miércoles, septiembre 04, 2013
POESIA NUEVA por CESAR VALLEJO
Poesía nueva ha dado en llamarse a los versos cuyo léxico está formado de las palabras
“cinema”, “avión”, “jazz-band”, “motor”, “radio” y, en general, de todas las voces de la
ciencia e industrias contemporáneas, no importa que el léxico corresponda o no a una
sensibilidad auténticamente nueva. Lo importante son las palabras.
Pero no hay que olvidar que esto no es poesía nueva ni vieja, ni nada. Los materiales
artísticos que ofrece la vida moderna, han de ser asimilados por el artista y convertidos
en sensibilidad. El radio, por ejemplo, está destinado, más que a hacernos decir “radio”,
despertar nuevos temples nerviosos, más profundas perspicacias elementales,
amplificando evidencias y comprensiones y densificando el amor. La inquietud
entonces crece y el soplo de la vida se aviva. Esta es la cultura verdadera que da el
progreso. Este es su único sentido estético y no el de llenarnos la boca de palabras
flamantes. Muchas veces las voces nuevas pueden faltar. Muchas veces el poema no
dice “avión”, poseyendo sin embargo, la emoción aviónica, de manera oscura y tácita,
pero efectiva y humana. Tal es la verdadera poesía nueva.
En otras ocasiones, apenas se alcanza a combinar hábilmente tales o cuales materiales
artísticos y se logra así una imagen más o menos hermosa y perfecta. En este caso, ya
no se trata de una “poesía nueva” a base de metáforas nuevas. Pero también en este
caso, hay error. En la poesía verdaderamente nueva pueden faltar imágenes nuevas –
función esta de ingenio y no de genio- pero el creador goza o padece en tal poema, una
vida en que las nuevas relaciones y ritmos de las cosas y los hombres se han hecho
sangre, célula, algo, en fin, que ha sido incorporado vital y orgánicamente en la
sensibilidad.
La poesía “nueva” a base de palabras nuevas o de metáforas nuevas, se distingue por su
pedantería de novedad y por su complicación y barroquismo. La poesía nueva a base de
sensibilidad nueva es, al contrario, simple y humana y, a primera vista, se la tomaría por
antigua o no atrae la atención sobre si es o no es moderna.
LA IMAGEN Y SUS SIRTES
En una imagen de Guyau, la vida está representada por una virgen loca, novia de ilusión
de un novio que no existe y al que ella, a cada aurora, espera alegremente, a cada
crepúsculo llora no haberle visto llegar. En esta imagen, la vida, ella misma, desaparece
y lo que tenemos ante nosotros es una novia loca. Queriendo comunicar mayor latido
visible a la presencia de la vida Guyau la hace, por el contrario, desaparecer y nos
muestra, en su lugar, otra presencia, otra cosa: una mujer. Por que nadie negará que una
cosa es la vida y otra cosa es la mujer.
Tal suerte corren todas las imágenes por sustitución. Ambiguas, híbridas, inorgánicas,
falsas, estas imágenes carecen de virtualidad poética. No son creaciones estéticas, sino
penosas y artificiosas articulaciones de dos creaciones naturales. No hay que olvidar que
el injerto no es fenómeno de biología artística. Ni siquiera lo que es la reproducción: en
arte, cada forma es un infinito que empieza con ella y acaba con ella.
El cubismo no ha logrado eludir este género de imágenes. Ni el dadaísmo. Ni el
superrealismo. Menos, naturalmente, el populismo.
EL CASO MAIAKOVSKI
En una reunión de escritores bolcheviques, Kolvasieff me había dicho, en Leningrado:
No es Maiakovski, como se cree en el extranjero, el más grande poeta soviético, ni
mucho menos. Maiakovski no pasa de un histrión de la hipérbole. Antes que él están
Pasternak, Biedny, Sayanof y muchos otros...
