lunes, diciembre 24, 2018

CUENTO DE NAVIDAD por VLADIMIR NAVOKOV




Se hizo el silencio. La luz de la lámpara iluminaba despiadadamente el rostro mofletudo del joven Anton Golïy, vestido con la tradicional blusa rusa campesina abotonada a un lado bajo su chaqueta negra, quien, nervioso y sin mirar a nadie, se disponía a recoger del suelo las páginas de su manuscrito que había desperdigado aquí y allá mientras leía. Su mentor, el crítico de Realidad Roja, miraba el suelo mientras se palpaba los bolsillos buscando una cerilla. También el escritor Novodvortsev guardaba silencio, pero el suyo era un silencio distinto, venerable. Con sus quevedos prominentes, su frente excepcionalmente grande y dos mechones ralos colocados de través sobre la calva tratando de ocultarla, estaba sentado con los ojos cerrados como si todavía siguiera escuchando, con las piernas cruzadas sobre una mano embutida entre la rodilla y una de las lorzas de su muslo. No era la primera vez que se veía sometido a este tipo de sesiones con sedicentes novelistas rústicos, ansiosos y tristes. Y tampoco era la primera vez que había detectado en sus inmaduras narrativas, ecos -que habían pasado inadvertidos para los críticos- de sus veinticinco años de escritura, porque la historia de Golïy era un torpe refrito de uno de sus propios temas, el de El Filo, una novela corta que había compuesto lleno de esperanza y de entusiasmo, y cuya publicación el pasado año no había logrado en absoluto acrecentar su segura aunque pálida reputación.
El crítico encendió un cigarrillo. Golïy, sin alzar la vista, guardó el manuscrito en su cartera. Pero su anfitrión se mantenía en silencio, no porque no supiera cómo enjuiciar el relato, sino porque esperaba, dócil y también aburrido, que el crítico finalmente se decidiera a pronunciar las frases que él, Novodvortsev, no se atrevía ni siquiera a insinuar: que el argumento era un tema de Novodvortsev, que también procedía de Novodvortsev la imagen aquella del personaje principal, un tipo taciturno, dedicado en cuerpo y alma a su padre, un hombre trabajador, que logra una victoria psicológica sobre su adversario, el despreciable intelectual, no tanto en razón de su educación, sino gracias a una especie de serena fuerza interior. Pero el crítico encorvado en el sillón de cuero como un gran pájaro melancólico se empecinaba desesperadamente en su silencio.
Cuando Novodvortsev se dio cuenta de que una vez más no iba a oír las palabras esperadas, mientras trataba de concentrar su pensamiento en el hecho de que, después de todo, el aspirante a escritor había ido hasta él, y no hasta Neverov, para solicitar su opinión, cambió de postura, volvió a cruzar las piernas metiendo la mano entre las mismas, y dijo con toda seriedad: "Veamos", pero al observar la vena que se hinchaba en la frente de Golïy, cambió de tono y siguió hablando con voz tranquila y controlada. Dijo que la historia estaba sólidamente construida, que el poder de lo colectivo se advertía en el episodio en el que los campesinos empiezan a construir una escuela con sus propios medios; que, en la descripción del amor que Pyotr siente por Anyuta, había ciertas imperfecciones de estilo que no lograban acallar sin embargo el reclamo poderoso de la primavera y la urgencia del deseo y, mientras hablaba, no dejaba de recordar por alguna razón que había escrito a aquel crítico recientemente, para recordarle que su vigésimo quinto aniversario como escritor era en enero, pero que le rogaba categóricamente que no se organizara ninguna conmemoración, teniendo en cuenta que sus años de dedicación al sindicato todavía no habían acabado...
