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lunes, enero 05, 2015

YESO por CESAR VALLEJO


Silencio. Aquí se ha hecho ya de noche,

ya tras del cementerio se fue el sol;

aquí se está llorando a mil pupilas:

no vuelvas; ya murió mi corazón.

Silencio. Aquí ya todo está vestido

de dolor riguroso; y arde apenas,

como un mal kerosene, esta pasión.

Primavera vendrá. Cantarás «Eva»

desde un minuto horizontal, desde un

hornillo en que arderán los nardos de Eros.

¡Forja allí tu perdón para el poeta,

que ha de dolerme aún,

como clavo que cierra un ataúd!

Mas... una noche de lirismo, tu

buen seno, tu mar rojo

se azotará con olas de quince años,

al ver lejos, aviado con recuerdos

mi corsario bajel, mi ingratitud.

Después, tu manzanar, tu labio dándose,

y que se aja por mí por la vez última,

y que muere sangriento de amar mucho,

como un croquis pagano de Jesús.

¡Amada! Y cantarás;

y ha de vibrar el femenino en mi alma,


como en una enlutada catedral.

sábado, abril 19, 2014

POR VALLEJO por GONZALO ROJAS


Ya todo estaba escrito cuando Vallejo dijo: —Todavía.
Y le arranco esta pluma al viejo cóndor
del énfasis. El tiempo es todavía,
la rosa es todavía y aunque pase el verano, y las estrellas
de todos los veranos, el hombre es todavía.
Nada pasó. Pero alguien que se llamaba César en peruano
y en piedra más que piedra, dio en la cumbre
del oxígeno hermoso. Las raíces
lo siguieron sangrientas cada día más lúcido. Lo fueron
secando, y ni París pudo salvarle el hueso ni el martirio.
Ninguno fue tan hondo por las médulas vivas del origen
ni nos habló en la música que decimos América
porque éste únicamente sacó el ser de la piedra más oscura
cuando nos vio la suerte debajo de las olas
en el vacío de la mano.
Cada cual su Vallejo doloroso y gozoso.
No en París
donde lloré por su alma, no en la nube violenta
que me dio a diez mil metros la certeza terrestre
de su rostro
sobre la nieve libre, sino en esto
de respirar la espina mortal, estoy seguro
del que baja y me dice: —Todavía.

domingo, marzo 16, 2014

¡CUATRO CONCIENCIAS... por CESAR VALLEJO


¡Cuatro conciencias
simultáneas enrédanse en la mía!
¡Si vierais cómo ese movimiento
apenas cabe ahora en mi conciencia!
¡Es aplastante! Dentro de una bóveda
pueden muy bien
adosarse, ya internas o ya externas,
segundas bóvedas, mas nunca cuartas;
mejor dicho, sí,
mas siempre y, a lo sumo, cual segundas.
No puedo concebirlo; es aplastante.
Vosotros mismos a quienes inicio en la noción
de estas cuatro conciencias simultáneas,
enredadas en una sola, apenas os tenéis
de pie ante mi cuadrúpedo intensivo.
¡Y yo que le entrevisto (Estoy seguro)!

domingo, diciembre 22, 2013

DESPEDIDA RECORDANDO UN ADIÓS por CESAR VALLEJO


Al cabo, al fin, por último,
torno, volví y acábome y os gimo, dándoos
la llave, mi sombrero, esta cartita para todos.
Al cabo de la llave está el metal en que aprendiéramos
a desdorar el oro, y está, al fin
de mi sombrero, este pobre cerebro mal peinado,
y, último vaso de humo, en su papel dramático,
yace este sueño práctico del alma.
¡Adiós, hermanos san pedros,
heráclitos, erasmos, espinozas!
¡Adiós, tristes obispos bolcheviques!
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¡Adiós, gobernadores en desorden!
¡Adiós, vino que está en el agua como vino!
¡Adiós, alcohol que está en la lluvia!
¡Adiós también, me digo a mí mismo,
adiós, vuelo formal de los miligramos!
¡También adiós, de modo idéntico,
frío del frío y frío del calor!
Al cabo, al fin, por último, la lógica,
los linderos del fuego,
la despedida recordando aquel adiós.

sábado, noviembre 09, 2013

EL PAN NUESTRO por CESAR VALLEJO


Para Alejandro Gamboa
Se bebe el desayuno... Húmeda tierra
de cementerio huele a sangre amada.
Ciudad de invierno... La mordaz cruzada
de una carreta que arrastrar parece
una emoción de ayuno encadenada!
Se quisiera tocar todas las puertas,
y preguntar por no sé quién; y luego
ver a los pobres, y, llorando quedos,
dar pedacitos de pan fresco a todos.
Y saquear a los ricos sus viñedos
con las dos manos santas
que a un golpe de luz
volaron desclavadas de la Cruz!
Pestaña matinal, no os levantéis!
El pan nuestro de cada día dánoslo,
Señor. . .
Todos mis huesos son ajenos;
yo tal vez los robé!
Yo vine a darme lo que acaso estuvo
asignado para otro;
y pienso que, si no hubiera nacido,
otro pobre tomara este café!
Yo soy un mal ladrón. . . A dónde iré!
Y en esta hora fría, en que la tierra
trasciende a polvo humano y es tan triste,
quisiera yo tocar todas las puertas,
y suplicar a no sé quién, perdón,
y hacerle pedacitos de pan fresco
aquí, en el horno de mi corazón . . . ¡

LA COPA NEGRA por CESAR VALLEJO


La noche es una copa de mal. Un silbo agudo
del guardia la atraviesa, cual vibrante alfiler.
Oye, tú, mujerzuela, ¿cómo, si ya te fuiste,
la onda aún es negra y me hace aún arder?
La Tierra tiene bordes de féretro en la sombra.
Oye, tú, mujerzuela, no vayas a volver.
A carne nada, nada
en la copa de sombra que me hace aún doler;
mi carne nada en ella,
como en un pantanoso corazón de mujer.
Ascua astral... He sentido
secos roces de arcilla
sobre mi loto diáfano caer.
Ah, mujer! Por ti existe
la carne hecha de instinto. Ah mujer!
Por eso ¡oh, negro cáliz! aun cuando ya te fuiste,
me ahogo con el polvo;
y piafan en mis carnes más ganas de beber!

viernes, octubre 04, 2013

AUTORETRATO DE LA MUERTE por MARIO MELENDEZ


Qué puedo agregar de mí
que no se haya dicho o escrito
o publicado por esa manga de reporteros
parados noche y día en las afueras del cementerio
subidos en las cruces
escondidos en los nichos vacíos
atrincherados en la fosa común con sus cámaras hambrientas
para ver si me atrapan en algo poco digno
o consiguen una instantánea de mi esbelta anatomía
o se llevan la exclusiva de mi rostro al despertar
saliendo de ese féretro que parece congelador
o tomando el sol en traje de Eva
recostada sobre la tumba de mi madre
Qué puedo agregar de mí
que los gusanos no aclararan en su momento
que Chagall no tuviera en mente
mientras colgaba detrás de su tela
o esas moscas que acompañaban los restos
de Baudelaire no hayan hablado en la sobremesa
o el fantasma de Vallejo no haya previsto
en esa noche de aguacero
Qué puedo agregar de mí
salvo que he sido feliz en los campos de batalla
aconsejando a los suicidas
mientras se miran al espejo por última vez
visitando a los enfermos terminales
tomando la palabra en el entierro de Cervantes
cargando el ataúd de Miguel Ángel o John Lennon
probándome el pijama de Mandela
Qué puedo agregar de mí
si cada letra de mi loca biografía
la escribirán ustedes tarde o temprano

viernes, septiembre 20, 2013

VINIERE EL MALO, CON UN TRONO AL HOMBRO por CESAR VALLEJO


y el bueno, a acompañar al malo a andar,
dijeren < sí> el sermón, < no> la plegaria
y cortare el camino en dos la roca...
Comenzare por monte la montaña,
por remo el tallo, por timón el cedro
y esperaren doscientos a sesenta
y volviere la carne a sus tres títulos...
Sobrare nieve en la noción del fuego,
se acostare el cadáver a mirarnos,
la centella a ser trueno corpulento
y se arquearen los saurios a ser aves...
Faltare excavación junto al estiércol,
naufragio al río para resbalar,
cárcel al hombre libre, para serlo,
y una atmósfera al cielo, y hierro al oro...
Mostraren disciplina, olor, las fieras,
se pintare el enojo de soldado,
me dolieren el junco que aprendí,
la mentira que inféctame y socórreme...
Sucediere ello así y así poniéndolo,
¿con qué mano despertar?
¿con qué pie morir?
¿con qué ser pobre?
¿con qué voz callar?
¿con cuánto comprender, y, luego, a quién?
No olvidar ni recordar
que por mucho cerrarla, robáronse la puerta,
y de sufrir tan poco estoy muy resentido
y de tánto pensar, no tengo boca.

YUNTAS por CESAR VALLEJO


Completamente. Además, ¡vida!
Completamente. Además, ¡muerte!
Completamente. Además, ¡todo!
Completamente. Además, ¡nada!
Completamente. Además, ¡mundo!
Completamente. Además, ¡polvo!
Completamente. Además, ¡Dios!
Completamente. Además, ¡nadie!
Completamente. Además, ¡nunca!
Completamente. Además, ¡siempre!
Completamente. Además, ¡oro!
Completamente. Además, ¡humo!
Completamente. Además, ¡lágrimas!
Completamente. Además, ¡risas!...
¡Completamente!

viernes, septiembre 06, 2013

PIENSAN LOS VIEJOS ASNOS por CESAR VALLEJO


Ahora vestiríame
de músico por verle,
chocaría con su alma, sobándole el destino con mi mano,
le dejaría tranquilo, ya que es un alma a pausas,
en fin, le dejaría
posiblemente muerto sobre su cuerpo muerto.
Podría hoy dilatarse en este frío,
podría toser; le vi bostezar, duplicándose en mi oído
su aciago movimiento muscular.
Tal me refiero a un hombre, a su placa positiva
y, ¿por qué nó? a su boldo ejecutante,
aquel horrible filamento lujoso;
a su bastón con puño de plata con perrito,
y a los niños
que él dijo eran sus fúnebres cuñados.
Por eso vestiríame hoy de músico,
chocaría con su alma que quedóse mirando a mi materia...
¡Mas ya nunca veréle afeitándose al pie de su mañana;
ya nunca, ya jamás, ya para qué!
¡Hay que ver! ¡Qué cosa cosa!
¡qué jamás de jamases su jamás!

