miércoles, agosto 26, 2015
A SERGUEI ESENIN por VLADIMIR MAIAKOVSKI
Usted se fue,
como suele decirse,
al otro mundo.
¡Qué vacío... !
Vuela usted
hasta incrustarse en las estrellas.
Ya no le ayuda
ni el dinero
ni las tabernas.
¡Sobriedad pura !
No, Esénin,
no me burlo.
En la garganta,
el dolor ajusta un nudo,
y no es la risa...
Yo veo
sus brazos colgando
y su mano cortada,
balanceando la propia bolsa de sus huesos.
¡Qué hace!
¡Quieto!
¿Está usted en su sano juicio?
Dejar que las mejillas
se cubran de tiza mortal
Sí, usted sabía cantar
como nadie en el mundo.
¿Por qué?
¿Para qué?
Me pilló de sorpresa.
Los críticos farfullan:
-Es el vino,
es esto, es aquello
o lo de más allá.
Y, como resultado,
mucho vino, mucha cerveza.
Cambiando
la bohemia por la «clase»,
la clase tendría influencia sobre usted,
y ya no habría por qué pelear.
¿Acaso la «clase»
calma la sed sólo con limonada?
La clase no es idiota
y también sabe empinar el codo.
Es decir,
si contase con el apoyo
de algunos de los de «En Guardia»,
usted tendría otra orientación
y escribiría todos los días
cien estrofas fatigosas y extensas
como las de ese tal Dorónin.
En mi opinión,
si se hubiera realizado semejante pesadilla,
usted se hubiera colgado mucho antes.
Es mejor morir de vodka
que de aburrimiento.
No revelarán
la causa de esta pérdida,
ni la cuerda
ni el puñal suicida.
Tal vez,
si hubiese tinta en el hotel «Inglaterra»,
no tendría razones
para cortarse usted las venas.
Los imitadores se alegraron:
-¡Bis! - aplaudieron.
Contra usted,
casi un pelotón entero,
parecía haber realizado un atentado.
¿Para qué aumentar
el número de suicidas?
Mejor aumentar
la calidad de la tinta.
Ahora
se han cerrado sus labios
para siempre.
Inoportuno
y penoso
es hablar de estos misterios.
Al Pueblo,
al creador del Idioma,
se le ha muerto
un sonoro
cantor,
vicemaestro.
y llevan los viejos versos al velatorio,
sacados de otros entierros,
casi sin rehacer
ni afilar las rimas.
¿Acaso es éste
el homenaje que merece este poeta?
A usted
todavía
no le han erigido un monumento.
¿Dónde están
el bronce sonoro
o las aristas de granito?
Pero al pie del recuerdo ya han dejado
homenajes y dedicatorias.
Su nombre
lo bordan ya con mocos todos los pañuelitos.
Babeando
entona su versos Sóbinov ,
surgiendo detrás de un abedul del decorado:
«Oh, amigo mío,
ni palabras ni suspiros».
¡Eh!
¡Yo hablaría de otro modo
con ese tal Leónidas Lohengrinoide!
Me levantaría aquí mismo,
estridentemente escandaloso.
-No permito babear
ni ajar el verso!
Los dejaría sordos
con un silbido de locomotora,
y les mentaría a su buena madre, a su buen Dios y a su
abuela.
Hasta hacer trizas al bigotudo Kógan,
clavado con lanzas más agudas que sus bigotes retorcidos.
La basura,
por desgracia,
es lo que más abunda.
Asuntos hay muchos,
sólo nos falta el tiempo.
Primero,
hay que transformar la vida;
una vez transformada,
podremos cantarla.
Nuestro tiempo
es difícil para la pluma.
Pero, decidme,
vosotros,
mutilados y lisiados,
¿dónde
cuándo,
cómo y cuál de los grandes
eligió el camino
más gastado y fácil?
Verbo,
comandante en jefe
de la fuerza humana.
¡Adelante... !
Que el tiempo se nos quede atrás hecho jirones,
y únicamente el viento
despeine los mechones de pelo alborotado.
Para la alegría,
nuestro planeta
está escasamente preparado.
Debemos arrancar la alegría
de los días venideros.
En esta vida
morir es cosa fácil.
Hacer la vida
es mucho más difícil.
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