Yo conocí la labor de Maiakovski, y mi opinión concordaba absolutamente con la de
Kolvasieff. Y cuando, unos días después, hablé en Moscú con el autor de
“150’000.000” la conversación que tuve con él confirmó para siempre la sentencia de
Kolvasieff. No es, en realidad, Maiakovski el mejor poeta del soviet. Es solamente el
más difundido. Si se leyese más a Pasternak, a Kaziin, Gastev, Sayanof, Viesimiensky,
el nombre de Maiakovski perdería muchas ondas sonoras en el mundo.
Pero ¿por qué había de ser mi conversación con Maiakovski la clave definitiva de su
obra? ¿Hasta qué punto puede una conversación definir el espíritu y, más aún, el valor
estético de un artista? La respuesta, en este caso, depende del método de pensamiento
crítico. Si partimos del método superrealista, freudiano, bergsoniano o de cualquier otro
reaccionario, no podemos, basarnos en un simple diálogo con un artista para fijar la
trascendencia de su obra. Según estos diversos métodos espiritualistas, el artista es un
instinto, o, para expresarnos en léxico más ortodoxo, un intuitivo. Su obra, le sale
natural, inconsciente, subconscientemente. Si se le pregunta lo que él opina del arte y de
su arte, responderá, seguramente, banalidades y muchas veces, todo lo contrario de lo
que hace y practica. Un genio, según esto, se desmiente, se contradice o pierde casi
siempre en sus conversaciones. Atenerse a éstas, como fundamento crítico, resulta, por
eso, falso, absurdo. Mas no sucede lo propio si partimos del método del materialismo
histórico, caro precisamente a Maiakovski y a sus amigos comunistas. Marx no concibe
la vida sino como una vasta experiencia científica, en la que nada es inconsciente ni
ciego, sino reflexivo, consciente, técnico. El artista, según Marx, para que su obra
repercuta dialécticamente en la historia, debe proceder con rigurosos método científico
y en pleno conocimiento de sus medios. De aquí que no hay exegeta mejor de la obra de
un poeta como el poeta mismo. Lo que él piensa y dice de su obra, es o debe ser más
certero que cualquiera opinión extraña. Maiakovski, en las declaraciones que me
hiciera, designó, pues, mejor que ningún crítico el sentido y monto verdaderos de su
obra.
Maiakovski me hablaba con un acento visiblemente penoso y amargo. Contrariamente a
lo que dicen de él todos sus críticos, Maiakovski sufría, en el fondo, una crisis moral
aguda. La revolución le había llegado a mitad de su juventud, cuando las formas de
espíritu estaban ya cuajadas y hasta consolidadas. El esfuerzo para voltearse de golpe y
como un guante a la nueva vida, le quebró el espinazo y le hizo perder el centro de
gravedad, convirtiéndole en un “désaxée”, como a Essenin y a Sobol. Tal ha sido el
destino de esta generación. Ella ha sufrido en plena aorta individual las consecuencias
psíquicas de le revolución social. Situada entre la generación de Maiakovski, Essenin y
Sobol se ha visto literalmente crucificada. Dentro de esta misma generación, el calvario
ha sido mayor para quienes fueron tomados sorpresivamente por la revolución, para los
desheredados de toda tradición o iniciación revolucionaria. La tragedia de
transmutación psicológica personal ha sido entonces brutal, y de ella han logrado
escapar solamente los indiferentes con máscara revolucionaria, los insensibles con
“pose” bolchevique. Cuanto más sensible y cordial fuera el individuo para permearse en
los acontecimientos sociales, más hondos han tenido que ser los transtornos de su ser
personal, derivados de la convulsión política, y más exacerbado el “pathos” de su íntima
e individual revisión de la historia. El juicio final ha sido entonces terrible, y el suicidio,
material o moral, resultaba fatal, inevitable, como única solución de la tragedia. Al
contrario, para los otros, para los insensibles, indiferentes “bolcheviques”, fácil ha sido
y nada arriesgado dar gritos “revolucionarios”, ya que respecto de ellos la revolución se
quedaba fuera, como fenómeno o espectáculo de Estado, y no llegaba a hacerse
revolución personal, íntima, psicológica. No había entonces dificultad ni peligro en
asociarse a la corriente de los otros. Esto ha hecho y hace la mayoría de los escritores de
Rusia y otros países. ¿Qué escritores vayan hasta hacerse matar por la sagrada causa?