miércoles, septiembre 04, 2013

EN TORNO A LA LIBERTAD ARTÍSTICA por CESAR VALLEJO


 
-  Protesto, -me decía un poeta “au dessus de la melée”- de que el artista y el escritor 
se  sometan  al  yugo  de  ningún  gobierno  ni  clase  social,  así  sean  estos  el  partido 
soviético y  la clase proletaria. El artista y el escritor no tienen nada que ver con la 
política de partidos y de clases y deben trabajar en su arte, dentro de una libertad y 
una independencia absolutas. 
-  - ¿Cree usted –le argumenté- que ha habido en la historia escritores y artistas libres e 
independientes desde este punto de vista? 
-  Naturalmente.  Hoy  mismo,  ahí  tenemos  a  Bernard  Shaw,  Stravinsky,  Picasso, 
Chaplín. 
-  ¿Sí? ¿Libres de qué? ¿Independientes de qué? 
-  De la política de Chamberlain, de Stalin, de Chautemps, de Roosevelt. 
-  Alto  ahí.  Entendámonos.  Póngase  el  caso  de  que  un  día  Picasso  pinte  un  Laval 
cubista,  haciendo  sablear  por  la  policía  de  Lille  a  los  tejedores  franceses,  porque 
reclaman un aumento de salarios. ¿Qué ocurriría? Ocurriría esto: en primer lugar, ni 
M. Rosenberg  “marchand”  de Picasso-  ni  ningún  otro  “marchand  de  tableaux”  de 
París  querría  exponer  ese  lienzo  al  público  en  su  galerías;  en  segundo  lugar,  al 
público de la rue de la Boétie –público “chic”, “le tout París cultivé et riche”, capaz 
de comprar los cuadros carísimos de Picasso- se  indignaría y hallaría el tema hasta 
el desarrollo artístico del  lienzo, “droles”, de mal gusto,  truculentos y, por  último, 
enojosos, cuando no “pas interessants” (¡y ya sabemos por qué!); en tercer lugar, la 
crítica de “Le Temps”, de “Le Figaro”, de “Paris Midi”, etc..., pondrían el grito en el 
cielo; y, en cuarto lugar, la policía secreta del famoso M. Chiappe visitaría una tarde 
a Picasso y  le haría una notificación, por cierto, no muy agradable. Total, el pintor 
perdería  en  su  prestigio  y,  consiguientemente,  en  su  cartera,  aparte  de  quedar 
sometido a una vigilancia sorda y alevosa, que puede terminar con el artista en Irún. 
¿En  qué  quedo  la  libertad  del  pintor? Y  conste  que  el  tema  del  cuadro  no  sería 
invención de Picasso,  sino tomado de  la  realidad de  lo  sucedido en  Julio de 1930, 
cuando Laval era Ministro de Trabajo. Y conste, en fin, que las tragedias y –más si 
son sociales- contienen sugestiones artísticas de primera categoría. 
-  Pero, precisamente –me decía un poco vencido, el poeta “au dessus de la melée”- el 
artista  no  debe  meterse  en  temas  políticos.  Picasso  no  pintará  nunca  un  cuadro 
semejante y, así, no le acontecerá jamás lo que usted dice... 
-  Claro,  Desde  luego.  Picasso  y  los  demás  artistas  “libres”  no  se meten  en  temas 
políticos por eso: para que no les suceda nada. Desconocen la frase de Zola: “Yo no 
puedo callar, porque no quiero ser cómplice”. Es muy cómodo ver los toros de lejos. 
¿Qué  importa  que  esos  temas  tengan,  por  sí  mismos,  una  grandeza  temática 
extraordinaria? Pero de meterse en ellos, adiós “libertad”. 
-  Pero  Picasso,  como  otros  grandes  artistas,  está  lejos  de  hacerlo  por  cobardía  y 
egoísmo... 
-  Ya,  ya...Se  trata de un egoísmo  inconsciente  y de una dependencia a  la  clase  y  al 
Estado Burgués, asimismo inconsciente. 
----- 
-  Supongamos  que  así  fuese.  Pero  de  ahí  a  someterse  con  plena  conciencia  a  un 
Estado y  a una clase  social, como  lo hacen, por desgracia,  los escritores y  artistas 
rusos, hay un abismo y no hay una comparación posible. 
-  De  acuerdo.  No  hay  comparación  posible.  Mientras  los  artistas  y  escritores 
burgueses  están  sometidos  a  los  Estados  y  clases  capitalistas  –basados  en  la 
explotación  de  la  mayoría  por  unos  cuantos  parásitos,  llamados  patrones,  en  la 
injusticia más  infame  y  en  contradicciones  crecientes, que  están precipitando  esos 
sistemas  en  la  descomposición  y  la  debacle  irremediable-  los  escritores  y  artistas 
bolcheviques  se  someten, espontánea,  racional  y  conscientemente  (usted mismo  lo 
ha  dicho)  a  la  dictadura  proletaria  y  a  la  clase obrera  y  campesina, que  lucha  por 
implantar en el mundo la igualdad económica y la justicia social y que lleva en sus 
entrañas  la  salud y  la  dicha de  la humanidad. Vosotros vais atados a un carro que 
está despeñándose al abismo y no tiene salvación; nosotros vamos atados a un carro 
que marcha hacia el porvenir. En cuanto a la libertad, -no absoluta como ustedes la 
conciben,  sino  relativa-  ella  alcanzará  su  máxima  expresión  en  la  sociedad 
socialista, creada, precisamente, por la revolución proletaria. 
 
El poeta “au dessus de la melée” se quedó viéndome. 
|            ---- 
“Ne  sacrifiez  pas  des  hommes  a  des  pierres  –afirma  Proust-  dont  la  beauté  vient 
justement  d’avoir  un  moment,  fixé  des  vérites  humaines”.  Le  temps  retrouvé. 
Conversation  du  temps  de  guerre  avee M. Charlus,  a  propos  d’une  église  que  les 
avions avaient détruite. 
 
 
EL ARTE REVOLUCIONARIO, ARTE DE MASAS Y FORMA ESPECIFICA 
DE LA LUCHA DE CLASES 
 
1.  En  el  actual  período  social  de  la  historia,  por  la  agudeza,  la  violencia  y  la 
profundidad que ofrece  la  lucha de clases, el espíritu  revolucionario congénito del 
artista  no  puede  eludir,  como  esencia  temática  de  sus  creaciones,  los  problemas 
sociales,  políticos y  económicos. Estos  problemas  se  plantean hoy con amplitud  y 
exasperación tales en el mundo entero, que penetran e invaden en forma irresistible, 
la vida y la conciencia del más solitario de los eremitas. La sensibilidad del artista, 
sensible por excelencia y por propia definición, no puede sustraerse a ellos. No está 
en nuestras manos  dejar  de  tomar  parte  en  el  conflicto,  de  uno  u  otro  lado  de  los 
combatientes. Decir, pues,  arte,  y más  aún  arte  revolucionario,  equivale  decir  arte 
clasista,  arte  de  lucha  de  clases.  Artista  revolucionario  en  arte,  implica  artista 
revolucionario en política, 
2.  ¿De qué  lado  se halla hoy el  frente  revolucionario en  la  lucha de clases? ¿En qué 
clase social están encarnados el movimiento, la idea y la fuerza revolucionaria de la 
historia? Supongo que nadie osará suponerlos encarnados en el frente capitalista, en 
la  clase  burguesa.  La  revolución  social  está  fecundándose  con  la  sangre  y  las 
batallas de la clase proletaria, y el frente que en la lucha de clases lo encarna, no es 
otro que el  frente bolchevique, vanguardia de  las masas  trabajadoras. El puesto de 
combate del artista revolucionario está, por consiguiente, en las filas proletarias, en 
los rangos bolcheviques, entre las masas laboriosas. 
3.  Siendo el arte revolucionario, forma específica de la lucha de clases y arte de masas, 
¿cuáles deben ser el punto de partida, la forma, el contenido y los fines sociales de 
la obra de arte? 
a.  El punto de partida de  la obra de arte  revolucionaria deben constituirlo  las 
posiciones  estratégicas  y  tácitas  que,  en  el  decurso  de  la  lucha  de  clases, 
tome  según  los  trances  y  virajes  que  impongan  las  circunstancias  de  cada 
momento, la clase proletaria mundial. O en otros términos: la obra de arte ha 
de situarse siempre en la más reciente peripecia de la lucha, y debe partir de 
las  necesidades  e  intereses  del  día  de  esta  lucha. De  aquí  que  el  artista  o 
escritor  debe  seguir  íntimamente  y  de  cerca  las  directivas  y  consignas  del 
Partido Comunista y estar al tanto, hora por hora, de los acontecimientos. 
b.  La  forma  del  arte  revolucionario  debe  ser  la  más  directa,  simple  y 
descarnada  posible.  Un  realismo  implacable.  Elaboración  mínima.  La 
emoción  ha  de  buscarse  por  el  camino más  corto  y  a quema  ropa. Arte  de 
primer  plano. Fobia a  la media  tinta y al matiz. Todo crudo, -ángulos y  no 
curvas, pero pesado, bárbaro, brutal como en las trincheras. 
c.  El  contenido  de  la  obra  de  arte  debe  ser  un  contenido  de masas. La  sorda 
aspiración, la turbulencia, el frenesí solidario, las flaquezas y los ímpetus, las 
luces  y  las  sombras  de  la  conciencia  clasista,  el  vaivén  de  los  individuos 
dentro  de  las  multitudes,  los  potenciales  frustrados  y  los  heroísmos,  los 
triunfos  y  las  vigilias,  los  pasos  y  las  caídas,  las  experiencias  y  las 
enseñanzas de cada jornada, en fin todas las formas, lagunas, faltas, aciertos 
y  vicios de  las masas  en  sus  luchas  revolucionarias. Al efecto es necesario 
crear  y  desenvolver  una  vasta  red  de  organismos  y  contactos  de  arte 
revolucionario  entre  los  rangos  proletarios,  como  son,  entre  otros  los 
corresponsales de  fábricas, corresponsales campesinos, el control obrero en 
las  secciones  nacionales  de  U.I.R.E.,  en  los  órganos  de  prensa  y  en  las 
editoriales  revolucionarias;  los  círculos  obreros  y  campesinos  de  lecturas, 
“Las camisa azules” teatrales, la crítica de las masas, los clubes obreros, las 
exposiciones del pequeño artesanado campesino y proletario,  las academias 
ambulantes, las brigadas de artistas y escritores en las organizaciones de los 
trabajadores, en las trincheras de las guerras civiles, etc, etc. 
d.  Los  fines  concretos  e  inmediatos  del  arte  revolucionario  varían  según  las 
necesidades cambiantes del momento. No hay que olvidar que el público de 
este arte es múltiple: la masa aún no radicalizada y que forma en las filas del 
fascismo  o  del  anarco-sindicalismo  y  hasta  de  los  partidos  de  izquierda 
burgueses;  la  masa  sin  conciencia  clasista,  la  masa  ya  radicalizada  y 
bolchevique y, por  último,  la pequeña burguesía y  la propia alta burguesía. 
Una  táctica  fina, hábil, aguda y dúctil hay que observar en este  terreno, ya 
que el objetivo práctico de la obra artística o literaria depende de los medios 
que  se  empleen  para  cada  público  y  según  las  necesidades  del  instante. 
Tratándose por ejemplo de  la burguesía en general, el  fin revolucionario  se 
realiza atacando a muerte o persuadiendo. “Los compañeros de ruta” –de que 
habla Romain Rolland- no se pueden suscitar ni atraer sino en un terreno de 
franca  cordialidad. Y  ya  sabemos  los grandes  servicios que  estos  artistas  e 
intelectuales  liberales  o  simpatizantes  de  la  causa  proletaria,  aportan  al 
movimiento  revolucionario,  cuando,  como  en  muchos  casos,  no  acaban 
radicalizándose  y  hasta  proletarizándose.  Sanemos  por  último  que  los 
miembros  de  la  “Unión  Internacional  de  Escritores  Revolucionarios”  la 
integran actualmente “les compagnons de route” 
 

POESIA NUEVA por CESAR VALLEJO



Poesía nueva ha dado en llamarse a los versos cuyo léxico está formado de las palabras
“cinema”, “avión”, “jazz-band”, “motor”, “radio” y, en general, de todas las voces de la
ciencia e  industrias contemporáneas, no importa que el  léxico corresponda  o no a una
sensibilidad auténticamente nueva. Lo importante son las palabras.

