Y adheridos a la genitalidad de la noche, arremeten el vértigo
y el alcohol y el alcohol y el alcohol... Entonces, aunque no lo
creas, la cerveza (esa sangre constante) parece humedecer la
rotunda aridez del desierto que nace y se dilata al compás de
mis pisadas de eterno vagabundo. Mueren las formas no
enardecidas, mueren los sortilegios de media tarde, mueren
los nardos prolijamente recortados, muere la gravedad de las
cosas, mueren las espesuras, regurgita rosas sobre sí misma la
palabra comunicante, resucita por enésima vez un Cristo
Estrella del Porno embriagado por el éxtasis de montar un
caballo florecido... y yo, que persisto y recrudezco y río en el
espectáculo de mi sollozar de pajarito estrellado, simplemente
yazgo sobre la alfombra que tejí alguna vez con hilos de saliva
de ajeno carmesí. Ay, esa promesa etérea, esa predicción de
niño-cometa... Que la erre no nos exilie de nuestro lecho
descarriado.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario