miércoles, noviembre 30, 2011

DADAISMO POLITICO por CESAR VALLEJO



(El caso Garibaldi)
París, noviembre de 1926
NO ESTABAN en error quienes en 1920 creían que
el dadaísmo literario respondía a un profundo
estado de alma de toda la humanidad contem-
poránea. Jacques Rivière fue el primero en reco-
nocer al movimiento dadaista su verdadero carác-
ter histórico. André Gide hizo otro tanto. Y, a
medida que los años han pasado, las gentes van
convenciéndose, poco a poco, de que, en efecto,
el dadaísmo contiene y expresa todo un momen-
to de la vida de los hombres.
¿Qué decían y hacían los dadaístas de 1920?
Los dadaístas decían y hacían literatura, justamen-
te, lo que acaba de decir y hacer Riccioti Garibaldi
en materia política: el caos, lo absurdo, la vorági-
ne, lo contradictorio, lo libérrimo. Tristán Tzara,
jefe del dadaísmo literario, atacaba a todo el mun-
do y se atacaba a sí mismo; alababa a todo el
mundo y a sí mismo; Tzara, en sus conferencias
públicas de París, se ponía de espaldas a la multi-
tud y arengaba a los telones del teatro. Tzara se
ponía en escena de cabeza y hablaba así al abismo,
mientras pateaba a sus propios amigos que le ro-
deaban, creyendo que se había vuelto loco.
—¡Yo no digo nada! —aullaba como los anti-
guos adivinos aterrados—. ¡Yo no quiero nada!
¡Yo lo quiero todo! Vosotros sois unos bellacos,
porque escucháis a otro bellaco como yo. Pero yo
soy un genio y un hombre muy feo, por desgracia.
Alejaos de mí. ¿A qué habéis venido? ¡Fuera de
aquí o llamo a la policía! El señor Antipirina va a
hacer su segundo viaje por el cielo. Todo está bien.
¡Es decir, todo está mal!...
Y Tristán Tzara empezaba a desnudarse en ple-
no público. Las gentes, a su vez, rugían y se formaba
un barullo en que no escaseaban heridos, muebles
rotos, pérdidas y ganancias. El diablo —no, precisa-
mente, el diablo d'avant-guerre de Bernanos— hacía
de las suyas arriba y abajo, adentro y afuera. Un
fuerte olor a zorrillo viejo salía de la sala del teatro.
—¡Pero qué les pasa a estos mocosos! —se
preguntaban las personas mayores— y nadie sabía
responder nada claro. En general, París estaba asus-
tado de los dadaístas e ignoraba que estos demo-
nios representaban simple y llanamente todas las
inquietudes humanas d'après-guerre. Los hombres
de nuestra época, todos, absolutamente todos, son
dadaístas. Todos, a su modo, están locos y atacados
de epilepsia. Esta es la palabra: ¡epilepsia! No es
que el dadaísmo busque nada. Los dadaístas y los
hombres de estos tiempos sólo quieren moverse,
agitarse y patalear, sin motivo y sin objeto. Unica-
mente se quiere la acción, el movimiento atorbe-
llinado, la vida cinemática, es decir, el maelstrom,
con sus mil caballos de fuerza, con su caos, su con-
fusión arrolladora y su falta aparente de lógica, de
razón y de sentido común. Unicamente se quiere
la vida en lo que ella tiene de elemental y simple,
de escueto y animal, sin preocupaciones espiritua-
les, morales ni cerebrales. Es la crisis de toda me-
tafísica, de toda filosofía y aun de toda ciencia. De
este modo, los reyes de la vida serán las razas me-
nos intelectuales, como los negros y más paganos,
en cierto modo, como los yanquis. Es la vuelta al
reinado del cuerpo sobre el espíritu. Es acaso el
alba de otro renacimiento; pero solamente un alba,
plena todavía de tinieblas angustiosas.
Riccioti Garibaldi acaba de probarnos idéntico
barroquismo dadaísta en política, idéntico derroche
de absurdos, contradicciones y agitación endiabla-
da. Garibaldi ha estado de acuerdo con Mussolini,
con los enemigos de Mussolini, con los garibaldis-
tas y con los enemigos del garibaldismo, con los
separatistas catalanes y con Primo de Rivera, con
los comunistas de Rusia, con los ladrones del dia-
mante de Chantilly y con la política francesa que
perseguía a estos ladrones, etcétera. Garibaldi ha
traicionado a todo el mundo y ha marchado de
acuerdo con todo el mundo. Garibaldi, pues, se ha
movido formidablemente. Tristán Tzara, a su lado,
resulta una persona seria y muy formal. París está
ante el caso político de Garibaldi tan desconcerta-
do como en 1920 ante los primeros dadaístas lite-
rarios. El Gobierno francés que está investigando
los hechos de Garibaldi, por haber éste vivido úl-
timamente en Niza, no sabe qué hacer de este
hombre tan inquietante y sobre todo tan moderno,
tan d'après-guerre. Si Garibaldi es repatriado, Mus-
solini mandará fusilarlo y los enemigos del duce
querrán hacer lo mismo. Ante esta contradicción,
que llega de lo trágico a lo ridículo, es muy posible
que las fuerzas se neutralicen y que no le hagan
nada a Garibaldi. Una vez más, como entre los
dadaístas de 1920, la vida habrá triunfado.



El Norte, Trujillo, 25 de diciembre de 1926

IMPROVISACION Y COMPOSICION por MILAN KUNDERA



Durante la redacción del Quijote, Cervantes no se molestó, de paso, en influir en el carácter de su protagonista. La libertad con la que Rabelais, Cervantes, Diderot, Sterne nos hechizan iba unida a la improvisación. El arte de la composición compleja y rigurosa no ha pasado a ser necesidad imperativa hasta la primera mitad del siglo XIX. La forma de la novela tal como nació entonces, con la acción concentrada en un espacio de tiempo muy reducido, en una encrucijada en la que se cruzan varias historias de varios personajes, exigía un plan minuciosamente calculado de acciones y escenas: antes de empezar a escribir, el novelista trazaba y volvía a trazar, pues, el plan de la novela, lo calculaba y volvía a calcularlo, dibujaba y volvía a dibujarlo como jamás se había hecho antes. Basta con hojear las notas que Dostoievski escribió para Los endemoniados: en los siete cuadernos de notas, que en la edición francesa de La Pléiade (Éditions Gallimard, París) ocupan 400 páginas (la novela entera ocupa 750), los motivos están a la busca de los personajes, los personajes a la busca de los motivos, los personajes rivalizan largo tiempo por ocupar el lugar del protagonista; Stavroguin debería de estar casado, pero «¿con quién?», se pregunta Dostoievski e intenta casarlo sucesivamente con tres mujeres, etc. (Paradoja que no es sino aparente: cuanto más se calcula esa máquina de construir, más verdaderos y naturales son los personajes. El prejuicio contra la razón constructora como elemento «no artístico» y que mutila el carácter «vivo» de los personajes no es sino la ingenuidad sentimental de aquellos que nunca han entendido nada del arte.)
El novelista de nuestro siglo, nostálgico del arte de los antiguos maestros de la novela, no puede volver a retomar el hilo allí donde quedó cortado; no puede saltar por encima de la inmensa experiencia del siglo XIX; si quiere alcanzar la desenvuelta libertad de Rabelais o de Sterne, debe reconciliarla con las exigencias de la composición.
Recuerdo mi primera lectura de Jacques el fatalista; encantado con esa riqueza audazmente heteróclita en la que la reflexión se codea con la anécdota, en la que un relato enmarca a otro, encantado con esa libertad de composición que se burla de la regla de la unidad de acción, me preguntaba: Este soberbio desorden ¿se debe acaso a una admirable construcción, calculada con refinamiento, o se debe a la euforia de una pura improvisación? Sin duda alguna, es la improvisación lo que aquí prevalece; pero la pregunta que me hice espontáneamente me llevó a comprender que esta embriagada improvisación encierra en sí misma una prodigiosa posibilidad arquitectónica, la posibilidad de una construcción compleja, rica y que estaría, a la vez, perfectamente medida y premeditada, como estaría necesariamente premeditada incluso la más exuberante fantasía arquitectónica de una catedral. Semejante intención arquitectónica ¿le haría perder a la novela su encanto de libertad? ¿Su carácter de juego? Pero el juego, ¿qué es, de hecho? Todo juego está basado en reglas, y cuanto más severas son las reglas tanto más juego es el juego. Contrariamente al jugador de ajedrez, el artista inventa él mismo sus propias reglas para sí mismo; improvisando sin reglas es pues tan libre como inventándose su propio sistema de reglas.
Reconciliar la libertad de Rabelais o de Diderot con las exigencias de la composición le plantea, no obstante, al novelista de nuestro siglo otros problemas que los que preocuparon a Balzac o Dostoievski. Ejemplo: el tercer libro de Los sonámbulos de Broch, que es un torrente «polifónico» compuesto de cinco «voces», cinco líneas enteramente independientes: estas líneas no están unidas ni por una acción común ni por los propios personajes y tienen cada una un carácter formal totalmente distinto (A-novela, B-reportaje, C-cuento, D-poesía, E-ensayo). En los ochenta y ocho capítulos del libro, estas cinco líneas alternan en este extraño orden: A-A-A-B-A-B-A-C-A-A-D-E-C-A-B-D-C-D-A-E-A-A-B-E-C-A-D-B-B-A-E-A-A-E-A-B-D-C-B-B-D-A-B-E-A-A-B-A-D-A-C-B-D-A-E-B-A-D-A-B-D-E-A-C-A-D-D-B-A-A-C-D-E-B-A-B-D-B-A-B-A-A-D-A-A-D-D-E.
¿Qué ha llevado a Broch a elegir precisamente este orden y no otro? ¿Qué le ha llevado a tomar en el capítulo cuarto precisamente la línea B y no la C o la D? No la
lógica de los personajes o de la acción, pues no hay acción común a estas cinco líneas. Le guiaron otros criterios: el encanto debido a la sorprendente proximidad de las distintas formas (verso, narración, aforismos, meditaciones filosóficas); el contraste de las distintas emociones que impregnan los distintos capítulos; la diversidad en la longitud de los capítulos; en fin, el desarrollo de las cuestiones existenciales mismas que se reflejan en las cinco líneas como en cinco espejos. A falta de algo mejor, califiquemos estos criterios de musicales, y concluyamos: el siglo XIX elaboró el arte de la composición, pero es el nuestro el que ha aportado, a ese arte, la musicalidad.
Los versos satánicos están construidos sobre tres líneas más o menos independientes: A: las vías de Saladin Chamcha y Gibreel Farishta, dos indios de hoy que viven entre Bombay y Londres; B: la historia coránica que trata de la génesis del Islam; C: la marcha mar a través de los aldeanos hacia La Meca, mar que creen atravesar en seco y en el que se ahogan.
Las tres líneas se retoman sucesivamente en las nueve partes según el siguiente orden: A-B-A-C-A-B-A-C-A (por cierto: en música, semejante orden se llama rondó: el tema principal vuelve regularmente alternando con algunos temas secundarios).
He aquí el ritmo del conjunto (menciono entre paréntesis el número, aproximado, de páginas de la edición francesa): A (100) B (40) A (80) C (40) A (120) B (40) A (70) C (40) A (40). Comprobamos que las partes B y C tienen todas la misma longitud, lo cual otorga al conjunto una regularidad rítmica.
La línea A ocupa cinco séptimos, la B un séptimo, la C un séptimo del espacio de la novela. De esta relación cuantitativa resulta la posición dominante de la letra A: el centro de gravedad de la novela se sitúa en el destino contemporáneo de Farishta y Chamcha.
No obstante, incluso si B y C son líneas subordinadas, es en ellas donde se concentra el desafío estético de la novela, ya que gracias precisamente a estas dos partes pudo Rushdie captar el problema fundamental de todas las novelas (el de la identidad de un individuo, de un personaje) de una manera nueva que supera las convenciones de la novela psicológica: las personalidades de Chamcha o de Farishta son inasibles mediante una descripción detallada de sus estados de ánimo; su misterio reside en la cohabitación de dos civilizaciones en el interior de su psique, la india y la europea; reside en sus raíces, de las que se arrancaron pero que, no obstante, permanecen vivas en ellos. ¿En qué lugar se rompieron estas raíces y hasta dónde hay que llegar si se quiere tocar la llaga? La mirada hacia el interior «del pozo del pasado» no es un comentario fuera de lugar, esta mirada tiene por blanco el meollo de la cuestión: el desgarro existencial de los dos protagonistas.
Al igual que Jacob es incomprensible sin Abraham (quien, según Mann, vivió siglos antes que aquél) pues no es sino su «imitación y continuación», Gibreel Farishta es incomprensible sin el arcángel Gibreel, sin Mahound (Mahoma), incomprensible incluso sin ese Islam teocrático de Jomeini o de esa joven fanatizada que conduce a los aldeanos hacia La Meca, o más bien hacia la muerte. Todos ellos son sus propias posibilidades que dormitan en él y a ellas debe reclamar su propia individualidad. No hay, en esta novela, cuestión importante alguna que pueda examinarse sin una mirada hacia el interior del pozo del pasado. ¿Qué es bueno y qué es malo? ¿Quién es el diablo para el otro, Chamcha para Farishta o éste para aquél? ¿Es el diablo o el ángel el que inspira la peregrinación de los aldeanos? ¿Es su hundimiento en las aguas un lamentable naufragio o el glorioso viaje hacia el Paraíso? ¿Quién lo dirá, quién lo sabrá? ¿Y si esta inasibilidad del bien y del mal fuera el tormento vivido por los fundadores de las religiones? Las terribles palabras de la desesperación, esa inaudita frase blasfema de Cristo, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», ¿no resuena acaso en el alma de cualquier cristiano? En la duda de Mahound preguntándose quién le inspiró los versos, Dios o el diablo, ¿acaso no hay, oculta, la incertidumbre sobre la que se asienta la existencia misma del hombre?