Pero no hay que  olvidar que esto no es poesía nueva  ni  vieja,  ni nada. Los materiales
artísticos que ofrece la vida moderna, han de ser asimilados por el artista y convertidos
en sensibilidad. El radio, por ejemplo, está destinado, más que a hacernos decir “radio”,
despertar  nuevos  temples  nerviosos,  más  profundas  perspicacias  elementales,
amplificando  evidencias  y  comprensiones  y  densificando  el  amor.  La  inquietud
entonces  crece  y  el  soplo  de  la  vida  se  aviva. Esta  es  la  cultura  verdadera  que  da  el
progreso.  Este  es  su  único  sentido  estético  y  no  el  de  llenarnos  la  boca  de  palabras
flamantes. Muchas  veces  las  voces  nuevas  pueden  faltar. Muchas  veces  el  poema  no
dice “avión”, poseyendo sin embargo,  la emoción aviónica, de manera oscura y  tácita,
pero efectiva y humana. Tal es la verdadera poesía nueva.

En otras ocasiones, apenas se alcanza a combinar hábilmente  tales o cuales materiales
artísticos y se  logra así una  imagen más o menos hermosa y perfecta. En este caso, ya
no  se  trata  de  una  “poesía  nueva”  a  base  de metáforas  nuevas.  Pero  también  en  este
caso,  hay  error. En  la  poesía  verdaderamente  nueva  pueden  faltar  imágenes  nuevas  –
función esta de ingenio y no de genio- pero el creador goza o padece en tal poema, una
vida  en  que  las  nuevas  relaciones  y  ritmos  de  las  cosas  y  los  hombres  se  han  hecho
sangre,  célula,  algo,  en  fin,  que  ha  sido  incorporado  vital  y  orgánicamente  en  la
sensibilidad.

La poesía “nueva” a base de palabras nuevas o de metáforas nuevas, se distingue por su
pedantería de novedad y por su complicación y barroquismo. La poesía nueva a base de
sensibilidad nueva es, al contrario, simple y humana y, a primera vista, se la tomaría por
antigua o no atrae la atención sobre si es o no es moderna.


LA IMAGEN Y SUS SIRTES

En una imagen de Guyau, la vida está representada por una virgen loca, novia de ilusión
de  un  novio  que  no  existe  y  al  que  ella,  a  cada  aurora,  espera  alegremente,  a  cada
crepúsculo llora no haberle visto llegar. En esta imagen, la vida, ella misma, desaparece
y  lo que  tenemos ante nosotros es una novia  loca. Queriendo comunicar mayor  latido
visible  a  la  presencia  de  la  vida Guyau  la  hace,  por  el  contrario,  desaparecer  y  nos
muestra, en su lugar, otra presencia, otra cosa: una mujer. Por que nadie negará que una
cosa es la vida y otra cosa es la mujer.

Tal  suerte corren  todas  las  imágenes por  sustitución. Ambiguas,  híbridas,  inorgánicas,
falsas, estas  imágenes carecen de virtualidad poética. No son creaciones estéticas, sino
penosas y artificiosas articulaciones de dos creaciones naturales. No hay que olvidar que
el injerto no es fenómeno de biología artística. Ni siquiera lo que es la reproducción: en
arte, cada forma es un infinito que empieza con ella y acaba con ella.

El  cubismo  no  ha  logrado  eludir  este  género  de  imágenes.  Ni  el  dadaísmo.  Ni  el
superrealismo. Menos, naturalmente, el populismo.


EL CASO MAIAKOVSKI

En una reunión de escritores bolcheviques, Kolvasieff me había dicho, en Leningrado:

No  es Maiakovski,  como  se  cree  en  el  extranjero,  el más  grande  poeta  soviético,  ni
mucho menos. Maiakovski  no  pasa  de un  histrión  de  la  hipérbole. Antes que  él  están
Pasternak, Biedny, Sayanof y muchos otros...

Yo  conocí  la  labor  de Maiakovski,  y mi  opinión  concordaba  absolutamente  con  la  de
Kolvasieff.  Y  cuando,  unos  días  después,  hablé  en  Moscú  con  el  autor  de
“150’000.000”  la conversación que  tuve con él confirmó para  siempre  la  sentencia de
Kolvasieff. No  es, en  realidad, Maiakovski el mejor poeta del  soviet. Es  solamente el
más difundido. Si se leyese más a Pasternak, a Kaziin, Gastev, Sayanof, Viesimiensky,
el nombre de Maiakovski perdería muchas ondas sonoras en el mundo.

Pero  ¿por qué  había  de  ser mi  conversación  con Maiakovski  la  clave  definitiva  de  su
obra? ¿Hasta qué punto puede una conversación definir el espíritu y, más aún, el valor
estético de un artista? La  respuesta, en este caso, depende del método de pensamiento
crítico. Si partimos del método superrealista, freudiano, bergsoniano o de cualquier otro
reaccionario,  no  podemos,  basarnos  en  un  simple  diálogo  con  un  artista  para  fijar  la
trascendencia de  su obra. Según estos  diversos métodos espiritualistas, el artista es un
instinto,  o,  para  expresarnos  en  léxico  más  ortodoxo,  un  intuitivo.  Su  obra,  le  sale
natural, inconsciente, subconscientemente. Si se le pregunta lo que él opina del arte y de
su arte,  responderá,  seguramente, banalidades y muchas veces,  todo lo contrario de  lo
que  hace  y  practica. Un  genio,  según  esto,  se  desmiente,  se  contradice  o  pierde  casi
siempre en sus conversaciones. Atenerse a éstas, como fundamento crítico, resulta, por
eso,  falso, absurdo. Mas no sucede  lo propio  si partimos del método del materialismo
histórico, caro precisamente a Maiakovski y a sus amigos comunistas. Marx no concibe
la  vida  sino  como  una  vasta  experiencia  científica,  en  la  que  nada  es  inconsciente  ni
ciego,  sino  reflexivo,  consciente,  técnico.  El  artista,  según  Marx,  para  que  su  obra
repercuta dialécticamente en la historia, debe proceder con rigurosos método científico
y en pleno conocimiento de sus medios. De aquí que no hay exegeta mejor de la obra de
un poeta como el poeta mismo. Lo que él piensa y dice de su obra, es o debe ser más
certero  que  cualquiera  opinión  extraña.  Maiakovski,  en  las  declaraciones  que  me
hiciera,  designó,  pues, mejor  que  ningún  crítico  el  sentido  y monto  verdaderos  de  su
obra.

Maiakovski me hablaba con un acento visiblemente penoso y amargo. Contrariamente a
lo que  dicen de él  todos  sus críticos, Maiakovski  sufría, en el  fondo, una crisis moral
aguda.  La  revolución  le  había  llegado  a mitad  de  su  juventud,  cuando  las  formas  de
espíritu estaban ya cuajadas y hasta consolidadas. El esfuerzo para voltearse de golpe y
como  un  guante  a  la  nueva  vida,  le  quebró  el  espinazo  y  le  hizo  perder  el  centro  de
gravedad,  convirtiéndole  en  un  “désaxée”,  como  a Essenin  y  a  Sobol. Tal  ha  sido  el
destino de esta generación. Ella ha sufrido en plena aorta  individual  las consecuencias
psíquicas de le revolución social. Situada entre la generación de Maiakovski, Essenin y
Sobol se ha visto literalmente crucificada. Dentro de esta misma generación, el calvario
ha sido mayor para quienes fueron tomados sorpresivamente por la revolución, para los
desheredados  de  toda  tradición  o  iniciación  revolucionaria.  La  tragedia  de
transmutación  psicológica  personal  ha  sido  entonces  brutal,  y  de  ella  han  logrado
escapar  solamente  los  indiferentes  con  máscara  revolucionaria,  los  insensibles  con
“pose” bolchevique. Cuanto más sensible y cordial fuera el individuo para permearse en
los acontecimientos  sociales, más hondos han  tenido que  ser  los  transtornos de  su  ser
personal, derivados de la convulsión política, y más exacerbado el “pathos” de su íntima
e individual revisión de la historia. El juicio final ha sido entonces terrible, y el suicidio,
material  o moral,  resultaba  fatal,  inevitable,  como  única  solución  de  la  tragedia.  Al
contrario, para los otros, para los insensibles, indiferentes “bolcheviques”, fácil ha sido
y nada arriesgado dar gritos “revolucionarios”, ya que respecto de ellos la revolución se
quedaba  fuera,  como  fenómeno  o  espectáculo  de  Estado,  y  no  llegaba  a  hacerse
revolución  personal,  íntima,  psicológica.  No  había  entonces  dificultad  ni  peligro  en
asociarse a la corriente de los otros. Esto ha hecho y hace la mayoría de los escritores de
Rusia y  otros países. ¿Qué escritores vayan hasta hacerse matar por  la  sagrada causa?
¿Y bien?... Ello no prueba nada. Muchos han sido los que se han hech matar más barato
en la historia.

