sábado, diciembre 17, 2011

MAIAKOVSKI A LOS SIGLOS por VLADIMIR MAIAKOVSKI



¿Adónde voy?
¿Para qué?
Corro por centésima vez,
por calles zumbando como un colmenar.
Los ojos vuelan con su mirada por cien
/ventanas,
y veo, es penosa,
absurda,
y mezquina,
la intimidad ajena.
La ciudad apaga
sus vitrinas y ventanas.
Estoy cansado, abrumado.
Únicamente las nubes
desentrañan sus moles,
bajo el crepúsculo
verdugo-sangriento.
Veo un puente feérico.
Subo,
y en terrible inquietud,
contemplo todo desde allá.
Recuerdo,
estuve de pie sobre el puente.
Ese brillo,
se llamaba entonces, el Neva.
Aquí hubo una ciudad,
una ciudad absurda,
arrancada del humo,
de un bosque de chimeneas.
En esta misma ciudad
comenzaron las noches
vidriosas, blancas, brumosas.
Fue a fines de Julio.
Encendido por el insomnio
deliraba murmurando algo,
a veces veía la cruz roja
del camión de la asistencia pública,
otras veces me perseguía el estampido de un
/balazo.
Callaba y volvía.
Yo sé.-
Al que es como yo,
se calienta fácilmente,
desde luego, pero sin embargo,
es algo salvaje ver continuamente el mismo
/rostro
en cada farol, en cada objeto.
¿Quién tuvo una obsesión semejante?
Y veo sobre la casa,
cómo bajas tú por un arriesgado declive,
y los rayos de sol los juntas en haces.
Me acerco a través de la bruma
y desapareces en mis propias narices.
De nuevo estoy de pie mudo y absorto.
Los trasnochadores de la ciudad,
ya se desbandan.
Siento su voz,
hasta su respiración,
hasta el olor de su piel,
y creo que es un fantasma,
pero está viva.
Avanza de pronto,
surge del aire.
Le es poco estar sola.
Viene con un cortejo
y mi corazón revive,
y vuelve a caer pesado.
De nuevo renacen en mí
todos los tormentos terrenales.
De nuevo,
¡viva, mi sublime locura!
Los faroles están en medio de la calle.
Las calles se parecen,
y como si fuera desde un nicho,
sale la cabeza modelada de un caballo.
-¿Oiga,
esta es la calle Yukovsky?
Me miran como los niños miran a un esqueleto.
Los ojos grandes eluden la mirada.
Por ella anduvo Maiakovksi mil años.
"Aquí se suicidó,
en la puerta de su amada."
¿Quién?
¿Yo me suicidé?
¡Cuentos!
Corazón modélate de nuevo
con alegría resplandeciente.
Vuelo hacia su ventana.
Estoy acostumbrado al cielo.
¡Es tan alto!
Subo piso por piso.
Me paso y vuelvo.
Entro. Miro detrás de la cortina.
Está todo igual.
El dormitorio es el mismo.
Pasaron miles de años
y ella está igual, juvenil.
Está acostada.
El cabello suelto.
La luna azulada.
Un instante...
no era la luna
era la calvicie del marido a su lado.
¡Los encontré!
Ahora que duermen,
mi mano aprieta el puñal,
me aproximo cauteloso observando.
Y de nuevo,
siento que amo.
Retrocedo,
voy cediendo al amor, a la compasión.
¡Buenos días!
Encendieron las luces.
Veo dos ojos salientes.
"-¿Quién es usted?"
"-Yo, Nicoláev, el ingeniero.
Esta es mi casa.
¿Y usted quién es?
¿Por qué se mete con mi mujer?"
La habitación es ajena.
Tembló la mañana,
con un tic en la comisura de los labios.
Me miraba una mujer,
ajena y desnuda.
Salgo corriendo.
Destrozado de sombras,
enorme, desmelenado.
Ando por la pared,
cubierta por la luna.
Los vecinos salen de sus cuartos,
ajustando los batones.
Paso golpeando con los tacos.
A golpes lo echo al portero a un rincón.
"-¿La del 42
a dónde se ha ido?"
"El cartelito dice,
entraron por la ventana,
y estaban todos tirados
cuerpo sobre cuerpo."
¿Y ahora a dónde voy?
¡A donde mis ojos me lleven!
¿Al campo?
¡Al campo!
¡Tra-la-la-la-la-lá!
¡Tra-la-la-la-la-lá!
La cuerda a usta su nudo en mi garganta.
Me quemaré en este verano abrasador.
Suenan los grilletes en mis manos,
de este amor de poder milenario...
Se acabará el mundo,
desaparecerán todos,
y entonces aquel
que mueve la vida,
me iluminará sobre la oscuridad del planeta,
usando su último rayo de sol,
y estaré yo, de pie,
solo con mi dolor,
agudo y rodeado de fuego,
de la fogata inapagable,
de este absurdo amor.

2 comentarios:

  1. Está genial, lo poco que he leído de Maiakovski no deja de alterar mis sentidos; l@ sigo para seguir también la poesía de Vladimir

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