sábado, septiembre 14, 2013

UNA BREVE APROXIMACIÓN A DIECISÉIS AÑOS DE POESÍA CHILENA: 1973-1989 por SERGIO MACIAS


Con el término de la dictadura de Pinochet finaliza el período más oscuro y horrible que ha tenido el pueblo chileno, entre los años 1973 y 1989, cuyos efectos se han reflejado también en su historia literaria. Referirse a toda la producción poética que se produjo durante esa época es evidentemente una labor muy difícil, ya que existe una abundante bibliografía imposible de abarcar en un artículo. Pero en todo caso, la que hemos podido conocer a través de las propias obras de los autores, de una gran producción publicada en diferentes revistas y por investigaciones realizadas de manera parcial, podemos ya expresar y tipificar sus diversas manifestaciones. A todo esto debemos agregar lo escrito en el exilio, pues el país siguió a estos poetas donde quiera que fueran.
Carlos Orellana en un comentario a la revista Ventanal dice: «...errará el que crea que en los años posteriores al golpe de Estado el «apagón cultural» pueda entenderse como sinónimo de «mudez creativa». Lo primero, fenómeno sociológico caracterizado en sus líneas generales por la esterilización y parálisis de ciertos órganos institucionales, la chatura y mediocridad del pensamiento dominante, y un cierto miedo larvado en el ánimo de algunos sectores sociales, no se tradujo ni podía traducirse en la muerte de toda chispa creadora. La poesía es un buen ejemplo de ello, quizá sí el más significativo y, en todo caso, el que primero se manifestó pasada la travesía del desierto de los primeros años de la dictadura».
Se produce como hecho necesario y vital una creación clandestina, luego la que emerge más libertariamente después de la censura, y otra que se mantiene con el mismo estilo de antes del 73. Son muchos los que pertencen a una militancia de oposición. Pasado el tiempo más duro impuesto por el terror: la quema de libros estimados peligrosos para la seguridad nacional; la requisición y destrucción de bibliotecas; los allanamientos; las detenciones, las torturas; las desapariciones y la marcha forzada de gran parte de una generación de poetas al exilio, aún se trabaja de forma muy individual (no me refiero al hecho de la creación que es en solitario) en relación con la sociedad, hasta que de a poco se van mostrando los trabajos en círculos de amigos. Los creadores vuelven a agruparse, se ven cuidadosamente en sus hogares, pero siempre con el temor del soplonaje, también en determinados bares o cafeterías o iglesias para comentar la situación política y sus obras. La tiranía amedrenta, pero si no se producen ya las detenciones multitudinarias como las que se practicaban en un comienzo llenando estadios y campos de concentración, como el Estadio Nacional donde se asesinó a Víctor Jara que nos dejó su poema «Estadio Chile»: «¿Este es el mundo que creaste,/ Dios mío?/ ¿Para esto los siete días de asombro/ y de trabajo?», o la que nos describe Aristóteles España en «Dawson», poeta que fue enviado allí cuando apenas tenía diecisiete años: «Los años irán pasando como trenes desbocados,/ tus ojos se internarán en los círculos/ de la supervivencia seguirá la dictadura haciendo daño,/ NO escribiré poesía esta semana,/ Hoy entramos al otoño,/ cada día estoy más enfermo,/ ¿Cómo estás? ¿Dónde te encuentras? ¿En qué Centro de Reclusión? ¿En qué sala? ¿0 en qué fosa?/ Se repite tu nombre en mis pupilas,/ veo cuervos en los postes y en las ramas,/ ¿Ha llegado el Fiscal para juzgarnos?/ Estoy bastante mal,/ Confundo cosas,/ necesito/ ver/ el/ cielo/ esta/ mañana,/ Escuchar el susurro de las olas cuando lloran/ o los últimos espasmos de una aurora ennegrecida./ ¿Recuerdas diciembre en «Agua Fresca»?/ quisiera escribir un relato,/ lentamente recupero mi entereza/ me gustan mucho las frutas y tu pelo/ hace frío,/ tengo breves contactos con la tristeza,/ me atrapa a veces/ después huyo hacia otros archipiélagos,/ son las 10 A.M./ el futuro —que ya debemos empezar a construir—/ será doloroso y noble como un parto», siempre siguen existiendo la arbitrariedad, la detención a cualquier hora del día y especialmente en las poblaciones por la noche, continúan las flagelaciones y las desapariciones. La Vicaría de la Solidaridad juega un rol fundamental en la defensa de los derechos humanos. Comienzan a formarse talleres literarios que sirven de estímulo y de acercamiento, además del cometido cultural.
La poesía testimonial ocupa un papel destacado. Parte de esta creación está en la obra del poeta sureño Ornar Lara, premio Casa de las Américas, en 1975, que fue encarcelado, puesto en libertad, que marchó al exilio por varios años y retomó a la región de Concepción. En «Oh Buenas Maneras» dedicado a Ligeia y Guillermo canta: «Cuántos atentados en tu nombre/ cuánto atentado/ contra la especie humana contra la poesía/ cuánto autoatentado/ escuchen a un falso/ he ahí a una bella mujer de mi prójimo/ debería decirle hermosa hermosa pero callo/ animal de buenas mane¬ras callo/ he ahí un miserable debería decirle miserable/ debería escupirlo/ le sonríe no obstante/ oh buenas maneras de qué vales cuánto para qué/ adiestrados para ocultar estos golpes mortales/ estos manotazos soberbios certeros/ ahogados/ asesinados/ pervertidos a edad temprana». Por ejemplo, el destacado crítico y ensayista Alfonso Calderón, respecto al libro de Aristóteles España dice que el autor «ha vivido, desde
los diecisiete años, una odisea, la noción del odio ciego de los tenaces torturadores, de los out-siders que hoy son, por una extraña ironía, los guardadores de la ley. Creo que este libro suyo tiene no sólo el valor testimonial, la duplicación verbal de una experiencia del mundo de la sevicia y de la vesania,sino que aspira a buscar la forma de inmortalizar a los crápulas, de preparar los círculos de su particular infierno para que en ellos permanezcan acusadores los valores del horror, de la maldad, de la desvergüenza, y así los asesinos no desaparezcan de la memoria colectiva. «El poeta Jorge Narváez en el prólogo al mismo libro manifiesta que «si bien el testimonio ha privilegiado las formas narrativas en prosa, sin embargo el vehículo del verso y la función poética no han estado ausentes de esta realidad literaria. En chile, la escritura testimonial-poética alcanza una elevada calidad con los poemas «La moneda», de Hernán Miranda, y «Elegía del Barracón», de Aníbal Quijada, ambos producidos en el presente período. También, recientemente publicado, Cartas de Prisionero, de Floridor Pérez. El libro de Aristóteles España es la memoria de un pueblo que sufre con un lenguaje realista, sencillo, dolido y esperanzador. En el exterior lo mismo sucede con Alfonso Alcalde, sus poemas son crónicas testimoniales y acusadoras de la barbarie institucionalizada. Parecido en lo social es lo que nos canta Efraín Barquero en su libro El poema negro de Chile.
Luego comienzan a publicarse revistas y boletines de poesía que desaparecen rápidamente por la mala situación económica. Algunas escuelas universitarias y ciertas bibliotecas sirven para contactarse y proyectar publicaciones. Los poetas en el interior se caracterizan en este tiempo por su gran perseverancia, conciencia social, y en todo caso por la desesperanza. Se sienten hundidos, terriblemente limitados para publicar, con una ley de censura y una bota que pisotea diariamente los derechos humanos.