En el caso Maiakovski hay que distinguir, desde luego, dos aspectos: su vida y su obra.
Después de su suicidio, la primera ha quedado redondeada como una de las expresiones
individuales más grandes y puras del hecho colectivo. Sin duda, que el  suicidio no ha
sido más que el milésimo trance de una larga vía crucis moral del escritor, “déraciné” de
la  historia  y  poderosa  voluntad  de  comprender  y  vivir  plenamente  las  poderosas
relaciones  sociales.  Esta  lucha  interior  entre  el  pasado,  que  resiste,  aún  perdido  todo
punto  de  apoyo  en  el  medio,  y  el  presente,  que  exige  una  adaptación  auténtica  y
fulminante,  fue  en Maiakovski  larga,  encarnizada,  tremenda.  En  el  fondo  supervivía
tenaz e irreductible la sensibilidad pequeña-burguesa, con el juego de todos sus valores
fundamentales  de  vida,  y  solamente  afuera  bregaba  el  afán  voluntarioso  y  viril  de
ahogar el  ser  profundo de  la  historia pasada, para  reemplazarlo por el  ser,  igualmente
profundo,  de  la  historia  nueva. El  injerto  de  ésta  sobre  aquél  fue  imposible. En  vano
cambió,  al  día  siguiente  de  la  revolución,  su  chaleco  futurista  por  la  blusa  del  poeta
bolchevique. En vano anduvo desde entonces declamando sus versículos soviéticos por
calles y plazas, en  las fábricas, en  los campos, en las “izbas”, en  los sindicatos, en los
cuarteles del ejército rojo... En vano buscó en las multitudes la sugestión necesaria para
sovietizar  su  ánima,  íntimamente  “désaxée”.  Gigantesco  de  cuerpo,  fuerte,  con  un
acento  robusto  y  acerado,  re  altavoz,  recitaba:  “Oh  mi  país!”  Tú  eres  un  bello
adolescente.  ¡Oh  mi  joven  República!  Tú  te  yergues  y  encabritas  como  una  joven
potranca. Nuestros  impulsos van derechos al porvenir. Y a vosotras, patrias  viejas, os
vamos a dejar a cien kilómetros atrás. Salud a ti, ¡Oh mi país! que eres la juventud del
mundo...  “En  vano,  todo....En  vano...  La  verdadera  interior  del  poeta  aherrojada  en
fórmulas  postizas  de  un  leninismo  externo  e  inorgánico,  seguía  sufriendo
silenciosamente  y  sintiendo  todo  lo  contrario  de  lo  que  decían  sus  versos. Mientras
Maiakovski  continuaba  confundiéndose  en  literatura  con  esa  farándula  de  artista
“revolucionarios”, que aparentan serlo con la misma facilidad con que aparentarían ser
valientes,  mayores  de  edad  o  nocharniegos,  la  vida  interior  del  poeta,  en  abierto
desacuerdo  con  un  arte  que  no  la  traducía,  seguía  pugnándose    subterráneamente  y
debatiéndose en la agonía. Fue la ruptura trágica y desgarrada de todo sincronismo entre
la obra y  la vida del autor. Y ni poeta revolucionario ni poeta reaccionario salió de él.
Su  lucha  interior  neutralizó  su  sensibilidad  y  se  expresión  artística,  totalmente.
Maiakovski fue un mero literato, un simple versificador, un retórico hueco.

-Guerra a la metafísica- me decía en Moscú- Guerra al subconsciente y a la teoría según
la cual el poeta canta como canta un pájaro...Guerra a la poesía apolítica, a la gramática,
a  la  metáfora...El  arte  debe  ser  controlado  por  la  razón...  Debe  siempre  servir  la
propaganda política, y  trabajar siempre con ideas preconcebidas y claras, y hasta debe
desarrollarse en tesis como una teoría algebraica. La expresión debe ser directa, a boca
de jarro...

¿Su  poesía  respondía  a  los  enunciados?  Evidentemente,  sí.  Sólo  que  la  teoría  de
Maiakovski,  sirvió  para  hacer  de  él  un  fabricante  de  versos  “sur  commande”,  fríos  y
muertos.

Las declaraciones de Maiakovski expresan la verdad sobre su obra en el sentido en que
confirman  el  hecho  de  que  ella  responde  a  un  arte  basado  en  fórmulas  y  no  en  la
sinceridad afectiva y personal.

Al sujetarse a un programa artístico, sacado del materialismo histórico, Maiakovski hizo
tan  sólo  versos  desprovistos  de  calor  entrañable  y  sentido,  suscitados  por  tracción
exterior y mecánica, por calefacción artificial.

Maiakovski  fue  un  espíritu  representativo de  su medio y  de  su  época, pero  no  fue un
poeta.  Su  vida  fue,  asimismo,  grande  por  lo  trágica,  pero  su  arte  fue  declamatorio  y
nulo, por haber traicionado los trances auténticos y verdaderos de su vida.


FUNCION TRANSFORMADORA DEL MOVIMIENTO

En el Estudio 28, de Montmartre, Gance ofrece lo que él llama un ensayo de rítmica a
tres pantallas. El ensayo se opera sobre un tema marino.

Una cortina  se descorre, dejando ver  tres  pantallas apuntaladas horizontalmente como
formando  una  sola.  Un  mar  tempestuoso  se  proyecta  se  proyecta  sobre  esa  pantalla
tripartita,  en  un  solo  y  ancho  paisaje.  Las  olas  se  suceden  entre  peñascos  o  sobre  la
arena, apoyándose por unidades en el horizonte o cuadrándose, por índole sinuosa, a las
órdenes de la profundidad.

El  trozo  de  paisaje  que  vemos  en  cada  una  de  las  letras,  se  repite,  con  idénticas  y
simultáneas  variaciones,  todas  las  pantallas. Es  como  si  se  tratase  de una  sola  “pose”
fotográfica, repetida en tres tarjetas agrupadas, con la diferencia de que las tres tarjetas
no  forman, desde  el punto de  vista  fotográfico,  un  todo  orgánico, nuevo y  distinto de
cada una de las tarjetas, mientras que de las tres pantallas alineadas, resulta un conjunto
orgánico nuevo  y  diverso de cada una de  ellas. En el caso de  las  tarjetas  restantes no
pierden  fotográficamente  nada,  pues  no  sufren,  como  fotografía,  ninguna mutilación,
mientras  que,  en  el  caso  de  las  pantallas,  si  se  suprime  una  o  dos  de  ellas,  el  paisaje
restante se modifica sustancialmente, en los  términos en que un cuadrado de pintura  o
un retrato es mutilado.

La pantalla  tripartita nos da un vulgar paisaje marino, pero  se  trata aquí de un paisaje
fabricado  de  tres  pequeños  e  idénticos  paisajes,  repetidos. Es  como  si  de  tres  enanos
agrupados saliese un solo gigante, con una sola gran cabeza hecha de las tres cabecitas,
etc.

De esta rítmica a tres pantallas, se puede deducir muy densas consideraciones relativas a
la  posibilidad  de  comunicar  a  una  misma  imagen,  idea  o  hecho  material  objetivo,
valiéndonos únicamente del movimiento, una forma múltiple y diversa de sí misma, un
ritmo orgánico nuevo, prolongación y crecimiento de la imagen, hecho o idea primitiva.



LO QUE DICEN LOS ESCRITORES SOVIÉTICOS

Durante  mis  estancias  en  Rusia,  he  planteado  a  mis  compañeros,  los  escritores
soviéticos,  frecuentes  conversaciones  relativas  a  los  modos  y  formas  de  la  actual
literatura rusa. He anotado entonces las siguientes declaraciones suyas, que sintetizan, a
mi parecer, los más diversos y proteicos signos de su estética:

1.  No  hay  literatura  apolítica,  no  la  ha  habido  ni  la  habrá  nunca  en  el mundo.  “La
neutralidad del justo medio, es imposible”. La literatura, defiende, impulsa y exalta
la política soviética.
2.  Guerra a la metafísica y a la psicología. Solo las disciplinas sociológicas determinan
el alcance y las formas esenciales del arte.
3.  Los  temas y asuntos de que  trata  la  literatura rusa, corresponden estrictamente a  la
concepción materialista de la historia. El eje central de todo tema y de su desarrollo
artístico, lo constituyen las relaciones económicas de los hombres.
4.  La inteligencia trabaja y debe siempre trabajar bajo el control de la razón. Nada de
superrealismo, sistema decadente y opuesto abiertamente a la vanguardia intelectual
soviética. Nada de  freudismo, ni de bergsonismo. Nada de “complejo”, “libido” ni
“intuición”, ni “sueño”. El método de  la creación artística es y debe ser conciente,
realista, experimental, científico.
5.  Los  temas  literarios  son  la  producción,  el  trabajo,  la  nueva  organización  de  la
familia y de la sociedad, las peripecias y las luchas ineluctables para crear el espíritu
del  hombre  nuevo,  con  sus  sentimientos  colectivos  de  emulación  creadora  y  de
justicia universal.
6.  En la literatura rusa hay dos maneras de interpretar y transformar la realidad social:
la  vía  destructiva,  de  beligerancia  y  propaganda mundial  contra  el  espíritu  y  los
intereses burgueses y reaccionarios (lucha de clases), de una parte, y, de otra, la vía
constructiva del nuevo orden y de las nuevas sensibilidades (edificación socialista).
En esta última se distinguen, a su vez, dos movimientos concéntricos: radicalización
proletaria  de  las  masas  y  clases  sociales  vencidas  y  socialización  del  Estado
Proletario.
7.  Ha pasado el tiempo de los cenáculos literarios en Rusia. No queda ni akmeísmo, ni
presentismo,  ni  futurismo,  ni  constructivo. No hay más que  el F.U.D.E.R.  (Frente
Unico  de  Escritores  Revolucionarios),  cuyo  espíritu  y  experimentos  técnicos
comunes, pueden sintetizarse en la doctrina general del “realismo heroico”.
8.  Los maestros o precursores  rusos de  los actuales poetas son Puchkin y Khlenikov.
La  influencia  de Block  ha  sido  esporádica  y  fugaz. Las  influencias  extranjeras  se
reducen  a  la  inglesa  de  las  baladas  (Kipling,  Coleridge)  y  a  la  alemana  (Heine,
Rilke).
9.  El  ejercicio  de  la  literatura  es  libre  y  no  está  organizado  en  ninguna  escuela  o
academia oficial preparatoria, ni se sujeta a programa o cuestionarios coactivos del
Soviet. “Esta literatura –decía Lenin- es libre porque las nuevas fuerzas que ella no
cesa de acopiar, están movidas por la idea socialista y la simpatía de los trabajadores
y no por el ansia de ganar o por arribismo. Es una literatura libre porque en lugar de
consagrarse a  la heroína colmada de bienes, a  los ‘diez mil de  la alta sociedad’, se
consagra a los cientos de millones de trabajadores, que constituyen la élite del país,
su  fuerza  y  su  porvenir.  Es  una  literatura  libre,  porque  ella  fecundará  la  última
palabra del pensamiento revolucionario de la humanidad”
10. Los escritores  rusos  forman un Sindicato profesional, como  las demás  ramas de  la
actividad  soviética.  La  edición  y  cotización  de  las  obras,  corren  a  cargo  de  este
sindicato y de una  sección especial del Comisariato de  Instrucción Pública  y ellas
siguen, para ser establecidas, un criterio de Estado.
11. El  escritor  despliega  un  dinamismo  constante  de  acción  y  reacción  sociales.  “El
escritor  es  un  constructor  de  la  cultura  proletaria”. Es  por  eso que  viaja  y  está  en
contacto directo y diario con la vida campesina y obrera. Vive al aire libre, palpando
en  forma  inmediata  y  viviente,  la  realidad  social  y  económica  envolvente,  las
costumbres  en  ensayo,  las  batallas  políticas,  los  dolores  y  alegrías  colectivas,  los
trabajos y el espíritu de las masas. Su existencia es un laboratorio austero, dedicado
al estudio científico de su rol social y de  los medios de cumplirlo. Las brigadas de
choque  literarias, marchan a  la cabeza del entusiasmo  socialista. Ellas  recorren  las
más apartadas regiones, llevando un ejemplo práctico y heroico de esfuerzo creador.
El escritor tiene la conciencia de que él, más que ningún otro individuo, pertenece a
la colectividad y que no le está permitido confinarse a ninguna “torre de marfil” ni
al individualismo del literato capitalista.
12. Ha muerto en Rusia  el escritor de bufete  y de  levita,  libresco  y monóculo, que  se
sienta  día  y  noche  ante  una muralla  de  volúmenes,  ignorando  la  vida  en  carne  y
hueso  de  la  calle  y  del  camino.  Ha  muerto,  asimismo,  el  escritor  bohemio,
“soñador”, ignorante, perezoso y anárquico. Un horario y un plano son inseparables
del  escritor  soviético.  En  todo  instante  ajustan  su  actividad,  por  la  derecha,  a  la
aguja del reloj y, por la izquierda, a la aguja de la brújula.
13. La literatura soviética participa, en cierto modo, del antiguo realismo y del antiguo
naturalismo,  pero  la  separan  de  esas  escuelas  diferencias  fundamentales,  como  la
separan asimismo, de todas las demás literaturas de la historia.

