Dos féretros te acusan, están frente a frente a tu poder físico, dos huérfanos sin patria y apuñalados por ti a la orilla del cadalso de sus padres- mártires. y dos héroes se levantan desde el padecimiento de los siglos furiosos, categóricos, contra tu pecho de reo, Yanquílandia. adentro del cual la ancha patada de los ajusticiados inocentes te chorreó de sangre clamante y con acero.
El índice del "Omnipotente" de tus antepasados lo desgarraron a puñetazos en las cantinas los jureros falsos, la tradición republicana te marca la cara tronchada de tus crucifijos sangrantes, arrojados a la basura cosmopolita. y el ser consciente te desprecia.
Llora tu pabellón cubierto de vergüenza, cubierto de barro sangriento, cubierto de miseria social, cubierto de ludibrios y congojas, cubierto por la abominación de los humildes y las naciones de la tierra, acosado, perseguido, agarrado a puntapiés por los varones y las llorantes doncellas leales de la Humanidad herida.
Cómo te explotan tus verdugos y las dobles yeguas tristes, querido y tranquilo país metropolitano, de gran quijada y actitud adolescente.
Los dólares del abigeato a la persona ecuménica, acumulados como la mercadería ilegal, en los bolsillos subterráneos de tus Monopolios, a cuya espalda aúlla, echada, la desgracia capitalista de la época, las serpientes-gangsters que expresan tu economía de tiburón en un solo monstruo como Irving Kauffman. el cobarde. los "robots" públicos y patológicos, inventores de religiones, a cuyo enorme lomo de oro convergen la divina especulación-divisa y el patriota pisoteado por el idiota en gigante rumor de cadenas y llanto de barcos extranjeros, oh!, electrocutador de varones y mujeres heroicas, república académíco socrática. negrero y devastador Imperio con tu Dillinger y tu Padre Divino a la cabeza, te sitúan medio a medio de tu agónico gran crepúsculo. a tí, adentro del cual resuena el hacha de Abraham, el derribador de
árboles y de crímenes.
He pisado en antaños de epopeya, el surco conyugal de las granjas maduras como grandes lechos o corazas o acordeones o panoplias y Winétt.
coincidiendo con los almendros y los cerezos de Long-Island, la isla sonora de Walt, soldado como yo de la literatura, ubicó el corazón de su estupor entre las amapolas inmensamente desplegadas como pabellones, del Buen Vecino Roosevelt.
Universal y descomunal como dentadura de hereje, ahora se rebaja la faz tentacular el lenguaje lluvioso del verdugo y el asesinato estatal, oh, gran matrona democrática, te da el carácter vil del comercio negrero o de la gran Señora con prostíbulo y patíbulo en la misma sonata de la impostura vaginal coordinándose, tierra de escupos y pingajos, suicida entre las banderas despedazadas y el gran Capital náufrago.
Detentas los records tremendos del ajusticiamiento criminal, desde el Sócrates mediterráneo al Jesucristo popular, y Al Capone, en Colchones de Miami, acepta tu condecoración a los histriones y al asesinato, la mentira escandalosa de tu religión oficial, de tu justicia oficial, de tu filosofía oficial de mercader tenebroso.