martes, noviembre 29, 2011

ES OLVIDO por NICANOR PARRA



Juro que no recuerdo ni su nombre,
Mas moriré llamándola Maria,
No por simple capricho de poeta:
Por su aspecto de plaza de provincia.
¡Tiempos aquellos!, yo un espantapájaros,
Ella una joven pálida y sombría.
Al volver una tarde del Liceo
Supe de la su muerte inmerecida,
Nueva que me causó tal desengaño
Que derramé una lágrima al oirla.
Una lágrima, si, ¡quién lo creyera!
Y eso que soy persona de energía.
Si he de conceder crédito a lo dicho
Por la gente que trajo la noticia
Debo creer, sin vacilar un punto,
Que murió con mi nombre en las pupilas,
Hecho que me sorprende, porque nunca
Fue para mi otra cosa que una amiga.
Nunca tuve con ella más que simples
Relaciones de estricta cortesía,
Nada más que palabras y palabras
Y una que otra mención de golondrinas.
La conocí en mi pueblo (de mi pueblo
Solo queda un puñado de cenizas),
Pero jamás vi en ella otro destino
Que el de una joven triste y pensativa.
Tanto fue así que hasta llegué a tratarla
Con el Celeste nombre de Maria,
Circunstancia que prueba claramente
La exactitud central de mi doctrina.
Puede ser que una vez la haya besado,
¡ Quién es el que no besa a sus amigas!
Pero tened presente que lo hice
Sin darme cuenta bien de lo que hacia.
No negaré, eso si, que me gustaba
Su inmaterial y vaga compañía
Que era como el espíritu sereno
Que a las flores domésticas anima.
Yo no puedo ocultar de ningún modo
La importancia que tuvo su sonrisa
Ni desvirtuar el favorable influjo
Que hasta en las mismas piedras ejercía.
Agreguemos, aun, que de la noche
Fueron sus ojos fuente fidedigna.
Mas, a pesar de todo, es necesario
Que comprendan que yo no la queria
Sino con ese vago sentimiento
Con que a un pariente enfermo se designa
Sin embargo sucede, sin embargo,
Lo que a esta fecha aún me maravilla,
Ese inaudito y singular ejemplo
De morir con mi nombre en las pupilas,
Ella, múltiple rosa inmaculada,
Ella que era una lámpara legítima.
Tiene razón, mucha razón, la gente
Que se pasa quejando noche y día
De que el mundo traidor en que vivimos
Vale menos que rueda detenida:
Mucho más honorable es una tumba,
Vale mas una hoja enmohecida.
Nada es verdad, aquí nada perdura,
Ni el color del cristal con que se mira.
Hoy es un dia azul de primavera,
Creo que moriré de poesia,
De esa famosa joven melancólica
No recuerdo ni el nombre que tenía
Sólo sé que pasó por este mundo
Corno una paloma fugitiva:
La olvidé sin quererlo, lentamente,
Como todas las cosas de la vida.