LITERATURA A PUERTA CERRADA O LOS BRUJOS DE LA REACCION por CESAR VALLEJO



El  literato a puerta cerrada, no sabe nada de  la vida. La política, el amor, el problema
económico,  la  refriega  directa  del  hombre  con  los  hombres,  el  drama  menudo  e
inmediato de las fuerzas  y direcciones encontradas de la realidad social y objetiva, nada
de esto llega hasta el bufete del escritor a puerta cerrada.

Este  plumífero  de  gabinete  es  hijo  directo  del  error  económico  de  la  burguesía.
Propietario, rentista, con prebendas o sinecuras de Estado o familia, el pan y el techo le
están  asegurados  y  puede  escapar  a  la  lucha  económica,  que  es  incompatible  con  el
aislamiento.  Tal  es  el  más  frecuente  caso  económico  del  literato  de  gabinete.  Otras
veces, el escriba  se nutre el estómago de un tácito  sentido económico, heredado de  la
psicología de clase de que procede. Carece entonces de renta, como vulgar parásito de la
sociedad, pero  disfruta de  un  temperamento que  le  permite practicar una  literatura de
gran cotización. ¿Cómo? “El artista –escribe Upton Sinclair-, que triunfa en una época,
es un hombre que simpatiza con las clases  reinantes de dicha época, cuyos  intereses e
ideales interpreta, identificándose con ellos”. En una sociedad de aburridos regoldantes
y  de  explotadores  satisfechos,  que,  como  decía  Lenin,  “enferman  de  obesidad”,  la
literatura que más place es la que huele a polilla de bufete. Cuando la burguesía francesa
fue más  feliz  y  satisfecha  de  su  imperio,  la  literatura  de mayor  prestancia  fue  la  de
puerta cerrada. A  la  víspera de  la guerra, el  rey  de  la  pluma  fue Anatole France. Hoy
mismo, en los países donde la reacción burguesa se muestra más recalcitrante, como en
la propia Francia, en Italia y en España –para no citar sino países latinos-, los escritores
en  boga  son  Paul Valery,  Pirandello  y Ortega  y Gasset,  cuyas  obras  contienen  en  el
fondo,  una  evidente  sensibilidad  de  gabinete.  Ese  refinamiento mental,  ese  juego  de
ingenio,  esa  filosofía  de  salón,  esa  emoción  libresca,  trascienden  a  lo  lejos  al hombre
que se masturba muellemente, a puerta cerrada.


ACERCA DEL CONCEPTO DE CULTURA

Se  ha  manejado  con  tal  hartura  y  con  tanto  ensañamiento  la  palabra  “cultura”  en
filosofía y la palabra “culto” en psicología, que pocos afinan ya a dar con el contenido
de  estos  vocablos. No me  refiero  únicamente  a  la  confusión  que  reina  en  la  opinión
pública, ni en la conciencia social media. Me refiero, principalmente, a la confusión de
las filosofías y de los propios filósofos. No hay dos de éstos cuyo concepto “cultura” sea
idéntico. Aquél llama culto al hombre que sabe sentir la música de Stravinsky, mientras
éste  llama  culto  al  hombre  honrado,  aunque  demuestre  una  sordera  absoluta  ante  el
“Apolo Musageta”. Otro llama culto al hombre que maneja magistralmente el latín y el
hebreo  en  la  Academia,  mientras  un  cuarto  llama  culto  al  hombre  que  cumple
escrupulosamente sus compromisos cotidianos, auque sea un analfabeto integral.

El  escritor  inglés  Stacy  Aumonier  clasificaba  a  los  pueblos,  según  el  grado  de  su
cultura,  en  la  siguiente  forma:  Primero;  Pueblos  cultos,  por  orden  de  sus  méritos:
Suecia, Escocia, Dinamarca, Holanda, Inglaterra, Noruega, Hungría, Suiza y Alemania.
Segundo;  Pueblos  semicultos:  Francia,  Bélgica,  Austria,  Checoslovaquia.  Tercero;
Pueblos bárbaros: Italia, Irlanda, Portugal, España, Grecia, Turquía y países Balcánicos.
Pero el escritor francés, M. Rocín –de la academia Goncourt- cree, en cambio, que M.
Aumonier se equivoca y que un pueblo como Francia, que ha renovado la filosofía y las
matemáticas  con  Pascal,  que  ha  creado  el  electro-magnetismo  con  ampere,  que  ha
revolucionado la medicina con Pasteur, que ha ilustrado la pintura con Watteau y que en
literatura ha producido a Montaigne, Rabelais, Moliere, Balzac, tiene derecho a figurar
en la primera línea de los pueblos cultos.

Seguramente,  M.  Aumonier  llama  culto  al  hombre  que  M.  Rosny  cree  bárbaro  y
viceversa. Probablemente, M. Rosny  estima  que  un  químico  es,  por  el  solo  hecho  de
haber  creado  una  fórmula  científica,  un  hombre  culto,  mientras  que  M.  Aumonier
estima, tal vez, por su parte, que culto es sólo el hombre sano de cuerpo y espíritu, casto
en  la  sensualidad,  honesto  para  sí mismo  y  para  los  demás  y,  en  fin,  que  comprende
natural  y  humanamente  su  destino,  aunque  no  sea  químico  ni  revolucionario  en
medicina.

La confusión en ese punto refleja la confusión y contradicciones inherentes al espíritu y
a  la  sociedad capitalista en general. Dentro de ella operan  las más opuestas  filosofías,
según el interés de clase, de patria, de raza, etc. Las filosofías varían hasta dentro de una
misma  estructura  social.  En  cada  país  viven  tantas  filosofías  y  conciencias  sociales,
como clases hay en ellas. Las ideologías se superponen según la jerarquía de esas clases.
Esto puede verse  también  reflejado en  las  formas de  le educación, con su multitud de
escuelas  de  tipos  diversos  y  con  su  caos  de métodos  y  fines.  “La  escuela  burguesa  –
escribe el pedagogo ruso Pistrack –está incapacitada para dar una concepción unificada
del mundo.  Sólo  la  escuela  única-  propugnada  por  el  Soviet-  puede  producir  un  tipo
único y universal de cultura”.

Así, pues, mientras subsista el régimen capitalista, con contradicciones emanadas de la
concurrencia económica, subsistirá el caos ideológico y cultural en el mundo.


LOS DOCTORES DEL MARXISMO

Hay hombres que se  forman una  teoría o se  la prestan al prójimo, para  luego tratar de
meter  y  encuadrar  la  vida,  a  horcajadas  y  a mojicones,  dentro  de  esta  teoría. La  vida
viene, en este caso, a servir a la doctrina, en lugar de que ésta –como quería Lenin- sirva
a aquella. Los marxistas  rigurosos,  los marxistas  fanáticos,  los marxistas gramaticales,
que  persiguen  la  realización  del marxismo  al  pie  de  la  letra,  obligando  a  la  realidad
histórica y social a comprobar  literal y  fielmente  la  teoría del materialismo histórico –
aún  desnaturalizando  los  hechos  y  violentando  el  sentido  de  los  acontecimientos-
pertenecen a esta clase de hombres. A  fuerza de querer ver en esta doctrina  la certeza
por  excelencia,  la  verdad  definitiva,  inapelable  y  sagrada,  una  e  inmutable,  la  han
convertido  en  un  zapato  de  hierro,  afanándose  por  hacer  que  el  devenir  vital  –tan
preñado de  sorpresas- calce  dicho zapato, aunque  sea magullándose  los dedos y hasta
luxándose los tobillos. Son estos los doctores de la escuela, los escribas del marxismo,
aquellos que velan y custodian con celo de amanuenses,  la  forma y  la  letra del nuevo
espíritu,  semejantes  a  todos  los  escribas  de  todas  las buenas nuevas  de  la  historia. Su
aceptación y acatamiento al marxismo, son tan excesivos y tan completo su vasallaje a
él, que no se limitan a defenderlo y propagarlo en su esencia –lo que hacen únicamente
los  hombres  libres-  sino  que  van  hasta  interpretarlo  literalmente,  estrechamente.
Resultan  así  convertidos  en  los  primeros  traidores  y  enemigos  de  lo  que  ellos,  en  su
exigua  conciencia  sectaria,  creen  ser  los  más  puros  guardianes  y  los  más  fieles
depositarios. Es, sin duda, refiriéndose a esta tribu de esclavos que el propio maestro se
resistía, el primero, a ser marxista.

Partiendo  de  la  convicción  de  que  Marx  es  el  único  filósofo  que  ha  explicado
científicamente el movimiento social y que ha dado, es consecuencia, y de una vez por
todas,  con  el  clavo  de  las  leyes  de  la  historia,  la  primera desgracia  de  estos  fanáticos
consiste  en  amputarse  de  raíz  sus  propias  posibilidades  creadoras,  relegándose  a  la
condición de simples panegiristas y papagayos de “El Capital”. Según ellos, Marx será
el  último  revolucionario  de  todos  los  tiempos  y,  después  de  él,  ningún hombre  podrá
descubrir  nada. El  espíritu  revolucionario  acaba  con  él  y  su  explicación  de  la  historia
contiene la verdad última e incontrovertible, contra la cual no cabe ni cabrá objeción de
derogación posible, ni hoy ni nunca. Nada puede ni podrá concebirse no producirse en
la  vida,  sin  caer  dentro  de  la  fórmula  marxista.  Toda  la  realidad  universal  es  una
perenne  y  cotidiana  comprobación  de  la  doctrina  materialista  de  la  historia.  Para
decidirse a reír o llorar ante un transeúnte que resbala en la calle, sacan su “Capital” de
bolsillo y lo consultan. Cuando se les pregunta si el cielo está azul o nublado, abren su
Marx elemental y, según lo que allí leen, es la respuesta. Viven y obran a expensas de
Marx.  Ningún  esfuerzo  les  está  exigido  ante  la  vida  y  sus  vastos  y  cambiantes
problemas.  Les  es  suficiente  que,  ante  ellos,  haya  existido  el maestro  que  ahora  les
ahorra  la  obligación  y  la  responsabilidad  de  pensar  por  sí  mismo  y  de  ponerse  en
contacto directo con las cosas.

Freud  explicaría  fácilmente  el  caso  de  estos  parásitos,  cuya  conducta  responde  a
instintos e intereses opuestos, precisamente, ala propia filosofía revolucionaria de Marx.
Por  más  que  les  anime  una  sincera  intención  revolucionaria,  su  acción  efectiva  y
subconsciente  les  traiciona, denunciándolos como  instrumentos de un interés de clase,
viejo y oculto, subterráneo y “refoulé” en sus entrañas orgánicamente reaccionarias. Los
marxistas  formales  y  esclavos  de  la  letra marxista  son,  en  general,  casi  siempre,  de
origen y cepa social burguesa o feudal. La educación y la cultura y aun la voluntad, no
han logrado expurgarlos de estas lacras y fondos clasistas.


