miércoles, febrero 22, 2012
VEINTE AÑOS DE TRABAJO por VLADIMIR MAIAKOVSKI
La camarada que preside ha declarado con demasiada pompa que daré
un informe sobre mí creación. No daré ningún informe y no creo que se pueda
definir de creación con tanto énfasis lo que yo he hecho. No se trata de esto,
camaradas. Veinte años es muy fácil celebrar un aniversario, reunir los libretos
elegir una presidencia barbuda, hablar de los méritos
propios a cinco o a diez personas, invitar a los buenos conocedores a no
injuriarlos más en los periódicos y a escribir artículos de aprobación, para
después ver si se puede sacar algo de ello. Quizá te proclamarán escritor
emérito, o tal vez tendrás algo que es aún más interesante para el corazón de
un escritor. No se trata de esto, camaradas, sino del hecho que el viejo lector,
el viejo público que frecuentaba salones (en los cuales prevalecían señoritas y
jovenzuelos de buena familia), ahora ha muerto para siempre: sólo el público
obrero, sólo las masas proletarias y campesinas que están edificando nuestra
nueva existencia, que construyen el socialismo y quieren difundirlo por todo el
mundo, deben convertirse en lectores de verdad: y yo debo ser su poeta.
A partir de aquí surgen dos dificultades. Es muy Fácil escribir poesías
que nos los irriten: son cosas que gustan mucho y al día siguiente se olvidan.
En toda mi vida nunca he trabajado para hacer cosillas graciosas y acariciar el
oído de la gente sino que todo en mí se ha organizado de tal manera que
siempre he procurado desagradar a todos. Mi trabajo fundamental es la injuria,
el sarcasmo contra todo lo que me parece injusto y que hay que combatir. Mis
veinte años, de trabajo literario han sido en sustancia, para hablar con
sencillez, Un bofetón literario no en sentido literal sino en el mejor de los
sentidos. Es decir, en cada instante ha sido necesario defender esta o aquella
posición revolucionaria en literatura, luchar a su favor o en contra de la inercia
que ya se deja entrever en nuestra república de trece años de edad.
Recuerdo que hace veinte años habíamos abierto el discurso sobre la
nueva belleza. Habíamos dicho que la marmórea belleza de los museos, todas
Las Venus de Milo con los brazos rotos, toda esta belleza clásica griega no
podía satisfacer a millones de hombres que, a través de la ruidosa ciudad,
entraban en una nueva existencia y se encaminaban por la ruta de la Revolución.
Hoy, durante la relación, la camarada Koltsova, que preside la
asamblea, me ha ofrecido un caramelo. En el papel estaba escrito Industria
Agrícola Moscovita y dibujada ¡había la misma Venus! Esto quiere decir que las
cosas contra las que se lucha y se ha luchado durante veinte años, ¡todavía
hoy penetran en la vida, La misma decrépita y contorsionada belleza se difunde
entre las masas, a través de los caramelos, envenena de nuevo nuestro
cerebro y desnaturaliza toda nuestra concepción del arte.
Aquí me han entregado un billete que dice: "Camarada Maiakovski, en tu
informe no insistas sobre el comentario de las poesías sino sobre todo en su
lectura". Hoy he venido entre ustedes muy enfermo, no sé qué le ocurre a mi
garganta; quizá por mucho tiempo tendré que abstenerme de leer. Quizá ésta
es una de mis últimas veladas, pero considero que sería más conveniente leer
algunas cosas para los camaradas que no las han oído nunca. [ ... ] Después
de esta introducción general, pasaré ahora, durante cinco minutos, a mi
exposición. ¿Por qué no la he organizado nunca? Porque a causa de mi
carácter pendenciero ha habido tantos que han ladrado contra mí, que me han
acusado de tantos pecados, verdaderos o presuntos, que a veces tengo ganas
de marchar a cualquier sitio y estar allí dios, años para no oír más injurias.
Pero, obviamente, a la mañana siguiente me recobro de este pesimismo
y, subiéndome las mangas, empiezo de nuevo a luchar, afirmando mi derecho
de existir como escritor de la Revolución y para la Revolución, y no como
desheredado. Por eso, mi exposición pretende demostrar que el escritor
revolucionario no es un desheredado, cuyas poesías se transcriben en un libelo
y permanecen en los estantes cubiertos de polvo, sino un hombre que participa
activamente en la vida cotidiana y en la construcción del socialismo.