La poesía testimonial y clandestina fue como un escape, como una descarga emocional de ira, llanto, impotencia. Si bien es cierto que la poesía no sirve para derribar el poder ni para detener la fuerza de las armas, es sin embargo la conciencia de la sensibilidad, esperanza de libertad, de justicia y paz. Es la comunicación más sincera y vital, sobre todo en esos momentos de la memoria de un país. Esa es la razón por la cual la hoja clandestina pasa de maño en mano, entusiasma, fortifica y estimula a oíros para escribir. Y por eso se arriesgan algunos como Angel Parra a sacar el poema anónimo de la cárcel y del campo de concentración para que en el exterior sepan lo que está sucediendo dentro. Los poemas en su gran mayoría no cumplen con un objetivo estético, sino político. La poesía se deforma como se transforma el hombre con la tortura y privación de libertad. La creación clandestina, rebelde, que se difunde por distintos lugares es el panfleto que tiene el carácter discursivo. Es el estilo panfletario que no cuida la forma, porque lo que tiene verdadera importancia es el contenido político, la llamada de atención.
Hay poetas tanto del interior como del exilio que se mantienen inalterables en su estilo, como los de la famosa generación del treinta y ocho, que siguen muy activos produciendo obras: me refiero a Gonzalo Rojas, Fernando Alegría, Mahfud Massis, Mario Ferrero, Alberto Baeza Flores, M. Cañas, por ejemplo, y entre los del cincuenta Enrique Lihn (hace un año fallecido) y Edmundo Herrera. Creo que es importante citar un párrafo de la investigadora Soledad Bianchi, de su trabajo Poesía Chilena: La resistencia y el exilio\ para saber porqué y para qué escribimos este artículo después de dieciséis años de dictadura. Ella lo expresó muy bien: «La literatura chilena es, ahora, una literatura quebrada y entonces, mañana, deberemos unir la literatura del exilio, la literatura clandestina y la literatura que aparece públicamente en Chile e integrarla en una para que sepamos qué y cómo fue la literatura chilena que se produjo durante el fascismo». Esto que está dicho con esperanza, altura, dignidad y gran espíritu unitario, porque lo fundamental es la libertad del hombre, la democracia de un país, cobra vigencia ahora en 1990, en que comienza la difícil andadura de la transición.
En cuanto al éxodo de poetas, al parecer, son los de las generaciones del sesenta y setenta los que más abundan en el exilio. Aquellos que llegaron al periodo de la Unidad Popular con la influencia de la revolución cubana y la visión de un cristianismo de izquierda. En su mayoría giraron alrededor de revistas como Tebaida, en Arica, donde se distinguen Oliver Welden y Alicia Galaz; Arúspice, en Concepción, con Jaime Quezada, y Trilce, en Valdivia, con Ornar Lara. Coloco a los directores o representantes para no extenderme,así como nombre al taller de la Universidad Católica que también tuvo gran importancia. A través entonces de los talleres y revistas se difundieron, y fueron escasos los solitarios que salieron adelante con sus obras. Ahora, con el término de la dictadura, quedan muy pocos en el exterior en un exilio voluntario que los ha atado por situaciones personales. Señalo algunos ejemplos de creadores que salieron de Chile con obra publicada y que aún permanecen en el exterior: Waldo Rojas en Francia; Pedro Lastra en Estados Unidos; Mario Macías en Suiza; Sergio Canut en Bonn, Sergio Badilla y Sergio Infante en Suecia; Eulogio Joel, Mario Milanca y Mahfud Massis en Venezuela; Ruth González y David Valjalo en España, Hernán Lavín Cerda en México.
En la increíble actividad y creación realizadas durante ese tiempo de 1973-1989, comienzan a surgir nombres: Raúl Zurita, J. Cameron, J. Montealegre, A. Laskar, M. Silva, Tatiana Cumsille, pero dentro de este nuevo panorama sigue en su andadura lárica un poeta profundo, exquisito, fino, nostálgico, memorial, báquico, comprometi¬do, trascendente en el estilo y sonido telúrico: Jorge Teiller. El es una de las figuras más representativas de la poesía chilena después de Pablo Neruda. No hay mejor poema al padre o a la provincia o al vino que los que ha escrito Teiller, pero en el extranjero es desconocido como Pablo de Rokha, quien gracias a que están apareciendo ya muchos estudios sobre su obra ésta se divulga. En una Selección de Poesía Chilena\ publicada en 1972, cuyo autor es el fecundo poeta y ganador de importantes galardones literarios que avalan su obra, Edmundo Herrera, de 22 creadores, 10 debieron marchar al exilio, de los cuales la mayoría ha retornado. Señalo esta muestra porque fue realizada en pleno gobierno de la Unidad Popular. Un aspecto importante es que ninguno de ellos dejó de escribir; por el contrario tanto en el interior como en el exterior la fuerza creativa se mantuvo con todo vigor, Véase también la antología Poesía 72-Quimantú", con prólogo del exquisito Jorge Jobet, porque ella es fiel reflejo de la poesía que se hacía en aquella época. En el norte, en la ciudad de Arica aparece un trabajo titulado Nueva Poesía Chilena9 en el que se nombran a manera de antecedentes a los ya consagrados poetas; Nicanor Parra (que tanto influyera en jjoetas posteriores que también hacen gala de un estilo sarcástico, humorístico y ladi¬no); Enrique Lihn; Gonzalo Rojas y Jorge Teiller, para enseguida dar una visión sobre los nuevos: Hernán Lavín Cerda, Ornar Lara, Oliver Welden, Waldo Rojas, Edilberto Domarchi, Floridor Pérez, Enrique Valdés, Jaime Quezada, Federico Schopf y Pedro Lastra. De éstos, siete salieron al exilio y algunos ya retornaron. Estos trabajos son indispensables en cuanto nos dan los elementos para comparar la poética en el mo¬mento del golpe militar y la realizada con posterioridad, En las conclusiones de éste último se dice: «Que la violencia se manifiesta en la Nueva Poesía Chilena en el tratamiento de lo erótico, la minimización del yo, la irrespetuosidad en lo religioso y en general, la burla, la comicidad, el humor, la descanonización, y en la aparición del machismo y del individualismo. Y en este aspecto forman la vanguardia Lavín Cerda, Lara y Welden girando en una misma órbita. Después los siguen Quezada, Pérez, Millán, Valdés, Domarchi y Ariel Santibáñez. Pero también hay quienes se evaden con ocasionales trasgresiones, como Teiller, Schopf, Lastra y otros. La amargura y el pesimismo recorren las tendencias halladas en los autores jóvenes como un sentimiento que los incita a la rebelión y de donde nace la violencia». No se descarta en ellos según los investigadores el problema de la alienación y el rescate del amor. Si no se hace aquí referencia más explícita a la interesante antología de Carlos René Correa, publicada también en el año 1972, y que incluye a 217 poetas, es porque se menciona a la poesía en general de Chile, apareciendo por tanto numerosos poetas fallecidos, de otras épocas, pero en todo caso de ahí se puede obtener la información que de la mayoría de los que viven éstos tuvieron una posición contraria a la dictadura, aunque como dice Carlos Orellana, secretario de redacción de la importante revista Araucaria que en diciembre de 1989, cumplió el n.° 46: «A la dictadura jamás le importó el arte y la literatura, sino la educación», porque en ésta residía la formación de una generación que podría asegurarle su continuidad,Un hecho que no puede quedar al margen ya que tiene una trascendencia histórica y política irredargüible, es la vigencia poética de Pablo Neruda. Tanto su persona como su muerte y obra se convierten en símbolo nacional de liberación. La gente lee con más pasión su poesía, cuyos cantos se ajustan como anillo al dedo en la situación dolorosa que se vive. Algunos de sus versos sirven como cita o preámbulo en discursos y conferencias. Como nunca, estudiantes, profesores, investigadores, escritores y poetas escribieron tanto sobre la obra del premio Nobel. Con Neruda se obtuvieron doctorados, y se produjeron gran cantidad de ponencias e incluso exposiciones pictóricas ilustradas con sus versos tanto en el interior como en el exterior. La Sociedad de Escritores de Chile cada año le rinde un homenaje que sirve a su vez de aliento para los que luchan a través del verbo. No podía ser de otra manera si se tiene conciencia de que Poesía y Pueblo" marchan juntas en Chile a través de la historia, paralelas en el proceso de transformación de la sociedad chilena. La lucha de los trabajadores y del pueblo en general se ha reflejado en sus mejores poetas. Entre muchas obras sobre el poeta hay dos que se destacan por su buen análisis y amenidad, escritas sobresalientemente por Volodia Teitelboin y Mario Ferrero. Si se recuerda entonces que Neruda formó parte de la Alianza de Escritores que originó a la actual, es lógico pensar que la institución lo sienta como su más alto exponente, por su trayectoria poética como por su lucha libertaria. Quien recorra el exterior de su casa en Isla Negra podrá leer en tos maderos que conforman la empalizada frases como éstas: «Pablo en el alma de mi pueblo. Pablo en la espuma del mar. Pablo la tierra siempre», o «Pablo vive y vivirá» o «Pablo en estos días nos haces falta» o «Te queremos Pablo, siempre estarás en nuestras almas. Vivan tus poemas», o «Tu voz es eco de justicia y esperanza de libertad» o «Pablo tu voz es el mismo mar», etc. Es indudable que Pablo Neruda fue un fenómeno poético en cuanto a que también siguió dando su fuerza creadora después de muerto. Hay poetas que se apoyaron en él y aún otros que lo siguen haciendo, es como un deseo que el público los lea junto al gran genio, se avalan tras su figura venerada. El pueblo deja en esos maderos sus mensajes, recados de amor, palabras que expresan la necesidad de su presencia y la identidad del poeta con un Chile democrático.