¿Y bien?... Ello no prueba nada. Muchos han sido los que se han hech matar más barato
en la historia.
En el caso Maiakovski hay que distinguir, desde luego, dos aspectos: su vida y su obra.
Después de su suicidio, la primera ha quedado redondeada como una de las expresiones
individuales más grandes y puras del hecho colectivo. Sin duda, que el suicidio no ha
sido más que el milésimo trance de una larga vía crucis moral del escritor, “déraciné” de
la historia y poderosa voluntad de comprender y vivir plenamente las poderosas
relaciones sociales. Esta lucha interior entre el pasado, que resiste, aún perdido todo
punto de apoyo en el medio, y el presente, que exige una adaptación auténtica y
fulminante, fue en Maiakovski larga, encarnizada, tremenda. En el fondo supervivía
tenaz e irreductible la sensibilidad pequeña-burguesa, con el juego de todos sus valores
fundamentales de vida, y solamente afuera bregaba el afán voluntarioso y viril de
ahogar el ser profundo de la historia pasada, para reemplazarlo por el ser, igualmente
profundo, de la historia nueva. El injerto de ésta sobre aquél fue imposible. En vano
cambió, al día siguiente de la revolución, su chaleco futurista por la blusa del poeta
bolchevique. En vano anduvo desde entonces declamando sus versículos soviéticos por
calles y plazas, en las fábricas, en los campos, en las “izbas”, en los sindicatos, en los
cuarteles del ejército rojo... En vano buscó en las multitudes la sugestión necesaria para
sovietizar su ánima, íntimamente “désaxée”. Gigantesco de cuerpo, fuerte, con un
acento robusto y acerado, re altavoz, recitaba: “Oh mi país!” Tú eres un bello
adolescente. ¡Oh mi joven República! Tú te yergues y encabritas como una joven
potranca. Nuestros impulsos van derechos al porvenir. Y a vosotras, patrias viejas, os
vamos a dejar a cien kilómetros atrás. Salud a ti, ¡Oh mi país! que eres la juventud del
mundo... “En vano, todo....En vano... La verdadera interior del poeta aherrojada en
fórmulas postizas de un leninismo externo e inorgánico, seguía sufriendo
silenciosamente y sintiendo todo lo contrario de lo que decían sus versos. Mientras
Maiakovski continuaba confundiéndose en literatura con esa farándula de artista
“revolucionarios”, que aparentan serlo con la misma facilidad con que aparentarían ser
valientes, mayores de edad o nocharniegos, la vida interior del poeta, en abierto
desacuerdo con un arte que no la traducía, seguía pugnándose subterráneamente y
debatiéndose en la agonía. Fue la ruptura trágica y desgarrada de todo sincronismo entre
la obra y la vida del autor. Y ni poeta revolucionario ni poeta reaccionario salió de él.
Su lucha interior neutralizó su sensibilidad y se expresión artística, totalmente.
Maiakovski fue un mero literato, un simple versificador, un retórico hueco.
-Guerra a la metafísica- me decía en Moscú- Guerra al subconsciente y a la teoría según
la cual el poeta canta como canta un pájaro...Guerra a la poesía apolítica, a la gramática,
a la metáfora...El arte debe ser controlado por la razón... Debe siempre servir la
propaganda política, y trabajar siempre con ideas preconcebidas y claras, y hasta debe
desarrollarse en tesis como una teoría algebraica. La expresión debe ser directa, a boca
de jarro...
¿Su poesía respondía a los enunciados? Evidentemente, sí. Sólo que la teoría de
Maiakovski, sirvió para hacer de él un fabricante de versos “sur commande”, fríos y
muertos.
Las declaraciones de Maiakovski expresan la verdad sobre su obra en el sentido en que
confirman el hecho de que ella responde a un arte basado en fórmulas y no en la
sinceridad afectiva y personal.