- En cuanto al tipo de intelectual que has creado, no acaba de ser convincente -decía-. No logras transmitir la sensación de que está condenado...
El crítico seguía sin decir nada. Era un hombre pelirrojo, enjuto y decrépito, del que se decía que estaba tuberculoso, pero que probablemente era más fuerte que un toro. Le había contestado, también por carta, que aprobaba la decisión de Novodvortsev, y allí se había acabado el asunto. Debía de haber traído a Golïy como compensación secreta... Novodvortsev se sintió de improviso tan triste -no herido, sólo triste- que dejó de hablar de pronto y empezó a limpiar las gafas con el pañuelo, dejando al descubierto unos ojos muy bondadosos.
El crítico se puso en pie.
- ¿Adónde vas? Todavía es temprano -dijo Novodvorstsev, levantándose a su vez. Anton Goïly se aclaró la garganta y apretó su cartera contra el costado.
- Será un escritor, no hay duda alguna -dijo el crítico con indiferencia, vagando por el cuarto y apuñalando el aire con su cigarrillo ya acabado. Canturreaba entre dientes, con cierto tono de asperidad, se inclinó sobre la mesa de trabajo y luego se quedó un rato mirando una estantería donde una edición respetable de Das Kapital ocupaba su lugar entre un volumen gastado de Leonid Andreyev y un tomo anónimo sin encuadernar; finalmente, con el mismo paso cansino, se acercó a la ventana y abrió la cortina azul.
- Venga a verme alguna vez -decía mientras tanto Novodvortsev a Anton Golïy, que primero se inclinó a saludarle con torpeza para después erguirse como con altanería-. Cuando escriba algo nuevo, tráigamelo.
- Una buena nevada -dijo el crítico, dejando caer la cortina-. Por cierto, hoy es Nochebuena.
Y se puso a buscar distraído su sombrero y su abrigo.
- En los viejos tiempos, al llegar estas fechas tú y tus colegas hubierais estado produciendo a marchas forzadas manuscritos navideños...
- Yo no -dijo Novodvortsev.
El crítico se rió entre dientes.
- Es una lástima. Deberías escribir un cuento de Navidad. En el nuevo estilo.
Anton Golïy tosió en su pañuelo.
- En otro tiempo lo hicimos... -empezó con voz ronca, gutural, pero luego carraspeó.
- Lo digo en serio -siguió el crítico, embutiéndose en el abrigo-. Se puede inventar algo inteligente... Gracias, pero ya son...
- En otro tiempo -dijo Anton Golïy-. Lo hicimos. Un maestro. Un maestro que... Se le metió en la cabeza hacer un árbol de Navidad para los niños. En la cima. Colocó una estrella roja.
- No, eso no sirve -dijo el crítico-. Es más bien severo para un cuento. Tienes que darle un perfil más sutil. La lucha entre dos mundos diferentes. Todo ello contra un fondo nevado.
- Hay que tener cuidado con los símbolos, en términos generales -dijo sombrío Novodvortsev-. Tengo un vecino, un hombre muy recto, miembro del partido, militante activo, y sin embargo utiliza expresiones como "el Gólgota del Proletariado"...
Cuando sus huéspedes se hubieron ido se sentó en su mesa y apoyó la cabeza en su gran mano blanca. Junto al tintero había algo que parecía un vaso sencillo y cuadrado con tres plumas hincadas en una especie de caviar de bolas azules. El objeto tenía unos diez o quince años: había sobrevivido todos los tumultos, mundos enteros habían caído despedazados en torno de él, pero ni una de aquellas bolas de cristal se había roto. Eligió una pluma, dispuso una hoja de papel convenientemente, metió unas cuantas hojas más debajo de la primera para escribir sobre una superficie más blanda...
