miércoles, mayo 19, 2010

MAIAKOVSKI. NUBE EN PANTALONES 2. EL POETA, SU DOLOR Y EL AMOR AL PUEBLO. por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


(texto íntegro en este blog)

La segunda parte de “Nube en pantalones” es, a mi parecer un gran contrapunto en la estructura total de la obra. Ya no es el hablante lírico que se solaza en el dolor que embarga su corazón por la mujer esquiva y el destino que juega en su contra, quizás a todas vistas un tremendismo innecesario, pero es en este rasgo donde se concretiza el bosquejo de la angustia, donde logra su punto de partida.

Ahora, en este poema, que casi es independiente, por su temática, este hablante lírico refleja en diversos tópicos su dolor hacia lo externo, a saber: LO TORTUOSO DE LA CREACIÓN, LA VERDADERA FUNCIÓN DEL POETA, EL AMOR AL PUEBLO.
Según el primer tópico:

“Antes creía
Que los libros se hacían de este modo:
Llegaba el poeta,
Entreabría fácilmente los labios
Y al momento comenzaba a cantar el simplón inspirado
¡Ahí les va!”

Esta creencia es el punto de partida de muchos creadores, se cita que Mozart no repasaba muchas de sus obras, en una especie de automatismo genial, es posible, pero sin desmerecer un arte tan supremo como la música y a tan magno compositor, refleja el desconocimiento general y gravemente el de algunos poetas, del rigor del oficio, se cree comúnmente que el escribir poemas es un “don de Dios” y como tal algo que brota naturalmente sin disciplina alguna, craso error.

“Pero resulta
Que antes de que se comience a cantar
Caminan largo rato, les salen callos de tanto fermentarse,
Y en silencio chapotea en el limo del alma
El tonto pez de la imaginación.”

Enternece esa imagen “El tonto pez de la imaginación” siendo este la mejor representación de la imaginación, esquiva, escurridiza casi todo el tiempo inasible, pero esa frase poética o mejor, esta imagen, corona una estrofa que tiene como uno motivo dar la primera visión del proceso creativo, muy personal, dirían, pero quien se ve imbuido y preocupado en este oficio se encuentra la más de las veces con el problema de decodificar lo que su yo lírico desea expresar, su daimon socrático como representación de una energía interior innominada y autónoma, salvaje per se, no da los pasos para una fácil domesticación, es decir, Maiakovski entrega una anamnesis de rasgos externos del conflicto recién mencionado.
Ahora viene su arenga de voz ronca, con firmeza con sangre ardiente, requisito no menor en los avatares del proceso creativo:

“Orgullosos, levantemos de nuevo
Las torres de Babel de las ciudades
Mientras Dios
Destruyendo ciudades
Crea pastos
Y mezcla la palabra”.

Aquí comienza a materializarse el segundo tópico. La función del poeta, que en primer momento debe desafiar a Dios, citando el mito de la Torre de Babel, la lengua única y la torpeza del hombre en afrentar a un Dios propietario de un cielo, quien no permitió ni permitirá que un Nemrod fatuo alcance el cielo con una oscura creación humana. Material, seguramente como dirían los estudiosos del tema, un zigurat. Pero hay otra creación humana inmaterial, aun más enérgica, la poesía como expresión de la espiritualidad del hombre, mientras exista uno, que aún pueda unir dos palabras con musicalidad, belleza , sentido… continuará incólume.
En la misma línea de expresión:

“La calle escupió la turba a la plaza
Sacándose el atrio que aprisionaba su garganta,
He pensado:
Entre un coro de arcángeles
Dios, saqueado, va a castigar.”

Dos estrofas antes comienza el punto de inflexión entre lo interno espiritual y disperso, hacia lo externo real, lo concreto, paradójicamente con la personificación de la calle, aquí, y por eso la cita, aún continúa con el sentimiento de insurrección hacia el “Ser Supremo”, aun más vigoroso, es evidente que: “Dios, saqueado, va a castigar” no es indiciario de un temor hacia él, sino el vértigo de ver el primer rasgo de ese levantamiento en la plaza.

“Los poetas
Reblandecidos en llanto y en sollozos
Abandonan la calle, los cabellos hirsutos:
¿Cómo tan sólo con esas dos cantarles
A las señoritas,
Al amor,
Y a las florecitas cubiertas de rocío?”