Y en medio de todo ello los poetas chilenos de dentro y fuera también le cantan. Una selección de poemas en su homenaje apareció publicada en la RDA, luego la muestra se amplió en la antología Homenaje a Neruda editada en Estados Unidos, donde además de los ya nombrados en la anterior, Fernando Alegría y Ornar Lara, la integran Efraín Barquero, Oscar Hahn, Osvaldo Rodríguez y Miguel Moreno. En Chile la revista HOY publicó una edición extraordinario titulada Neruda, el hombre y el poeta que tiene gran difusión. Neruda siempre está presente en los periódicos y revistas de la época. Quien revise las colecciones de las revistas Araucaria y Litera¬tura Chilena podrá leer numerosos artículos y poemas que se le dedican. También muchos son los congresos de escritores y simposios que se realizaron en su memoria. Varias ponencias de enorme interés han quedado registradas en actas como la de Hernán Loyola «Tentativa del hombre infinito -50 años después—» en la Academia de Ciencias de Hungría. Existen abundantes ensayos de investigadores nacionales y extranjeros, innumerables publicaciones que estarán ahora seguramente en la Fundación Pablo Neruda, en Chile.
No hay duda de que el vate de La Frontera, de trascendencia universal sigue siendo el creador insuperable, y que la poesía chilena se fortaleció en aquel período a pesar de todos los obstáculos con poetas que habían dejado ya su trayectoria y seguían vitales como J. Teiller, E. Lihn, M. Ferrero, E. Herrera, H. Cañas, C. Casanova, D. Domínguez, J. Quezada, D. Turkeltaub, E. Dormachi, D. de la Fuente, R. Cárdenas,P. Guíñez, A, Uribe, G. Trejo, G. Millán, 0. Hahn, E. Barquero, 0. Lara (posteriormente estos tres últimos parten al exilio), y luego los más jóvenes como A. Fugiellie, J. Luis Martínez, R. Lira, J. Cameron, V. Poblete, J. Montealegre, A. Rubio, T. Calderón, E. Pohlhamer, L. Vicuña, J. M. Memet, A. Fuller, R. Díaz-Eterovic, E. Llanos, N. Valdés, P. Molina, F. Hidd, J. Hales, C. Bertoni, D. Maquieira, M. Cruzat, M. Fischer, J. Etcheverry, C. Atria, R. Willson, R. Araya, A.Gil, R. Betty Muñoz, P. Edwars, A. Laskar, M. Silva Acevedo, T, Cumsille y muchos más que emergen del propio contexto de la opresión y del desencanto, Es en ese momento cuando uno de los poetas alcanza mayor relieve: Raúl Zurita, quien tiene solo veintidós años cuando se produce el derrocamiento de Salvador Allende. El poeta escribe inmerso en la problemática social utilizando en su escritura fuerza bíblica, no a la manera de Pablo de Rokha o de Massis, sino en medio del paisaje y de la condición humana en una realidad adversa. Raúl Zurita Canessa, cuya madre y abuela son italianas, y por tanto domina ese idioma de la Europa culta,es calificado por V. Teitelboim como «El más importante poeta de la nueva generación de nuestra patria», en una visita que Zurita hiciera a la Unión Soviética, También Carlos Orellana en la revista Araucaria expresa: «no es poco decir, como muchos afirman, que Raúl Zurita es el mejor poeta chileno de este tiempo. Algunos van más lejos y sostienen que ya se ganó un lugar al lado de los proceres mayores: Neruda, Mistral, Huidobro, De Rokha, Parra y unos pocos más. Como quiera que sea, lo cierto es que, a los treinta y cinco años, domina sin esfuerzo el espectro de la creación poética chilena de la última década». Este poeta poseedor de la beca Guggenheim de Estados Unidos, construye su poesía con todo el engranaje histórico-social que le toca vivir. El investigador Rodrigo Cánovas encuentra en él un contenido que se relaciona con el mensaje cristiano, y que desde ese punto de vista es interesante analizarlo: «Sus primeros versos comienzan a circular en 1974, cuando publica la serie Areas Verdes, en el número inicial de la revista Manuscritos, en el cual se recogen también materiales poéticos de Enrique Lihn, Nicanor Parra y Cristián Huneus. Cinco años más tarde, en 1979, aparece su primer libro, Purgatorio, publicado en la Editorial Universitaria. Purgatorio es una mirada desnuda sobre la represión que sufre una comunidad. Este paisaje de desamparo, es presentado en un escenario formal inédito: no hay versos sino proposiciones lógicas, que se articulan semejando un delirio, un mito, una gran alucinación colectiva. Purgatorio es un texto corto, tenso, que castiga (para más adelante) el poder seminal de la palabra. Ese porvenir es cumplido en Anteparaíso, publicado también en Chile, en 1982. En Anteparaíso, al dolor se superpone la esperanza; a la carencia, el amor; a la locura, la fe. La imagen resultante es una reafirmación de la vida, desde el discurso ideológico del humanismo (cristiano, socialista) ¿A qué se debe la amplia acogida que tiene su obra? Zurita genera un lenguaje (emocional, ideológico) capaz de devolver la identidad a un cuerpo social reprimido: es un discurso nacional, pero no nacionalista; un discurso religioso al servicio de los desposeídos; es una poesía que delira por nosotros, que nos comunica con nuestra mente y nuestras emociones. En una sociedad como la chilena, tan necesitada de discursos alternativos que permitan reunir en un solo haz a amplios sectores sociales, Purgatorio y Anteparaíso son textos culturales claves, sobre todo por su parentesco con el socialismo humanista, con la doctrina social de la Iglesia Católica».
Entre los libros publicados en los últimos años llama la atención Para matar este tiempo, del joven poeta sureño Esteban Navarro. Poesía que se estructura con no más de seis a ocho versos, dándose la síntesis (en la mayoría) en los dos últimos. Hay profundidad, hermosas imágenes e ironía para describir la sociedad represiva que vive el autor. El poeta es breve, claro y vital. En su obra incluye un poema lárico que está muy logrado, integrándose desde ya a lo mejor de la poesía de la Frontera: «Pienso en el sur y el sur en un paisaje gris/ Lleno de lluvia de la mañana a la noche/ Un paisaje lleno de árboles y bosques y cerros/ Empapados de lluvia y soledad/ Porque el sur es la soledad como si todo el mundo/ Se hubiera quedado solo como si todo el universo/ Estuviese abandonado aquí en un bosque del sur». Es un poeta firmemente comprometido con su pueblo. No hace arte por el arte, es decir, no se queda en el reino de la lluvia y de las espigas para realizar simples juegos poéticos. Se adentra en los problemas de Chile, y se une a la protesta ironizando situaciones. El lenguaje es directo a través del juego dialéctico. En Esteban Navarro tenemos a un buen poeta, sabe manejar la síntesis, la tonalidad, la armonía. Y esto considerando que: «Poco puedo escribir con estos moscardones dando vueltas/ Con sus lancetas y aguijones al ataque como cuchillos/ Dirigidos al centro del corazón».
