sábado, junio 28, 2014

GONZALO ROJAS: OSCURO RELAMPAGO por ADOLFO CASTAÑON


1) México, octubre de 1979. El
poeta mexicano Jaime Reyes
me invitó a su casa para “compartir
algo muy valioso”. Era
Oscuro, el libro de Gonzalo Rojas que se
acababa de publicar en Caracas con el
sello de Monte Ávila. Jaime Reyes me
leyó varios poemas del libro en voz alta.
Ahora tú, me dijo, y me pidió que leyera
los mismos. Luego volvió a leerlos y
me miró con ojos de pregunta: “¿Te diste
cuenta?” “Sí, el poema cambia con el
lector”, —dije. Él insistió: no, no sólo eso:
el poema te obliga a leerte.
2) Noviembre de 1986. De visita en casa
de Álvaro Mutis: Álvaro ¿por qué estás
tan contento? Es que hoy me escribió
Gonzalo Rojas.
3) Nueva York; julio de 1992. —¿Qué tal
el viaje?, me pregunta al llegar el poeta
cubano José Kozer. Antes de que pueda
responder: ¿me trajiste el libro de Gonzalo
Rojas que Julio Sau, del Fondo de Cultura
Económica, publicó en Chile?
4) Lima, marzo de 1994. Y ¿cómo empezaste
a leer a Paul Celan?, le pregunto
a Blanca Varela. El culpable es Gonzalo
Rojas, claro.
5) Medellín, Colombia, junio de 1995.
Gonzalo Rojas ha viajado a Medellín al
Festival de Poesía de la Revista Prometeo,
que se inaugura en un auditorio al
aire libre. Es de noche y comienza una
lluvia torrencial. El auditorio aguanta
valiente e imperturbablemente el chaparrón:
Gonzalo Rojas lee, hace olvidar la
lluvia, hace reír al auditorio, lo conmueve.
Al salir, mezclado con la multitud de
jóvenes, oigo las siguientes frases: “...el
que más me llamó la atención fue ese
chileno, Rojas, ese señor sabe masticar el
aire”.
“Déme algún tiempo para masticar
esta materia preciosa”, le escribió Gabriela
Mistral a fines de los años cuarenta
para agradecerle el envío de La miseria
del hombre.
A Gonzalo Rojas siempre lo he sentido
cerca de Quevedo y esto tiene que
ver con la densidad, con el peso de su
palabra a la vez desnuda y suntuosa:
polen de aquel polvo enamorado; en él
la piedra se hace semilla.
El diálogo de las serpientes —Prosa
y Verso— , se cumple como un comercio
entre la velocidad oral y la parsimonia
escrita, un comercio entre la conversación
de los difuntos y la charla viva. El
mestizaje del que habla Eduardo Milán
se cumple como una alianza amorosa y
desesperada entre la voz y su oscuridad.
Inspiración, soplo: Antología de aire,
Recapitulación del aliento vital. Cada
poema de Gonzalo Rojas expresa un momento
único, cada uno despliega un ritmo
respiratorio específico.
No es un secreto que la poesía latinoamericana
está enferma de adornos y
elocuencia altisonante. La experiencia del
Desierto, de la aridez de la palabra, de la
imposibilidad de decir nada verdadero
que marcó a la poesía europea posterior
a la segunda Guerra, al parecer afectó
tardíamente a la florida elocuencia americana.
Escasas excepciones han devuelto
a la palabra poética la gravedad, dignidad
de su oficio.
Una de ellas, Gonzalo Rojas; gracias
a la poesía de Gonzalo Rojas, algunas palabras
de la tribu son menos impuras.
Gracias a Gonzalo Rojas algunas palabras,
algunas voces, están salvadas.
“Si me preguntaran quién fue Celan
debo decir: yo soy Celan” sostiene Gonzalo
Rojas y decide así encarnar al sobreviviente,
al testigo del Holocausto y
de la zarza ardiente. Esa conciencia de
la devastación presta a la palabra de Gonzalo
Rojas un poder singular entre la heterolalia
y la Acalculia:
“Justamente —escribe Enrique Lihn—
lo que esa poesía tiene de crispadamente
hermético pone de relieve la proximidad
con cierta zona de incomunicación. Es
una poesía que llega a un punto en el que
verdaderamente está hablando de algo
que no se puede comunicar”. Comunicando
algo de lo que no se puede hablar
Cuando a Paul Celan se le dio el Premio
Bremen por su poesía, en el año de
1958, su discurso recordó al auditorio
que denken (pensamiento) y danken (agradecer)
son palabras que vienen de la misma
fuente: ambas nos recuerdan a los
otros ausentes cuyo lenguaje compartía.
Gracias a Gonzalo Rojas por su gratitud,
gracias por su pensamiento.
En su obra, Gonzalo Rojas crea un
vasto y poderoso aliento. La riqueza de
su mundo gravita en torno a un eje imaginario
cuya justicia poética se ordena
en constelaciones a la par musicales y
conceptuales, emotivas y votivas. En
el concierto de su diversidad rítmica,
Rojas suscita los armónicos de una tradición
ineludible y singular: la lírica arcaica
griega, la poesía elegiaca latina, la
agudeza punzante de la poesía del siglo
de oro español (Quevedo y Aldana),
amén de la turbulencia seminal de la
lírica expresionista y de vanguardia.
Avanza la poesía de Rojas en una línea
espiral, obstinada serpentina que es a
un tiempo regla ascética y compás trágico.
Canasta de frutas aterciopeladas y
espinosas, la poesía de Rojas aparece como
un reservorio de semillas cuya susceptible
latencia sólo espera el contacto
con la raíz receptiva inteligente del lector.
De ahí su incesante urgencia, su vigencia
perdurable.



“Porque dicho en confianza: ¿cuándo
no se pierde?” Gonzalo Rojas,
26 de noviembre de 1996

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