viernes, noviembre 18, 2011

NATHICANA por H. P. LOVECRAFT




It was in the pale garden of Zais;
The mist-shrouded gardens of Zais,
Where blossoms the white naphalot,
The redolent herald of midnight.
There slumber the still lakes of crystal,
And streamlets that flow without murm'ring;
Smooth streamlets from caverns of Kathos
Where broodth the calm spirits of twilight.
And over the lakes and the streamlets
Are bridges of pure alabaster,
White bridges all cunningly carven
With figures of fairies and daemons.
Here glimmer strange suns and strange planets,
And strange is the crescent Bnapis
That sets 'yong the ivy-grown ramparts
Where thicken the dusk of the evening.
Here fall the white vapours of Yabon;
And here in the swirl of vapours
I saw the divine Nathicana;
The garlanded, white Nathicana;
The slow-eyed, red-lipped Nathicana;
The silver-voiced, sweet Nathicana;
The plae-rob'd, belov'd Nathicana.
And ever was she my beloved,
From ages when time was unfashioned
Now anything fashion'd but Yabon.
And here dwelt we ever and ever,
The innocent children of Zais,
At peace in the paths and the arbours,
White-crowned with the blest nephalote.
How oft would we float in the twilight
O'er flow'r-cover'd pastures and hillsides
All white with the lowly astalthon;
The lowly yet lovely astalthon,
And dream in a world made of dreaming
The dreams that are fairer than Aidenn;
Bright dreams that are truer than reason!
So dreamed and so lov'd we thro' ages,
Till came the cursed season of Dzannin;
The daemon-damn'd season of Dzannin;
When red shone the suns and the planets,
And red leamed the crescent Banapis,
And red fell the vapours of Yabon.
Then redden'd the blossoms and streamlets
And lakes that lay under the bridges,
And even the calm alabaster
glowed pink with uncanny reflections
Till all the carv'd fairies and daemons
Leer'd redly from the backgrounds of shadow.
Now redden'd my vision, and madly
I strove to peer thro' the dense curtain
And glimpsed the divine Nathicana;
The pure, ever-pale Nathicana;
The lov'd, the unchang'd Nathicana.
But vortex on vortex of madness
Beclouded my labouring vision;
My damnable, reddening vision
That built a new world for my seeing;
Anew world of redness and darkness,
A horrible coma call'd living
So now in this come call'd living
I view the bright phantons of beauty;
The false hollow phantoms of beauty
That cloak all the evils of Dzannin.
I view them with infinite longing,
So like do they seem to my lov'd one:
Yet foul for their eyes shines their evil;
Their cruel and pitilessevil,
More evil than Thaphron and Latgoz,
Twice ill fro its gorgeous concealment.
And only in slumbers of midnight
Appears the lost maid Nathicana,
The pallid, the pure Nathicana
Who fades at the glance of the dreamer.
Again and again do I seek her;
I woo with deep draughts of Plathotis,
Deep draughts brew'd in wine of Astarte
And strengthen'd with tears of long weeping.
I yearn for the gardens of Zais;
The lovely, lost garden of Zais
Where blossoms the white nephalot,
The redolent herald of midnight.
The last potent draught am I brewing;
A draught that the daemons delight ih;
A drught that will banish the redness;
The horrible coma call'd living.
Soon, soon, if I fail not in brewing,
The redness and madness will vanish,
And deep in the worm-people'd darkness
Will rot the base chains that hav bound me.
Once more shall the gardens of Zais
Dawn white on my long-tortur'd vision,
Andthere midst the vapours of Yabon
Will stand the divine Nathicana;
The deathless, restor'd Nathicana
whose like is not met with in living.