Los estetas me apostrofan: "Usted ha escrito cosas espléndidas como
La nube con pantalones, y después, de golpe, ¡hace estas cosas!". Siempre he
sostenido que existe una poesía ingeniosa, montada técnicamente, pero
también una poesía de masa, que se sirve de otras armas, de las armas de la
clase obrera. Nunca he trabajado para vivir, pero nunca me he negado a
escribir una poesía sobre un argumento de actualidad, desde los versos sobre
el kulak hasta los versos sobre el gato y sobre las pieles de gato del Gostorg,
etcétera.,
Por lo demás, he hablado y escrito de una participación directa no la
producción. Se dice a menudo que el escritor debe entrar en la producción;
pero, para hacer esto, un tipo como Kataev compra un cuaderno de cuarenta
kópecs, se va a la fábrica, se extravía entre el estruendo de las máquinas,
escribe toda clase de necedades en un periódico y pretende haber cumplido
con su deber. Al día siguiente se descubre que una cosa no es cierta, m
tampoco la otra. Opino que no es tan necesario trabajar junto con los
productores o que, de cualquier manera, sea indispensable cualquier otra
forma de participación en toda la actividad cotidiana de la oficina. Este trabajo
lo entiendo en el sentido de la actuación del slogan de no meter las manos en
las máquinas, en el sentido de la actuación de medidas dirigidas a impedir que
el obrero sea fulminado por la corriente eléctrica, que se pinche con los clavos
de la escalera, o que reciba un martillazo. Yo mismo actúo en esta dirección
con mi pluma y con mis rimas, Y el tema no es menos importante que los más
sublimes temas de nuestros líricos calvos.
He escrito una poesía sobre los biberones, los magníficos biberones que
la gente gustaría "chupar hasta la edad madura". Muchos se han indignado,
pero yo afirmo que, si en el campo todavía se pone en la boca de los bebés
trapos sucios, la propaganda de los biberones es propaganda para una
generación sana, para la civilización.
¿Por qué debo escribir sobre el amor de Mania por Petia y no puedo
considerarme una parte del organismo estatal que construye la vida? La
exposición tiene como objetivo principal ampliar su concepción de la actividad
poética, documentar que no es poeta quien se va de viaje como un camero de
pelo rizado a balar sobre temas de la lírica de amor sino quien, en nuestra
áspera lucha de clases, ofrece su pluma para el arsenal del proletario, quien no
desdeña ningún trabajo modesto, ningún tema perteneciente a la Revolución y
a la construcción de la economía nacional, quien escribe poesía de agitación
sobre cualquier cuestión económica. La exposición es extensa. He dicho que
no he recogido mis cosas. Y la camarada KoItsova tiene razón al decir que
hemos reunido unas pocas cosas y que estaría bien completar la exposición
con el material de que se dispone. Es cierto. Tome, por ejemplo, el material
referente a una actividad como el teatro: en nu exposición no figura ni un solo
boceto; no obstante, ha ha una decena de pues tas en escena de Misterio bufo,
escrito para el primer aniversario de la Revolución de Octubre. De esta obra
arranca el tema de octubre en teatro.
Después están las poesías satíricas del primer teatro de la sátira; los
primeros textos de agitación antirreligiosa salen durante aquel período.
Además, están los montajes de La chinche y El baño. Como ven, mi exposición
no presenta ni siquiera la décima parte de los documentos que hubiéramos
podido exponer.
Muchas veces se encuentra un grupo organizado de personas que van
al comité y dicen: "Un momento, dennos el partido, dennos el marxismo, y en
dos años tendrán una obra genial nuestra". Después se les sorprende sin hacer
nada y dices: "¡Pero tú no haces nada! ¿Cómo que no hago nada? ¡Me estoy
inspirando!».