Nueva arenga, apelen a la fortaleza poetas, el pueblo les necesita como un hombre a su voz, en este caso, la recia voz del pueblo descontento.
La segunda parte de esta arenga recoge sin comillas la voz del pueblo, y es aquí donde es palpable e indiscutible el tercer tópico: EL AMOR AL PUEBLO, la búsqueda e interpretación de su sentir, viene en las siguientes palabras:

“Y tras los poetas
Los millares que habitan la calle:
Estudiantes
Prostitutas
Capataces.
¡Señores!
¡Deténganse!
Dejen de comportarse como indigentes,
No se atrevan a pedir limosnas.”

Misión del poeta, no abandonar al pueblo, no entregarse a dolores vanos y personalistas. Esto directamente en contraposición de la primera parte del poema ya analizado anteriormente, es un “zarandeo” a la clase poética dentro de la nación, además de un acto de auto convencimiento:

“Nosotros, los robustos,
Que caminamos a trancos, no debemos obedecerlos, sino arrancarlos
A todos ellos,
A los que se aferran como un apéndice gratis
A cada cama matrimonial”

Vladimir, el poeta, apela a la voz del gentío, hagamos algo de historia, pese a que en una época me resistí a la idea de relacionar la realidad del mundo con el ego poético y su daimon socrático, debo admitir, que uno no es independiente de la otra. Este poema fue escrito entre 1914 y 1915, años de inmediato preámbulo de la Revolución de Octubre. Así las cosas, estas palabras toman un valor supremo en cuanto a los creadores.
Continúa:

“¿Pedirles a ellos dócilmente
“ayúdame”
¿Rogarles con un himno,
Un oratorio?
Creémoslas nosotros mismos como un ferviente himno
Entre el ruido de las fábricas y los laboratorios”

Pues bien, ahora es el pueblo quien se arroga la poética de las cosas, con una nueva, una industrial, revolucionaria de trabajo y esfuerzo para el bienestar del mismo. No son palabras al viento, es además un impulso para la creatividad de este, hacia un nuevo futuro y dejar atrás el régimen feudal del zarismo.

“Más seguros que los rezos son los tendones y los
Músculos.
¿Por qué habríamos de rogar una limosna al tiempo?
¡Nosotros,
Cada uno de nosotros,
Sostenemos en nuestros cinco
Las correas de transmisión del mundo!”

Luego de estos versos, se suscita el siguiente fenómeno, el poeta vuelve en sí, inmediatamente sin transición alguna, se calza los zapatos de Vladimir Maiakovski y confiesa:

“Esto me elevó al Gólgota de los auditorios
En Petrogrado, en Moscú, en Odessa, en Kiev,
Y no hubo ni uno
Que
No gritara:
“Crucifíquenlo,
Crucifíquenlo!”
Pero para mí
Todas las gentes
(Y también aquellas que me ofendieron)
Son lo más querido y cercano.”

Es notable la apelación a la imaginería cristiana, al valor simbólico, quizás imbuido por el carácter mesiánico genéticamente inserto en los regímenes del corte, en que se desenvolvió el poeta, incluso es rayano en el patetismo eso de poner la otra mejilla en los hechos expuestos en los versos citados supra, ahora no incluí los siguientes versos, que a mi juicio están de más: “¿No han visto cómo un perro lame / la mano que lo ha golpeado?”

En la misma línea Vladimir el poeta viste los ropajes de profeta, recordemos la importancia de los profetas en la cultura judaica milenios antes de Cristo, una importancia política-espiritual de peso, verdaderos líderes-santones, veamos cómo se arroga este título y hace alarde con el error de un año al del suceso histórico, no deja de ser interesante:

“Donde el ojo de los hombres se desploma segado,
Cual un jefe de hordas hambrientas
Con la corona de espinas de las revoluciones
Llegará el año dieciséis.

Yo soy su profeta entre las gentes,
Estoy donde está el dolor: en todas partes;
Me he crucificado
En cada lágrima.”

Como remate, muestra Maiakovski su talento templado en fervorosa sangre, la imagen brusca se nivela con sutileza logrando un tono firme, de corazón, apasionado y hasta enternecedor, nada más emocionante en aquellos tiempos primigenios del régimen soviético, la aparición de esa bandera roja con la hoz y el martillo:

“Y cuando,
Proclamando con una revuelta
Su arribo,
Salgan a recibir al salvador
Yo
Me sacaré el alma,
La pisotearé
¡Para hacerla más grande!,
Y así ensangrentada se la daré como estandarte.”




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