- ¿Pero sobre qué? -dijo Novodvortsev en voz alta, y a continuación con el muslo hizo a un lado la silla y se puso a caminar por la habitación. En su oído izquierdo sentía un zumbido insoportable.
El canalla aquel lo dijo con toda la intención, pensó, y como si quisiera seguir los pasos del crítico fue hasta la ventana.
Tiene la pretensión de aconsejarme y de avisarme... Y ese tono de mofa... Probablemente piensa que ya he perdido toda originalidad... Pues haré un cuento de Navidad... Y entonces, él escribirá: "Estaba yo en su casa una noche y, entre una cosa y otra, se me ocurrió sugerirle: Dmitri Dmitrievich, deberías describir la lucha entre el viejo y el nuevo orden en el entorno de un nevado cuento de Navidad. Podrías llevar hasta sus últimas consecuencias el tema que apuntabas de forma tan extraordinaria en El Filo, ¿recuerdas el sueño de Tumanov? Ese es el tema al que me refiero ... Y precisamente aquella noche nació la obra que ..."
La ventana daba a un patio. No se veía la luna... No, pensándolo bien, sí que hay una especie de brillo que sale de detrás de aquella chimenea. La leña estaba apilada en el patio, cubierta con una alfombra reluciente de nieve. En una ventana resplandecía la cúpula verde de una lámpara, alguien trabajaba en su mesa, y el ábaco relucía como si sus cuentas estuvieran hechas de cristal de colores. De repente, en el más absoluto silencio, unos copos de nieve cayeron del alero del tejado. Luego, de nuevo, un torpor absoluto.
Sintió el cosquilleo de vacío que siempre presagiaba el deseo y la urgencia de escribir. En este vacío algo estaba adquiriendo forma, algo crecía. Una especie de nuevo cuento de Navidad... La misma nieve de siempre, un conflicto totalmente nuevo...
Oyó unos pasos cautelosos al otro lado de la pared. Era su vecino que volvía a casa, un tipo discreto y educado, comunista hasta la médula. En una suerte de arrebato más o menos abstracto, con una deliciosa sensación de confianza, Novodvortsev se volvió a sentar a la mesa. El tono, la coloratura de la obra ya empezaban a tomar cuerpo. Sólo tenía que crear el esqueleto, el tema. Un árbol de Navidad: ése era el comienzo. Se imaginó ciertas familias, gente que en los viejos tiempos había sido importante, gente que estaba aterrorizada, de mal humor, condenada (se los imaginaba con tanta nitidez ...), gente que con toda seguridad estaba ahora mismo colocando adornos de papel en un abeto que habían cortado a hurtadillas en el bosque. En estos tiempos ya no había dónde comprar aquellos adornos y oropeles, ya no se apilaban los abetos a la sombra de San Isaac...
Alguien llamó a la puerta, un golpe amortiguado, como si se hubiera cubierto los nudillos con un trozo de tela. La puerta se abrió unos centímetros. Delicadamente, sin apenas meter la cabeza, el vecino le dijo: "¿Le importaría prestarme una pluma? Si tiene alguna con la punta un poco roma, se lo agradeceré".
Novodvortsev se la dio.
- Muchísimas gracias -dijo el vecino, cerrando la puerta silenciosamente.
Aquella interrupción insignificante rompió en cierta manera la imagen que estaba madurando en su mente. Se acordó que en El Filo Tumanov sentía cierta nostalgia por la pompa de las antiguas fiestas. Pero no buscaba ni quería una mera repetición. Y en aquel momento pasó por su mente otro recuerdo inoportuno. Recientemente, en una fiesta, había oído cómo una joven le decía a su marido: "Te pareces mucho a Tumanov en varios aspectos". Durante unos días se sintió feliz. Pero luego conoció personalmente a la citada señora y el tal Tumanov resultó ser el novio de su hermana. Y tampoco ésa había sido su primera desilusión. Un crítico le había dicho que iba a escribir un artículo sobre tumanovismo. Había algo que le adulaba infinitamente en ese ismo y también en la t con la que la palabra comenzaba en ruso. El crítico, sin embargo, se había ido al Cáucaso a estudiar a los poetas georgianos. Y, a pesar de todo, no podía negar que Tumanov le había proporcionado ciertos momentos agradables. Por ejemplo, una lista como la siguiente: "Gorky, Novodvortserv, Chirikov..."
