martes, septiembre 28, 2010

MUERTE EN NIZA DE VÍCTOR QUEZADA: «THE TIME IS OUT OF JOINT» (por Daniel Rojas Pachas)




El poemario Muerte en Niza (Ediciones Marea Baja, 2010) del escritor antofagastino radicado en Santiago, Víctor Quezada, sorprende por su atrevimiento y valentía. A través de su obra todos somos conminados y no porque el autor como otros poetas del momento y al uso nos represente una realidad plana y sencilla, edifique un mundo utópico o una distopía, pontifique con revoluciones, proclame un malestar ante su ciudad o arguya con una experiencia y sobreexposición agotada de su sexualidad. Actitudes de “creadores” que al final sabemos por lo engañoso y contradictorio del
lenguaje, van a proponer unívocamente un mensaje estéril y burda mímesis que explota lo artificial de lo anecdótico. Quezada en cambio poetiza en torno a la ausencia. Su voz nos habla de lo indecible y se posiciona en las entrañas del vacío que genera nuestra lengua.
El poemario en ese sentido, si bien procura nominar la muerte en Niza a través de un diálogo intertextual con Garcilaso, poeta fallecido en dicha región y al cual Quezada invoca tomando versos de sus sonetos, la atmósfera general del libro participa de muchos otros cuerpos, variadas historias y va denotando que lo otro es parte de mí y yo de aquello. Esta situación remite a la noción de Derrida de presencia/ausencia en que el mundo se desenvuelve intercontaminado como un gran descalabro, indeterminable y que el filósofo grafica parafraseando a Shakespeare en
Hamlet: «The time is out of joint» Time: es el tiempo, pero es también la historia, y es el mundo. Por ende la muerte situada en Niza o en la atmósfera que Víctor Quezada construye, con el germen mismo de la confusión (el lenguaje), niega la posibilidad de morir y afirma la no existencia de la imposibilidad. Al someternos a semejante paradoja demuestra con belleza que las palabras no bastan para la verdad que contienen y así, todo lo escrito, todo lo pensado, dicho y realizado en este mundo de textos y discursos… será un continuo de la impotencia de presentar ad eternum nuestro deseo “inter-contaminado” por alcanzar la flor, cantar a la flor, nominarla una y otra vez o hacerla florecer en el poema, sin ninguna diferencia más allá de lo diferido.

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