
 “haz nacer el fuego y luego, ataca”
Sun Tzu. El arte de la guerra.
XVIIII
LA LUNA
Cuántas palabras se utilizan
para  hechizar a un lobo
cuántos iconos
 qué  luz
a qué se asimila esa palidez
que debe cercenar su garganta
antes de que el lobo recite:
“Soy deudor de mi vida a adversario”
y caiga  lluvia torrencial
y la estrella críe amplias alas de libélula
en esa inmortalidad y en esa regeneración
“Oh, no jures por la inconstante luna”
dónde un laberinto que sus ojos soporten
un latido capaz de liberar aguas cadenas
sauces donde refugiarse
al despliegue de alas,
la estrella enviará palabras
que cruzarán el firmamento
y en su vuelo herirán de muerte
a la Luna llena
“Júzgame , oh Dios, y aboga mi  causa:
 líbrame de gente impía,
del hombre de engaño e iniquidad.”
cuántas para acorralar
al  lobo cuántas para aniquilarlo
mientras  busque desesperadamente
laberintos entre  olas de mar
sosiego en muros donde no lo hay
tanto dolor  sal sobre la sal
y más sal
tanta purificación
no exijas más de lo que el corazón
pueda resistir
tanto relámpago amargo
sólo termina por inutilizar
y  restará lobo sin cobija
 atrapado por siempre
dispuesto a morir
por su ley su  tradición
hasta que el cuerpo
casi desollado por la infamia
se transforme en espejo perfecto
espíritu eternamente al acecho
dime qué tan cierto
 este espejismo
  colmado de paisajes y mementos 
tantos pasos a ciegas
 por tu espesura
donde la utilidad de refugiarnos
 en nuestro
santuario de extraviados horizontes
deje de tener sentido práctico
y nos troquemos en nuestros
propios enemigos
ahora
enciende el fuego
que ha de rodearnos y arrasar
 lo conocido
La luna estuvo en la quinta casa
La luna está en la novena casa
Como si nos hubiese parido la luna
Una noche de cuarto menguante