En una autobiografía que acompañaba sus obras completas (seis volúmenes con retrato del autor incluido) había contado cómo él, hijo de padres humildes, se había abierto camino en el mundo. Su juventud, en realidad, había sido feliz. Un vigor saludable, fe, éxito. Habían transcurrido veinticinco años desde que una aburrida revista literaria publicara su primer relato.
A Korolenko le había gustado su obra. Había sido arrestado un par de veces. Habían cerrado un periódico por su culpa. Ahora sus aspiraciones cívicas se habían visto cumplidas. Se sentía libre y cómodo entre los escritores jóvenes que empezaban. Su nueva vida le satisfacía al máximo. Seis volúmenes. Su nombre era conocido. Y sin embargo su fama era pálida, pálida...
Saltó de nuevo mentalmente hasta la imagen del árbol de Navidad y, bruscamente y sin aparente razón, se acordó del cuarto de estar de la casa de unos comerciantes, de un gran volumen de artículos y poemas con páginas de cantos dorados (una edición benéfica para los pobres) que de alguna forma estaba relacionado con aquella casa, recordó también el árbol de Navidad del cuarto de estar, la mujer que él amaba en aquel tiempo, y las luces del árbol reflejándose como un temblor de cristal en sus ojos abiertos al coger una mandarina de una de las ramas más altas. Habían transcurrido veinte años o quizá más, cómo se fijaban en la memoria algunos detalles...
Disgustado, abandonó este recuerdo y se imaginó una vez más esos viejos abetos más bien ralos que, en ese mismo momento, con toda seguridad, se veían engalanados y decorados con adornos... Pero ahí no había ningún relato, aunque siempre se le podía dar un ángulo sutil... Exiliados que lloran en torno de un árbol de Navidad, engalanados con sus uniformes impregnados de polilla, mirando al árbol sin dejar de llorar. En algún lugar de París. Un viejo general rememora al recortar un ángel de cartón dorado cómo solía abofetear a sus soldados... Pensó entonces en un general que había conocido personalmente y que ahora estaba en el extranjero, y no había forma de imaginárselo llorando arrodillado ante un árbol de Navidad...
"Pero, con todo, ahora voy por buen camino." Dijo Novodvortsev en voz alta, persiguiendo impaciente un pensamiento que se le había escapado. Y entonces algo nuevo e inesperado empezó a tomar forma en su imaginación -una ciudad europea, un pueblo bien alimentado, cubierto de pieles. Un escaparate completamente iluminado. Tras él, un enorme árbol de Navidad de cuyas ramas cuelgan frutas carísimas y en cuya base se amontonan muchos jamones. Símbolo de bienestar. Y delante del escaparate, en la acera helada...
Todo nervioso, pero nervioso con la excitación del triunfo, sintiendo que había encontrado la clave única y necesaria, que iba a componer algo exquisito, que iba a describir como nadie lo había hecho antes la colisión de dos clases, de dos mundos, empezó a escribir. Escribió acerca del árbol opulento en el escaparate descaradamente iluminado y del trabajador hambriento, víctima del paro, mirando aquel árbol con mirada severa y sombría.
"El insolente árbol de Navidad -escribió Novodyortsev- ardía con todos y cada uno de los colores del arco iris."