GRAN MARCHA HEROICA por PABLO DE ROKHA




Avanza tu carro de llantos y entra a la historia entrechocándose.
Arriba, un atrevimiento de águilas, abajo, el pecho del pueblo y en la línea definitiva, entre los altos y anchos candelabros de la Humanidad, y las trompetas que braman como vacas,
entre naranjos y duraznos y manzanos que, como caballos, relinchan, entre barcos y espadas, rifles y banderas en flor, al paso de parada negro y fundamental de los héroes, tú y tu ataúd de acero.
La multitud descomunal y subterránea, abate en oleaje su ímpetu de serpiente y ataca su fantasma y su palabra, como un toro la estrella ensangrentada.
Caemos de rodillas en el gran crepúsculo universal, y lloran las sirenas de todos los
barcos del mundo, como perritas sin alojamiento; se acabó la comida en los establos
contemporáneos y el último buey se destapa los sesos, gritando; el bofetón del huracán, partiendo los terciopelos del Oriente, araña el ocaso y le desgarra el corazón a puñaladas,
cuando el fusil imperial de la burguesía pare un lirio de pólvora y se suicida.
Al quillay litoral le desgarran la pana los relámpagos de las montañas, y tremendamente
da quejidos de potrillo recién nacido en el estercolero, porque su conciencia vegetal naufraga en el aroma a sangre.
Canto de estatuas, grito de coronas, llanto de corazas y bahías, y el discurso funeral de los cipreses que persiguen eternamente lo amarillo, te rodean; nosotros, entre lenguas de perro y lágrimas elementales, no somos sino sólo fantasmas en vigencia; lo heroico, lo definitivo, la
ley oscura de la materia en la cual todas las cosas se levantan y se derrumban con el único fin de engendrar padecimiento, emerge de ti, porque de ti, porque tú eres la realidad categórica; y cuando los pollitos nuevos del mar a cuya orilla enorme te criaste, pían al asesinato general del ocaso, los huesos de Tamerlán echan grandes llamas; escucho el funeral de Beethoven ejecutado por setecientos maestros de orquesta, frenar la tempestad, sujetándola, como el
desnudo adolescente los caballos rojos de Fidias y el cielo está negro lo mismo que mi corazón; las espadas anchas, las anchas espadas que abrieron los surcos profundos que no cavaron los arados, las espadas embanderadas de historia, se te someten y te lamen como el perro del mendigo; cuadrigas y centurias, haciendo estallar el sol sonoro, al golpear la tierra
hinchada con el eslabón de la herradura, levantan polvaredas de migración y el bramido de las lanzas es acusatorio y terrible debajo de la lluvia oscura como la mala intención o un cobarde;
adentro de las campanas choca la luciérnaga rota con su farol a la espalda, llorando; huyendo del incendio general, leones y chacales se arrojan a la mar ignota y las serpientes repletas de furor se rompen los colmillos en las antiguas lanzas; un gran caballo azul se suicida; borrachos
de sol y parición en generaciones del Dios pánico y dionysíaco, los sacerdos-escarabajos están
gritando la maternidad aterradora en miel de pinares y resinas de gran potencial alcohólico, que
debaten entre ramajes la violencia tremenda de la naturaleza; el Clarín del Señor de los Ejércitos empuña la espuela de oro de la gran alarma y los soldados.
Cargado por nosotros, marcha el féretro como una rosa negra o un pabellón caído, con
espanto aterrador de fusilamiento; rajados a hachazos los pellines encadenados al huracán aúllan; tú eres lo único definitivo, hundida en tu belleza de pretéritos y de crepúsculos totales,
caída en todo lo solo, herida por el resplandor de la eternidad deslumbradora, mientras errados, nos arrinconamos adentro de nuestras viejas negras chaquetas de perros.
Por el camino real que va a la nada marcharé (caballo de invierno), en las milenarias
edades; hoy, mi espada está quebrada, como el mascarón de proa del barco que se estrelló
contra lo infinito y soy el animal abandonado en la soledad del bramadero; perteneces al granero humano, tétrico de matanza en matanza, y te robaron de mis besos terribles; braman
las campanas pateando la atmósfera histórica en la cual se degüellan hasta las dulces violetas que son como copitas de vino inmortal; la tinaja de las provincias echa un ancho llanto de parrones descomunales, gritando desde el origen.
Arde tu alma grande y deslumbradora como un fusil en botón y a la persona muerta la
secunda la ciudadanía universal otorgándole la vida épica como a una guitarra el sonido; como un solo animal, acumular la eternidad, triste y furioso a tus orillas, es mi ocupación de suicida; como ola de sombra, el comercio-puñal de la literatura nos ladra al alma cansada y los
cuatreros, los cuchilleros, los aventureros y el gran escorpión de la bohemia nos destinan su sonrisa de degolladores, echada en sus ojos de cerdo.
Sobre el instante, la polvareda familiar gravita y empuña el pabellón de los antiguos
clanes; tu eres el escudo popular de los de Rokha: tronchados, desorientados, conmigo a la cabeza de la carreta grande, tirada por dos inmensos toros muertos, hijos e hijas, nietos y nietas, yernos y nueras dan la batalla contra la mixtificación tenebrosa y estupenda de los viejos payasos convertidos en asesinos; a miel envenenada hiede el ambiente o a calumnia y
perro; los chacales se ríen furiosamente y tremendamente arañan la casa sola como sombra en el arrabal del mundo, allá en donde remuelen el pelele y la maldición, tierra de escupos y
demagogia, llena de lenguas quemadas; porque mi desesperación se retuerce las manos como
un reo que enfrenta los inquisidores, a cuya espalda chilla, furiosa la Reacción, como negra
perra vieja en celo; andando por abajo, los degenerados nos aceitan y nos embarran el camino,
a fin de que el cegado por las lágrimas dé el resbalón mortal y definitivo del que se desploma
en el mar rabioso que solloza echando espuma y se derrumbe horriblemente.
Juramos pelear hasta derrotar al enemigo enmascarado en el enemigo del pueblo, al
calumniador y al difamador con ojo pequeño de ofidio y las setenta lenguas ajenas de los
testigos falsos, a la rana-pulpo-sapo del sabotaje; juramos solemnemente cortarnos y
comernos la lengua antes de lanzarle al olvido; juramos los látigos de la venganza, porque es
mentira la misericordia y no tememos atacar la eternidad frente a frente, ensangrentados como
pabellones.
Tranco a tranco en el pantano del horror, vi destruir a la naturaleza en ti el esquema total de lo bello y lo bueno; como un niño loco, el espanto se ensañó en tu figura incomparable, que
no volverá a lograr nunca jamás la línea de la Humanidad, y caíste asesinada y pisoteada por lo infinito, tú, que representabas lo infinito en la vida humana, y el sol de "Dios" en la gran tiniebla del hombre; caías, pero caía contigo el significado de lo humano, y en este instante
todas las cosas están sin sentido, gritando, boca abajo, solas, y es fea la tierra; como a aquel infeliz cualquiera a quien le revuelven la puñalada en el corazón, el perro idiota de la literatura,
vestido de obispo o caracol, levanta la pata y orina mi tragedia de macho, porque como todo lo
hermoso, todo lo vertical, todo lo heroico se hundió contigo en el abismo, yo soy el viudo terrible, y acaso la bestia arcaica sublimándose en el intelectual acusatorio que da lenguaje a las tinieblas; como la naturaleza es descomunal y sólo lo monstruoso le incumbe íntegramente,
su injusticia fue tenebrosa con tu régimen floral de copa y el destino te cavó de horror como a una montaña de fuego; sin embargo, como soy humano, no acepto tu muerte, no creo en tu muerte, no entiendo tu muerte y el andrajo de mi corazón se retuerce salvajemente y se
avalanza contra la muralla inmortal, contra la muralla desesperada, contra la muralla
ensangrentada, contra la muralla despedazada, que se incendia entre las montañas y sudando y bramando y sangrando, me revuelco como un toro con tu nombre sagrado entre los dientes, mordido como el puñal rojo del pirata; a la espalda aúllan las desorbitadas máscaras gruñendo
entre complejos de buitre aventurero y trajes vacíos, en los que respiran las épocas
demagógicas.
Entre los grandes peñascos apuñalados por el sol, sudando como soldados de antaño,
roídos por inmenso musgo crepuscular y lágrimas de antiguas botellas, tú y la paloma torcaz de los desiertos lloran; mar afuera, en el corazón de flor de las mojadas islas oceánicas, en las
que la eternidad se agarra como entraña de animal vacuno a la soledad de la materia y el gemido de los orígenes gravita en la gran placenta del agua, tú das la majestad al huracán por cuyos látigos ruge la muerte su secreto total, tremendo; encima de los carros de topacio del crepúsculo, tirados por siete caballos amarillos, cruzados de llamas como Jehová, tú eres el
balido azul de los corderos; aquí, a la orilla de tu sepulcro que ruge, terrible, en su condición de
miel de abejas y de pólvora, haciendo estallar el huracán sobre los viejos túmulos que tu vencidad obliga a relampaguear, tú empuñas una gran trompeta de oro, tal como se empuña
una gran bandera de fuego y convocas a asamblea general de muertos, a fin de arrojar la eternidad contra la eternidad, como dos peñascos; emerges de entre toneles, como la voz de
las vasijas, y la gran humedad del pretérito, que huele a fruta madura y a caoba matrimonial,
enarbola su pabellón en el corazón de las bodegas, cuando yo recuerdo tu virginidad
resplandeciente...
Condiciona sus muchedumbres la mar-océano del Sur y tu multitud le responde
terriblemente; yo estoy sentado a la orilla del que tanto amabas mar, y la oceanidad da la
tónica al gigante dolor que requiere inmensidades para manifestarse y el lenguaje de la masa
humana o la montaña incendiándose; remece sus instintos la inmensa bestia oceánica y el crepúsculo ensangrienta la bandera de los navíos y el cañón funeral del puerto; el mar y yo bramamos, el mar, el mar, y crujen los huesos tremendos de Chile, cuando con mi caballo nos
bañamos solos en la gran soledad del mar y el mar prolonga mi relincho con su bramido por todas las costas, desde las tierras protervas de Babilonia al Mediterráneo celestial de las tuyas glicinas y a los sangrientos mares vikingos, o arrastra mi voz tronchada y sangrienta como un
capitel roto y mi lenguaje de campanario que se derrumba en la gran campana del mar, con tu
recuerdo gimiendo adentro; rememoro nuestro matrimonio provincial-marino y la carrera
desenfrenada, desnudos, sobre la arena y el sol; es la mar soberbia, la mar oscura, la mar grandiosa en la cual gravita el estupor horizontal de humanidad que azota los vientres de las madres y relumbran las panoplias huracanadas de los viejos guerreros de hierro, que
ascienden y descienden por las arboladuras como un tigre a una antigua catedral caída; lagrimones de acordeones, de leones y fantasmas dan al pirata el relumbrón de los atardeceres y el tajo del rostro atrae el sable crepuscular hacia la figura agigantada; el ron furioso da gritazos y mordiscos de alcohol degollado a la tiniebla aventurera y la pólvora roja es rosa de
llamas rugiendo con perros y espadas entre la matanza histórica, adentro de la cual nosotros
dos rajamos el cuaderno de bitácora sobre el acero acerbo del pecho, que es pluma y rifle,
Luisita; asomándome a la descomunal profundidad heroica, veo lo eterno y tu cara en todo lo
hondo; naufragios y guitarras y el lamento del destierro en los archipiélagos sociales del Tirreno
y el Egeo, se revuelve a la bencina cosmopolita de los grandes Imperios de hoy, con sus navíos y sus aviones sembrando la sangre en los mares: pero el tam-tam de los tambores ensangrentados me desgarra el cerebro; sin embargo, hay dulzuras maravillosas, y te vuelvo a encontrar en esta gran agua salada por el origen y el olor animal del mundo, con tu melena de
sirena clásica y tu pie marino de conchaperla y aventura.
Braman las águilas del amor eterno en nosotros...
El huracán del amor nos arrasó antaño, y ahora tu belleza de plenilunio con duraznos,
como llorando en la grandeza aterradora, contiene todo el pasado del ser humano; truenan las
grandes vacas tristes del amanecer y tú rajas la mañana con tu actitud, que es un puñal quebrado; fuiste "mi dulce tormento" y ahora, Winétt, como el Arca de la Alianza o como Dionysos, medio a medio de los estuarios mediterráneos y el de los sargazos mar, entre el régimen del laurel y el dolorido asfodelo diluido en la colina acumulada de los héroes, hacia la cual apunta el océano su fusilería y desde la que emergen los pinos solarios, tú, lo mismo
exacto que a una gran diosa antigua de Asia, la eternidad bravía te circunda; galopan los cuatro caballos del Apocalipsis, se derrumban las murallas de Jericó al son de las trompetas que ladran como alas en la degollación y el Sinaí embiste como el toro egipcio, cuando tu paso
de tórtola hiende los asfaltos ensangrentados de la poesía, gran poetisa-Continente; y las generaciones de todos los pobres, entre todos los pobres del mundo, te levantan bajo los palios llagados del sudor popular en el instante en que tu voz se distiende, creciendo y multiplicándose como el oleaje de los grandes mares desconocidos, a cuya ribera los hombres
crearon los dioses barbudos del agro y los sentaron y los clavaron en las regiones acuarias, que eran el llanto de fuego de los volcanes; como fuiste tremendamente dulce, graciosamente fuerte, pequeñamente grande con lo oscuro y descomunal del genio en un régimen de corolas,
el hijo del pueblo te entiende; tenías la divina atracción del átomo, que, al estallar, incendia la tierra, por eso, adentro del silencio mundial, yo escucho exactamente a la multitud romana o
babilónica, arreada y gobernada a latigazos, a las muchedumbres grecolatinas que poblaron
Marsella de gentes que huelen a ajo, a prostitución, a guitarra, a conspiración, a sardina y a cuchilla, a tabaco y a sol mojado y caliente como sobaco, a presidio, a miseria, a heroicidad, a flojera o a tristeza, al vikingo ladrón, guerrero, viril y sublime en gran hombría y a los beduinos
enfurecidos por el hambre y los desiertos del simoum, áspero y trágico, y te adoro como a una antigua y oscura diosa en la cual los pueblos guerreros practicaban la idolatría de lo femenino definitivo y terrible; forrado en cueros de fuego, montado un caballo de asfalto, yo voy adentro
de la multitud, como una maldición en el cañón del revólver.
Románico de cúpulas y óperas el atardecer de los amantes desventurados me encubre, y
cae una paloma negra, Luisita-azúcar.
Soplan las ráfagas del dolor su chicotazo vagabundo y la angustia se clava rugiendo, en fijación tremenda, como un ojo enorme que quemase, como una gran araña, como un trueno con el reflejo hacia adentro y la quijada de Caín en el hocico; es entonces cuando arde el
colchón con sudor oscuro de légamo, cuando la noche afila su cuchilla sin resplandor, cuando el volcán destripa a la montaña y se parte el vientre terrible, que arroja un caldo de llamas horrendo y definitivo, cuando lloran todas las cosas un llanto demencial y lluvioso, cuando el paisaje, que es la corbata de la naturaleza, se raja el corazón de avena y pan y se repleta de
leones; sin embargo, medio a medio de la catástrofe, se me reconstituye el ser a objeto de que
el padecimiento se encarne más adentro y la llaga, quemada por el horror, se agrande; con tu ataúd al hombro, resuenan mis trancos en la soledad del siglo, en la cual gravita el cadáver de Stalin, que es enorme y cubre el Oriente en mil leguas reales a la redonda, encima de un carro
gigante que arrastran doscientos millones de obreros; semejante a una inmensa cosechadora de granjeros, la máquina viuda de los panteones degüella las cabezas negras y la Humanidad brama como vaca en el matadero; yo arrastro la porquería maldita de la vida como la pierna tronchada un idiota y espero el veneno del envenenador, la solitaria puñalada literaria por la
espalda, en el minuto crucial de los crepúsculos, el balazo del hermano en la literatura, como quien aguarda que le llegue un cheque en blanco desde la otra vida; me da vergüenza ser un
ser humano desde que te vi agonizar defendiéndote, perseguida y acosada por la Eternidad
como una dulce garza por una gran perra sarnosa; como con asco de existir, duermo como perro solo encima de una gran piedra tremenda, que bramara en el desierto, hablo con espanto de cortarme la lengua con la cuchilla de la palabra y quisiera que un dolor físico enorme me situase a tu altura, medio a medio de este gigante y negro desfile de horror del cual estalla mi
cabeza incendiándose como antigua famosa posada de vagabundos; no deseo el sol sino
llorando y la noche maldita con la tempestad en el vientre; por degüellos y asesinatos camino, y
ando en campos de batalla, estoy mordido por buitres de negrura, y es de pólvora y de
lágrimas, Luisita-Amor, el gran canasto de violetas, con el cual me allego a tu sepulcro humildemente; a mi desesperación se le divisa la cacha del arma de fuego, Luisita-Amor, cuyos grandes frutos caen...
Eramos Filemón y Baltis de Frigia y el grito conyugal del mundo, pero se desgarró una
gran cadena en la historia y yo cruzo gritando a la siga del mí mismo que se fue contigo para siempre nunca, esta gran sonata fúnebre de héroes caídos

