lunes, mayo 13, 2013

AQUI YACE por ANTONIN ARTAUD



I

Yo, Antonin Artaud, soy mi hijo,
mi padre, mi madre,
y yo;
nivelador del periplo imbécil donde cae preso
el engendramiento
el periplo papá–mamá
y el niño,
hollín del culo de la abuelita
mucho más que del padre–madre.
Esto significa que antes de mamá y papá
que no tenían padre ni madre
según se dice,
pues ¿dónde los hubieran conseguido
cuando se convirtieron en este cónyuge
único
que ni la esposa ni el esposo
pudo ver sentado o de pie?
antes de ese improbable agujero
que el espíritu nos procura,
para
asquearnos un poco más de nosotros mismos,
creando este inservible cuerpo
de carne y esperma loco
este cuerpo ahorcado, desde antes de los piojos,
que suda en la imposible mesa
del cielo
su olor calloso de átomo,
su aguardentoso olor de abyecto
detritus
expulsado del sueño
del inca de dedos mutilados
que tenía un brazo por idea
y una palma muerta como mano
porque había perdido sus dedos
de tanto matar reyes.
Aquí mientras suenan los címbalos de hierro
recorro el bajo camino cincelado
en el esófago del ojo derecho,
bajo la tumba del plexo rígido
que debajo del camino forma un recodo
para liberar al niño legítimo.
nuyon kidi
nuyon kadan
nuyon kada
tara dada i i
ota papa
ota strakman
tarma strapido
ota rápido
ota brutan
otargugido
oté krutan
pues fui Inca pero no fui rey
kilzi trakilzi
faildor
bara bama
barata
minee
etretili
TILI
te pellizca en la falzurchte de
oro
en el fracaso de cada cuerpo.
No había sol ni nadie,
ni siquiera un ser delante mío,
ninguna criatura que me tuteara.
Tenía algunos fieles que
no acababan de morir por mí.
Cuando estuvieron demasiado muertos para vivir,
sólo vi a los rencorosos,
eran los mismos que codiciaban los puestos de aquéllos,
demasiado cobardes para luchar contra ellos
cuando combatían a su lado.
Pero, ¿quién los liabía visto?
Nadie.
Mirmidones de la Perséfona Infernal,
microbios de gestos cóncavos,
flemas grotescas de una ley muerta,
quistes del que se viola entre ellos,
lenguas del avaro
forceps
que escarba sobre su propia
orina,
letrinas de la muerte huesuda
a la que siempre taladra el mismo
vigor
sombrío,
con el mismo fuego,
cuyo antro
innovador de un nudo
terrible,
enclaustrado
de vida madre
es la víbora padre
de mis huevos.



II
Pues el fin es el comienzo.
Y ese fin
mismo
elimina
todos los medios.



III

Y ahora,
a todos ustedes, a todos los seres,
tengo que decirles que siempre me hicieron
cagar
Y vayan a hacerse
montar
la mamut
de la parpuñet
ladillas
de la eternidad.
No me encontraré ni una sola vez más
con seres que devoraron el
clavo de vida.
Pues, un día, ni bien perdí
mi teta matriz, me encontré con los
seres que devoraron el clavo de vida,
el ser me estrujó debajo suyo,
y dios me devolvió a ella.
(EL MUY COCHINO)
Así me
extrajeron
a papá y a mamá
y a la fritura de ji en
Grito
al sexo (centro)
del gran estrangulamiento,
de donde se sacó este cru
zamiento del atáud
(muerto)
y de la materia
que dio vida
a Jizo–grito
cuando del excremento de
mí muerto
se ordeñó
la sangre
con la que se dora
cada vida usurpada
afuera
Así es como:
El gran secreto de la cultura indígena
consiste siempre en reducir el mundo a
nada,
mejor dicho
1) demasiado tarde que más temprano
2) lo que significa
más temprano
que demasiado tarde
3) lo que significa que lo más tarde
sólo puede volver si
más temprano se ha comido a demasiado temprano
4) lo que significa que en el
mismo momento lo más tarde
es lo que precede
a lo demasiado temprano
5) y a lo más temprano
y por muy precipitado que sea
más temprano
lo demasiado tarde
que no dice nada
que desajusta punto por punto
a todos los más temprano
está siempre ahí.