domingo, diciembre 23, 2018

VIVIENDO ENTRE SARRACENOS de CONNIE TAPIA MONROY: LO COTIDIANO DE LA MUERTE por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE



Más allá de las preguntas universales acerca de la muerte, y de su eterna presencia en el arte y de la sociedad, subyace el tema de Thánatos en la literatura y en especial en la Poesía. Las múltiples concepciones de cómo es esa dimensión luego del cese de las funciones biológicas que constituyen la vida, nos llegan desde la religión hasta el cine. Hay países cuya concepción es más natural y óptimo. En esa franja de entendimiento de interpretación encontramos el poemario “Viviendo entre sarracenos” de Connie Tapia Monroy.
La imaginería de esta poeta es rica en elementos que más que tomarnos de la mano e inducirnos a una atmósfera crepuscular, nos guía sutilmente al lado que la ética judeocristiana califica como oscuro.
Algunos poetas, la mayoría me atrevería a decir, al tratar la muerte y temas afines, aplican en su voz lírica una pesadez inusitada indefectiblemente caen en lo críptico ( aunque esto trate de criptas) y una retórica opaca con metáforas pesadas como un lastre prosaico, produciendo pésima obra, este no es el caso de Connie Tapia, quien entrega un lustre brillante a esa “oscuridad”, quien alcanza inusitadas notas de cotidianidad, una visión contrastante y vitalista de fenómenos como la catalepsia, la muerte sin linde, desatada en una linealidad temporal que simultáneamente convive en lo eterno del alma.
Sus composiciones poéticas fluyen en una bella ductilidad de imágenes superpuestas y en algunos casos sin abandonar la violencia que determina la morfología de este mundo. La diestra pluma vence el tenue límite entre lo real y lo onírico.
El prisma lírico de Connie Tapia también incluye en una de sus facetas el conjurar, en el sentido de destruir una marca, un hechizo o algo indeleble que curte el alma, logrando alcanzar un claroscuro de emociones que se plasman en una umbría y etérea definición del amor.
Otra faceta, la  bruma del tiempo, indescriptible, es salvada a punta de sentimientos, a pesar que lo que le rodea es tan similar al vacío.
A pesar de todo lo mencionado, no se abandona en algunos pasajes la crítica social,  en especial a la ética de la Iglesia Católica y tan merecidamente aporreada se le ve.
El vampirismo no está excluido de la poética invocación de la poeta, quién entre films e imágenes nos trae esta atávica criatura.
Nos visitan referencias, David Lynch, el cine, el cómic, algunas aflicciones psiquiátricas, la catalepsia.
El Reino de las Sombras se despliega, la imaginería judeocristiana y de todas las cosmovisiones que la nutren es utilizada  al límite de su normal función. Se despliega este abanico de versos,  tiniebla de la poesía, el otro extremo de la luz y la lucidez única de la poeta tratando temas de necromancia, abisma al lector, demostrando que
la poesía es en esta cosmogonía, la belleza de lo oscuro, los dobleces ajados del amor y la obsesión.
Los sarracenos, eran aquel pueblo semita árabe pre-musulmán que habitaban desde Siria a la actual Arabia Saudí, en el título pareciese aludir a la otredad (o alteridad, si se quiere) fuera de esa dimensión de muerte y necrovivencia, si es que este término se permite, para designar el arte firme, sutil, pulcro en la palabra que Connie Tapia Monroy nos entrega.
De lectura, muy recomendable.
“Viviendo entre Sarracenos” de Connie Tapia Monroy. Cathartes Ediciones. 55 páginas. Arica Chile.






sábado, marzo 10, 2018

EL MAÑANA OSCURO DE GONZALO FERNANDEZ BASTIAS: LA VISION RESULTANTE DE LA EVOLUCIÓN ARTIFICIAL por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE.



En Mañana Oscuro, la evolución del hombrees vista  desde una distopía al alcance de la mano, o más bien, del tiempo. La tecnología biológica crea seres híbridos compuestos  entre máquina y piel. A ratos la narración nos acomoda perfectamente en el ámbito del film Repo man del 2010 dirigida por Miguel Sapochnick. Los esfuerzos del hombre por cubrir la necesidad de trasplantes  de órganos o miembros derivan en una política de modificación íntegra del ser humano devastando la naturaleza esencial del mismo. Sin duda la  panorámica mundial expuesta por Gonzalo Fernández Bastías en Mañana Oscuro, no se aleja de las consideraciones económicas que pudieron provocar la decisión masiva de este hibridaje.