Al sujetarse a un programa artístico, sacado del materialismo histórico, Maiakovski hizo
tan sólo versos desprovistos de calor entrañable y sentido, suscitados por tracción
exterior y mecánica, por calefacción artificial.
Maiakovski fue un espíritu representativo de su medio y de su época, pero no fue un
poeta. Su vida fue, asimismo, grande por lo trágica, pero su arte fue declamatorio y
nulo, por haber traicionado los trances auténticos y verdaderos de su vida.
FUNCION TRANSFORMADORA DEL MOVIMIENTO
En el Estudio 28, de Montmartre, Gance ofrece lo que él llama un ensayo de rítmica a
tres pantallas. El ensayo se opera sobre un tema marino.
Una cortina se descorre, dejando ver tres pantallas apuntaladas horizontalmente como
formando una sola. Un mar tempestuoso se proyecta se proyecta sobre esa pantalla
tripartita, en un solo y ancho paisaje. Las olas se suceden entre peñascos o sobre la
arena, apoyándose por unidades en el horizonte o cuadrándose, por índole sinuosa, a las
órdenes de la profundidad.
El trozo de paisaje que vemos en cada una de las letras, se repite, con idénticas y
simultáneas variaciones, todas las pantallas. Es como si se tratase de una sola “pose”
fotográfica, repetida en tres tarjetas agrupadas, con la diferencia de que las tres tarjetas
no forman, desde el punto de vista fotográfico, un todo orgánico, nuevo y distinto de
cada una de las tarjetas, mientras que de las tres pantallas alineadas, resulta un conjunto
orgánico nuevo y diverso de cada una de ellas. En el caso de las tarjetas restantes no
pierden fotográficamente nada, pues no sufren, como fotografía, ninguna mutilación,
mientras que, en el caso de las pantallas, si se suprime una o dos de ellas, el paisaje
restante se modifica sustancialmente, en los términos en que un cuadrado de pintura o
un retrato es mutilado.
La pantalla tripartita nos da un vulgar paisaje marino, pero se trata aquí de un paisaje
fabricado de tres pequeños e idénticos paisajes, repetidos. Es como si de tres enanos
agrupados saliese un solo gigante, con una sola gran cabeza hecha de las tres cabecitas,
etc.
De esta rítmica a tres pantallas, se puede deducir muy densas consideraciones relativas a
la posibilidad de comunicar a una misma imagen, idea o hecho material objetivo,
valiéndonos únicamente del movimiento, una forma múltiple y diversa de sí misma, un
ritmo orgánico nuevo, prolongación y crecimiento de la imagen, hecho o idea primitiva.
LO QUE DICEN LOS ESCRITORES SOVIÉTICOS
Durante mis estancias en Rusia, he planteado a mis compañeros, los escritores
soviéticos, frecuentes conversaciones relativas a los modos y formas de la actual
literatura rusa. He anotado entonces las siguientes declaraciones suyas, que sintetizan, a
mi parecer, los más diversos y proteicos signos de su estética:
1. No hay literatura apolítica, no la ha habido ni la habrá nunca en el mundo. “La
neutralidad del justo medio, es imposible”. La literatura, defiende, impulsa y exalta
la política soviética.
2. Guerra a la metafísica y a la psicología. Solo las disciplinas sociológicas determinan
el alcance y las formas esenciales del arte.
3. Los temas y asuntos de que trata la literatura rusa, corresponden estrictamente a la
concepción materialista de la historia. El eje central de todo tema y de su desarrollo
artístico, lo constituyen las relaciones económicas de los hombres.
4. La inteligencia trabaja y debe siempre trabajar bajo el control de la razón. Nada de
superrealismo, sistema decadente y opuesto abiertamente a la vanguardia intelectual
soviética. Nada de freudismo, ni de bergsonismo. Nada de “complejo”, “libido” ni
“intuición”, ni “sueño”. El método de la creación artística es y debe ser conciente,
realista, experimental, científico.