IV

COMENTARIO

Todos los cochinos vinieron
después del gran desajuste
manifestado de abajo hacia arriba
1) om–let esfera
(esto cuchicheado)
ustedes no sabían
que el estado
HUEVO
era el estado
anti–artaud
por excelencia
y que envenenar a Artaud
no hay nada
mejor que batir
una buena tortilla
en los espacios
persiguiendo el punto
gelatinoso
que Artaud
mientras buscaba el hombre por hacer evitó
como a una peste horrible
y es ese punto
el que restablecen en él,
nada mejor que una buena tortilla
rellena de veneno, cianuro, alcaparra
transmitida por el aire a su catastro,
para desarticular a Artaud
en el anatema de sus huesos
COLGADO SOBRE EL CADÁVER
INTERNO
Y 2) palaoulette tirando
largalouette calificándote
3) tuban titi tarftan
de la cabeza y de
la cabeza apuntándote
4) lomonculus del frontal
taladra
y de la pinza te putan
Lo voltea al patrón hediondo
a ese capitalista arrogante
de los limbos,
mientras nada hacía el nuevo pegote
del padre–madre al sexo hijo
para vaciar todo el cuerpo
por completo de su materia
y poner en su lugar, ¿a quién?
al que creó el ser y la
nada,
como se hace pipí.
Y TODOS SE LAS
PICARON
No, queda la barrena horrorosa,
la barrena–crimen
viejo clavo yernón
esa horrible
desviación en beneficio del yerno
[¿no se dan cuenta de que el yerno falso
es Jizi–grito?,
ya conocido en México
mucho antes de su huida a Jerusalén en un
asno,
y de la crucifixión de Artaud en el Golgotha.
Artaud
que sabía que no hay espíritu
sino un cuerpo
que se rehace como el engranaje del
cadáver con dientes,
en la gangrena
del fémur
adentro.
Todo lenguaje verdadero
es incomprensible,
como el clac
de los dientes cuando castañetean;
o el clac (burdel)
del fémur con dientes (en sangre)]
a los del dolor del hueso cerrado
dakantala
dakis ketel
ta redaba
ta redabel
de stra muntils
o ept enis
o ept atra
del dolor
sudado
en
el hueso.
Del dolor minado del hueso
nació algo
que se convirtió en lo que fue espíritu
para limpiar en el dolor motriz,
del dolor,
esa matriz
una matriz concreta
y el hueso
el fondo de la toba
que se convirtió en hueso.
Moraleja
No te fatigues nunca más de lo necesario
aunque tengas que fundar una cultura sobre el cansancio
de tus huesos.
Moraleja
Cuando la toba fue comida por el hueso,
que el espíritu roía por detrás,
el espíritu abrió mucho la boca
y recibió en la parte posterior
de la cabeza
un golpe como para descarnar sus huesos.
Entonces
entonces
entonces
hueso por hueso
volvió la igualación sempiterna
y el átomo eléctrico giró
antes de derretirse punto por punto.



CONCLUSIÓN

En cuanto a mí, simple
Antonin Artaud,
no me acostumbro a la influencia
cuando uno sólo es un hombre
o
dios.
No creo ni en padre
ni en madre,
no tengo
papá–mamá
naturaleza
espíritu
o dios
satán
o cuerpo
o ser
vida
o nada
nada que esté afuera o adentro
y menos aún la entrada de ser,
agujero de una cloaca horadada de dientes
donde siempre se contempla
el hombre que mama su sustancia
en mí,
para sacarme un papá–mamá
y rehacerse una existencia
libre de mí
sobre mi cadáver
despojado
del vacío
mismo,
y husmeado
de vez
en cuando.
Hablo
por sobre
el tiempo
como si el tiempo
no estuviera frito,
no fuera esta tajada frita
de todos los disminuidos
del comienzo
embarcados otra vez en sus ataúdes.


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