lunes, septiembre 16, 2013

I. HUBO UNA VEZ UNA RAZA DE HOMBRES Y LUEGO YA NO: VISIONES FUTUROLOGICAS DE UNA POETA CHILENA por KAREN HERMOSILLA TOBAR


Pálida en la huida por los océanos más grandes del
sistema,
la organizadora de orgías y huelgas de hambre
fiera iba fiera venía durante quince siglos desafiando los
satet-élites galileos.
Brillante homicida rítmica, nunca miró al cielo porque
allí todo era pasado,
y tan terráquea como se lo permitieron las fuerzas
combinadas del sol y la luna, compuso el mapa de
la muerte y su formidable melodía luctuosa.
Su apertura fue un disparo hacia la absoluta altura,
dejando a la noche coqueta, abisal y primigeniamente
pornógrafa, con sus fractales caóticos confundidos,
rindiéndose a paso torvo por el silencioso camino de las
galaxias.
La poeta homicida, en su primer acto, desarticuló el
orden intergaláctico,
y sólo su cuerpo contuvo la dimensión intrínseca del
objeto vivo,
deseante,
en la azucena y el cactus, en los gladiolos y los perros
vagos, en la abeja y su zumbido.
Dio en el blanco
cambiando el ritmo de los orfeones de Carabineros,
atravesando a los ídolos religiosos
con la melodía libertaria del Bang,
desfigurándolos, dejándolos a imagen y semejanza de la
NADA.
El impacto, arrebozado en el esternón y el ombligo
entelequia-cos, se inclinó como brújula hacia los puntos
cardinales,
navegando por la ruta de los de pelos en pecho,
imperiosos y despóticos en la conjetura del cero.
La poeta homicida se fue secando el dorso húmedo de
su mano helada;
expió la raza de su fantasiosa inopia: “el
hombre creó el mito”,
y suspiró
sin dejar de recordar, ni por un segundo, que Cristo fue
honesto y malinterpretado.
Como un racimo que cuelga de un parrón atávico,
con la esclerosis de una consonante concluyente en el
destino de la palabra,
el tirano inmutable se sujetó de una ramita: darwinista de
vocación parásita.
Y la poeta chilena disparó sobre él, sobre él, el
HOMBRE, una bala
diseñada con los arrojos claviformes de una cultura
olvidada
en la pequeña y elegante carterita de Medea.
Percutó el arma todo lo que fue necesario
hasta que en su mano quedó convertida en un puñado
de florecitas moradas,
jóvenes, regeneradas como las lunas menores de
Saturno.
Asteroides capturados,
balas que como semillas se anidan
en el útero prebiótico y gélido de la Colt.
(La Magnum checoslovaca estaba para colisiones
alentadoras, con daños más alentadores, en órbitas
ambiguas, lejanas, más allá del bien y el mal,
cercanas al placer “de despernarnos juntos”, como diría
Pound, matando a un fiscal económico que busca
prebendas en algún buffet de trasnacional cafiche, o a
expertos que sugieren una teoría exacta y amoral para el
drama de la maximización de este ser humano, que se
aleja velozmente, eyectado por la civilización hacia la
cumbre de la torre de Babel, donde ni el doppler
electromagnético capta el mensaje y su destino. ¿Dónde
está el Mesías?)
Un fluir gimoteando ¡bang-bang! agujereó los enfados y
certezas del mancebo plagiador de la historia tiránica,
oxidada, cogida desde las suelas de un botín manchado
con sangre y boñiga.
Fingidor de heroísmos, evitador flagrante del
desvanecimiento natural de las cosas sin importancia,
facineroso remedo, fantasía enajenada en caprichos
rugosos como la piel de un paquidermo. Fome, fofo,
fistulado que
forongo y desvergonzado fue yendo por la vida.
Por fin cayó en Hombre en los brazos sinceros y
radicales de la muerte.
Apasionadamente geocéntricos, le exhortaron a dejar la
buena costumbre de almacenar hipocresía, peculio,
verdades desleales con su origen e infelices vástagos:
herederos del estercolero dislexo.
La poeta chilena, aún caliente por la volcánica
estampida,
por el inmenso favor concedido,
ya había bajado el Revólver.
Constituyente y nueva apareció arañando la ruinosa
circunstancia,
encendiendo el pensamiento con la evidencia
de la pelea ganada,
rozando el descontrol y la ferocidad,
prodigiosa.
Pisando el rostro del cadáver enfriándose, y desde la
cretácica esfera,
cantó
en clave titilando, en avieso corpiño, en excelsa cordura,
intrépida:
¡La paridora del mundo merece más que una pintura
ecuestre, un mausoleo vitalicio, una animita en la
intermodal!
¡La cancerbera del núcleo enigmático no está para la
liquidadora, ganando como obrero ruso, disfrazada de ternoternero
y vaca-corbata!
¡A la llamada a ser la María de las Marías, la Sarah
Connor de las Sarahs Connors, no le interesa poner zapatos
de mecanógrafa triste sobre obituarios de mujeres tristes, de
funcionarias tristes, de mano de obra barata tristes, de
empleadas sin salario tristes, todas tristes, ni le incumbe
inventar neologismos canallescos para penalizar la barbarie
y el desamor¡
El arma de fuego humeó laxo al costado de su flanco
trémulo.
Disparó y se sintió conforme.
Logró que el trayecto infinito liberara su estirpe.

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