Una extensa crítica firmada por Hernán del Solar aparece en 1979, en El Mercurio, que se refiere al libro Manzanas y Ceremonias de Edmundo Herrera, premio Alerce de la Sociedad de Escritores de Chile, de la cual extractamos lo siguiente: «Poeta generosamente abierto a la vida y a todo lo suyo -la mujer, los compañeros, las ciudades, todas las cosas que se ven y se aman—, Edmundo Herrera conoce, sin duda, las amarguras, los sinsabores, a veces, la pobreza, pero en él existe una riqueza maravillosa: la fe en el hombre, el amor a los dones de la vida, la íntima rectitud del alma que le conduce a la poesía. No negará nadie que la conjugación de su verbo terrenal es paradisíaca...». Fidel Arana Bravo dice de él: «Sus libros publicados delatan al poeta auténtico que inspirado en las cosas más elementales, pequeñas y simples, construye su mundo con riqueza conceptual y fe profunda en los valores humanos tan despreciados en los últimos tiempos». Y Delia Domínguez expresa al respecto: «En todas sus obras ha tomado al hombre como protagonista y esas implicancias del hombre que constituyen la vida y la muerte, son los caldos naturales que encienden su lenguaje, que lo acompasan hacia un tono deslumbrante para permanecer en el yo del lector como una música invasora hasta integrarse, en este caso, a nuestro propio sistema arterial y sensorial». Como podemos notar, en el periodo de la dictadura se construye una gran poesía, y podemos decir con fundamentos que tanto en el interior como en el exilio. Por eso pensamos que desde 1990 en adelante, cualquier antología chilena que se publique debe hacerse con mucho cuidado para no caer en la parcialidad, terminar con eso de seleccionar lo más inmediato que se conoce. Se hace necesaria la investigación seria y responsable para saber con qué material se cuenta a lo largo de toda la geografía del país y del exterior, con el objeto de que el resultado signifique una obra de calidad e integradora. Hasta el término de la dictadura aparecieron muchas selecciones que no fueron fielmente representativas del gran conjunto poético, quizá porque por un lado a veces se publicaban con escasez de medios económicos, y por otro con desconocimiento de la poesía que se hacía por ejemplo en Estados Unidos, en Méjico, en Italia, en España, en Francia, en Inglaterra, etc., etc. También sucedía en el exilio cuando el antologador solicitaba material poético, pero con las dificultades propias de la situación muchos del interior y del exterior no respondían, o existían dificultades de recepción especialmente con el correo o la aduana de los países socialistas. Pero ahora que la patria vuelve a reencontrarse existen las reales posibilidades de realizar trabajos de mayor responsabilidad para reconstruir con altura la historia literaria de una época en que Chile fue dividido. Al respecto, el prestigioso profesor, ensayista y crítico Marcelo Coddou en un comentario que hiciera al libro Una Panorámica de la Poesía Chilena Actual, expresa que «el modo en que procedió David Turkeltaub fue el de solicitar a una veintena de poetas cuya obra le parecía representativa, sus textos más recientes». Aunque no todos accedieron a aparecer, el resultado es óptimo, ya que cumple no sólo con el propósito de ofrecer un enfoque de lo que hoy está haciendo parte de los poetas chilenos, sino que también confirma dos de las proposiciones que el antologador formula en su prólogo: —que la poesía chilena moderna es uno de los hechos literarios más importantes del mundo de habla hispana, y que la actual situación del país ha estimulado en ella desarrollos imprevistos y aguzado su creatividad—». Y el poeta Edmundo Moure en un artículo que hace mención al trabajo de selección que corresponde a la antología Los Veteranos del Setenta, del excelente narrador Carlor Olivárez dice: «El ejercicio de una leal camaradería en la vieja casona de la SECH (Sociedad de Escritores de Chile) implica a veces compromisos atentatorios contra la ecuanimidad literaria. El meritorio trabajo de Olivárez se ve disminuido por claras omisiones, partiendo por una selectividad misógina»... El aporte fundamental de esta obra es ofrecer al lector una visión certera de un grupo bien perfilado que aspira a integrar (el tiempo lo dirá) una generación literaria que algunos llaman «dispersa», signada por esa fugaz estela lumínica que estalló en septiembre del 70, para ser abatida y disuelta mil días después, en ese violento contrasueño que dura ya quince años. La mayor parte de los autores incluidos ha vuelto al seno de la tribu, recuperando su bagaje esencial: la lengua matriz. Escritores maduros, en pleno proceso creativo, desarrollan y amplían sus campos de influencia para nutrir con su joven veteranía a las generaciones posteriores, un tanto desarraigadas por esa «mala historia» que pretende desconocer la tradición viva de una herencia literaria singular en América». Esta antología incluye a veintiún poetas y a veintiún narradores. El propio autor de este artículo no escapó en su exilio (y ahora en su autoexilio) a las dificultades de su situación para realizar dos trabajos de Selección: Los Poetas Chilenos luchan contra el fascismo en cuyo prólogo se dice: «No están todos los poetas por razones obvias. Unos se encuentran en circunstancias muy difíciles en el interior, otros recuperándose del golpe en algún lugar del mundo». La escritora y periodista Ligeia Balladares en un comentario a este libro manifiesta: «Y otros agregamos escribiendo poemas a matacaballos, guardándolos en cajones y maletas (cuando volvamos a Chile los corregiré) porque otras tareas antifascistas —que son muchas y urgentes— así lo requieren». Y en esta selección sólo estuvieron presentes Pablo Neruda (por su vigencia); algunos poemas anónimos; Mahfud Massis, Gonzalo Rojas, Altenor Guerrero (hace unos años fallecido); Fernando Alegría; Esther Matte; David Valjalo; Alfonso González Dagnino; Guillermo Quiñones; Cecilia Casanova; José de Rokha; Pablo Guiñez; Edmundo Herrera; Rolando Cárdenas; Salvattori Coppola; Hernán Lavín Cerda; Fernando Quilodrán; H. Castellano Girón; Mario Macías; Floridor Pérez; Eduardo Embry; Víctor Jara; Ana Pizarro; Patricio Manns; Patricio Castillo; L. Roberto Vera; J. Eduardo Esquivel; Jaime Valdivieso; Omar Lara; Roberto Bolaño; Bruno Montané; Osvaldo Rodríguez; Waldo Rojas y Cecilia Vicuña. Y la selección titulada Piesne Pre Chile25 (Canciones para Chile) en eslovaco, incluye a: A. Alcalde; F. Alegría; E. Barquero; L. Balladares; E. Embry; 0. Hahn; V. Jara; P. Jérez; 0. Lara; G. Millán; W. Rojas; J. Teillier; C. Vicuña; V. Franzani (fallecido); J. Jobet; M. Moreno Monroy; H. Castellano Girón; E. Valdés; B. Montané; R. Bolaño; 0. Rodríguez y J. M. Memet.