HISTORIA DE LOS DOS QUE SOÑARON por JORGE LUIS BORGES



El historiador arábigo El Ixaquí refiere este suceso:
"Cuentan los hombres dignos de fe (pero sólo Alá es omnisciente y poderoso y
misericordioso y no duerme), que hubo en El Cairo un hombre poseedor de riquezas,
pero tan magnánimo y liberal que todas las perdió menos la casa de su padre, y que se
vio forzado a trabajar para ganarse el pan. Trabajó tanto que el sueño lo rindió una
noche debajo de una higuera de su jardín y vio en el sueño un hombre empapado que se
sacó de la boca una moneda de oro y le dijo: 'Tu fortuna está en Persia, en Isfaján; vete a buscarla'. A la madrugada siguiente se despertó y emprendió el largo viaje y afrontó los peligros de los desiertos, de las naves, de los piratas, de los idólatras, de los ríos, de las fieras y de los hombres. Llegó al fin a Isfaján, pero en el recinto de esa ciudad lo sorprendió la noche y se tendió a dormir en el patio de una mezquita. Había, junto a la mezquita, una casa y por el decreto de Dios Todopoderoso, una pandilla de ladrones
atravesó la mezquita y se metió en la casa, y las personas que dormían se despertaron
con el estruendo de los ladrones y pidieron socorro. Los vecinos también gritaron, hasta que el capitán de los serenos de aquel distrito acudió con sus hombres y los bandoleros huyeron por la azotea. El capitán hizo registrar la mezquita y en ella dieron con el hombre de El Cairo, y le menudearon tales azotes con varas de bambú que estuvo cerca de la muerte. A los dos días recobró el sentido en la cárcel. El capitán lo mandó buscar y le dijo: '¿Quién eres y cuál es tu patria?' El otro declaró: 'Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre es Mohamed El Magrebí'. El capitán le preguntó: '¿Qué te trajo a Persia?' El otro optó por la verdad y le dijo: 'Un hombre me ordenó en un sueño que viniera a Isfaján, porque ahí estaba mi fortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que esa fortuna que prometió deben ser los azotes que tan generosamente me diste.'
»Ante semejantes palabras, el capitán se rió hasta descubrir las muelas del juicio y
acabó por decirle: 'Hombre desatinado y crédulo, tres veces he soñado con una casa en
la ciudad de El Cairo en cuyo fondo hay un jardín, y en el jardín un reloj de sol y
después del reloj de sol una higuera y luego de la higuera una fuente, y bajo la fuente un
tesoro. No he dado el menor crédito a esa mentira. Tú, sin embargo, engendro de una
mula con un demonio, has ido errando de ciudad en ciudad, bajo la sola fe de tu sueño.
Que no te vuelva a ver en Isfaján. Toma estas monedas y vete.'
»El hombre las tomó y regresó a la patria. Debajo de la fuente de su jardín (que era ladel sueño del capitán) desenterró el tesoro. Así Dios le dio bendición y lo recompensó y
exaltó. Dios es el Generoso, el Oculto."
(Del Libro de las 1001 Noches, noche 351)

NOCHE por ANTONIN ARTAUD




" Los mostradores del cinc pasan por las cloacas,
la lluvia vuelve a ascender hasta la luna;
en la avenida una ventana
nos revela una mujer desnuda.
En los odres de las sábanas hinchadas
en los que respira la noche entera
el poeta siente que sus cabellos
crecen y se multiplican.
El rostro obtuso de los techos
contempla los cuerpos extendidos.
Entre el suelo y los pavimentos
la vida es una pitanza profunda.
Poeta, lo que te preocupa
nada tiene que ver con la luna;
la lluvia es fresca,
el vientre está bien.
Mira como se llenan los vasos
en los mostradores de la tierra
la vida está vacía,
la cabeza está lejos.
En alguna parte un poeta piensa.
No tenemos necesidad de la luna,
la cabeza es grande,
el mundo está atestado.
En cada aposento
el mundo tiembla,
la vida engendra algo
que asciende hacia los techos.
Un mazo de cartas flota en el aire
alrededor de los vasos;
humo de vinos, humo de vasos
y de las pipas de la tarde.
En el ángulo oblicuo de los techos
de todos los aposentos que tiemblan
se acumulan los humos marinos
de los sueños mal construidos.
Porque aquí se cuestiona la Vida
y el vientre del pensamiento;
las botellas chocan los cráneos
de la asamblea aérea.
El Verbo brota del sueno
como una flor o como un vaso
lleno de formas y de humos.
El vaso y el vientre chocan:
la vida es clara
en los cráneos vitrificados.
El areópago ardiente de los poetas
se congrega alrededor del tapete verde,
el vacío gira.
La vida pasa por el pensamiento
del poeta melenudo.
En la calle sólo una ventana,
las cartas batidas suenan.
En la ventana la mujer sexuada
somete su vientre a discusión. "

LA REALIDAD I por JUAN LUIS MARTINEZ





A.
Pregunta:
¿Qué es la realidad? ¿Cuál es la realidad?
Respuesta:
Lo real es sólo la base, pero es la base.
Respuesta:
Lo real es lo que chocará como realmente absurdo.

B.
Afirmación:
El ser humano no soporta mucha realidad.


C.
Pregunta:
¿Qué era real en el universo?
Respuesta:
El universo es el esfuerzo de un fantasma
para convertirse en realidad.

D.
(Fábula):
Erase una vez la realidad
con sus ovejas de lana real
la hija del rey pasaba por allá
y las ovejas balan Dios que bella está
la re la re la realidad.

Nota: "nada es real" Sotoba Komachi

SOBRE EL PROLETARIADO LITERARIO por CESAR VALLEJO



París, marzo de 1928


MIENTRAS EN la Cámara de Diputados se discute
la ley de los seguros sociales, un periódico de París
ha formulado la siguiente pregunta, relativa al
estatuto económico del escritor contemporáneo:
"¿Los escritores viven actualmente de su pluma?"
Pregunta demasiado generosa para los interesados
y harto escabrosa para la sociedad en que éstos
viven. Porque todos estamos convencidos de que,
hoy como ayer, raro es el escritor que vive de su
pluma. Raro es el gran escritor, el auténtico, el de
primer calibre, que come y bebe del precio de su
creación. Existe y existirá, hasta nueva orden, la
corona de espinas para todo frontal sobresaliente
y la esponja amarga para toda laringe irregular.
La filosofía marxista interpretada y aplicada por
Lenin, tiende una mano alimenticia al escritor,
mientras con la otra tarja y corrige según las con-
veniencias políticas, toda la producción intelectual.
Al menos, éste es el resultado práctico de Rusia.
El creador sólo opera golpeando y la sociedad
no cotiza los golpes que recibe. Es fuerza, pues,
que a una verdad de tres filos, clavada por un crea-
dor entre los hombres, respondan éstos con una
inmensa secreción de hiél. Sólo cuando la verdad
carece de filos (que las hay así) o cuando se trata
de un filo sin luz, sustituye a la pedrada contra el
genio, la ración comestible para los mediocres.
Juan Gris, uno de los más austeros maestros
del cubismo, me decía, pocos días antes de su muer-
te: "Si yo no hago pintura cotizable en cualquier
plaza, no es porque yo no quiera, sino porque no
puedo". El propio Baudelaire se propuso hacer pe-
queños poemas en prosa para ganarse con ellos la
vida y pereció de hambre. En cambio, Lesage quiso
un día comer de su pluma y, componiendo piezas
teatrales para escenas foráneas, ganó mucho di-
nero. Ejemplos son éstos que nos enseñan a dis-
tinguir al artista puro por naturaleza, de cuya vo-
luntad no depende mantenerse incorruptible, del
artista cuya pureza depende de su voluntad y con-
veniencias. Esta última pureza, intermitente y
convencional, no pasa de una chifladura adoles-
cente o de un resorte manuable de arribismo.
En la conciencia general está el hecho de que
casi la totalidad de los escritores franceses de hoy
participan de esa dócil pureza a que nos referimos.
Tarde o temprano han bajado de la cruz y se han
sentado a la mesa de Heliogábalo.
Se sabe que, antes de ser traducidos a todos
los idiomas del mundo, han sido puros y se han
muerto de hambre muchos días. La mayoría, de
ver que la literatura pura y noble como ellos la
ejercían entonces, no da para la cocina, han prefe-
rido ejercer, por la necesidad, un segundo oficio.
Georges Duhamel ejercía la medicina; Jean Girau-
doux trabajaba en el Quai d'Orsay; Panait Istrati
era fotógrafo ambulante; Jules Romains enseñaba
filosofía en Lille; Paul Valéry era empleado de una
agencia comercial de informaciones; Charles Vil-
drac dirigía una galería de pintura en Bordeaux;
Pierre Benoit era dentista; Henri Béraund era pa-
nadero; Pierre Mac Orlan era pintor de brocha
gorda; Joseph Delteil llevaba la contaduría de un
restaurante en su pueblo; Tristán Deréme era co-
brador de contribuciones en Picardía; Cocteau era
corredor de vinos..., etcétera, etcétera.
Pero la literatura, al fin y al cabo, se hizo
para ellos más dúctil y ha acabado por hacerlos
ricos, y hasta banqueros. Cocteau es ahora due-
ño de un banco en París.
Sin embargo, la tradición baudelariana sigue
perpetuándose, no ya sólo entre los pintores, co-
mo Gris, sino entre los mismos escritores. Pierre
Reverdy, que con Apollinaire enseñó a escribir de
nuevo a los poetas d'après-guerre, se gana la vida
corrigiendo pruebas en la redacción de L'lntran.
El miserable salario apenas le permite habitar
una humilde buhardilla en Montmartre, como un
pobre amanuense distrital. Un artista puro. Un
héroe, acaso más noble y trascendental que tantos
aviadores ápteros. Reverdy querría de buena gana
comer mejor; pero a diferencia de sus contem-
poráneos, no puede hacer poemas comestibles.
Sin duda, hay todavía quienes son impoten-
tes para caer, como hay quienes son impotentes
para subir.

