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Hace un minuto tenía las ventanas abiertas
y allí estaba el sol. Una brisa caliente
cruzaba la habitación
(subrayé esto en una carta).
Entonces, mientras miraba, se puso oscuro.
El agua comenzó a chapotear.
Los barcos deportivos dieron la vuelta
y se colocaron en línea, una pequeña flota.
El juego de campanas colgado en el porche
se cayó. Las copas de nuestros árboles se inquietaron.
El tubo de la estufa crujió y vibró
bajo sus arandelas.
Dije: «Una fragua y una guadaña».
Hablo así conmigo mismo.
Diciendo nombres de cosas -
cabrestante, maroma, marga, hoja, horno.
Tu rostro, tu boca, tu hombro
me resultan inconcebibles ahora.
¿Dónde se han ido? Es como
si los hubiera soñado. Las piedras que trajimos
de la playa apoyan su rostro
en el alféizar, refrescándose.
Vuelve a casa. ¿Me oyes?
Mis pulmones se cargan con el humo
de tu ausencia.
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