Una breve muestra de poesía chilena escrita por mujeres aparece en 1982, en la revista Literatura Chilena n.° 21; ellas son: Raquel Jodorowsky, Inés Moreno, Carmen Orrego, Cecilia Vicuña y Raquel Weitzman. A la poesía femenina chilena como contra¬texto se refiere Marcelo Coddou en el n.° 26 de la misma revista. Vemos otra muestra en el n.°29 de esta publicación, en la que participan: Cecilia Casanova, Delia Domínguez, Francisca Ossandón y Bárbara Délano. Falta en todas estas selecciones la buena poesía de Stella Díaz Varín, premio Pedro de Oña 1986. En 1975 se publica en Santiago una recopilación con el título de Poesía Femenina Chilena. En la Antología de la Nueva Poesía Femenina Chilena, editada en Santiago, en 1985, por Juan Villegas, están: Margorie Agosín, Francisca Agurto, Alejandra Basualto, Carmen Berenguer, Teresa Calderón, Bárbara Délano, Myriam Díaz-Diocaretz, Elvira Hernández, Carolina Lorca, Paz Molina, Rosabetty Muñoz, Heddy Navarro, Verónica Poblete, Khaty Reyes, Natasha Valdés, Virginia Vega, Cecilia Vicuña, Leonora Vicuña y Alejandra Villarroel. La comenta Adriana Castillo de Berchenko en Ventanal: «La calidad de la poesía femenina que contiene la Antología es indudable. Cuál más, cuál menos, la fuerza expresiva de estas escritoras prueba —si necesario fuera aún hacerlo— que el vigor de la expresión femenina no se ha perdido. No es posible mencionar a todas las creadoras. No es este el lugar para hacerlo. Baste decir sin embargo, que entre ellas hay valores seguros». Echamos de menos a Alicia Galaz Vivar, quien tiene un gran dominio y fuerza creativa. La Antología lleva un detallado de estudio de Villegas que reconoce y enaltece la creación poética de la mujer chilena que muchas veces fue silenciada  y marginada. M. Coddou se refiere a La mujer en la poesía chilena de los 80 antología publicada en Chile por ediciones INCOR, en 1987, expresando que el trabajo realizado es muy meritorio y significativo, pero ¿cómo puede haberse dejado de lado a Rosa Betty Muñoz, Marina Arrate, Ximena Pozo, Margarita Kurt, Cecilia Arroyave, Mahagaly Segura, a tantas otras de voces tan significativas como las seleccionadas? Y que lo mismo hizo Villegas. Mucho ayudaron en este aspecto de conocernos las revistas Literatura Chilena en el Exilio, cuyo primer número apareció en enero de 1977, en Los Angeles, California, Estados Unidos, —siendo director el conocido poeta, narrador, ensayista y crítico Fernando Alegría, y editor el poeta David Valjalo—, que después quedó con el nombre de Literatura Chilena bajo la dirección de Valjalo; Araucaria de Chile que comienza en 1978 y está dirigida por el prestigioso escritor Volodia Teitelboim, y otras como América Joven (que se inicia en 1980) pero que lamentablemente desaparecieron. En cambio las dos primeras se mantuvieron desde su fecha de iniciación hasta el término del régimen de Pinochet, pero es Araucaria la que no ha tenido interrupción, conserva su formato e integra la plástica en sus portadas. La revista Literatura Chilena se convierte desde 1989 en número monográfico. Ambas han cumplido (y siguen) un gran papel cultural no sólo para la difusión sino también en la investigación literaria.
Otro poeta interesante es Gonzalo Millán, a quien se le sitúa como uno de los mejores de su generación (del sesenta). Se dio a conocer con su libro Relación Personal, pero la que más ha llamado la atención es la obra La Ciudad en donde plantea la situación después del golpe: «Los maderos bajan flotando por el río La madera se apila en el aserradero./ El serrucho presenta dientes./ El cepillo ya no cepilla madera./ El martillo ya no golpea el clavo./ El carpintero vendió el serrucho./ Vendió el cepillo./ Vendió el martillo./ El carpintero no tiene trabajo./ Ya no se construye./ La madera se apila en el aserradero./ La carcoma roe la madera». Indispensable es leer el trabajo de Steven WhiteM sobre esta obra y la de Walter Hoefler.
Poeta de primea línea es Oscar Hahn, de quien W. Nick Hill dice refiriéndose a su obra Arte de morir: «Este sorprendente libro neo-medieval proclama, entre otros, dos mensajes. El primero es tan directo que se torna transparente: La conciencia del amor es el resultado de la conciencia de la muerte. «Para darle cuerda a la muerte —dice el hablante— veo a mis pescaditos navegar por los úteros,/ enamorados de cuanto óvulo cae». El segundo, va el mensaje verbal llamado poema. Este nos enseña sutilmente, por medio de su factura, lo que todos ya van comprendiendo: que así se escribe la verdadera poesía». Otros poetas que trascienden son Diego Maquieira, quien ha concentrado la atención entre otros de Raúl Zurita que le ha comentado La Tirana (1983)12; el poeta penquista Alexis Figueroa que nos basta decir que tiene el premio Casa de las Américas en 1986, y Floridor Pérez, cuya obra Chilenos y Chilenas editada en 1986 recibe la siguiente crítica del poeta Alfonso Calderón: «Muy pocas veces en nuestra poesía, la trascendencia y la gracia han marchado parejas, y he aquí cómo el milagro se prodiga en un afán de apoyar la tradición con el mundo que viene del presente, volviéndose, en la primera esquina, parte del rito esencial del aquí y el ahora... Porque el hombre prevalece, y ése es el secreto de esta poesía»33.
Si no nos centramos en determinados poetas como N. Parra, G. Rojas, H. Díaz Casanueva, M. Ferrero, M, Massis, A. Baeza Flores, A. Campaña, M. Arteche, M. Rafide, F. Alegría, es porque sus nombres son bastante conocidos en Chile, algunos son premios nacionales y los otros también han trascendido las fronteras con varios estudios realizados sobre sus obras. Este artículo no alcanza para analizar por ejemplo el papel que tuvo la creación de estos poetas tanto dentro como fuera de Chile, tema que desarrollaremos con toda seguridad en otro artículo. Así en cuanto a posiciones, Braulio Arenas (ya fallecido) se puso a disposición de El Mercurio. Muchos poetas fueron directores de la Sociedad de Escritores (Sech), institución que tomó una actitud crítica frente al gobierno dictatorial, y en cuanto al tradicional Grupo Fuego de la Poesía se mantuvo con su actividad de reuniones sociales-poéticas, publica Cuaderno de Poesía donde aparecen entre otros: M.a Silva Ossa, E. García Díaz, N. Donoso, E. Navarro, E. Jauch, C. René Correa (fundador), E. Murillo, F. Ossandón, D. Pincheira, J.A. Massone, Muchos poetas regresan habiéndose mantenido vitales como creadores: G. Quiñones desde la RDA, al igual que S. Copola; F. Quilodrán desde Holanda; F. Schopf desde Alemania; S.J. González y R. Spotorno desde España. Retorna Ronnie Muñoz Martineaux desde Ecuador, donde destaca su libro La Piel del Regreso, con poemas que tienen un gran fondo sentimental. Surgen los recuerdos, una nostalgia por los años idos, los hijos, los amigos, el padre, el paisaje y la dictadura cubriendo de terror el país de Allende. El buen poeta y ensayista Nain Nómez que vivió su exilio en Canadá, autor entre otros de Historia del reino vigilado y de una obra fundamental sobre Pablo de Rokha, nos expresa: «En Latinoamérica y a pesar de su marginalidad, la poesía es un encuentro y una conversación continua. El poeta no es un especialista, es profesor, padre, soldado, guerrillero, sacerdote, estadista. Los escritores trasplantados no escaparon a esté destino de alquimistas destemplados, reordenado con el signo de la nueva vivienda. Vivir en Canadá no es como vivir en Latinoamérica, pero el nuevo país que pugna por aparecer en los sueños perdidos se incorpora a la cola de las metáforas en flor. Trata de hacerse un espacio en la dialéctica de la conciencia, que es como la representación del mundo en miniatura... En ese sentido nuestra poesía es una leyenda del paraíso perdido en un mundo que nos llama a sustituirlo. Hay que escribir de lo que pasa y de la maravilla de mundo que podríamos tener. Esto significa que tenemos que romper el bloqueo mental colectivo y además demostrar el despertar».