Mundial, N° 409, Lima, 13 de abril de 1928.

jueves, noviembre 24, 2011

II. UNA PARTIDA DE AJEDREZ por T.S.ELIOT



La silla en que ella estaba sentada, como un bruñido
trono,
Relucía sobre el mármol, donde el espejo
Apoyado en soportes labrados con vides en fruto— Entre los cuales un dorado cupido se asomaba
(Otro escondía sus ojos tras el ala)—
Reproducía las llamas de los candelabros de siete
brazos
Que reflejaban su luz sobre la mesa mientras
El destello de sus alhajas se erguía para encontrarla,
Vertidas de estuches de satín en rica profusión.
En redomas de marfil y vidrio coloreado,
Destapados, sus extraños perfumes sintéticos
acechaban:
Ungüentos, polvos, líquidos —perturbando,
confundiendo
Y ahogando los sentidos en aromas; llevados por el
aire Que refrescaba desde la ventana, ascendían
A engrosar las prolongadas llamas de las velas,
A arrojar el humo al laqueado,
Agitando el diseño del artesonado techo.
Enormes leños recogidos en la playa, alimentados
con cobre,
Ardían anaranjados y verdes, enmarcados por la
piedra coloreada. En esa triste luz nadaba una talla de delfín.
Sobre la antigua repisa de la chimenea se erguía, Ventana abierta a la silvestre escena,
La metamorfosis de Filomela, por el bárbaro rey Tan rudamente forzada: el ruiseñor allí
Llenaba aún todo el desierto con inviolable voz
Y ella todavía gritaba, y aún el mundo persigue,
‛Jug Jug’ a oídos sucios.
Las paredes decían
Otros marchitos tocones de tiempo; formas
atrayentes
Sobresalían, inclinándose, silenciando el salón.
En la escalera unos pasos se arrastraron.
A la luz del hogar, bajo el cepillo, sus cabellos Derramaban las ardientes puntas
Encendiéndose en palabras, quedándose luego
salvajemente quietos.
‛Mis nervios están mal esta noche. Sí, mal. Quédate
conmigo.
‛Háblame. ¿Por qué nunca hablas? Habla.
‛¿En qué piensas? ¿Qué piensas? ¿Qué?
‛Nunca sé lo que piensas. Piensa.’
Creo que estamos en el callejón de las ratas
Donde los muertos perdieron sus huesos.
‛¿Qué es ese ruido?’
El viento debajo de la puerta. ‛¿Qué es ese ruido ahora? ¿Qué hace el viento?’
Nada otra vez nada.
‛¿No
‛Sabes nada? ¿No ves nada? ¿No re-
cuerdas ‛Nada?‛
Recuerdo
Esas perlas fueron sus ojos.
‛¿Vives o no vives? ¿No hay nada en tu cabeza?’
Pero
O O O O ese Rag shakespeheriano—
Tan elegante
Tan inteligente
‛¿Qué haré ahora? ¿Qué?’
‛Tal como estoy saldré a la calle, de prisa, caminaré ‛Así, con mis cabellos sueltos. ¿Qué haremos
mañana?
‛¿Qué haremos siempre?’
Agua caliente a las diez.
Y si llueve, un coche cerrado a las cuatro.
Y jugaremos una partida de ajedrez,
Frotando ojos sin párpados y esperando que toquen a la puerta.
Cuando licenciaron al marido de Lil, dije yo—
No suavicé mis palabras, a ella misma se lo dije,
DE PRISA POR FAVOR QUE YA ES HORA
Alberto está por regresar, arréglate un poco.
Querrá saber qué has hecho con aquel dinero que
te dio
Para que te arreglaran los dientes. Te lo dio: yo
estaba ahí.
Que te los saquen todos, Lil, que te hagan una
buena dentadura,
Eso dijo, lo juro, no soporto verte así.
Y yo tampoco, dije, y piensa en el pobre Alberto,
Ha estado en el ejército cuatro años, quiere
diversión,
Y si tú no se la das, otras lo harán.
Así que hay otras, dijo. Algo hay de eso,
respondí.
Entonces sabré a quién agradecérselo, dijo, y me
miró de frente.
DE PRISA POR FAVOR QUE YA ES HORA
Si no te gusta puedes componerlo, dije.
Otros pueden decidir si tú no puedes.
Pero si Alberto se larga, no digas que no te lo
advirtieron.
Debes avergonzarte, dije, de verte tan anticuada.
(Apenas tenía treinta y uno.)
No puedo evitarlo, dijo, alargando la cara.
Son las píldoras que tomé para abortar.
(Ya parió a cinco, y casi se moría cuando
nació Jorgito.)
El boticario dijo que nada pasaría, pero ya nunca
volví a ser la misma.
Eres una verdadera tonta, le dije.
Bueno, si Alberto no quiere dejarte sola, ese es el
resultado.
¿Para qué te casaste si no quieres hijos?
DE PRISA POR FAVOR QUE YA ES HORA
Bueno, aquel domingo Alberto estaba en casa,
tenían pierna de cerdo
Y me invitaron a cenar, a que la viera salir del
horno, bien caliente—
DE PRISA POR FAVOR QUE YA ES HORA
DE PRISA POR FAVOR QUE YA ES HORA Buenanoche Bill.
Buenanoche Lou. Buenanoche
Muy. Buenanoche. Ta ta. Buenanoche. Buenanoche.
Buenas noches, señoras, buenas noches, dulces
señoras, buenas noches, buenas noches.

CARTA A LOS MÉDICOS DIRECTORES DE MANICOMIOS por ANTONIN ARTAUD



Señores:
Las leyes, las costumbres, les conceden el derecho de medir el
espíritu. Esta jurisdicción soberana, temible, ustedes la ejercen con el
entendimiento. No nos hagan reír. La credulidad de los pueblos
civilizados, de los sabios, de los gobernantes, adornan a la psiquiatría
de no se sabe que luces sobrenaturales. El proceso hecho a la
profesión que ustedes ejercen está juzgado de antemano. NO
pensamos discutir aquí el valor de esa ciencia ni la dudosa existencia
de las enfermedades mentales. Pero, por cada cien patogenias
presuntuosas en las que se desencadena la confusión de la materia
del espíritu, por cada cien calificaciones de las cuales las más vagas
son todavía las únicas utilizables, ¿cuántas tentativas nobles se han
hecho por aproximarse al mundo cerebral en el que viven tantos de
los que tienen prisioneros? ¿Cuantos hay entre ustedes, por ejemplo,
para quienes el sueño del demente precoz, las imágenes de las que
es presa, no sean otra cosa que una ensalada de palabras?
No nos asombramos de encontrarlos inferiores a una tarea para
la cual no hay sino pocos predestinados. Pero nos levantamos
contra el derecho atribuido a ciertos hombres, limitados o no,
a sancionar, mediante la encarcelación perpetua, sus
investigaciones en el dominio del espíritu.
¡Y qué encarcelación! Se sabe -no se lo sabe lo suficiente- que los
asilos, lejos de ser asilos, son cárceles terribles, en las que los
detenidos proporcionan mano de obra gratuita y cómoda y donde la
sevicia es la regla, y esto es tolerado por ustedes. El asilo de
alienados, bajo la cobertura de la ciencia y de la justicia, es
comparable a la caserna, a la prisión, a la cárcel.
No nos referiremos aquí a la cuestión de las internaciones
arbitrarias para evitarles el trabajo de las fáciles negaciones.
Afirmamos que un gran número de asilados, perfectamente locos
según la definición oficial, están, también ellos, arbitrariamente
internados. No admitimos que se impida el libre desenvolvimiento de
un delirio tan legítimo, tan lógico como toda otra sucesión de ideas o
de actos humanos. La represión de las reacciones antisociales es tan
quimérica como inaceptable en su principio. Todos los actos
individuales por excelencia de la dictadura social; en nombre de esa
individualidad que es lo propio del hombre, reclamamos que se libere
a esos forzados de la sensibilidad, puesto que tampoco está en el
poder de las leyes encerrar a todos los hombres que piensan y
actúan.
Sin insistir sobre el carácter perfectamente genial de las
manifestaciones de ciertos locos, en la medida en que somos aptos
para apreciarlas, afirmamos la legitimidad absoluta de su concepción
de la realidad y de todos los actos que derivan de ella.
Esperamos que mañana por la mañana a la hora de la visita
puedan recordar esto, cuando intenten, sin léxico, conversar con esos
hombres sobre los cuales, reconózcanlo, no tienen otra superioridad
que la de la fuerza.


(1925) ARTAUD

LAS AGUAS por JUAN GELMAN




Este poema que nunca
terminará se parece a sí mismo.
Calla como bestia que piensa. No
duele, se muestra en
noches lentas que caen
sobre la desazón. Nadie
cuenta la suspensión del pájaro en
cada cosa de afuera. ¿Por qué
el poema iba a contar
las procesiones de la memoria terrible
en la carne que se curva? El linaje
de las bestias vaga
en aguas que se cruzan
contra reloj.

miércoles, noviembre 23, 2011

Supertramp - Better Days





Trust me, I can help you
Feel free, we can save you
Join us in the good life
And better days, better days

Campaign for a new life
Champagne and the bright lights
Make way for the right way
And better days, better days

You didn't realize about the other life that we can give you
We'll open up your eyes and make you see the light that's all around you
We'll help you work it out and then you'll never doubt
Our intuition, our vision, our decision, our mission, so listen


No war, no inflation
No more desperation
You'll see we can show you
Better days, better days

NO HUNGER, higher wages
Good schools, smiling faces
Make way for the new way
Better days, better days

We're going to lead you down to where the sun is always brightly shining
We'll push away the clouds and show you there's a gold and silver lining
We'll take away the pain, you'll want to try again
You won't be sorry, so don't worry, don't worry, so hurry and join me


MEJORES DIAS


Confía en mí, puedo ayudarle
Siéntase libre, nos podemos ahorrar
Únase a nosotros en la buena vida
Y mejores días, mejores días

Campaña para una nueva vida
Champagne y las luces brillantes
La forma correcta de hacer
Y mejores días, mejores días

Se dará cuenta de la otra vida que podemos ofrecerle
le abriremos los ojos y verá la luz que está a tu alrededor
Le ayudaremos a trabajar y luego nunca tendrá dudas
Nuestra intuición, nuestra visión, nuestra decisión, nuestra misión, por lo que escucha


No hay guerra, no hay inflación
No más desesperación
Verá que podemos mostrarle
Mejores días, mejores días

No hay hambre, salarios más altos
Buenas escuelas, caras sonrientes
Dar paso a la nueva forma
Mejores días, mejores días

Vamos a llevarte hasta donde el sol está brillando siempre brillante
Podrá expulsar las nubes y mostrar que hay un disco de oro y forro de plata
Te quitan el dolor, deseará intentarlo
Tendrás perdón, por lo que no te preocupes, no te preocupes, ten prisa y únete a mí