El título es una serie de relatos breves que van explicando cómo el ser humano en su sociópata obsesión por superarse a sí mismo y potenciar sus capacidades comienza a abandonar la esencia humana. Sobresale el texto “Genocidio” historia que enuncia lo feble de la condición humana-ciborg, en “Consecución”  la sique humana se corrompe a tal punto que deja entrever lo autodestructivos que potencialmente somos. Fernández Bastías nos entrega vistazos amargos a un orden mundial desnaturalizado  y nuevas castas socioeconómicas. La inclusión de monstruos conocidos, es decir, vampiros y hombres lobo “Lycan” provoca un contraste marcado con la nueva “forma de ser” humana. Como es de esperar surge un conflicto inherente al establecimiento de este sistema deshumanizado. El tono, las visiones, resulta al lector una especie de presagio al ritmo de los avances actuales.

Como en el pasado los relatos y la vigorosa narrativa de la ciencia ficción fue nominada como “de Anticipación” lo que nos adelanta el autor de Mañana Oscuro el punto exacto donde las sociedades consideran que nada es sagrado, que el sistema cimentado enérgicamente a la ciencia es capaz de cubrir toda necesidad, modificar todo proceso natural en una función específica y tecnológicamente útil al nuevo orden. Parece un futuro poco distante. La meta de alcanzar y conquistar los confines del universo requiere de una complexión humana-ciborg, para superar las limitaciones que impone las debilidades del cuerpo humano.

Este atisbo pesimista, conserva al momento de las conclusiones, las trazas innegables de la condición humana, que a la altura temporal de Mañana Oscuro, deja patente que aún no se deja atrás la esencia natural que a pesar de lo que suceda, mientras vibre el latido de un corazón tierno en sus fibras, carne y sangre, el ineludible deseo de combatir y oponerse subsistirá manifestándose.

La agilidad del texto acompañado por las impecables ilustraciones por parte de Alex Olivares hacen de este título de Cathartes Ediciones una obra dinámica.

ARTE POETICA LA POESIA COMO EJERCICIO DE BUSCARTE Y ENCONTRARTE por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE



Pyrokinesis. El fuego que siempre buscó su aire y anduvo tras tus pasos como una fuerza ciega, pero a la vez móvil entre las volutas. El secreto de las vendimias en un desierto, rocas hechas verso y lejos de cualquier polis muerta desde el inicio. Un campo abierto repleto de lobos aullando, si pudiera escribir mal esa palabra y la gramática resbalando  como un aceite andrógino, atávico como los ascendientes de mi propia casta gritándote, necesariamente gritándote, sin oficio y en ceguera perpetua. AHUYANDO,  así con hache intermedia porque dentro de ese aullido hay una mudez ininteligible e inútil. Verso tras verso el rastreo en una noche eterna ¿La conoces? El camino de las incertezas crudas, los recovecos verdes del ansia, los sueños como ladrillos de una muralla, días y días. He aquí un arte que no ha germinado, ni florecerá, un madero flotando en el océano, un océano que retuvo a la niña pez por siglos y siglos, un ciclo entero de salvajes elucubraciones y no sabes de lo qué hablo. El fuego danzando en una noche en una noche, en una. La construcción de laberintos sin salida… dime si hay madres esperándonos, si hay un público expectante si hay una historia palpitante o si somos nosotros dos, nosotros en un círculo interminable.  La manera de moverse entre versos entre máscaras que eran en si nuestros rostros y a vencer todas las mascaradas. Qué hacer si se halla la salida y se es lobo y ya no un minotauro ingenuo e inocente en casa de Asterión. El principito que no pudo salir de su asteroide, el que por el azar te tomó de la mano por una gran avenida deseando que lloviera mientras caminásemos o camináremos. Sólo con tu rostro en un mapa inútil en indicaciones, glosas y signos. Pyrokinesis que requirió tu aire como para subsistir. Dejar de creer que moriré con un  puñado de poemas en la boca. Despierta, si para despertar hay que comprender qué es el apego y qué no es el apego. El fuego acaba de aprender y aprehender qué es. Verbo. Palabra. Visión. Espejismo. Número. El fuego danzando en un día en un día y un día. Las melodías girando en la bóveda celeste, eternamente celeste. El fuego danzando en la palma de tu mano, sólo porque ha encontrado su origen y su lugar. Mírame como danzo sobre los laberintos.