Concubina de Hitler. asesina por cobardía, acumulando todo el odio de la multitud contra tu pueblo infantil, estiras la cortina del dólar sobre Walt-Street, amparándolo del bofetón mundial, y tus corsarios y tu piratas financieros, apuntalados en tus bayonetas, aculatados entre la cocina y el Water-Closet, invaden la gran mar-océano, saquean las materias primas y el pan del proletariado, matan de pena y hambre al trabajador, corrompen oportunistas mediocres, marcados como caballos de establo de latifundista por la compra-venta y los “bussines", y dan la gran patada colonial en la faz de las patrias americanas, difundiendo piojos amarillos: el culebrón internacional de tu F.B.I., se camufla criminalmente marcando con barro macabro conciencias y adolescentes con inmenso estupor simoniaco y tu actitud da asco y rabia; comadrona de los aventureros mesiánicos, ¿por qué no degüellas a tu Ku-Klux-Klan de tinieblas y pistolas en la noche colosal de Chicago, a tus capitanes de truts ladrones que arrastran a la desesperación armada a las muchedumbres, entregándoselas al capital de matanza de las ametralladoras y los fusiles hambrientos de hambrientos y desamparados sociales, a tus burócratas prevaricadores, con cinturón de balas y hocico de calumnia y de mentira, a tus jueces beatos y borrachos, entre los cuales estalla el relámpago de la justicia civil de tu gran Ministno Douglas. lección de honor para la canalla y la hipocresía clerical del Estado, a tu senectud corrompida y patriotera entre los toxicómanos, oh, gran madrina de cobardes y de rufianes, coa la vergüenza de Corea en la cara y no castras a Mac Arthur?...
En régimen de abracadabra le comiste los hijos y le robaste las tierras a México y a Puerto Rico, bruja del Sábado y hermosa nación herida y traicionada, y tus encinas con ardillas están cargadas del fruto social de tos negros linchados por ahorcamiento, mostrando una gran lágrima blanca entre los dientes, encima de la población pacífica y trabajadora de tu grande popular base. Yanquilandia, traicionándonos a los que amamos tu pueblo inmortal contra los sicarios de tu pueblo inmortal, mi hermano.
Como un orangután ebrio, lanzaste el chantage ignominioso contra la lámpara de luciérnaga de un matrimonio en el cual resplandecía la heroicidad, estallando como en las antiguas epopeyas, y los esposos Rosenberg cayeron en la eternidad contigo, que te asesinaste a ti misma, caliente, rabiosa, como leona en el instante da la posesión o el hambre, tú. predicadora de Occidente, misionera y cuchillera, misionera y cogotera de la prevaricación a la cual negaría Jefferson en el gran tribunal de los pueblos, EL DIA DE LAS IRAS. EL MUCHO LLORO Y EL CRUJIR DE DIENTES, entonces, porque te he de ver de rodillas, frente a frente al pelotón de fusilamiento, Yanquilandia.
La nazificación general de tu economía imperialista te arrastra a la psicosis bélica, y al complejo de Edipo, con asesinato, si, con asesinato y tortura, y pierdes terreno en la historia, cuando devoras, como un chacal cartas de amor claras, y adorables corazones inocentes con campo heroico en el escudo.
Tu aptitud repugna a la ciudadanía mundial-social y es una gran ofensa a la tierra, da lástima la oratoria idiota que esgrimes, chantajista de la Bomba Atómica, e infecta la naturaleza entera tu aliento de Estado en desintegración profunda; no pedimos clemencia, pedimos justicia para los asesinados y tú caíste, por miedo concreto, a la imbecilidad del ajusticiamiento, como un tonto a una batea, gran profeta de la cultura occidental y maestra del histrionismo con mascarón de proa y gorro de mocos: se tapan la mirada avergonzada las montañas de América y tu águila ha caído ametrallada entre banderas pisoteadas.
Pero lo horrendo es que 'os héroes cuyo paso de santos sin Jehová sublimó el estiércol sangriento de Sing-Sing. eran tus hijos, nieta de cuáqueros, gran madrastra desaforada y anormal, devoradora de tu propio vientre negro, apóstata de la Democracia.
Yo que estreché en mis brazas muerta a la más amada de las mujeres y vi avanzar sobre su gran belleza de eclipse total la sombra lluviosa de ‘'Dios” bramando con invasión de mar huracanado, de pan de sueño y hierro, de temporal de amargas guitarras quebradas y botellas de llanto, fui mordido en el corazón pisoteado de los que ya nada esperan por la calumnia y la mentira del cobarde, te maldigo, y levanto tu nombre, como una máscara rota, a la abominación de todos los pueblos.
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