NATHICANA

Fue en el pálido jardín de Zais,
Los jardines neblinosos de Zais,
Donde florece el nephalot blanco,
El perfumado heraldo de medianoche.
Ahí dormitan los quietos lagos de cristal,
Y arroyos que fluyen sin murmurar,
Los suaves arroyos desde las cavernas de Kathos
Donde germinan los espíritus calmos del ocaso.
Y sobre los lagos y arroyos
Hay puentes de alabastro puro,
Puentes blancos todos tallados hábilmente
Con figuras de hadas y demonios.
Aquí resplandecen soles raros y planetas extraños,
Y extraña es la creciente Banapis
Que se pone más allá de las murallas cubiertas de hiedra
Donde se hace espeso el ocaso del atardecer
Aquí caen los vapores blancos de Yabon;
Y aquí en el remolino de vapores,
Yo vi a la divina Nathicana;
La enguirnaldada, blanca Nathicana;
La de ojos humildes, la de labios rojos Nathicana;
La de voz plateada, la amada Nathicana;
Y siempre fue ella mi amada;
Desde las edades en que el tiempo era no nacido;
Cuando nada nacía, salvo Yabon.
Y aquí habitábamos por siempre
Los niños inocentes de Zais,
En forma queda, en los senderos y las plazoletas
Coronados de blanco con el bendito nephalot.
¡Cómo acostumbrábamos flotar en el ocaso
Sobre prados cubiertos de flores y sobre laderas
Todas blancas con el humilde astalthon;
El humilde pero amado astalthon,
Y soñábamos en un mundo construido de sueños
Sueños que son más rubios que Aidenn;
Sueños luminosos que son más reales que la razón!
Así soñamos y amamos a través de las edades,
Hasta que vino la maldita estación de Dzannin;
La estación maldita por demonios de Dzannin;
Cuando rojos brillaron los soles y planetas,
Y roja brilló la creciente Banapis,
Y rojos cayeron los vapores de Yabon.
Entonces enrojecieron las flores y los arroyos
Y lagos que yacían bajo los puentes,
E incluso el calmo alabastro
Brilló rosado con reflejos misteriosos
Hasta que las esculpidas hadas y demonios
Miraron, rojos, desde detrás de la sombra.
Ahora mi visión enrojecía, y en forma demencial
Yo me forcé por vislumbrar a través de la densa cortina
Y vi a la divina Nathicana;
La pura, siempre pálida Nathicana;
La amada, inmutable Nathicana.
Sin embargo, vórtice sobre vórtice de locura
Nublaron mi laboriosa visión;
Mi maldita, enrojecida visión;
Que construía un mundo nuevo para mi contemplación;
Un mundo nuevo de color rojo y tinieblas,
Un horrible coma llamado vida
Ahora en este coma llamado vida
Yo contemplo los brillantes fantasmas de belleza;
Los fantasmas de falsa belleza
Que ocultan todas las maldades de Dzaninn.
Los veo con ansia infinita,
Tan parecidos a mi amada:
Aunque en sus ojos brilla su maldad;
Su crueldad e impiedad,
Más despiadada que Thaphron y Latgoz,
Doblemente nociva por su disimulo que atrae.
Y sólo en los sueños de medianoche
Aparece la perdida doncella Nathicana,
La pálida, la pura Nathicana
Quien se desvanece en la mirada del soñador.
Una y otra vez yo la busco;
Y en mi lástima recurro a los profundos tragos de Plathotis,
Profundos tragos mezclados en el vino de Astarte
Y fortalecidos con lágrimas de largo llanto.
Y añoro los jardines de Zais;
Los amados, los perdidos jardines de Zais
Donde surge el blanco nephalot,
El flagrante heraldo de medianoche.
El potente último trago estoy preparando;
Un brebaje con el cual los demonios se deleitan;
Un trago con el cual desaparezca el color rojo;
El horrible coma llamado vida.
Pronto, pronto, si no me falla el brebaje,
El rojo y la locura se desvanecerán,
Y en la profundidad tenebrosa habitada por gusanos
Se pudrirán las cadenas que me han sujetado.
Una vez más los jardines de Zais
Resplandecerán blancos en mi visión largamente torturada
Y en medio de los vapores de Yabon
Se levantará la divina Nathicana;
La eterna, restaurada Nathicana;
Cuya imagen no es posible encontrar en vida.

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