Una de las características que se da en el período 1973-1989, en el plano poético, es la falta de críticos en la prensa nacional. Edmundo Moure, poeta y narrador, lo manifiesta abiertamente en un artículo publicado en un periódico de Santiago, donde cuestiona a Ignacio Valente, uno de los pocos críticos que realiza escasos comentarios en el diario representativo de la ideología del gobierno de Pinochet. La verdad es que son los propios escritores los que comentan las obras de sus colegas en los espacios que logran en Chile como en el extranjero, por ejemplo Ornar Lara, Javier Campos, Ligeia Balladares, Radomiro Spotorno, Jaime Giordano, Gustavo Mujica, Hernán Castellano Girón, Jaime Valdivieso, Emilio Oviedo. Lo que ha servido indudablemente para conocer la poética de dentro y del exilio. Otros escritores se han dedicado más de lleno a la crítica con rigurosidad y abundancia de datos como Juan A. Epple, Marcelo Coddou, Soledad Bianchi, Jaime Concha, José Miguel Varas, Guillermo Quiñones, Juan Villegas, Alberto Baeza Flores. Y a lo largo del país —algunos de manera ocasional— Valente, Hernán del Solar, Luis Sánchez Latorre (Filebo), Hugo Montes, Carlos Ruiz- Tagle, Manuel Feo. Mesa Seco, Abelardo Troy (René Ibacache), Marino Muñoz Lagos, Weliington Rojas, Oviedo y Valdivieso. Es así que Guillermo Quiñones incorporado nuevamente a Chile sigue no sólo con su actividad poética sino también crítica. Cito de él dos fragmentos de comentarios en Araucaria respecto a poetas que escriben en plena dictadura: Ramón Riquelme y Eduardo Llanos. El primero que publica Los Castigos, en Santiago, en 1984, tiene en su obra dos partes, siendo la última la que se refiere «a un mundo que habíamos construido y que se derrumbó». Se hace presente todo lo negativo, la maldad de un sistema, la tortura, la prisión. «El secreto de esta poesía pareciera estar entre una reflexión humana aliada a una profunda sabiduría poética, que se funden en un decir, al mismo tiempo, elemental y denso. Con economía de lenguaje, evitando toda perífrasis y toda hiperbolización, las imágenes surgen con la naturalidad y la originalidad de lo que ha sido honda, largamente meditado y sentido». Y de Llanos, de su obra Contradiccionario, editada en Chile, en 1983, pero que contiene poesía escrita desde 1976, Quiñones expresa: «En esa afanosa lucha de Eduardo Llanos con la expresión, creemos que sus mejores logros se forjan cuando sus «reincidentes vistazos» a la realidad se amalgaman con el lenguaje coloquial y esa tibia ternura que recorre su poesía, Su poema «Las muchachas sencillas» es en tal sentido una pieza admirable, una categórica afirmación de identidad social y un poema imprescindible en cualquier antología de la poesía chilena de los últimos años». Todo esto nos indica que la poesía chilena tiene una gran fuerza en Latinoamérica, que si bien es cierto en este momento no se da un Huidobro, una Mistral, un Pablo de Rokha, un Neruda, podemos sí afirmar que como un tejido, un tapiz, una red que es hecha por muchas manos, la poesía chilena ha ido hilándose con más madurez colectiva y con material indestructible en el periodo más oscuro de su historia, La poesía ha iluminado con inmensos destellos, como si fuese una multitud de luciérnagas, la esperanza de Chile. Para ello no ha utilizado más que su sabiduría y sensibilidad, dolor, amor y soledad. Pero es curioso que los narradores que se metieron a escribir poesía, no llamaron la atención por la calidad de sus versos.
Jaime Valdivieso dice del poeta José María Memet, con respecto al libro Cantos de gallo al amanecer, Chile, 1986: «... vemos claramente cómo un largo poema, de madura y profunda estructura, se ha plasmado en torno a una concepción mítica: el asesinato de un héroe, de todo un pueblo, la tragedia en el alma y el corazón de una nación, está tratado como un hecho intemporal, permanente, cíclico; es decir, mítico. El poeta traspasa su experiencia personal y dialoga con la cultura tanto universal como de su pueblo, Hermoso poema este de Memet, quien a ratos introduce versos en francés y se desliza hacia planos más oscuros movido por la corriente del pensamiento. Con Canto de galios al amanecer, José María Memet demuestra, indudablemente, un plausible afán de ir más allá de la poesía de la contingencia, la poesía «de paso», para atreverse con un gran poema en que lo lírico y lo épico se engarzan con originalidad y, a ratos, con deslumbramiento». En 1979 el poeta publicó Bajo Amenaza, y en 1980 Cualquiera de nosotros que han tenido buenos comentarios.
Otro poeta que no podemos dejar de mencionar es Jaime Quezada, fundador de la revista Aruspice, organizador de jornadas poéticas, miembro de los talleres de escritores de la Universidad Católica de Chile que se crearon en 1970, director de la Sociedad de Escritores y actualmente su presidente. Desde 1977 crítico de las revistas Ercilla y Paula, quien ha publicado después de 1973 otros libros Poesía Joven de Chile, antología, Astrolabio, en 1976 y Huerfanías en 1985. Esta última obra reúne sus trabajos poéticos de los últimos ocho años. Está estructurada con un lenguaje tomado del vivir de Chile, de su paisaje, de su historia y de lo humano. La religión y Dios le sirven de palanca para remontar su dolor, su angustia, su soledad: «Desde siglos construyo mi propia Torre/ Que concluiré en otro siglo de seguro ya antiguo/ Cuando Dios se haya ido con su ciudad a otro cielo/ Y mi cielo un hongo rojo derribado por un rayo. Entonces de nada valdrá mi nombre y mi fama/ Si esta misma Torre se vendrá también abajo/ Al golpe de otro rayo salido de un ignorado cielo/ Y sin mí Torre y sin mí cíelo/ Muerto de lengua entre lenguas muertas/ Seré mi solo desierto aquí en la tierra:/ Una criatura pobre y sola». Sus versos surgen no solamente de las calles y campos de Chile, sino que también de los recursos de la fábula, de la astronomía y de las cosas sencillas para profundizarlas.
Como dice E. Herrera: «Los poetas han seguido trabajando mucho más responsables frente a la dictadura. Lo típico ha sido develar lo mítico, entrar a cantar una realidad dolorosa, creando un nuevo lenguaje, nuevas imágenes para referirse a la dictadura». Así lo hemos visto con los que hemos mencionado, y con M. Silva Acevedo, G. Cáceres, C. Bolton, L, Cárcamo, S. Mansilla, R. Ibáñez, P. Guíñez, J. Hales Dib, T, Mendoza, L. Eguiluz, J. Paredes, B. Serrano, M. Electorat, T. Valenzuela, C. Santa Cruz, G. Mújica, S. Badilla, M. Vicuña, S. Infante, E. Liona, F. Tupper, L. Cociña, C. Geywitz, E, Embry, R.Barrientos, J. Campos, J. Giordano, G. Rojo, G, Mardoqueo, Juan Samuel, B. Montané, R, Bolaño, H. Pinochet, M. Redolés, M. Milanca, A. Wasley, A. Arévalo, E. Suárez, I. Moreno, E. Joel, N. Davis Vallejos, A. Lavergne, J. Heinsohn, M. Decap, G. Decap, C. Decap, M, Fuentes, S. Muñoz, 0. Ulloa.
