Los dioses desterrados,
Hermanos de Saturno,
En el ocaso, a veces,
Vienen a atisbar la vida.
Y nos vienen entonces
Atriciones, saudades
Y sentimientos falsos.
Es su presencia,
Dioses que el destronarlos
Tornó espirituales,
De materia vencida,
Lejana e inactiva.
Vienen, vanas fuerzas,
Para solicitarnos
El dolor y el cansancio
Y nos quitan de la mano,
Cual a un beodo dócil,
La copa de la alegría.
Vienen a hacernos creer,
Despechadas ruinas
De primitivas fuerzas,
Que el mundo es más extenso
Que cuanto se ve y toca,
Para que ofendamos
A Júpiter y a Apolo.
Así, hasta la orilla
Terrena del horizonte,
Hiperión, al crepúsculo,
Viene a llorar el carro
Que Apolo le robó.
Y en el ocaso hay colores
Del dolor de un dios lejano,
Y se oye sollozar
Más allá de los astros...
Así lloran los dioses.
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