Buscad mi corazón
en la
hostería de los príncipes muertos.
En
mis nervios se nutre un canto de leopardos
y hay
un delfín dormido
al pie
de las clemátides.
Pero,
decidme, ¿dónde está el príncipe comido por las lianas,
su
pantalón de lino, su puro
rocío
devorado?
Yo sospecho del
conde con los ojos
de
distinto color, del centurión helado,
y los
peces que de noche alimentaba la amortajada del pozo.
Buscad
en qué cisterna, en qué podrido acuario,
como
una flor de lámpara alejada de la vida
oscila,
vaga y mece su cuello degollado!
¿Qué
viento de lacería por los álamos brama,
quién
llora por el príncipe, decídmelo, quién llora?
En
sus cuencas hay espacio y caben
la
sombra, el cielo, el lobo y la abubilla.
Su
esqueleto se pudre en un niche de plomo, amparadle.
Yo no
podría, mis manos están ocupadas en el sueño,
y el
dulce Galip está lavando los viejos puñales.
Los
que pasáis por este nicho, golpead la puerta.
Soy
el príncipe ilota.
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