Camaradas, mi segundo propósito es exponer la importancia de mi
trabajo. ¿En qué sentido es esto necesario? En el sentido de demostrar que la
jornada laboral de un poeta que se proponga las grandes tareas comunes a la
república no es de ocho sino de dieciséis, de dieciocho horas. En el sentido de
demostrar que no tenemos tiempo de descansar, que debemos trabajar, día a
día, con la pluma, sin un momento de reposo. Recuerdo un "escaparate Rosta",
una enorme tela que tapaba casi un cuarto de pared; pues bien, de estos
"escaparates" sólo preparé uno; hice cerca de cuatrocientos diagramas, cerca
de quince manifiestos, o sea, en total, cerca de cinco mil cuadros. ¿Cómo lo
hacía? Recuerdo que iba a la cama a las dos o a Lis tres de la madrugada y
que, debajo de, la cabeza, en lugar de almohada, ponía un tronco No es que
faltasen almohadas, pero temía no despertarme a tiempo. Solamente con una
actividad tan intensa un poeta puede presentarse, hoy e n día, delante de un
público obrero.
Haré pocas notas de comentario a la exposición, aunque se puedan
hacer muchas. Encontramos, por ejemplo, un opúsculo titulado El alfabeto. Es
una página muy interesante de la historia de nuestra poesía revolucionaria. Fue
escrita, creo,. en el '19 o en el '20, para una jornada de "ayuda al Ejército rojo".
Fue concebida como una parodia de un viejo ~o de carácter pornográfico. Pero
no se trata de esto. El opúsculo fue escrito para el ejército. En él encontramos
bromas no demasiado aptas para los salones, pero que quedan muy bien en
una trinchera. [ ... ] Una vez escrito, lo llevé al Centro de Impresión. Había una
dactilógrafa, todavía no purgada, que me declaró con cólera: "Prefiero perder el
empleo antes que escribir esta infamia". Así empezó una penosa historia. En
efecto, nadie quería imprimir el libreto. No había máquinas tipográficas.
Encontré una, abandonada, en donde residía el instituto Stroganovsky, y yo
mismo compuse el texto. No había obreros para poner la máquina en
funcionamiento. Tuve que hacerlo yo mismo. No había nadie que
encuadernase los folios ya impresos. Me ayudaron algunos amigos. Necesitaba
colores, pero no había colores: pintamos a mano tres o cuatro mil copias.
Después cargué sobre mi espalda todos los opúsculos. Fue un verdadero
trabajo manual en el momento del cerco más brutal de la Unión Soviética. El
opúsculo desarrolló su función. Tres años más tarde, estando yo en
Leningrado, me enteré de que una de mis obras había sido confiscada. ¿Cuál?,
pensé. Era El alfabeto. ¿Qué había ocurrido? Había ocurrido que en la portada
figuraba el título Alfabeto y que algún funcionario había decidido mandarlo a las
casas de muchachos de Leningrado. Una maestra tomó el texto y leyó el verso
que dice: «Clavarle la pluma en las nalgas". y se puso furiosa. ¡Qué
repugnantes abecedarios escribe Maiakovski para los niños! Esto demuestra
cómo a menudo se usa pésimamente la poesía, al entregarla a un público
distinto del que está destinada, y cómo se hace caer todo el honor de la culpa
al autor. Pero, en efecto, el autor no tiene la más mínima responsabilidad ha
hecho de su libro, en un momento determinado, una cosa muy útil y necesaria.
La exposición necesita tantos y tan serios comentarios. Los camaradas
de nuestro círculo se esfuerzan en llevar adelante la exposición, cosa que les
agradezco infinitamente, porque creo que se trata de una acción muy justa. He
leído hoy en un periódico o en una revista, que en Leningrado se ha celebrado
el cuadragésimo quinto aniversario del maquillador del Bolshoi. Durante la
celebración de los cuarenta y cinco años de útil trabajo de los maquilladores,
que ha consistido en caracterizar barbas y bigotes, el presidente del comité
ejecutivo del sindicato artístico, compañero de Bojarsky, ha tomado la palabra
para encomiar esta útil actividad y anunciar que será dado a conocer
extensamente mediante la publicación de un opúsculo. Yo, por el contrario, ni
siquiera he conseguido publicar el catálogo, y me veo obligado a demostrar a
cada instante que la actividad poética, el trabajo del poeta, es un trabajo
indispensable en nuestra Unión Soviética.
Hoy, mi intención no era hacer un informe exhaustivo. Me he
limitado a decir algunas palabras de introducción para que sean los mismos
muchachos quienes, reunidos para hablar, hagan preguntas, orienten sus
trabajos ulteriores, formulen propuestas prácticas, etc.