En un artículo sobre «La Novísima Poesía Chilena del 80» (Generación «dispersa» o de la «diàspora»), el poeta José-Christián Páez escribe: «El gobierno militar pretendió instaurar una nueva institucionalidad que justificara su rompimiento con la tradición democrática chilena y «erigirse en iniciador de un proceso histórico diferente y único...» Paralela a esa cultura nació una de carácter marginal, carente de medios materiales para desarrollarse y alejada de los principales centros de difusión... La carencia de medios fue soslayada con el entusiasmo e impulso creacionales.» El hombre lucha también para que el arte sobreviva, y en medio de ese caos, de «esta crisis existencial» surge una nueva generación de poetas que «se centra principalmente en un yo confuso y angustiado que anhela hallar la revelación de la luz. El destierro, la información de la desinformación y la prohibición a reunirse, actuaron como determinantes en la creación de una progenie desconectada de sí misma, desconectada de la generación precedente y de los maestros o guías que hubiesen gravitado en ellos con la responsabiidad de orientar su oficio. Los códigos poéticos asociados con la llamada poesía de lo cotidiano y la antipoesía han pasado a formar parte de los códigos poéticos hegemónicos. Tanto la antipoesía como la poesía de lo cotidiano favorecen la incorporación de materiales poéticos marginados y la utilización de discursos marginales». La ausencia de guías puede apuntarse como una, si no «la» causa de la crisis formal que hoy padece la mayor parte de la poesía chilena joven. Su yerro más palpable ha sido la pretendida intención de alcanzar la cumbre de lo simple sin haber asimilado la enseñanza de lo complejo. La poesía de lo cotidiano y su derecho a decirlo todo se convirtió en una ruleta rusa, en un todo equívoco, al confundir la populachería con lo popular». Luego José Cristián Páez habla de la falta de crítica literaria metódica y seria, de la censura, del ánimo editorial de los más arriesgados, y de la efervescencia creacional. De los nacidos entre los años 1959 y 1962, aparecen Isabel Gómez, Jorge Laubreaux, Ricardo Rojas Behm y el muy lauredo poeta residente en España, Gonzalo Santelices.
Hay que dejar en claro que la actividad poética no está centrada en la capital; todos los creadores de poesía a lo largo del país necesitan imperiosamente exteriorizar lo que sienten. Así sucede por ejemplo en La Frontera, especialmente en Temuco donde la actividad literaria adquiere gran fuerza. No olvidemos que la región de Cautín ha servido de alimento espiritual y paisajístico a Pablo Neruda, Juvencio Valle, Jorge Teiller, Aurelio Brevis Flores, Altenor Guerrero, Jorge Jobet, etc. Leer la producción poética de aquel territorio es para quedar realmente maravillado, revisar por ejemplo el material que contiene la revista Travesía y encontrarse con plumas delicadas y vigorosas como la del mismo Neruda, Jobet, Guerrero, Osses, Santana, Valle, Tores Púa y la permanente colaboración de Miguel Arteche entre otros, nos damos cuenta de la rica tradición poética de esa zona, que ha servido para que otros, los de ahora cojan el relevo con todo el entusiasmo y compromiso paisajístico y social. Es así que después de 1973, más concretamente en 1974, la Biblioteca Municipal de Temuco publica a José María Memet, G. Adolfo Becerra en sus Cuadernos de Poesía, y en Pewan aparecen nombres como Patricia Chávez y Fresia Vargas. Se comenta en los círculos literarios la poesía de Guido Eutel y de Elicura Chihuailaf. En un excelente trabajo publicado en 1987, en la revista Ventanal sobre una muestra de poesía chilena actual, Adriana Castilla de Berchenko expresa: «La primera impresión que se tiene al leer la poesía de Pewan es la de encontrarse en el regazo maternal que ofrece la naturaleza. Más tarde —y si bien esta primera sensación no se desvanece— surgen otros matices que permiten valorar con más profundidad los textos, y que, por otra parte, los proyectan en otra dimensión. De este modo, si una primera lectura sugería considerar esta poesía como intimista, luego de reflexión ella se revela como algo más», porque según la investigadora esta producción es el resultado también de una formación educativa autoritaria. Se trata de una nueva generación poética cuya conciencia es la angustia de existir. En términos parecidos se refiere en una entrevista Iván Ruiz, quien manifestaba que en la revista La Caperucita, de contenido político cultural, muchos tomaban ya la actitud crítica. En la Universidad de Temuco se produce también una enorme actividad literaria, poética; muchos se juntaban ahí (dice el entrevistado) pero no querían ser partícipes de la cultura oficial. La temática es contingente, pero con un fondo pesimista. «Nos sentíamos ahogados por la dictadura y con la sensación de una generación castrada. Hay una angustia existencial». Son muchos los que llevan en sus manos libros como los de Hesse, Sartre, etc. Se rondan incluso los planteamientos del suicidio, del desencanto. En la misma Escuela de Psicología se pide no leer esos libros. Ahora bien, los talleres cumplen con una función poética de comunicación y estímulo, tanto el de la Biblioteca Municipal de Temuco como el de Pewan. Pero no se piense que no existe una conciencia rebelde y solidaria, una poesía de compromiso y de calidad, donde se pide una respuesta para salir del dolor: «La calle no tiene hoy ni luz ni pájaro/ Quién va a cantar, quién va a levantar/ una mínima esperanza luminosa» (Guido Eytel). Y el poeta temucano Elicura Chihuailaf canta: «En la avenida se suceden/ las casas deshabitadas que nos miran/ con sus ventanas desnudas/ y nos invitan a entrar/ Sus moradores se marcharon/ en un anochecer/ ceremoniosamente/ como maridos muertos en el invierno. Y se quedaron ahí las casas/ viudas/ dormidas debajo de la lluvia».
Para percibir mejor la enorme actividad que se desarrolla en La Frontera es muy útil leer el artículo de Wellington Rojas Valdebenito, en que primero nos habla de los legendarios y luego de los que yo ya he nombrado, a Guillermo Trejo, Lita Gutiérrez, Eugenio García-Diaz, Hugo Alister, Tulio Mora, Selva Saavedra, Jorge A. Salazar. Se refiere a la revista Poesía Diaria y al grupo literario Zeugma. Hace todo un recuento por zonas indispensble de conocer. También la revista La Cambucha que apareció en 1981 ha cumplido con un gran objetivo de recoger la producción de ahí y de otros lugares para difundirla.
En el extremo sur del país, en Punta Arenas, la actividad literaria se mueve también con gran inquietud. Un buen poeta como lo es Marino Muñoz Lagos, de quien todos recordamos su magnífico poema «Retrato vivo de mi padre muerto», ha mantenido su ímpetu creador y actividad poética estimulando a los más jóvenes a través de los espacios que tiene, especialmente en la prensa donde realiza continuamente reseñas de libros en el suplemento literario mensual de El Magallanes. De esa región han salido poetas como Ramón Díaz Eterovic, también narrador, director de revistas y de la Sociedad de Escritores de Chile; el joven autor D'Angio, seudónimo de Valerio Rojas que es integrante de la Sociedad de Escritores de Magallanes, y que aparece incluido en 1984 en la antología Nuevos Poetas Magallánicos; Mirna Huentelicán, que pertenece a la institución de escritores de esa región y que se ha dedicado de preferencia a la poesía infantil; Luis Alberto Barría; Desencka Vukasovich, María Angélica Alvarez; Katalina Iglesias; José Raúl Barrientos; Juan Magall; Katherine Kingma y Rolando Cárdenas, este último es ampliamente conocido por su gran calidad poética, pero que desde hace años vive en la capital, y ha seguido publicando después del golpe militar.