LOS CRISTOS ESTÚPIDOS por CHARLES BUKOWSKI



tres hombres tenían que alzar la masa de goma y colocarla en la máquina y la máquina la fragmentaba en las diversas cosas para las que estaba prevista; la calentaba y la cortaba y luego la cagaba: pedales de bicicleta, gorros de baño, bolsas de agua caliente... tenías que mirar cómo metías aquello en la máquina porque si no te comía un brazo, y cuando estabas de resaca te preocupaba especialmente el que te dejara sin un brazo, les había pasado a dos tipos en los tres últimos años. Durbin y Peterson. a Durbin le pusieron en nómina... podías verle allí sentado con la manga colgando, a Peterson le dieron una escoba y una bayeta y limpiaba las letrinas, vaciaba los cubos de basura, colocaba el papel higiénico, etc., todos decían que era asombroso lo bien que hacía Peterson todas aquellas cosas sólo con un brazo.
las ocho horas estaban a punto de terminar. Dan Skorski ayudó a meter la última masa de goma, había trabajado las ocho horas con una de las peores resacas de su carrera: los minutos se le habían convertido en el trabajo en horas, los segundos habían sido minutos, siempre que alzabas los ojos, allí estaban sentados cinco tipos en la rotonda, siempre que alzabas la vista estaban allí aquellos diez OJOS mirándote.
Dan se volvió para ir a la estantería de las fichas cuando entró un hombre delgado que parecía un cigarro puro, cuando el cigarro caminaba, sus pies ni siquiera tocaban el suelo, el cigarro se llamaba señor Blackstone.
—¿dónde demonios va? —preguntó a Dan.
—fuera de aquí, ahí es adonde voy.
—HORAS EXTRAS —dijo el señor Blackstone.
—¿qué?
—lo que dije: HORAS EXTRAS, vamos, hay que sacar eso.
Dan miró, había por todas partes montones y montones de goma para las máquinas, y lo peor de las horas extras era que nunca podías saber cuándo terminaban, podían ser dos horas o cinco, nunca sabías, sólo te quedaba tiempo para volver a la cama, tumbarte, levantarte otra vez y empezar a meter aquella goma en las máquinas, y nunca terminabas, siempre había más goma, más pedidos, más máquinas, todo el edificio explotaba, se corría, soltando goma, montones de goma goma goma y los cinco tipos de la rotonda iban haciéndose más ricos y más ricos y más ricos.
—¡vuelva usted al TRABAJO! —dijo el cigarro puro.
—no, no puedo —dijo Dan—. no puedo levantar una pieza más de goma.
—¿y cómo vamos a sacarnos todo este material de encima? —preguntó el cigarro—. tenemos que hacer sitio para el suministro que llega mañana.
—alquile otro edificio, contrate más gente, están matando al personal, destrozándoles el cerebro, ni siquiera saben dónde están, ¡MÍRELOS! ¡mire a esos pobres idiotas!
y era verdad, los obreros apenas parecían humanos, tenían los ojos vidriosos, tenían un aire abatido y demente, se reían por cualquier cosa y se burlaban unos de otros continuamente, los habían vaciado por dentro, habían sido asesinados.
—son sus compañeros, son buena gente —dijo el cigarro.
—claro que lo son. la mitad de su salario va al Estado en impuestos, la otra mitad se va en coches nuevos, televisión en color, esposas estúpidas y cuatro o cinco tipos distintos de seguros.
—si no trabaja usted las horas extras como los demás, se queda sin trabajo, Skorski.
—entonces me quedo sin trabajo, Blackstone.
—soy un hombre honrado y quiero pagarle.
—en la oficina de trabajo del Estado.
—allí le enviaremos su cheque por correo.
—muy bien, y háganlo rápido.
al abandonar el edificio, tuvo la misma sensación de libertad y maravilla que experimentaba siempre que le despedían o que dejaba un trabajo, al dejar aquel edificio, al dejarles allí dentro... «¡has encontrado un hogar, Skorski! ¡nunca habías tenido una cosa tan buena!» por muy mierda que fuese el trabajo, los obreros siempre le decían eso.
Skorski paró en la bodega, compró una botella de Grandad y empezó a darle, era una tarde agradable y terminó la botella y se fue a la cama y durmió en una cómoda gloria que no había sentido en muchos años, ningún despertador le arrojaría a las seis y media hacia una falsa y bestial humanidad.
durmió hasta el mediodía, se levantó, tomó dos alka-seltzers y bajó hasta el buzón, había una carta:


Querido señor Skorski:
Soy desde hace mucho tiempo admirador de sus poemas y relatos cortos, y pude apreciar también la gran calidad de los cuadros que expuso usted recientemente en la Universidad de N. Tenemos un puesto libre aquí en el departamento editorial de World-Way Books, Incs. Estoy seguro de que habrá oído hablar de nosotros. Nuestras publicaciones se distribuyen en Europa, África, Australia y, sí, incluso en Oriente. Hemos estado siguiendo su trabajo durante varios años y hemos visto que fue usted editor de la pequeña revista LAMEBIRD, los años 1962-63, y nos gusta mucho su criterio en la selección de poesía y prosa. Creemos que es usted el hombre que necesitamos aquí, en nuestro departamento editorial. Creo que podríamos llegar a un acuerdo, ha proposición inicial sería de doscientos dólares por semana y nos honraría mucho tenerle con nosotros. Si le atrae nuestra proposición, telefonéenos, por favor a..., y le enviaremos por giro telegráfico el precio del billete del avión y una suma que consideramos generosa para los gastos de traslado.
Humildemente suyo,
D. R. Signo,
Redactor Jefe
WorldWay Books, Inc.»