En mi trabajo ha habido un intervalo de dos o tres años, durante los
cuales no he escrito versos sino que me he interesado especialmente por la
pintura y el dibujo. Sólo desde 1912 o 1913, aproximadamente, empecé a
publicar de una manera sistemática, y la literatura se convirtió en mi profesión
definitiva.
[ ... ] Muy a menudo, en los últimos tiempos, quienes están irritados por
mi actividad publicista declaran que ya no sé escribir poesía y que la posteridad
me despreciará por esta razón. Mi opinión es la siguiente. Una vez, un
comunista me dijo: "¿Qué es la posteridad? Tú eres responsable delante de la
posteridad, pero para mí es mucho peor: yo soy responsable delante del.
.comité de sección. Es mucho más difícil". Yo soy un hombre decidido y quiero
hablar por mí mismo con la posteridad, sin esperar lo que mis críticos, en el
porvenir, contarán de mí.
[ ... ] Camaradas, he recibido muchas tarjetas, pero, en sentido relativo,
pocas peticiones. Numerosas tarjetas repiten la misma petición. Se me invita a
menudo a leer esta o aquella poesía.
Una serie de peticiones atañe, por así decirlo, a las razones del uso de
las palabras fuertes. Un camarada ha declarado que no se construirá el
socialismo con palabras que yo nunca digo en la vida concreta sino que sólo
las uso en poesía.
Es ingenuo suponer que yo quiera construir alguna cosa con estas
palabras. El camarada dice muy bien cuando afirma que el socialismo no se
construirá con ninguna palabra. Las palabras no sirven para eso. Me gusta
mucho cuando un poeta [ ... ] se agarra con fuerza y acaba golpeándose con la
nariz contra las cosas, como un perro. Esto es solamente un procedimiento
poético. Se dice con frecuencia que utilizó la palabra escoria». Utilizo este
término porque se encuentra en la vida. Hasta que esta noción exista, la
encontraremos también en los versos. No puedo desterrar de ninguna manera
la palabra escoria' por consideraciones de origen estético, y por consiguiente,
la Hamo con su nombre.
—Camarada Maiakovski, ¿por qué ha estado en prisión?
—Porque estaba inscripto en el partido, pero ha ocurrido hace mucho
tiempo.
—¿Está en el partido ahora?
—No, no estoy inscripto.
—Pero no hay motivo...
—Pienso que sí, que hay algún motivo.
—¿Cuál?
—Ya he adquirido una masa de costumbres que son incompatibles con
el trabajo organizado. Quizás es un prejuicio absurdo, ¡pero he librado una
batalla tan dura, me han atacado tanto! Hoy me llaman su poeta, pero hace
nueve años las editoriales se negaron a publicar Misterio bufo y el director del
Gosizdat me dijo: "Estoy orgulloso de que no se publique esta porquería. Hay
que barrer de las ediciones estas suciedades con una escoba de acero". En
lugar de batirme con un plan organizado, he luchado de una manera anárquica,
porque sentía que esta línea literaria era más afín a la línea de la literatura
proletaria. Primeramente habrá la línea de los intelectuales; después, poco a
poco, la proletaria. Pero aquí se sobrevalora la primera. ¿Por, qué diablos
tengo que obligarme a hacer lo que no es necesario? Quiero decir que las
costumbres adquiridas durante los años prerrevolucionarios están sólidamente
arraigadas en mí. Estas son, creo,. importantes decisiones y deliberaciones
que creo que estoy obligado a realizar, pero que no he podido realizar de una
manera organizada, como me habría gustado.
No me separo del partido, me creo obligado a realizar todas las
deliberaciones del partido, a pesar de no tener la cartilla. Pienso que se me
puede decir: "Bien, Maiakovski, trasládate a este sitio o a este otro".
—En interés de la Revolución proletaria, ¿empezaría a escribir yambos?
—Contesto que sí, los escribiría— Se ha hablado aquí de ordenación
social y de obediencia. Es cierto que se me dan órdenes. ¡Pero yo lo quiero!
Todos ustedes son marxistas, saben que no se puede saltar en marcha, pero
conociendo el itinerario del tren... ir juntos y, una vez elegida la dirección, hay
que proceder conjuntamente.