En Santiago una gran actividad poética se desarrolló no sólo a través de autoediciones, o de las realizadas escasamente por ciertas editoriales, sino que se concentró en la Sociedad de Escritores de Chile por medio de una programación de recitales, presentaciones de libros, homenajes, participación del Colectivo de Jóvenes Escritores, y por la publicación de un modesto Boletín que da cuenta de las actividades realizadas no sólo en la Institución de Santiago, sino en otros lugares y hasta del exilio. Este Boletín Informativo ha sido un gran acierto para mantener viva la llama de la creación, para demostrar que la dictadura no pudo hacer nada para detener ni siguiera la información cultural opositora. Así da cuenta de la presentación del libro de poemas de Virginio Vega; comenta al poeta José Angel Cuevas; rinde homenaje a Gabriela Mistral, a Pablo Neruda; informa de los premios, de los libros de poemas de Carmen Berenguer; de Isabel Velasco; del funcionamiento de talleres de poesía en su sede, comunica el retorno o la visita de poetas exiliados, invita a los recitales de poemas musicalizados por Lilia Santos, La Batucana o el gitano Osvaldo Rodríguez; informativo que en junio de 1989 complió el número cien y cuyo primer redactor fue el poeta Raúl Mellado y luego Carlos Mellado. Es necesario resaltar en este periodo en Santiago un gran trabajo poblacional, se organizan talleres también de poesía, y otros en orden a talleres de poesía cristiana. A nivel nacional surgieron revistas donde la poesía tuvo un espacio como La Bicicleta. Una muy buena revista que apareció en octubre de 1981 fue La Gota Pura, cuyos directores fueron los poetas Ramón Díaz Eterovic, Aristóteles España y Leonora Vicuña. Lamentablemente llegó sólo al número diez en abril de 1984, pero fue muy representativa, inclftyó a poetas de distintas regiones y de los que permanecían en el exterior, también podemos señalar el boletín de poesía el 100 topiés (editor Héctor Barreto) dirigido por los poetas B. Azocar y E. Navarro. La revista La Castaña se distingue por la selección de los trabajos publicados. Lo mismo Huelén, cuya responsable en poesía es Paz Molina.
En Chillán el Grupo Nuble realiza una actividad poética digna de todo encomio, tiene una programación nutrida en cuanto a lectura de poesía, a conferencias,a encuentros con poetas de diferentes regiones de Chile, participa en torneos internacionales enviando delegados y edita un Boletín Cultural de manera continuada, la revista Cauce un fichero bibliográfico tiene a su cargo el incansable poeta y profesor René Ibacache. No alcanza ya en esta publicación a que demos cuenta de la cantidad de poetas y libros notables de esa zona. En Linares y Talca viven dos buenos poetas que se mantienen en pleno desarrollo creativo, son Manuel Francisco Mesa Seco y Matías Rafide. En Valparaíso se publica la revista Eurídice. Alfonso Larrahona Kästen, autor de vigorosos libros, impulsa su Correo de la Poesía que en diciembre de 1989 lleva más de noventa números; el joven poeta Enrique Moro entusiasma a sus lectores con el juego de palabras que entran en la lírica popular y Juan Camerón parte al exilio. En Rancagua mantienen vital la poesía los jóvenes César Castillo, Sergio Medina, Walter Pineda entre otros, Y en cuanto al norte el poeta Pedro J. Reyes nos ha dado su visión, en lo que se refiere a la poesía del Norte Grande, Antofagasta. Nos manifiesta las diferencias substanciales antes de 1973 y después. Esto es que los poetas estaban en la tarea de crear un mundo solidario, un Chile con perspectivas. La acción reemplazó a la creación y reflexión por problemas necesarios. Se dan dos tipos de textos literarios: 1) Ausencia de creatividad en el caso panfletario, y 2) Poesía propiamente tal, representada por los clásicos Andrés Sabella —gravitante y condicionada por el paisaje del Norte Grande (término acuñado por él) con elementos más representativos: el clima, el paisaje, etc,, y en lo humano es similar—; Ivo Rendic, con una visión intimista y paisajista. El Norte Grande imprime un carácter a la poesía: el desierto, la aridez. De alguna manera hay un dirígismo creativo y un aplastamiento por ese Norte, y Juan de Dios Reyes que interpreta el paisaje geológico, pero también los acontecimientos: la epopeya del Norte Grande, el salitre, la pampa, el cobre, los Andes. Sus libros tratan de sintetizar esa realidad, pero se echa de menos la síntesis entre la realidad paisajística y el hombre que dominó ese desierto, porque ahí se produce la colonización de los espacios áridos. Sabella (ya muerto hace un par de años) y Reyes continuaron escribiendo después del 73, y Reyes crea el Grupo Salar de Poesía por el año 1975. A este último no se le puede llamar poeta-opositor: lo que se puede observar en el lenguaje de los poetas que escriben en el tiempo de la dictadura es que para que sea aceptado toma formas encubiertas de expresión. Las tascas sirven para además de beberse un buen vino dialogar literariamente. Hay una sobrevivencia de formas culturales. La Universidad del Norte crea un premio de poesía y la labor literaria se refuerza con los críticos, por ejemplo Patria Bennet, que además es catedrática; Osvaldo Maya, doctor en literatura y el propio Andrés Sabella. Todo este trabajo va lentamente masificándose ante los ojos y las armas para entrar en medio de las poblaciones y círculos de intelectuales. Aparecen los jóvenes y ya son las instituciones como la Universidad y el Instituto Chileno-Francés de Cultura los que van dando cobertura al recital, al diálogo. Entonces la poesía y el poeta pasan a ser instrumentos de acción para concienciar a la sociedad de que puede haber una mejor vida. Surge el taller y documentos poéticos como Homenaje a Mario Baha- mondes, a Juan Florit, al Día Internacional del Trabajo. Entre otros escriben: Arturo Volantines, Juan García, Naja Shandre, Galvarino Santibánez, Dagoberto Mayo, Wilfredo Santoro, José Martínez y Héctor Prieto. Es el Norte que impacta por su paisaje y la enorme cesantía. A medida que van pasando los años se van radicalizando en su temática y personalmente, y las creadoras que se encuentran en esa geografía son Lidia Lazcano, Genoveva Zepeda, Antonieta Rodríguez, Clementina Ossandon y la conocida Sara Vial de Valparaíso.
Debo expresar que si no incluí mis obras en alguna región o generación con los respectivos comentarios de críticos responsables, ha sido para no quitar espacio a los que realmente lo han necesitado después de haber estado tantos años bajo la dictadura, y que son merecedores de que se les conozca más allá del país. Es evidente que factores como la falta de una política editorial, las dificultades de medios económicos para el envío de obras al exterior ha significado un desconocimiento de muchos valores, pero a su vez el envío de libros de poetas chilenos que viven en el extranjero hacia su patria ha sido muy limitado, por tanto existe un conocimiento muy restringido. Se hace indispensable publicar una más completa antología de poesía chilena 1973-1989. Por eso, la labor realizada por ciertas revistas ya señaladas anteriormente es de un valor inestimable para reconstruir nuestro pasado, y eventos como el de Chile Vive, patrocinado por el Ministerio de Cultura de España, la Comunidad de Madrid, el Instituto de Cooperación Iberoamericana y el Ayuntamiento dan la oportunidad de conocer en alguna medida más allá de las fronteras la dimensión de la poesía chilena con recitales y conferencias. (Se hizo una edición de un cuadernillo con 23 poetas incluidos). Ojalá que este modesto trabajo solicitado por Cuadernos Hispanoamericanos sirva también para saber que en el último rincón de la tierra un pueblo que recupera la libertad, ha contribuido con el verbo, con la calidad de su pensamiento poético, a que América Latina se desprenda de otro yugo oprobioso para que tanto Chile como el continente vivan alegres en democracia. Esto prueba que poesía y dictadura no han caminado en forma paralela, que la sensibilidad está por encima del poder de las armas, y que con todos los obstáculos inimaginables Chile mantiene su prestigio en el mundo de la poesía. Lamentablemente la falta de espacio no nos deja tratar extensamente el tema, analizar más obras, colocar a otros poetas y el título a lo menos de sus libros, pero en todo caso pensamos que puede ser una breve aproximación de lo que han sido dieciséis años de poesía en tiempos de dictadura.



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