EL AGRO Y LA URBE Y SU SÍNTESIS SOCIALISTA

Aún son legión los profesores patriarcales. –Tolstoy a  la cabeza- que  levantan entre el
vulgo  y  el  agro  una  barrera  tremenda,  sagrada,  infranqueable. Esta misma  barrera  se
apoya,  del  otro  lado,  en  una  doctrina  idéntica  de  los  profesores  ultra-ciudadanos.
Aquellos  se  han  erigido  en  apóstoles  y  defensores  de  la  existencia  campesina,  y  los
otros en defensores y apóstoles de la existencia urbana. A lo sumo, ambos bandos llegan
a la tímida concesión de un Hyde Park en Londres y de una Jasnaia Polania en estepa.

Pero  entre  uno  y  otros,  se  yergue  en  esta  cuestión  la  doctrina  socialista. En Rusia,  el
campo  y  la  ciudad  se mancomunizan más  y más,  forjando  el  tipo  del  hombre  nuevo,
cuyo género de vida, trabajo y módulos culturales, participarán, por igual, de una y otra
atmósfera. ¿Por qué al trabajador del campo le ha de estar prohibido conocer y disfrutar
de  los  intereses, derechos y obligaciones, goces e  inquietudes colectivas del  trabajador
de  la ciudad? ¿Y por qué, a  su  turno, este ha de estar condenado a  idéntica  privación
respecto de la vida campesina?

El socialismo trata de refundir en el hombre futuro al habitante de la urbe y al habitante
del agro. La civilización del porvenir debe basarse e inspirarse en ambos, someterlos a
unas  mismas  disciplinas  sociales  y  extraer  de  los  dos  al  individuo  nuevo,  el  molde
sintético  de  la humanidad. Y  esto  se  está  ya  efectuando  en Rusia  con  los  kombinats,
tipos originalísimos de convivencia social, especie de grandes núcleos colectivos –mitad
agrarios y mitad industriales, mitad bucólicos y mitad ciudadanos.


EL DUELO ENTRE DOS LITERATURAS

El  proceso  literario  capitalista  no  logra,  por  más  que  lo  desean  sus  pontífices  y
capataces, eludir los gérmenes de decadencia que le suben, desde hace muchos años, del
bajo  cuerpo  social  en  que  él  se  apoya.  Esto  quiere  decir  que  las  contradicciones
congénitas,  crecientes  y  mortales  en  que  se  debate  la  economía  capitalista,  circulan
igualmente por  el  arte burgués,  engendrando  su  debacle. Esto  quiere  decir,  asimismo,
que  la  resistencia  de  aquellos  caciques  intelectuales  para  no  dejar  de  morir  esta
literatura,  es  vana  e  inútil,  ya  que  estamos  ante  un  hecho  determinado,  en  un  plano
rigurosamente objetivo, nada menos que por fuerzas y formas de base de la producción
económica,  muy  distantes  y  extrañas  a  los  intereses  sectarios,  profesionales  e
individuales  del  escritor. La  literatura  capitalista  no  hace,  pues, más  que  reflejar  –sin
poderlo evitar, repito-, la lenta y dura agonía de la sociedad que procede.

¿Cuáles  son  los más  saltantes  signos  de  decadencia  de  la  literatura  burguesa?  Estos
signos se han evidenciado harto ya para insistir sobre ellos. Todos pueden, no obstante,
filiarse por un trozo común, el agotamiento de contenido social de las palabras. El verbo
está vacío. Sufre de una aguda e incurable consunción social. Nadie dice a nadie nada.
La  relación  articulada del hombre  con  los hombres,  se  halla  interrumpida. El vocablo
del  individuo  para  la  colectividad,  se  ha  quedado  trunco  y  aplastado  en  la  boca
individual.  Estamos  mundos,  en  medio  de  nuestra  verborrea  incomprensible.  Es  la
confusión de las lenguas, proveniente del individualismo exacerbado que está en la base
de la economía y política burguesa. El interés individual desenfrenado –ser el más rico,
el más feliz, ser el dictador de un país o el rey del petróleo-, lo ha colmado de egoísmo
todo, hasta  las palabras. El vocablo se ahoga de  individualismo. La palabra –forma de
relación  social,  la más humana entre  todas- ha perdido así  toda  su esencia y  atributos
colectivos.

Tácitamente,  en  la  cotidiana  convivencia,  todos  sentimos  y  nos  damos  cuenta  de  este
drama  social  de  confusión.  Nadie  comprende  a  nadie.  El  interés  de  uno  habla  un
lenguaje  que  el  interés  del  otro  ignora  y  no  entiende.  ¿Cómo  va  a  entenderse  el
comprador  y  el  vendedor,  el  gobernado  y  el  gobernante,  el  pobre  y  el  rico?  Todos
también nos damos cuenta de que esta confusión de  lenguas no es, no puede ser, cosa
permanente y que debe acabar cuanto antes. Sabemos que para que ella acabe no hace
falta  sino  una  clase  común:  la  justicia,  la  gran  aclaradora,  la  gran  coordinadora  de
intereses.
Entretanto,  el  escritor  burgués  sigue  construyendo  sus  obras  con  los  intereses  y
egoísmos particulares a  la clase  social de que él  procede  y para  la cual  escribe. ¿Qué
hay  en  estas  obras?  ¿Qué  expresan?  ¿Qué  se  dicen  en  ella  los hombres?  ¿Cuál  es  en
ellas  el  contenido  social  de  las  palabras?  En  los  temas  y  tendencias  de  la  literatura
burguesa no hay más egoísmo y, desde luego, sólo los egoístas se placen en hacerla y en
leerla. La obra de significación burgués o escrita por un espíritu burgués, no gusta sino
al  lector  burgués. Cuando  otra  clase de hombre  –un  obrero,  un  campesino  y  hasta un
burgués  liberado  de  su  vértebra  clasista-  pone  los  ojos  en  la  literatura  burguesa,  los
vuelve  con  frialdad  o  repugnancia.  El  juego  de  interese  de  que  se  nutre  semejante
literatura,  habla,  ciertamente,  un  idioma  diverso  y  extraño  a  los  intereses  comunes  y
generales de  la humanidad. Las palabras aparecen ahí  incomprensibles e  inexpresivas.
Los vocablos fe, amor, libertad, armonía, bien, pasión, verdad, dolor, esfuerzo, trabajo,
dicha,  justicia,  yacen  vacíos  o  llenos  de  ideas  y  sentimientos  distintos  a  los  que  tales
palabras enuncian. Hasta los vocablos vida, dios e historia son equívocos o huecos. La
vaciedad y la impostura dominan en el tema, la contextura y el sentido de la obra. Aquel
lector  rehuye  entonces  o  boicotea  esta  literatura.  Tal  ocurre,  señaladamente,  con  los
lectores proletarios respecto de la mayoría de autores y obras capitalistas.

¿Qué sobreviene entonces?

De la misma manera que el proletariado va cobrando rápidamente el primer puesto en la
organización y  dirección del proceso económico mundial, así  también va él creándose
una conciencia de clase universal y, con ésta, una propia sensibilidad, capaz de crear y
consumir una  literatura suya, es decir, proletaria. Esta nueva  literatura está naciendo y
desarrollándose en una proporción correlativa y paralela –en extensión y hondura- a la
población  obrera  internacional  y  a  su  grado  de  conciencia  clasista.  Y  como  esta
población abraza hoy las nueve décimas partes de la humanidad y como, de otro lado, la
conciencia  proletaria  gana  en  estos  momentos  casi  la  mitad  de  los  trabajadores  del
mundo,  resulta  que  la  literatura  obrera  está  dominando  casi  por  entero  la  producción
intelectual  mundial.  “Algo  tenemos  ya  que  opones  –dice  modestamente  el  escritor
proletario alemán, Joahnnes Becher- en el dominio de la poesía, de la novela y hasta del
teatro a las obras maestras de la literatura burguesa”. Pero, con más justeza, Bélla Illés
dice: “La  literatura proletaria se halla ya, en muchos países capitalistas (especialmente
en Alemania) en condiciones de rivalizar con la literatura burguesa”.

¿Cuáles  son los más  saltantes  signos de  la  surgente  literatura proletaria? El  signo más
importante  está  en  que  ella  devuelve  a  las  palabras  su  contenido  social  universal,
llenándolas  de  un  substractum  colectivo  nuevo,  más  exuberante  y  más  puro  y
dotándolas de una expresión y de una elocuencia más diáfanas y humanas. El obrero, al
revés del patrón, aspira al entendimiento social de todos, a la universal comprensión de
seres e intereses. Su literatura habla, por eso, un lenguaje que quiere ser común a todos
los  hombres.  A  la  confusión  de  lenguas  del  mundo  capitalista,  quiere  el  trabajador
sustituir  el  esperanto  de  la  coordinación  y  justicia  sociales,  la  lengua  de  las  lenguas.
¿Logrará  la  literatura  proletaria  este  renacimiento  y  esta  depuración  del  verbo,  forma
suprema ésta y la más fecunda del instinto de solidaridad de los hombres?

Sí. Lo logrará. Ya lo está logrando. No exageramos tal vez al afirmar que la producción
literaria obrera de hoy contiene ya valores artísticos y humanos superiores, en muchos
aspectos, a los de la producción burguesa. Digo producción obrera, englobando en esta
denominación a todas las obras en que dominan, de una u otra manera, el espíritu y los
intereses proletarios; por el tema, por su contextura psicológica o por la sensibilidad del
escritor.  Así  es  como  figuran  dentro  de  la  literatura  proletaria  autores  de  diversa
procedencia  clasista,  tales  como  Upton  Sinclair,  Gladkov,  Selvinsky,  Kirchon,
Pasternak, O’Flaherty  y  otros,  pero  cuyas  pnras  están,  sin  embargo,  selladas  por  una
interpretación sincera y definida del mundo de los trabajadores.

De  otra  parte,  son  muy  significativos  a  este  respecto  la  atención  y  respeto  que  la
literatura proletaria despierta en los mejores escritores burgueses, atención y respeto que
se  traducen  por  la  frecuencia  con  que  tratan  –aunque  sólo  episódicamente-  en  su
reciente  producción,  de  la  vida,  las  luchas  y  derroteros  revolucionarios  de  las masas
trabajadoras.  Esta  actitud  revela  dos  cosas;  unas  veces,  el  “snobismo”  propio  de  las
“inteligencias” bizantinas y, otras  la  inestabilidad y vacilaciones características de una
ideología moribunda.

En  suma,  todas  estas  consideraciones  atestiguan,  de  un  lado,  el  advenimiento  y  la
ofensiva arrolladora de la literatura proletaria y, de otro lado, la derrota y desbandada de
la literatura capitalista.

La encrucijada de la historia está, como se ve, zanjada en este terreno.