He aquí lo más difícil y más importante para un hombre. Si hoy no estoy
inscripto en el partido, no pierdo la esperanza de fundirme con él, no
limitándome a decir que soy yo quien lo quiero sino cuando la masa proletaria
me impulse a moverme y me diga. "Camina", yo caminaré.
—Maiakovski, ¿cuál es su biografía? ¿Cuántos años tiene?
—Tengo treinta y cinco años. Soy un noble, no he tenido... no me he
ocupado de actividades industriales, nunca he explotado a nadie, pero me han
explotado todo lo que han querido
—¿No es un poco enfática su declaración de poder ser el poeta de la
clase proletaria porque tiene más talento y es más comprensible?
—Nunca he planteado la cuestión tan tontamente. Quiero que ustedes
me comprendan y quiero comprenderlos a ustedes. Dejen que insulten. [ ... ] La
exposición es la rendición de cuentas de veinte años de trabajo. La he
organizado porque quería enseñar lo que he hecho. Es la misma situación de
quien ha sido expulsado de los organismos del poder soviético: ¿qué hace?
Exhibe pruebas.
—¿Por qué va al extranjero?
—En el extranjero desarrollo el mismo trabajo que hago aquí. He escrito
poesías, he intervenido en las asambleas, he hablado del Partido Comunista.
—¿Porqué viaja?
—Viajo porque:
'Debajo de ésta la ola reluce más que el azul
sobre ésta es dorado el rayo del sol...
Pero ésta, rebelde, busca la tempestad,
¡como sí en las tempestades hubiese la calma!".
Ahora diré unas pocas palabras sobre quienes han intervenido en el
debate. Respondo, ante todo, al camarada que ha subrayado la e~ afluencia a
la exposición. Creo que esto no es cierto. Para obtener una mayor afluencia,
hay que dedicar más atención a la propaganda. Si no me hubiesen avisado por
teléfono, no habría sabido nada de la exposición. La Komsomolskaya pravda
ha publicado un breve anuncio en la prensa sobre el aniversario, pero no ha
mencionado la exposición. Si se hubiese tratado de una velada en honor de
Kogan, si Kogan hubiese dado una conferencia, hubieran tenido noticias de
ello. Si los que han escuchado aquí cosas interesantes para ellos lo difundieran
entre cientos y miles de conocidos, el fin propagandístico se habría alcanzado.
Y yo estaría más que satisfecho de tal resultado. Los resultados de la reunión
de hoy demuestran que yo necesito mejorar mi calificación revolucionaria, pero
que la ruta por la que camino es justa. Quizá no se ha equivocado quien ha
dicho que habrá una marcha triunfa¡ y, después, la celebración de la victoria.
Hay que ayudarme en mi trabajo: ¡muy bien! Pero hoy, todavía tengo
que demostrar que necesito un espacio más amplio para mi actividad; mis
argumentaciones son serias y tres camaradas me han declarado que sin un
espacio más amplio no se puede conseguir nada. A trece años de la
Revolución, tengo la impresión de tener que ser ayudado en mi trabajo. La
exposición no es una celebración sino el balance de mi trabajo. Pido que se me
ayude, no que se me alabe por méritos inexistentes.