YONKION DE OLCAY JENERAL, UNA DISTOPIA CERCANA por EDUARDO J.FARIAS ALDERETE




A Olcay Jeneral le conocíamos desde Asfalto_ editado por Cinosargo, un poemario distópico de buena factura. Ahora Cathartes Ediciones lo presenta con YONKION, el segundo título de la serie ROCKET PUNCH.

De entrada nos golpea con un texto introductorio acerca de un niño perro y la capacidad de reconocerse en el “estadio del espejo” un juego en que Narciso-niño perro-Autor y lector se ven envuelto en el reflejo de lo real y lo irreal. Suficiente para ser, un hermano, un hipócrita, un lector.

Y el efecto inicial no se hace esperar ya que estamos situados en el patio de un liceo y nos invaden mil y una imágenes de ese patio lleno de estudiantes, muchos de los cuales se sentían encarcelados en un sistema educativo deficiente, tiránico e ineficaz. Así   ingresamos al relato titulado _La plaga.

Número 27 (en la lista de asistencia) tiene unos compañeros, Shoble, Sushi y el Cabezón. Ante los deberes académicos y la correlativa disciplina, se encuentra el correlativo de la autoridad escolar dentro del establecimiento. En lo último  se desarrolla la acción. El número 27, alumno de un Liceo sin nombre procesado por el sistema que de todas maneras incide sobre voluntad escucha un estilo de música que el lector avezado o el melómano sin remedio emparentaria con el techno industrial o el EBM.

A este orden de cosas al que estamos resignados hay que añadir la ocurrencia de un hecho extraordinario Que enrarece el ambiente, el "Despertar Colectivo"  iluminó por sesenta segundos a la ciudad donde vive Número 27.


Es un fenómeno en el que no se especifica sus alcances pero que se intuye global y profundo en la condición humana. Lo demás está para el interés del lector.

­_Fractales es la segunda parte de Yonkion. En un mundo en que lo biológico está sujeto a las modificaciones e intervenciones estéticas y orgánicas profundas que el cinéfilo  identifica  a la cosmovisión del film “Brazil” dirigido por Terry Gilliam.

El suceso de una pandemia en Latinoamérica que se manifestaba en una falla  sistémica total, llevó a un control férreo de la población y la pronta vacunación de la misma. La bio y nanotecnología está orientada a reforzar la inmunización de la población en general. Nuestro protagonista está siendo liberado en el Tribunal de Garantía donde había sido llevado por asediar un laboratorio de BYO Extensiones & Asociados. Las oscuras intenciones del protagonista frustradas por su captura desembocan en un deseo extremos de  matar a El linterna  quien le había entregado el dato de un camión portando órganos humanos sanos. Así comienza  esta espiral de droga, violencia y bajos instintos. Un desenlace rotundo, nos deja en la tarea de reflexionar en torno al pulso rápido con que nuestra sociedad se desenvuelve y el resultado de una evolución donde los valores morales van dejándose de lado.

YONKION, parece ser un anglicismo proveniente de la palabra junkie, un término que designa a los usuarios de las drogas, en especial la heroína.
YONKION.  Una narrativa hábil, breve y concisa. Recomendable a todo lector y en especial a los amantes de la ciencia ficción.


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