Dan tomó una cerveza, puso un par de huevos a hervir y telefoneó a Signo. Signo parecía hablar a través de un trozo de acero enrollado, pero Signo había publicado a algunos de los mejores escritores del mundo, y Signo parecía muy distante, muy distinto a la carta.
—¿quieren de verdad que trabaje ahí? —le preguntó Dan.
—desde luego —dijo Signo—. tal como le indicamos.
—de acuerdo, envíenme el dinero y me pondré en camino.
—el dinero está en camino —dijo Signo—. lo adivinamos.
colgó. Signo, claro. Dan sacó los huevos, se fue a la cama y durmió otras dos horas...
en el avión de Nueva York, las cosas podrían haber ido mejor. Dan no podía determinar si la causa había sido el que fuese la primera vez que volaba o el extraño tono de la voz de Signo hablando a través de acero enrollado, de la goma al acero, bueno, quizá Signo estuviese muy ocupado, podría ser. había hombres que estaban muy ocupados, siempre, de todos modos, cuando Skorski subió en el avión, estaba ya bastante colocado, y llevaba además con él un poco de Grandad. Sin embargo, se le acabó a mitad de camino y empezó a acosar a la azafata pidiéndole bebida, no tenía la menor idea de lo que le servía la azafata: era una cosa dulce, de color purpúreo, y no parecía ligar muy bien con el Grandad, pronto estaba hablando a todos los pasajeros, diciéndoles que él era Rocky Graziano. ex boxeador, al principio se reían, pero luego se quedaron callados, al ver que él seguía insistiendo:
—soy Rock, sí, soy Rock, ¡vaya puños que tenía! ¡coraje y pegada! ¡cómo aullaba la gente!
luego se puso malo y se fue al cagadero, al vomitar, parte del vómito se le quedó en los zapatos y los calcetines y se sacó zapatos y calcetines y salió descalzo, puso los calcetines a secar en algún sitio y luego los zapatos en otro y luego se olvidó de dónde había puesto ambas cosas.
caminaba pasillo arriba y pasillo abajo, descalzo.
—señor Skorski —le dijo la azafata—, quédese en su asiento, por favor.
—Graziano. Rocky. ¿y quién demonios me robó mis zapatos y mis calcetines? ¿voy a atizarles un puñetazo en la barriga a cada uno de ustedes.
vomitó allí en el pasillo y una vieja lanzó un bufido realmente como de una culebra.
—señor Skorski —dijo la azafata—. ¡insisto en que vuelva a su asiento!
Dan la agarró por la cintura.
—me gustas, creo que te violaré aquí mismo en el pasillo, ¡piénsalo! ¡violación en el cielo! ¡te encantará! ¡ex boxeador, Rocky Graziano, viola a azafata en el cielo de Illinois! ¡ven p'acá!
Dan la tenía cogida por la cintura, ella de cara pálida e insulsa. joven, mezquina y fea. con el coeficiente de inteligencia de una rata tetuda pero sin tetas, pero fuerte, se soltó y corrió al compartimiento del piloto. Dan vomitó un poco más y luego se sentó.
salió el copiloto. un hombre de gran trasero y mandíbula alargada, casa de tres plantas, cuatro hijos y una esposa loca.
—¿qué pasa, amigo? —dijo el copiloto.
—¿qué pasa, gilipollas?
—compórtese, tengo entendido que está usted organizando un escándalo.
—¿un escándalo? ¿qué es eso? ¿es que eres marica, niño volador?
—¡le repito que se comporte!
—¡cierra el pico, comemierda! ¡yo pago mi pasaje!
Trasero Inmenso agarró el cinturón de seguridad y ató a Dan a su asiento con despreocupado desdén y gran aparato y amenaza de fuerza, como un elefante que arrancase un mango del suelo con la trompa.
—¡ahora QUÉDESE ahí!
—soy Rocky Graziano —dijo Dan al copiloto. el copiloto estaba ya en su compartimiento, cuando pasó la azafata y vio a Skorski atado a su asiento, rió entre dientes.
—¡tengo más de TREINTA CENTÍMETROS de polla! —le gritó Dan.
la vieja volvió a bufarle como una culebra...
en el aeropuerto, descalzo, cogió un taxi y se dirigió al nuevo Village. encontró una habitación sin problemas, y también un bar a la vuelta de la esquina, bebió en el bar hasta primera hora de la mañana y nadie hizo comentario alguno sobre sus pies descalzos, nadie se fijó en él siquiera, ni le habló, estaba en Nueva York, no había duda.
incluso cuando compró zapatos y calcetines a la mañana siguiente, al entrar descalzo en la tienda, nadie le dijo nada, era una ciudad con siglos de vejez y refinada más allá de todo significado y/o sentimiento.
un par de días después telefoneó a Signo.
—¿ha tenido buen viaje, señor Skorski?
—oh, sí.
—bueno, yo como en Griffo's. queda justo en la esquina de WorldWay. ¿podemos vernos allí dentro de media hora?
—¿dónde está Griffo's? quiero decir, ¿cuál es la dirección?
—basta que le dé el nombre al taxista: Griffo's —colgó.
—sí, claro.
le dijo al taxista lo de Griffo's. y allá se fueron, entró, se quedó en la entrada, había cuarenta y cinco personas dentro, ¿cuál era Signo?
—Skorski —dijo una voz—. ¡aquí!
estaba a una mesa. Signo, otro, estaban tomando cocktails. cuando se sentó apareció el camarero y le puso un cocktail delante.
bueno, aquello estaba mejor.
—¿cómo supo usted quién era? —preguntó a Signo.
—bueno, lo supe —digo Signo.
Signo jamás miraba a los ojos, siempre miraba por encima de uno, como si estuviese esperando un mensaje o que entrara un pájaro volando o un dardo envenenado de un ubangi.
—sí que lo es —dijo Dan.
—quiero decir que éste es el señor Extraño, uno de nuestros jefes de redacción.
—hola —dijo Extraño—. siempre he admirado su obra.
Extraño era exactamente lo contrario: siempre miraba hacia el suelo como si esperase que brotara algo de entre las tablas: aceite rezumante o un gato montes o una invasión de cucarachas enloquecidas por la cerveza, nadie decía nada. Dan terminó su combinado y les esperó, ellos bebían muy despacio, como si no importase, como si fuese agua de tiza, tomaron otra ronda y se fueron a la oficina...
le enseñaron su mesa, cada mesa estaba separada de las otras por aquellos altos acantilados de cristal blanquecino, no se podía ver a través del cristal, y detrás de la mesa había una puerta de cristal blanquecino, cerrada, y apretando un botón, se cerraba un cristal allí mismo delante de la mesa y quedabas absolutamente solo, uno podía tirarse allí mismo a una secretaria sin que nadie se enterara, una de las secretarias le había sonreído. ¡Dios mío, qué cuerpo! toda aquella carne, fluida y bamboleante y deseando ser jodida, y luego la sonrisa... qué tortura medieval.
jugueteó con una regla de cálculo que había en su mesa, era para medir cíceros o píceros o algo así. él no sabía manejar aquella regla, claro, sólo se sentaba allí a jugar con ella, pasaron cuarenta y cinco minutos, empezó a sentir sed. abrió la puerta posterior y caminó entre las hileras de mesas con aquellas paredes de cristal blanco, tras cada una de aquellas paredes de cristal había un hombre, unos hablaban por teléfono, otros jugaban con papeles, todos parecían saber qué estaban haciendo, encontró Griffo's. se sentó en la barra y echó dos tragos, luego volvió a subir, se sentó y se puso a jugar otra vez con la regla, pasaron treinta minutos, se levantó y volvió a bajar a Griffo's. tres tragos, vuelta otra vez a la regla, y así estuvo bajando a Grifo's y subiendo, perdió la cuenta, pero más tarde, ese mismo día, cuando pasaba frente a las mesas, cada redactor apretó su botón y la hoja de cristal se cerró frente a él. flip, flip, flip, flip, y así todo el camino hasta que llegó a su mesa, sólo un redactor no cerró su pared de cristal. Dan se quedó parado frente a él y le miró: era un hombre inmenso, agonizante, con un cuello grueso pero flácido, los tejidos fofos, y la cara redonda e hinchada, redonda como el balón de playa de un niño con los rasgos difusamente marcados, el hombre no le miraba, miraba al techo, por encima de la cabeza de Dan, y estaba furioso... rojo primero, pálido después, decayendo, decayendo. Dan llegó hasta su mesa, apretó el botón y se encerró, alguien llamó a su puerta, la abrió, era Signo. Signo miraba por encima de la cabeza de Dan.
—hemos decidido que no podemos utilizarle.
—¿y los gastos de vuelta?
—¿cuánto necesita?
—ciento setenta y cinco bastarían.
Signo extendió un cheque por ciento setenta y cinco, lo dejó sobre la mesa y...
Skorski, en vez de coger el avión para Los Angeles, se decidió por San Diego, llevaba mucho tiempo sin ir a la pista de carreras de Caliente, y consiguió que resultase lo del 5-10. pensó que podría coger 5 X 6 sin demasiadas combinaciones, prefirió establecer una relación peso-distancia-velocidad que pareciese lo bastante segura, se mantuvo aceptablemente sobrio en el viaje de vuelta, se quedó una noche en San Diego y luego cogió un taxi para Tijuana. cambió de taxi en la frontera y el taxista mejicano le encontró un buen hotel en el centro de la ciudad, metió su bolsa de andrajos en un armario del cuarto del hotel y luego salió a ver la población, eran las seis de la tarde y el sol rosado parecía suavizar la pobreza y la cólera del pueblo, pobres mierdas, lo bastante cerca de los Estados Unidos para hablar el idioma y conocer su corrupción, pero sin poder más que rebañar un poco de la riqueza, como una rémora adosada al vientre de un tiburón.
Dan encontró un bar y tomó un tequila, la máquina tocaba música mejicana, había cuatro o cinco hombres sentados por allí bebiendo y haciendo tiempo, no había ninguna mujer, bueno, eso no era problema en Tijuana. y lo que menos deseaba en aquel momento era una mujer, asediándole, presionándole; las mujeres fastidian siempre, pueden matar a un hombre de nueve mil modos distintos, después de conseguir el 5-10, cogería sus cincuenta o sesenta de los grandes, se agenciaría una casita en la costa, entre Los Angeles y Dago, y luego compraría una máquina de escribir eléctrica y sacaría el pincel, bebería vino francés y daría largos paseos nocturnos por la orilla del mar. pasar de vivir mal a vivir bien era sólo cuestión de un poco de suerte y Dan tenía la sensación de que le llegaba aquel poco de suerte, los libros, los libros contables, se lo debían...
preguntó al tipo del bar qué día era y el del bar dijo «jueves», así que tenía un par de días, no había carreras hasta el sábado. Aleseo tenía que esperar a que las multitudes norteamericanas pasaran la frontera para sus dos días de locura tras cinco de infierno. Tijuana se cuidaba de ellos. Tijuana se cuidaba de su dinero por ellos, pero los norteamericanos nunca sabían cuánto les odiaban los mejicanos; el dinero les cegaba y no podían verlo, y andaban por Tijuana como si fuesen los amos de todo, y toda mujer era un polvo y todo poli sólo era una especie de payaso, pero los norteamericanos habían olvidado que le habían ganado a Méjico unas cuantas guerras, como norteamericanos o téjanos o lo que fuese, para los norteamericanos esto era sólo una historia en un libro, para los mejicanos era muy real, no te sentías a gusto como norteamericano en un bar mejicano un jueves por la noche, los norteamericanos habían acabado con las corridas de toros, los norteamericanos habían acabado con todo.
Dan pidió más tequila.
—¿quiere una chica guapa, señor? —dijo el del bar.
—gracias, amigo —contestó él—, pero soy escritor, estoy más interesado en la humanidad en general que en joder en concreto.
el comentario nacía de su timidez, se sintió muy mal después de hacerlo, el otro se fue.
pero se estaba tranquilo allí, bebió y escuchó la música mejicana, era agradable dejar un rato el suelo patrio, estar sentado allí y sentir y escuchar el trasero de otra cultura, ¿qué clase de palabra era aquélla? cultura, de cualquier modo, era agradable.
estuvo cuatro o cinco horas bebiendo y nadie le molestó y él no molestó a nadie y salió un poco cargado y subió a su cuarto, levantó la persiana, contempló la luna de Méjico, se estiró, se sintió absoluta y totalmente en paz con todo, se durmió...
encontró un café por la mañana donde pudo obtener jamón y huevos, y alubias refritas, el jamón duro, los huevos quemados por los bordes, el café malo, pero le gustó, el sitio estaba vacío. y la camarera era tan gorda y boba como una cucaracha, un ser no pensante... jamás había tenido un dolor de muelas, nunca había estado siquiera acatarrada, nunca había pensado en la muerte y sólo un poco en la vida, tomó otro café y fumó un cigarrillo mejicano dulce-azúcar, los cigarrillos mejicanos ardían de modo distinto... ardían caliente como si estuviesen vivos.
era temprano, alrededor del mediodía, demasiado temprano sin duda para empezar a beber, pero la carrera no era hasta el sábado y no tenía máquina de escribir, tenía que escribir directamente a máquina, no podía escribir con lápiz o pluma, le gustaba el rumor de ametralladora de la máquina, le ayudaba a escribir.
Skorski volvió al mismo bar. seguía habiendo música mejicana, parecían seguir sentados allí los cuatro o cinco tipos del día anterior, el camarero llegó con el tequila, parecía más amable que el día antes, quizás aquellos cuatro o cinco tipos tuviesen una historia que contar. Dan se acordó de cuando andaba por los bares negros de Avenida Central, solo, mucho antes de que ser pronegro se convirtiese en la cosa intelectual que había que ser, se convirtiese en juego y puro cuento, se acordó de que se ponía a hablar con ellos y tenía que cortar y largarse porque hablaban y pensaban exactamente igual que los blancos... eran materialistas, mucho, y se había derrumbado borracho encima de sus mesas y no le habían asesinado, cuando lo que él quería en realidad era que le asesinasen, cuando la muerte era el único sitio adonde ir.
y ahora aquello. Méjico.
se emborrachó muy pronto y empezó a meter monedas en la máquina, música mejicana, apenas si la entendía, parecía tener toda el mismo sonsonete romántico jerga-mierda tañido-sueño.
aburrido, pidió una mujer, la mujer vino y se sentó a su lado, era algo más vieja de lo que había supuesto, tenía un diente de oro en el centro de la boca y él no sentía absolutamente ningún deseo, ninguno, de joderla. le dio sus cinco dólares y le dijo de la forma más amable posible, creía él, que se fuese. Se fue.
más tequila, los cinco tipos y el del bar seguían sentados, observándole, ¡tenía que llegar a sus almas! tenían que tenerlas, ¿cómo podían estar allí así? ¿como dentro de capullos? ¿como moscas en el cristal de una ventana tomando perezosamente el sol de la tarde?
Skorski se levantó y metió más monedas en la máquina.
luego abandonó su sitio y empezó a bailar, ellos reían y gritaban, era alentador, ¡al fin se animaba la cosa!
Dan siguió echando monedas en la máquina y bailando, pronto los otros dejaron de gritar y de reír y se limitaron a observarle, en silencio, pidió tequila tras tequila, pagó tragos a los cinco silenciosos, y luego al camarero cuando el sol ya se ocultaba, cuando la noche empezaba a arrastrarse como un gato mojado y sucio a través del alma de Tijuana, Dan bailaba, bailaba y bailaba, sin ningún control ya, claro, pero era perfecto, la ruptura, al fin. era Avenida Central de nuevo, 1955. él era perfecto, estaba siempre allí primero antes de que la masa y los oportunistas viniesen a joderlo.
toreó incluso con uno silla y el paño del camarero...
Dan Skorski despertó en el parque público, la plaza, sentado en un banco, lo primero que advirtió fue el sol. eso era bueno, luego advirtió las gafas sobre su cabeza, colgaban de una oreja. y uno de los cristales estaba salido de la montura, colgaba sujeto sólo por la punta, cuando alzó la mano y lo tocó, el roce de su mano hizo que se desprendiera y cayera, cayó el cristal, después de estar colgando toda la noche, cayó en el cemento y se rompió.
Dan cogió lo que quedaba de las gafas y lo metió en el bolsillo de la camisa, luego pasó al movimiento siguiente que SABIA que sería inútil, inútil, inútil... pero TENIA que hacerlo, que saberlo, finalmente...
buscó su cartera.
no estaba, en ella tenía todo su dinero.
ante sus pies pasó andando perezosamente una paloma, le resultaba siempre odioso el movimiento del cuello de las palomas, estupidez, como esposas estúpidas y jefes estúpidos y presidentes estúpidos y Cristos estúpidos.
y había una historia estúpida que nunca había sido capaz de contarles, la noche que estaba borracho y vivía en aquel barrio donde tenían LA LUZ PURPURA, tenían aquel pequeño cubículo de cristal y en medio de aquel jardín de flores estaba aquel Cristo de tamaño natural, un poco triste y un poco cochambroso, que miraba hacia abajo, hacia los dedos de sus pies ... SOBRE EL BRILLABA LA LUZ PURPURA.
a Dan le fastidiaba, por último, una noche que estaba bastante borracho, estaban sentadas las viejas allí en el jardín, mirando su Cristo púrpura y Skorski había entrado, borracho, y empezó a trabajar, intentando sacar el Cristo de su jaula de plástico, pero era difícil, luego salió un tío corriendo.
—¡señor! ¿qué intenta hacer usted?
—... sólo quería sacar a este cabrón de su jaula, ¿qué pasa?
—lo siento, señor, pero hemos llamado a la policía...
—¿la policía?
Skorski dejó el Cristo y se largó rápido.
y había bajado hasta la plaza mejicana de ningún sitio.
le tocó en la rodilla un jovencito. un jovencito todo vestido de blanco, hermosos ojos, no había visto nunca ojos tan lindos.
—¿quiere usted joder a mi hermana, señor? —preguntó el muchacho—. tiene doce años.
—no, no, de veras, hoy, no.
el muchachito se alejó realmente triste, baja la cabeza, había fracasado, a Dan le dio pena.
luego se levantó y salió de la plaza, pero no hacia el norte, hacia la tierra de la Libertad, sino hacia el sur. hacia el interior de Méjico.
algunos niños, cuando pasaba por un fangoso callejón, camino de algún sitio, le tiraban piedras.
pero no importaba, al menos, esta vez, tenía zapatos.
y él sólo quería lo que ellos le diesen.
y lo que ellos diesen era lo que él quería.
todo estaba en manos de idiotas.
cruzando un pueblecito, a pie, camino de Ciudad de Méjico, dicen que parecía casi un Cristo púrpura, bueno, estaba en realidad AZUL, lo cual es aproximarse.
luego, jamás volvieron a verle.
lo cual significa que quizá nunca debió haberse bebido aquellos combinados tan deprisa en la ciudad de Nueva York.
o quizá sí.