5. Los temas literarios son la producción, el trabajo, la nueva organización de la
familia y de la sociedad, las peripecias y las luchas ineluctables para crear el espíritu
del hombre nuevo, con sus sentimientos colectivos de emulación creadora y de
justicia universal.
6. En la literatura rusa hay dos maneras de interpretar y transformar la realidad social:
la vía destructiva, de beligerancia y propaganda mundial contra el espíritu y los
intereses burgueses y reaccionarios (lucha de clases), de una parte, y, de otra, la vía
constructiva del nuevo orden y de las nuevas sensibilidades (edificación socialista).
En esta última se distinguen, a su vez, dos movimientos concéntricos: radicalización
proletaria de las masas y clases sociales vencidas y socialización del Estado
Proletario.
7. Ha pasado el tiempo de los cenáculos literarios en Rusia. No queda ni akmeísmo, ni
presentismo, ni futurismo, ni constructivo. No hay más que el F.U.D.E.R. (Frente
Unico de Escritores Revolucionarios), cuyo espíritu y experimentos técnicos
comunes, pueden sintetizarse en la doctrina general del “realismo heroico”.
8. Los maestros o precursores rusos de los actuales poetas son Puchkin y Khlenikov.
La influencia de Block ha sido esporádica y fugaz. Las influencias extranjeras se
reducen a la inglesa de las baladas (Kipling, Coleridge) y a la alemana (Heine,
Rilke).
9. El ejercicio de la literatura es libre y no está organizado en ninguna escuela o
academia oficial preparatoria, ni se sujeta a programa o cuestionarios coactivos del
Soviet. “Esta literatura –decía Lenin- es libre porque las nuevas fuerzas que ella no
cesa de acopiar, están movidas por la idea socialista y la simpatía de los trabajadores
y no por el ansia de ganar o por arribismo. Es una literatura libre porque en lugar de
consagrarse a la heroína colmada de bienes, a los ‘diez mil de la alta sociedad’, se
consagra a los cientos de millones de trabajadores, que constituyen la élite del país,
su fuerza y su porvenir. Es una literatura libre, porque ella fecundará la última
palabra del pensamiento revolucionario de la humanidad”
10. Los escritores rusos forman un Sindicato profesional, como las demás ramas de la
actividad soviética. La edición y cotización de las obras, corren a cargo de este
sindicato y de una sección especial del Comisariato de Instrucción Pública y ellas
siguen, para ser establecidas, un criterio de Estado.
11. El escritor despliega un dinamismo constante de acción y reacción sociales. “El
escritor es un constructor de la cultura proletaria”. Es por eso que viaja y está en
contacto directo y diario con la vida campesina y obrera. Vive al aire libre, palpando
en forma inmediata y viviente, la realidad social y económica envolvente, las
costumbres en ensayo, las batallas políticas, los dolores y alegrías colectivas, los
trabajos y el espíritu de las masas. Su existencia es un laboratorio austero, dedicado
al estudio científico de su rol social y de los medios de cumplirlo. Las brigadas de
choque literarias, marchan a la cabeza del entusiasmo socialista. Ellas recorren las
más apartadas regiones, llevando un ejemplo práctico y heroico de esfuerzo creador.
El escritor tiene la conciencia de que él, más que ningún otro individuo, pertenece a
la colectividad y que no le está permitido confinarse a ninguna “torre de marfil” ni
al individualismo del literato capitalista.
12. Ha muerto en Rusia el escritor de bufete y de levita, libresco y monóculo, que se
sienta día y noche ante una muralla de volúmenes, ignorando la vida en carne y
hueso de la calle y del camino. Ha muerto, asimismo, el escritor bohemio,
“soñador”, ignorante, perezoso y anárquico. Un horario y un plano son inseparables
del escritor soviético. En todo instante ajustan su actividad, por la derecha, a la
aguja del reloj y, por la izquierda, a la aguja de la brújula.
13. La literatura soviética participa, en cierto modo, del antiguo realismo y del antiguo
naturalismo, pero la separan de esas escuelas diferencias fundamentales, como la
separan asimismo, de todas las demás literaturas de la historia.
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