De esto hablamos, camaradas, y no de la glorificación de los méritos
inexistentes de cualquiera. Hoy ha resonado una sola voz crítica. Estoy
convencido de que muchos otros camaradas querrían formular observaciones
críticas. Quizá no han querido turbar un día tan solemne, vertiendo una gota de
hiel en la miel de una atmósfera tan cordial. De hecho, no estoy en contra de la
autocrítica. Pero no hay que exagerar. Un camarada dice que reniego
absolutamente de todos los clásicos. Nunca me he interesado por semejante
tontería. [ ... ] Digo solamente que no existen clásicos que estén en la
vanguardia de todas las edades. Estúdienlos, ámenlos en la época en que han
trabajado. Pero que no vengan con su enorme trasero de bronce a obstaculizar
el camino a los jóvenes poetas que hoy se están abriendo paso. No lo digo sólo
por mí, sino por los centenares de miles de poetas que provienen de la clase
obrera. Diríamos una mentira terrible si a cada joven obrero que no escribe
correctamente pero que escribirá veinte veces mejor que yo, le declarásemos:
"No debes interesarte por estas cosas, camarada, no sacarás nada; de esto se
ocupa Maiakovski¡." Si hablo en contra de los clásicos, no es porque quiera
que se les anule, sino que, por el contrario, quiero que se utilice todo lo válido
que hay en ellos por la causa de la clase obrera. No hay que asumir, frente a
ellos, la actitud acrítica que se tiene a menudo por nosotros. Si hace cinco o
seis años el problema de los clásicos se planteaba de una manera acrítica, hoy
ya no ocurre así. En la revista Krasnaja niva, creo, ha aparecido hoy un artículo
del camarada Pokrosky sobre los clásicos, en el cual se dice claramente que es
imposible publicar un clásico sin una minuciosa reelaboración. [ ... ]
Así, pues, camaradas, la voz crítica no sólo no debe ser contrastada por
el público, sino que debe ser acogida con calor. Sólo se exige que se hable
correctamente de lo que se critica y que la cuestión sea planteada
correctamente. Esto es todo lo que se puede decir como respuesta a las
preguntas y a las intervenciones. Mironov tiene razón al decir que mis vínculos
con la Komsomolskaja pravda son mucho más profundos y que, si me injurian,
no agitaré la cola diciendo: “¡Bien, ahora me dedicaré a la jardinería!". Nuestra
discusión es de otro orden. Bien saben que aquí se plantea la cuestión de la
subestructura. En nuestro país, actualmente se están resolviendo los más
importantes problemas: la edificación del socialismo, el plan quinquenal; pero
en literatura hay una tal confusión que se te erizan los pelos de la cabeza. El
problema de Maiakovski se resuelve en el sentido en que este hombre lee sus
poesías delante de un público de jóvenes comunistas y que este público lo
considera como un escritor suyo. Este es el punto esencial del que se podrán
sacar algunas conclusiones.
Sería erróneo repudiar las poesías prerrevolucionarias. Empecé La nube
en pantalones en 1913-1914 y lo terminé en 1915; al principio se titulaba El
trigésimo apóstol Cuando presenté esta obra a censura, me preguntaron:
"¿Usted quiere ir a la cárcel?». Contesté que la cosa no me atraía en absoluto.
Entonces borraron seis páginas, incluido el título. Así se planteó el problema de
la elección del título. Me preguntaron cómo había podido asociar el lirismo con
la vulgaridad. Contesté: “Bien, si quieren, seré furioso, o, si lo prefieren, seré
más tierno, no un hombre, sino una nube en pantalones". El poema se lanzaba
contra la literatura, contra los escritores y contra la religión de aquella época, y
apareció con este título. El público casi no lo compró, porque los principales
consumidores de entonces eran las señoritas y las señoras, que no podían
comprarlo a causa del título. Si hubieran pedido La nube, se les habría
preguntado: "¿Con pantalones?"; y habrían huido, porque era un título
indecente.
Me han mandado una nota: «Maiakovski, ¿por qué no escribe sobre el
campo?". He escrito una Marcha de la recolección, que se ha publicado en la
Konuomolskaja pravda. El camarada que me ha mandado la nota debería
saberlo. Además, he escrito una poesía sobre los veinticinco mil. Pero conozco
muy poco el campo, menos que la ciudad.
Leeré otra cosa, la última. Se titula ¡Bien! y fue escrita para el décimo
aniversario de la Revolución de Octubre. Verán que estos versos no perderán
su significado ni siquiera en el futuro. El poema trata de los primeros días de la
Revolución de Octubre, de las tentativas de insurrección, cuando resonaban las
espuelas de metal prerrevolucionario de los oficiales, adornados con
cuerdecitas hasta el ombligo. La última parte señala el paso a la edificación y el
gozoso paseo del poeta y de cada ciudadano de la república de los soviets por
las calles de Moscú.
Algunos fragmentos sobre el ejército rojo. No he estado en la guerra;
cuando alguno me lo pregunta, le respondo alegremente que la cosa fue bien
incluso sin mí. Pero ésta es sólo una respuesta bromista; intento siempre no
escribir sobre lo que no he visto. Camaradas, ¿terminamos con esto? Mi
garganta se rinde.
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