martes, noviembre 22, 2011

MALACODA por SAMUEL BECKETT



tres veces vino
el hombre de las pompas fúnebres
impasible bajo el bombín de piel
para medir
¿no está acaso pagado para medir?
a este incorruptible en el vestíbulo
a este malebranca que los lirios cubren hasta
las rodillas
Malacoda con lirios hasta las rodillas
Malacoda no obstante el experto terror
que felpa su perineo extingue su señal
suspirando hacia arriba por el aire pesado
¿debe ser así? debe ser debe ser
encuentra los crespones cógelos del jardín
escuchar puede ver pero no es necesario
sepultar en el féretro
con unos ayudantes ungulata
encuentra los yerbajos reclama su atención
escuchar debe ver pero no es necesario
cubrir
estar seguro de cubrir cubrirlo todo por
encima
tu escudo déjame coge tu azufre
vidrio canicular divino hermoseado
espera Scarmilion espera espera
coloca este Huysum? en la caja
y observa bien la imago eso es él
escuchar debe ver ella debe
todos a bordo todos l0s espíritus
a media asta sí sí
no

ESPANTAPAJAROS 16 por OLIVERIO GIRONDO



A unos les gusta el alpinismo. A otros les
entretiene el dominó. A mí me encanta la
transmigración.
Mientras aquellos se pasan la vida colgados de
una soga o pegando puñetazos sobre una mesa, yo
me la paso transmigrando de un cuerpo a otro, yo no
me canso nunca de transmigrar.
Desde el amanecer, me instalo en algún
eucalipto a respirar la brisa de la mañana. Duermo una
siesta mineral, dentro de la primera piedra que hallo en
mi camino, y antes de anochecer ya estoy pensando la
noche y las chimeneas con un espíritu de gato.
¡Qué delicia la de metamorfosearse en abejorro,
la de sorber el polen de las rosas! ¡Qué voluptuosidad
la de ser tierra, la de sentirse penetrado de tubérculos,
de raíces, de una vida latente que nos fecunda... y nos
hace cosquillas!
Para apreciar el jamón ¿no es indispensable ser
chancho? Quien no logre transformarse en caballo
¿podrá saborear el gusto de los valles y darse cuenta
de lo que significa “tirar el carro”?
Poseer una virgen es muy distinto a experimentar
las sensaciones de la virgen mientras la estamos
poseyendo, y una cosa es mirar el mar desde la playa,
otra contemplarlo con unos ojos de cangrejo.
Por eso a mí me gusta meterme en las vidas
ajenas, vivir todas sus secreciones, todas sus
esperanzas, sus buenos sus malos humores.
Por eso a mí me gusta rumiar la pampa y el
crepúsculo personificado en una vaca, sentir la
gravitación y los ramajes con un cerebro de nuez o de
castaña, arrodillarme en pleno campo, para cantarle
con una voz de sapo a las estrellas.
¡Ah, el encanto de haber sido camello, zanahoria,
manzana, y la satisfacción de comprender, a fondo, la
pereza de los remansos... y de los camaleones!...
¡Pensar que durante toda su existencia, la
mayoría de los hombres no han sido ni siquiera
mujer!... ¡Cómo es posible que no se aburran de sus
apetitos, de sus espasmos y que no necesiten
experimentar, de vez en cuando, los de las
cucarachas... los de las madreselvas?
Aunque me he puesto, muchas veces, un cerebro
de imbécil, jamás he comprendido que se pueda vivir,
eternamente, con un mismo esqueleto y un mismo
sexo.
Cuando la vida es demasiado humana -
¡únicamente humana!- el mecanismo de pensar ¿no
resulta una enfermedad más larga y más aburrida que
cualquier otra?
Yo, al menos, tengo la certidumbre que no
hubiera podido soportarla sin esa aptitud de evasión,
que me permite trasladarme adonde yo no estoy: ser
hormiga, jirafa, poner un huevo, y lo que es más
importante aún, encontrarme conmigo mismo en el
momento en que me había olvidado, casi
completamente, de mi propia existencia.

PALACIO DE HIELO por LUIS BUÑUEL



Los charcos formaban un dominó decapitado de edificios de los
que uno es el torreón que me contaron en la infancia de una sola ventana
tan alta como los ojos de madre cuando se inclinan sobre la cuna.
Cerca de la puerta pende un ahorcado que se balancea sobre el
abismo cercado de eternidad, aullando de espacio. Soy Yo. Es mi esqueleto
del que ya no quedan sino los ojos. Tan pronto me sonríen, tan pronto me
bizquean, tan pronto SE ME VAN A COMER UNA MIGA DE PAN
EN EL INTERIOR DEL CEREBRO. La ventana se abre y aparece una
dama que se da polisoir en las uñas. Cuando las considera suficientemente
afiladas me saca los ojos y los arroja a la calle.
146 Quedan mis órbitas solas sin mirada, sin deseos, sin mar, sin polluelos,
sin nada;
Una enfermera viene a sentarse a mi lado en la mesa del café.
Despliega un periódico de 1856 y lee con voz emocionada:
“Cuando los soldados de Napoleón entraron en Zaragoza en la
VIL ZARAGOZA, no encontraron más que viento por las desiertas calles.
Sólo en un charco croaban los ojos de Luis Buñuel. Los soldados de
Napoleón los remataron a bayonetazos.”

PARAFERNALIA por JORGE PALMA



Esta mañana no me he
puesto las orejas
sin embargo
me aturde el mundo,
su multitud de sillas
maniatadas
sus colapsos en la bolsa
ese chirriar de dientes
entre zapatos nuevos
y billetes.
Pienso, con insistencia de toro:
¿De qué lado de la vida
quedó la vida?
La piel de leopardo
se cotiza en el mercado
al precio de un diamante.
Por el tobogán de fuego
se deslizan los besos apasionados
de los amantes
cayendo en desventaja sideral
con los días fríos que deambulan
sin patria
por las ciudades crispadas
repletas de escombro.

Ya nadie silba por las calles.
Y parece vergonzoso añorar
el cielo azul en calma
el sonido amarillo del trigo
el movimiento del agua
en círculos perfectos
cuando una piedra
es lanzada por un niño
desde la ventana iluminada de su cuarto.
La paloma que regresa
a la mesa puesta
trae en su pico ensangrentado
una cachetada del mundo.
Cómo puedo saber de qué lado
vendrá la muerte.

LAS ÚLTIMAS PALABRAS DE MI ABUELA INGLESA 1920 WILLIAM CARLOS WILLIAMS



A su lado, sobre una mesa pequeña
junto a la cama revuelta y maloliente
hubo platos sucios
y un vaso de leche.
Arrugada y casi ciega
yacía y roncaba
despertando con rabia en los tonos de la voz
pidiendo a gritos la comida.
Dame algo pa’comer
Me están matando de hambre
Me siento bien. No iré
al hospital. No, no y no.
¡Dame algo para comer!
Déjame llevarte
al hospital, le dije
y cuando estés bien
podrás hacer lo que quieras.
Sonrió: Sí,
primero tú haces lo que se te antoja
y después podré hacerlo yo.
¡Oh, oh, oh! Gritaba
cuando los de la ambulancia
la pusieron en la camilla
¿A esto le llamas
tratarme bien?
Para entonces su mente estaba lúcida
Oh, jovencitos, ustedes se creen
Listos,
dijo, pero te diré
que no saben nada.
Entonces partimos.
En el camino
pasamos una larga fila
de olmos, los miró
un rato a través
de la ventanilla de la ambulancia y dijo,
¿Qué son todas esas
cosas de aspecto pelusiento allí afuera?
¿Árboles? Bueno, estoy harta
de ellos, y volteó la cabeza.

sábado, noviembre 19, 2011

Peter Gabriel Across the River Live

SANTIAGO por RODRIGO RAMOS BAÑADOS



Me crié odiando a Santiago. En provincia se odia a Santiago. Santiago roba. Santiago es Chile. Santiago es el centro. Santiago es el país.
Más se odia a Santiago cuando se vive en él. Desde Santiago la provincia parece desdentada. Desde Santiago tu ciudad suena como tarro con piedras. Desde Santiago tu plaza parece muerta. Desde Santiago tu colegio no sirve. Desde Santiago tu ropa está obsoleta. Desde Santiago tu comida está vencida. Desde Santiago tu trabajo es mediocre. Desde Santiago tu parque parece un montón de maleza sin forma. Desde Santiago tus vecinos parecen retrasados. Desde Santiago lo que más te gustaba pasa al olvido.
Desde Santiago la provincia existe sólo cuando la nombra la mujer que da el tiempo. Santiago es el círculo grande dentro del mapa. El resto son puntos y puntitos.
No se le puede ganar a Santiago y eso frustra. Los camiones con riquezas se van cargados a Santiago como las carabelas españolas. En Santiago se tributa, en provincia se deja el meado en el servicentro.
Más fácil es destruir la provincia que Santiago. Más fácil que la provincia la aplaste un tsunami. El aviso de tsunami llegó tarde desde Santiago.
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