jueves, noviembre 10, 2011

DE PROFUNDIS por GEORG TRAKL




Hay un campo de rastrojos donde una negra lluvia cae.
Hay un árbol pardusco que se yergue solitario.
Hay un viento susurrante que abraza las chozas vacías.
Que triste este atardecer.
De paso por el caserío,
recoge aún la dulce huérfana escasas espigas.
Sus ojos pacen redondos y dorados en el crepúsculo,
y su seno aguarda al prometido celestial.
Al regreso
hallaron los pastores el dulce cuerpo
descompuesto en el zarzal.
Una sombra soy lejos de lúgubres aldeas.
El silencio de Dios.
bebí en el manantial del bosquecillo.
Mi frente pisó un frío metal.
Arañas buscan mi corazón.
Hay una luz, que se extinguió en mi boca.
De noche me hallé en un páramo
lleno de inmundicias y polvo de las estrellas.
Entre los avellanos
Sonaban de nuevo ángeles de cristal.

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