viernes, marzo 18, 2011

PARQUE DE BOMBEROS por CHARLES BUKOWSKI



Para Jane, con amor



nos fuimos del bar

porque ya no teníamos dinero

pero teníamos un par de botellas de vino en la habitación.

eran alrededor de las 4 de la tarde y pasamos por un parque de bomberos y ella comenzó a enloquecer:

«¡un PARQUE DE BOMBEROS! ¡ay, me encantan los coches de BOMBEROS, son tan rojos y tal! ¡entremos!»

la seguí

«¡COCHES DE BOMBEROS!», gritó bamboleando su enorme trasero.

intentaba ya trepar a

uno, la falda arremangada hasta la

cintura, para subir de un salto al

asiento.

«¡espere, espere, déjeme ayudarla!», dijo un bombero corriendo hacia ella.

otro bombero se acercó

a mí: «los visitantes siempre son bienvenidos», me dijo.

el otro tipo había subido al asiento con ella,
«¿tiene una de esas cosas enormes?», preguntó ella,
«¡ah, ja ja ja! ¡quiero decir uno de esos cascos enormes!»

«también tengo un casco grande», le contestó él.

«¡ah, ja ja ja!»

«¿juegas a las cartas?», le pregunté a mi bombero. Yo tenía 43 centavos y me sobraba el tiempo.

«pasa al fondo»,

me dijo, «por supuesto que no jugamos dinero.

va contra el

reglamento.»

«comprendo», le dije.

mis 43 centavos habían aumentado a un dólar noventa

cuando vi que ella subía al piso de arriba con su bombero.

«va a enseñarme los dormitorios», me dijo.

«comprendo», contesté.

cuando su bombero se deslizó barra abajo diez minutos después le hice un gesto con la cabeza para que se acercara.

«me debes 5 dólares por eso.»

«¿5 dólares por eso?»

«no queremos un escándalo,

¿verdad? los dos podríamos perder nuestros

empleos, aunque yo no

tengo trabajo.»

me dio los 5.

«siéntate, puede que los recuperes.»

«¿a qué jugáis?» «al blackjack.»

«apostar va contra el reglamento.»

«como todo lo bueno; además, ¿ves algún dinero sobre la mesa?» se sentó.

ahora éramos 5.

«¿qué tal estuvo, Harry?», le preguntó alguien.

«no estuvo mal, no estuvo mal.»

el otro se fue escaleras arriba.

jugaban realmente mal.

no se preocupaban por recordar

las cartas, no sabían si quedaban cartas

altas o bajas y, sobre todo, siempre se pasaban,

nunca se paraban

a tiempo.

cuando el otro tipo bajó me dio un billete de cinco.

«¿qué tal te fue, Marty?» «no estuvo mal, sabe... moverse»

«¡carta!», dije,

«una chica limpia y simpática, yo también la he probado.»

nadie dijo nada.

«¿algún incendio grande últimamente?»,

pregunté.

«na, poca cosa.»

«necesitáis un poco de ejercicio, chicos, ¡otra carta!»

un muchachote pelirrojo que había estado sacando brillo a un camión tiró el trapo y subió las escaleras.

cuando bajó me tiró un billete de cinco.

cuando el 4.° tipo bajó le di 3 billetes de cinco y él me dio uno de veinte.

no sé cuántos bomberos

había en el edificio o dónde

estaban, supongo que alguno se me escapó

pero yo me lo tomé

deportivamente.

fuera estaba oscureciendo cuando sonó la alarma.

empezaron a correr de un lado a otro, los chicos bajaban deslizándose por la barra.

entonces bajó ella deslizándose por la

barra, era buena en la

barra, una mujer de verdad, toda agallas

y

culo.

«vámonos», le dije.

ella se quedó allí de pie, diciendo adiós con la mano a los bomberos, pero a ellos ya no parecía interesarles.

«volvamos al bar», le dije.

«eh, ¿tienes dinero?»

«encontré un poco que no sabía que tenía...»

nos sentamos al final de la barra con unos whiskies y después cerveza, «sí que necesito un buen descanso.»

«claro, nena, necesitas descansar.»

«¡mira cómo me mira ese marinero! debe de pensar que soy... una...»

«na, no piensa eso. tranquila, tú tienes

estilo, un gran estilo, a veces me recuerdas a una

cantante de ópera, ya sabes, una de esas prima donnas.

se te nota el estilo en todo.

bébete la copa.»

pedí 2 más.

«sabes, papi, tú eres el único hombre que AMO,

¡me refiero al verdadero... AMOR! ¿lo sabes?»

«claro que lo sé. a veces me siento

como un rey a pesar de todo.»

«sí, sí. a eso me refiero, algo así.»

tuve que ir al servicio, cuando regresé

el marinero estaba sentado en mi sitio

ella le había pasado una pierna por encima y

él hablaba.

pasé por delante de ellos y me puse ,

a jugar a los dardos con

Harry el Caballo y el chico

que vendía periódicos en la esquina.

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