miércoles, agosto 05, 2015

LA SUERTE NO ERA DAMA PARA MÍ por CHARLES BUKOWSKI


Siendo medianamente joven me sentaba en los bares poniéndome hasta las orejas pensando en algo que pudiera sucederme, quiero decir, intentaba con las damas: “oye, muñeca, escucha, los vendedores ambulantes lloran por tu belleza…” o algo así.
Ellas nunca volteaban, miraban hacia el frente, justo hacia el frente, aburridas.
“oye, muñeca, escucha, soy un genio, ja, ja…”
Calladas frente al espejo del bar, estas mágicas criaturas, estas sirenas secretas, de grandes piernas, estallando desde sus vestidos, usando brillantes tacones como dagas, pendientes, bocas de fresa, sentadas ahí, sentadas ahí, sentadas ahí.
Una de ellas me dijo: “me aburres.”
“no, muñeca, estás atrasada…”
“oh, cállate…”
Entonces entraba el galán, algún tipo pulcro con traje, bigote de lápiz, corbata de moño; delgado, ligero, musical, delicado y tan sabihondo y todas las damas comenzaban a llamarlo por su nombre: “oh, Murray, Murray” o algo así.
“qué tal, muchachas!”
Siempre supe que podía derribar a uno de esos jodidos pero eso difícilmente hubiese tenido relevancia entre la suma total de cosas, las damas simplemente se reunían alrededor de Murray (o algo así) y continuaban ordenando bebidas, compartiendo la música de la sinfonola y escuchando la risa de sus bromas privadas que yo difícilmente podía oír.
Yo me preguntaba cuántas cosas maravillosas me estaba perdiendo, el secreto de la magia, algo que ellos conocían, y me sentí otra vez como el idiota en el patio de la escuela, a veces un hombre nunca sale de ahí -queda marcado, uno se da cuenta con un simple vistazo
Y así me excluían, “soy el rostro perdido de Jano,”  pude haber dicho en algún momento de silencio. Para ser, por supuesto ignorado.
Ellos enfilaban hacia sus carros en el estacionamiento trasero fumando riendo para alejarse hacia una consumada victoria eterna
Dejándome para seguir bebiendo yo solo sentado ahí con el rostro del cantinero cerca del mío:
“ÚLTIMA RONDA!”
Su carnoso rostro indiferente de pacotilla bajo la luz barata
Después de mi último trago salía hacia mi carro de diez años de edad junto a la banqueta subía y manejaba siempre cuidadosamente hacia mi cuarto de alquiler
Recordando el patio de la escuela de nuevo, durante el recreo, me escogían al último
Para el juego de beisbol, el mismo sol brillando sobre mí igual que sobre ellos, luego oscurecía, la mayoría de la gente del mundo reunida; mi cigarrillo colgante, y yo escuchaba el sonido del motor.

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