si tuviera que quedarse con alguno sería con Guilherme Tamega de Brasil, que es uno de los más radicales en cuanto a maniobras y tamaño de olas. “Más allá de sacarle fotos a alguien es ser capaz de poder capturar las olas y poder hacer algo un poco mas artístico para poder mostrar el mar y su fuerza de una manera distinta a lo que se hace, no sólo registro fotográfico”, dice.


martes, junio 21, 2011

US$ 27.61 PER CAPITA EN ANTOFAGASTA… ¿A DÓNDE LA VISTE ? por RODRIGO RAMOS




Este es uno de los mejores chistes del último tiempo en la región. Antofagasta superó el umbral del subdesarrollo hace tiempo y hoy, con US$ 27.061 per cápita –el de Chile alcanza los US$ 14.000 per cápita-, basándose en datos del Banco Central, se ubica al mismo nivel de países industrializados como Nueva Zelandia y Corea del Sur. La pregunta es ¿Es visible ese US$ 27.061, alrededor de 12 millones de pesos, por habitante en la región? IMPOSIBLE.

Wellington, Nueva Zelanda, según Google: distingue por las artes, cultura y herencia ancestral. Cuenta con un museo de categoría mundial como por el Te Papa, además tiene con una red de galerías de artes y lugares históricos, que ayudan a contar la historia de Nueva Zelandia mejor que cualquier otro lugar del país .Wellington también es muy popular para los amantes de la ópera y los deportes. Avenidas diseñadas acústicamente para actuaciones en vivo, en conjunto con el moderno Westpac Stadium, anfitrión de constantes actuaciones y torneos que mantienen a Wellington burbujeante todo el año.

De Corea del Sur, basta decir que Seúl organizó una Olimpiadas. Es decir con un PIB de US$ 27. 061, Antofagasta estaría en condiciones de organizar unas olimpiadas, para tal efecto basta revisar nuestros recintos deportivos: Estadio Municipal y Estadio Regional. La pregunta que sigue es: ¿Dónde está la plata?

Es claro el origen de ese PIB US$ 27. 061. La principal actividad regional es la minería. Si se suma la actividad productiva de la región, es decir las riquezas que entrega la minería principalmente, y se divide por la cantidad de habitantes, entrega esa cifra que nadie entiende. Queda claro que está mal pelado el chancho o que Antofagasta debe tener la peor distribución de riquezas del país o acaso, del continente ¿Cómo una ciudad con ese PIB mantiene los problemas que todos conocemos?

El contra de esta cifra macroeconómica, de esas que le gustan al gobierno, es simplemente es que el gobierno no invierta demasiado en nuestra región en obras públicas, por ejemplo. La lógica es, entonces: Antofagasta ya no tiene problemas económicos, así que inyectemos recursos a otras regiones más pobres o con mayor cantidad de habitantes –populismo con fines políticos- ¿Antofagasta ya vive el desarrollo?

Insisto: ¿A dónde cresta está la plata? ¿En Santiago? Vaya al centro, compruebe como está calle Matta, la peatonal. Miré al cielo y encontrará enjambres de cables en los postes ¿Cuántos proyectos a medio hacer? Tremendo. La vergüenza de los campamentos adosados en el basural La Chimba. ETC.
En un sistema federal otro gallo cantaría.
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