DIME COMO ESCRIBES Y TE DIRE LO QUE ESCRIBES por CESAR VALLEJO



La técnica no se presta mucho, como a simple vista podría creerse, a falsificaciones ni a
simulaciones.  La  técnica,  en  política  como  en  arte,  denuncia  mejor  que  todos  los
programas  y manifiestos  la  verdadera  sensibilidad  de  un hombre. No  hay  documento
más  fehaciente  ni  dato  más  auténtico  de  nuestra  sensibilidad,  como  nuestra  propia
técnica. El cisma original de la social-democracia rusa en bolcheviques y mencheviques
se  produjo  nada  menos  que  por  una  discrepancia  de  técnica  revolucionaria.  “Si  no
discrepamos sino en la técnica”, le argumentaban los mencheviques a Lenin, en 1903, y
éste les respondía: “Sí. Pero, justamente, la técnica es todo”.

Hay  artistas  que  se  inscriben  como  superrealistas  y  quisieran  practicar  la  estética  de
Breton, pero su escultura, su dibujo o su literatura denuncia, por su clase de  técnica –
complejo  concurso  de  profundos  factores  personales  y  sociales-  una  sensibilidad,
pongamos por caso, impresionista cubista o simplemente “pompier”.

Creen muchos  que  le  técnica  es  un  refugio  para  el  truco  o  para  la  simulación  de  una
personalidad. A mí me parece que, al contrario, ella pone siempre al desnudo lo que, en
realidad,  somos  y  adónde  vamos,  aun  contradiciendo  los  propósitos  postizos  y  las
externas u advenedizas cerebraciones con que quisiéramos vestirnos y aparecer.


ELECTRONES DE LA OBRA DE ARTE

Todo  sabemos  que  la  poesía  es  intraducible.  La  poesía  es  tono,  oración  verbal  de  la
vida. Es  una  obra  construida  de  palabras. Traducida  a  otras  palabras,  sinónimas  pero
nunca idénticas, ya no es la misma. Una traducción es un nuevo poema, que apenas se
parece al original.

Lo  que  importa  principalmente  en  un  poema  es  el  tono  con  que  se  dice  una  cosa  y,
secundariamente, lo que se dice. Lo que se dice es, en efecto, susceptible de pasar a otro
idioma, pero el  tono con que eso se dice, no. El  tono queda  inmovible en las palabras
del idioma original en que fue concebido y creado.

Los mejores poetas son, en consecuencia, menos propicios a la traducción. Así pensaba
también Maiakowski.  Lo  que  se  traduce  de Walt Whitman,  son  calidades  y  acentos
filosóficos y muy poco de sus calidades estrictamente poéticas. De él sólo se traduce las
grandes  ideas,  pero  no  se  traduce  los  grandes  movimientos  animales,  los  grandes
números del alma, las oscuras nebulosas de la vida, que residen en un giro del lenguaje,
en un “tournure”, en fin, en los imponderables de verbo.

Se puede  traducir solamente  los versos hechos de  ideas. Son traducibles solamente  los
poetas que trabajan con ideas, en vez de trabajar con palabras, y que ponen en un poema
la letra o texto de la vida, en vez de buscar el tono o ritmo cardíaco de la vida. Gris me
decía  que  en  este  error  están  también  muchos  pintores  modernos,  que  trabajan  con
objetos, en lugar de trabajar con colores. Se olvida que la fuerza de un poema o una tela,
arranca  de  la  manera  con  que  en  ella  se  disponen  y  organizan  artísticamente  los
materiales más simples y elementales de la obra. Y el material más simple y elemental
del poema es, en último examen, la palabra, como lo es el color en la pintura. El poema
debe,  pues,  ser  concebido  y  trabajado  con  simples  palabras  sueltas,  allegadas  y
ordenadas artísticamente, según los movimientos emotivos del poeta.

Lo mismo ocurre con la arquitectura, la música, el cinema, etc. Un edificio se construye
con piedra, acero, madera, etc., pero no con objetos. Sería absurdo un palacio fabricado
de mesas, animales,  tambores,  trenes, barcos, con  sus movimientos y  roles peculiares.
La música, asimismo, resulta de una ordenación de simples sones sueltos y no de frases
sonoras. Sería absurda una  rapsodia  fabricada de mugidos de ganados, de chirridos de
puertas,  de  risas,  pasos,  rumores  vegetales,  estruendos  metereológicos.  En  la
“Consagración  de  la  primavera”,  de  Stravinski,  se  puede  constatar  –como  en  una
vivisección- el libre nacimiento de los sones, independientes de todo organismo sonoro
y de toda combinación armónica y melódica. El cinema embrionario trabaja con escenas
y  episodios  enteros,  es  decir,  con  masas  de  imágenes.  Hoy  empieza  a  trabajar  con
elementos  más  simples,  con  imágenes  instantáneas  y  al  millonésimo  de  segundo,
combinadas y “découpées” según el sentido cinemático del realizador. Ejemplos: “Los
Tres Ejemplos”, corrido en el cinema de vanguardia de las Ursulines de París y, en más
ancha y esencial medida, “El Operador”, de Tziga Vertov, y gran parte del cinema ruso.


AUTOPSIA DEL SUPERREALISMO

La inteligencia capitalista, ofrece otros síntomas de su agonía, el vicio del cenáculo. Es
curioso observar cómo las crisis más agudas y recientes del imperialismo económico, -
la guerra,  la  racionalización industrial,  la miseria de  las masas,  los cracs  financieros y
bursátiles,  el  desarrollo  de  la  revolución  obrera,  las  insurrecciones  coloniales,  etc.  –
corresponden  sincrónicamente  a  una  furiosa multiplicación  de  escuelas  literarias,  tan
improvisadas  como  efímeras.  Hacia  1914,  nacía  el  expresionismo  (Dvorak,  Fretzer).
Hacia  1915,  nacía  el  cubismo  (Apollinaire,  Reverdy).  En  1917,  nacía  el  dadaísmo
(Tzara, Picabia). En 1924, el superrealismo (Breton, Ribemont-Dessaignes). Sin contar
las escuelas ya existentes: simbolismo, futurismo, neosimbolismo, unanimismo, etc. Por
último, a partir de la pronunciación superrealista, irrumpe casi mensualmente una nueva
escuela  literaria.  Nunca  el  pensamiento  social  se  fraccionó  en  tantas  y  tan  fugaces
fórmulas.  Nunca  experimento  un  gusto  tan  frenético  y  una  tal  necesidad  por
estereotiparse en recetas y en clichés, como si tuviese miedo de su libertad o como si no
pudiese producir en su unidad orgánica. Anarquía y desagregación semejantes no se vio
sino entre los filósofos y poetas de la decadencia, en el ocaso de la civilización grecolatina.
 Las de hoy, a su turno, anuncian una nueva decadencia del espíritu: el ocaso de la
civilización capitalista.

La última escuela de mayor cartel, el superrealismo, acaba de morir oficialmente.

En  verdad,  el  superrealismo,  como  escuela  literaria,  no  representaba  ningún  aporte
constructivo. Era una receta más de hacer poemas sobre medida, como lo son y serán las
escuelas  literarias  de  todos  los  tiempos. Más  todavía.  No  era  ni  siquiera  una  receta
original. Toda la pomposa teoría y el abracadabrante método del superrealismo, fueron
condensados  y  vienen  de  unos  cuantos  pensamientos  esbozados  al  respecto  por
Apollinaire.  Basados  sobre  estas  ideas  del  autor  de  “Caligramas”,  los  manifiestos
superrealistas se limitaban a edificar inteligentes juegos de salón relativos a la escritura
automática, ala moral, ala religión, a la política.

Juegos de  salón he  dicho, e  inteligentes  también: cerebrales, debiera decir. Cuando el
superrealismo llegó, por  la dialéctica ineluctable de las cosas, a afrontar los problemas
vivientes de la realidad –que no dependen precisamente de las elubrucaciones abstractas
y metafísicas de ninguna escuela  literaria-, el superrealismo se vio en apuros. Para ser
consecuentes  con  lo  que  los  propios  superrealistas  llamaban  “espíritu  crítico  y
revolucionario”  de  este movimiento,  había  que  saltar  al medio  de  la  calle  y  hacerse
cargo,  entre  otros,  del  problema  político  y  económico  de  nuestra  época.  El
superrealismo  se  hizo  entonces  anarquista,  forma  ésta  la  más  abstracta,  mística  y
cerebral de la política y la que mejor se avenía con el carácter ontológico por excelencia
y  hasta oculista  del  cenáculo. Dentro  del  anarquismo,  los  superrealistas  podían  seguir
reconociéndose,  pues  con  él  podía  convivir  y  hasta  consustanciarse  el  orgánico
nihilismo de la escuela.

Pero, más  tarde,  andando  las  cosas,  los  superrealistas  llegaron  a  apercibirse  de  que,
fuera  del  catecismo  superrealista,  había  otro método  revolucionario,  tan  “interesante”
como  el  que  ellos  proponían: me  refiero  al marxismo.  Leyeron, meditaron  y,  por  un
milagro muy burgués de eclecticismo y de “combinación” inextricable, Breton propuso
a  sus  amigos  la  coordinación  y  síntesis  de  ambos  métodos.  Los  superrealistas  se
hicieron inmediatamente comunistas.

Es sólo en este momento, -y no antes ni después- que el superrealismo adquiere cierta
trascendencia  social.  De  simple  fábrica  de  poemas  en  serie,  se  transforma  en  un
movimiento  político  militante  y  en  una  pragmática  intelectual  realmente  vida  y
revolucionaria.  El  superrealismo  mereció  entonces  ser  tomado  en  consideración  y
calificado  como  una  de  las  corrientes  literarias  más  vivientes  y  constructivas  de  la
época.

Sin  embargo,  este  concepto  no  estaba  exento  de  beneficio  de  inventario.  Había  que
seguir  observando  los métodos  y  disciplinas  superrealistas  ulteriores,  para  saber hasta
qué punto su contenido y su acción eran en verdad y sinceramente revolucionarios. Aún
cuando se sabía que aquello de coordinar el método superrealismo con el marxismo, no
pasaba de un disparate  juvenil o de una mistificación provisoria, quedaba  la esperanza
de  que,  poco  a  poco,  se  irían  radicalizando  los  flamantes  e  imprevistos  militantes
bolcheviques.

Por  desgracia,  Breton  y  sus  amigos,  contrariando  y  desmintiendo  sus  estridentes
declaraciones  de  fe  marxista,  siguieron  siendo,  son  poderlo  evitar  y
subconscientemente,  unos  intelectuales  anarquistas  incurables.  Del  pesimismo  y
desesperación  superrealistas  de  los  primeros  momentos  -pesimismo  y  desesperación
que, a su hora, pudieron motorizar eficazmente  la conciencia del cenáculo- se hizo un
sistema permanente y estático, un módulo académico. La crisis moral e intelectual que
el  superrealismo  se  propuso  promover  y que  (otra  falta de  originalidad de  la  escuela)
arrancara  y  tuviera  su máxima expresión en el dadaísmo,  se aniquiló en psicopatía de
bufete y en cliché  literario, pese a  las  inyecciones dialécticas de Marx y a  la adhesión
formal  y  oficiosas  de  los  inquietos  jóvenes  al  comunismo.  El  pesimismo  y  la
desesperación  deben ser siempre etapas y no metas. Para que ellos agiten y fecunden el
espíritu,  deben  desenvolverse  hasta  transformarse  en  afirmaciones  constructivas.  De
otra manera, no pasan de gérmenes patológicos, condenados a devorarse a  sí mismos.
Los  superrealistas,  burlando  la  ley  del  devenir  vital,  se  academizaron,  repito,  en  su
famosa  crisis  moral  e  intelectual  y  fueron  impotentes  para  excederla  y  superarla  en
formas realmente revolucionarias, es decir, destructivo-constructivas. Cada superrealista
hizo lo que se le vino en gana. Rompieron con numerosos del partido y con sus órganos
de  prensa  y  procedieron,  en  todo,  en  perpetuo  divorcio  con  las  grandes  directivas
marxistas. Desde el punto de vista literario, sus producciones siguieron caracterizándose
por un evidente refinamiento burgués. La adhesión al comunismo no tuvo reflejo alguno
sobre el sentido y las formas esenciales de sus obras. El superrealismo se declaraba, por
todos estos motivos, incapaz para comprender y practicar el verdadero y único espíritu
revolucionario de estos  tiempos: el marxismo. El  superrealismo perdió  rápidamente  la
sola  prestancia  social  que  habría  podido  ser  la  razón  de  su  existencia  y  empezó  a
agonizar irremediablemente.

A la hora en que estamos, el superrealismo –como movimiento marxista- es un cadáver.
(Como cenáculo meramente literario, -repito- fue siempre, como todas las escuelas, una
impostura de la vida, un vulgar espanta-pájaros). La declaración de su defunción se ha
producido en dos documentos de parte interesada: el Segundo Manifiesto Superrealista
de  Breton  y  el  que,  con  el  título  de  “Un  Cadáver”,  han  firmado  contra  Breton,
numerosos  superrealistas,  encabezados  por  Ribemont-Dessaignes. Ambos manifiestos
establecen,  junto  con  la muerte  y  la  descomposición  ideológica  del  superrealismo,  su
disolución como grupo  o agregado físico. Se  trata de un cisma  o derrumbe  total de  la
capilla, el más grave y el último de la serie ya larga de un derrumbes.

Breton  en  su  Segundo  Manifiesto,  revisa  la  doctrina  superrealista,  mostrándose
satisfecho  de  su  realización  y  resultados. Breton  continúa  siendo,  hasta  sus  postreros
instantes, un intelectual profesional, un ideológico escolástico, un rebelde de bufete, un
dómine  recalcitrante,  un  polemista  estilo  Maurras,  en  fin,  un  anarquista  de  barrio.
Declara, de nuevo, que el superrealismo ha triunfado, porque por que ha obtenido lo que
se  proponía:  “suscitar,  desde  el  puno  de  vista  moral  e  intelectual,  una  crisis  de
conciencia”. Breton se equivoca. Sí, en verdad, ha leído y se ha suscrito al marxismo, no
me explico cómo olvida que, dentro de esta doctrina, el rol de los escritores no está en
suscitar crisis morales e intelectuales más o menos graves o generales, es decir, en hacer
la revolución “por arriba”, sino, al contrario, en hacerla “por abajo”. Breton olvida que
no  hay más  que  una  sola  revolución:  la  proletaria  y  que  esta  revolución  la  harán  los
obreros  con  la  acción  y  no  los  intelectuales  con  sus  “crisis  de  conciencia”.  La  única
crisis es  la crisis económica y que  se halla  planteada –como hecho  y no  simplemente
como noción o como “diletantismo” –desde hace siglos. En cuanto al resto del Segundo
Manifiesto, Breton lo dedica a atacar con vociferaciones e injurias personales de policía
literario, a sus cofrades, injurias y vociferaciones  que denuncian al carácter burgués, y
burgués de íntima entraña, de su “crisis de conciencia”.

El otro manifiesto, titulado “Un Cadáver”, ofrece lapidarios pasajes necrológicos sobre
Bretron. “Un instante –dice Ribemont Dessaignes- nos gustó el superrealismo: amores
de juventud, si se quiere, de domésticos. Los jovencitos están autorizados a amar hasta a
la mujer de un gendarme (esta mujer está encarnada en la estética de Breton).
Falso  compañero,  falso  comunista,  falso  revolucionario,  pero  verdadero  y  auténtico
farsante, Breton debe cuidarse de  la guillotina: ¡qué estoy diciendo! No se guillotina a
los cadáveres”.

“Breton  garabateaba,  -dice  Roger Vitrac-  garabateaba  un  estilo  de  reaccionario  y  de
santurrón,  sobre  ideas  subversivas,  obteniendo  un  curioso  resultado,  que  no  dejó  de
asombrar  a  los  pequeños  burgueses,  a  los  pequeños  comerciantes  e  industriales,  a  los
acólitos de seminario y a los cardíacos de las escuelas primeras”.

“Breton –dice Jacques Prevert- fue un tartamudo y lo confundió todo: la desesperación
y el dolor al hígado, la Biblia y los cantos de Maldoror, Dios y Dios, la tinta y la mesa,
las  barricas  y  el  diván  de Madame  Sabatier,  el marqués  de  Sade  y  Jean  Lorrain,  la
Revolución rusa y la revolución superrealista... Mayordomo lírico, distribuyó diplomas
a los enamorados que versificaban ym en los días de indulgencia, a los principiantes en
deseperación”.

“El Cadáver de Breton –dice Michel Leiris- me da asco, entre otras causas, porque es el
hombre que vivió siempre de cadáveres”

“Naturalmente –dice Jacques Rigaut- Breton hablaba muy bien del amor, pero en la vida
era un personaje de Courteline”

Etc, etc, etc.

Sólo  que  estas mismas  apreciaciones  sobre  Breton,  pueden  ser  aplicadas  a  todos  los
superrealistas,  sin excepción, y a  la propia escuela  difunta. Se  dirá que este es el  lado
clownesco y circunstancial de los hombres y no el fondo histórico del movimiento. Muy
bien dicho. Con tal que este fondo histórico exista en verdad, lo que, en este caso, no es
así. El fondo histórico del superrealismo es casi nuño, desde cualquier aspecto que se le
examine.

Así  pasan  las  estrellas  literarias.  Tal  es  el  destino  de  toda  inquietud  que,  en  vez  de
devenir austero laboratorio creador, no llega a ser más que una mera  fórmula.  Inútiles
resultan  entonces  los  reclamos  tonantes,  los  pregones  para  el  vulgo,  la  publicidad  en
colores, en fin, las prestidigitaciones y trucos del oficio. Junto con el árbol abortado, se
asfixia la hojarasca.


POLÍTICA AFECTIVA Y POLÍTICA CIENTÍFICA

No me causa asombro el nuevo y repentino reflejo de Panait Istrati: su rabiosa invectiva
contra el Soviet, que él hasta hoy ha alabado también rabiosamente.

Panait Istrati siempre ha sido un instintivo. Piensa y obra por movimientos reflejos. En
un impresionable en su conducta y un subjetivo en sus observaciones y juicios. Bergson
lo tiene acaparado, sin dejar en él sitio libre para  las disciplinas y métodos nuevos del
pensamiento. He llamado “reflejo”, a su ataque al Soviet y “nuevo y repentino reflejo”,
porque  toda  la  vida  y  los  escritos  del  extraño  rumano  han  sido  y  son  exclusivamente
“reflejos”. Las peripecias personales que  le  sirven de  tema permanente para  su obra –
“historia  sempiterna  de  bandidos”,  como  la  llama  Barbuse  –las  practicó  y  vivió  del
bulbo raquídeo para abajo. Iba a suicidarse, movido por resortes únicamente medulares.
Impresionado  por  la  célebre  carta  que  le  dijera  Romain Rolland,  a  raíz  de  su  fallida
muerte,  se  volvió,  también  de  golpe  escritor.  Luego,  abriendo  los  ojos  sobre  el
panorama universal de nuestra época, halló que el país donde su temperamento rebelde
y sufrido se enmarcaría mejor en Rusia, y se hizo, asimismo, de la noche a la mañana,
panegirista excesivo e hiperbólico de Moscú. Nada, pues, más lógico que hoy se indigne
de  que  su  amigo  Russakov  tenga  un  altercado  con  una  bolchevique  y  pierda  su
alojamiento y que, por esta causa, injurie de repente a la revolución, no viendo ya en el
Estado  proletario  sino  desastres,  crímenes,  abominaciones;  tras  de  los  hechos  y
circunstancias  soviéticas más  pequeñas  e  insignificantes  se  esconden  y palpitan  ahora
para Istrati los horrores más sanguinarios de la historia...

El autor de “Kyra Kyralina” es libre de emplear el método de los “reflejos” en todo lo
que quiera en su vida personal como en su literatura. Pero no es  libre de emplearlo en
política, terreno para el cual es menester una sensibilidad menos animal y más humana,
menos  afectiva  y  más  intelectual.  En  todo  cuanto  Istrati  escribe  sobre  política  hay,
inevitablemente, alabanza o invectiva. Su cordialidad ignora la justeza y la justicia, que
nacen de  los datos de  la  realidad objetiva y no de  los arbitrarios  recovecos subjetivos.
Las  gentes  como  Istrati,  se  hallan  en  política,  a mil  leguas  de  la  psicología marxista,
según la cual nuestro concepto sobre  la  realidad  social y económica debe ser  racional,
rigurosamente  científico  e  independiente  de  nuestros  caprichos  sentimentales.  Panait
Istrati es, en política, como en todo, un mero sentimental y, en consecuencia, cambia, se
contradice o se desmiente a su libre arbitrio, según sus impresiones ultraindividuales. En
particular, odia lo malo y ama lo bueno y piensa con Hegel y al revés de Marx, que lo
bueno  y  lo malo  son  conceptos  absolutos  e  inmutables. Allí  donde  se  fusilaban  a  los
ricos por que explotaban a  los pobres, como en Rusia,  Istrati ha pronunciado sus más
grandes  oraciones  apologéticas.  Pero,  si  un  día  inesperado,  un  excelente  amigo  suyo
riñe con una bolchevique y  se  le cambia de alojamiento –perdiendo en  la  riña y en el
cambio-, Istrati, muy a su pesar, tiene que pronunciar su condena contra el propio Soviet
de  sus  amores.  Para  Istrati,  en  un  país  donde  se  trata  sincera  y  prácticamente  de
establecer la democracia, es inconcebible que se produzca una riña de comadres y que,
por distribuir mejor unas habitaciones entre quienes las necesitan, se incomode de modo
más  o menos  discutible  a  tal o  cual  sujeto. A  partir  del  “affaire” Russakov,  todas  las
excelencias soviéticas se truecan en ignominias infernales. La generalización es gusto y
manía típicamente reaccionarios.

La mayoría de los hombres inspiran su conducta política y procede de la misma manera
que Panait Istrati: en la sensiblería. De aquí que no logran intervenir eficazmente en la
organización  y  funciones  del  Estado  y  que  la  democracia  sea  imposible. No  quieren
convencerse de que  la historia  no  se hace con  sensiblerías  –lágrimas  o  sonrisas-,  sino
con  actos  inteligentes,  fundados  en  la  realidad  objetiva  e  implacable  y  en  una
perspectiva científica y global de la vida.
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