sábado, agosto 18, 2012
NOCHE DEL INFIERNO por ARTHUR RIMBAUD
He bebido un enorme trago de veneno. ¡Bendito tres veces el consejo que ha llegado
hasta mí! Me queman las entrañas. La violencia del veneno me retuerce los miembros, me
vuelve deforme, me derriba. Me muero de sed, me ahogo, no puedo gritar. ¡Es el infierno, la
pena eterna! ¡Ved cómo se alza el fuego! Ardo como es debido. ¡Anda, demonio!
Yo había entrevisto la conversión al bien y a la felicidad, la salvación. ¡Pero cómo
describiría mi visión, si el aire del infierno no soporta los himnos! Eran millones de criaturas
encantadoras, un suave concierto espiritual, la fuerza y la paz, las nobles ambiciones, ¿qué sé
yo?
¡Las nobles ambiciones!
¡Y esto sigue siendo la vida! ¡Si la condenación es eterna! Un hombre que se quiere
mutilar está bien condenado, ¿no es así? Yo me creo en el infierno, luego estoy en él. Esto es
el catecismo realizado. Soy esclavo de mi bautismo. Padres, habéis hecho mi
desgracia y la vuestra. ¡Pobre inocente! El infierno no puede atacar a los paganos. ¡Esto sigue
siendo la vida! Más tarde, las delicias de la condenación serán más profundas. Un crimen,
pronto, y que caiga yo en la nada, según la ley humana.
¡Pero calla, cállate! ... Aquí están la vergüenza, el reproche: Satán que dice que el
fuego es innoble, que mi cólera es espantosamente estúpida. ¡Basta! ... Son errores que me
susurran, magias, perfumes falsos, músicas pueriles. -Y decir que yo poseo la verdad, que veo
la justicia: tengo un juicio sano y firme, estoy a punto para la perfección... Orgullo-. La piel
del cráneo se me deseca. ¡Piedad! Señor, tengo miedo. ¡Tengo sed, tanta sed! Ah, la infancia,
la hierba, la lluvia, el lago sobre las piedras, el claro de luna cuando en el campanario
sonaban las doce... a esa hora el diablo está en el campanario. ¡María! ¡Virgen Santa!...
Horror de mi estulticia.
Allá lejos, ¿no hay almas honestas que me quieren bien?... Venid... Tengo una
almohada sobre la boca y ellas no me oyen, son fantasmas. Además, nadie piensa nunca en
los otros. Que no se me acerquen. Es seguro que huelo a chamusquina.
Las alucinaciones son innumerables. Esto es de veras lo que me pasó siempre:
ninguna fe en la historia, olvido de todos los principios. Me lo callaré:
Poetas y visionarios se pondrían celosos. Yo soy mil veces más rico, seamos avaros como el
mar.
¡Ah, es eso! El reloj de la vida se ha detenido hace un momento. Ya no estoy en el
mundo. La teología es seria, el infierno está ciertamente abajo -y el cielo arriba-. Éxtasis,
pesadilla, sueño en un nido de llamas.
Cuántas malicias para atender los campos ... Satán, Fernando, corre con las semillas
silvestres... Jesús camina sobre las zarzas purpúreas, sin doblarlas... Jesús caminaba sobre las
aguas irritadas. La linterna nos lo mostró de pie, blanco y las crenchas brunas, en el flanco de
una ola de esmeralda ...
Voy a descorrer el velo de todos los misterios: misterios religiosos o naturales,
muerte, nacimiento, porvenir, pasado, cosmogonía, nada. Yo soy maestro en fantasmagorías.
¡Escuchad! ...
¡Yo tengo todos los talentos! Aquí no hay nadie y hay, alguien: no querría derrochar
mi tesoro. ¿Queréis cantos negros, danzas de huríes? ¿Queréis que desaparezca, que me
hunda en busca del anillo? ¿Lo queréis? Fabricaré oro, medicamentos.
Fiaos en mí, la fe consuela, guía, cura. Venid, todos, hasta los niños pequeños, para
que os consuele, para que se prodigue en vosotros su corazón, ¡el corazón maravilloso!
¡Pobres hombres, trabajadores! No pido plegarias; con sólo vuestra confianza, seré feliz.
Y pensemos en mí. Esto hace que añore poco el mundo. Tengo la suerte de no sufrir
más. Mi vida fue sólo una serie de dulces locuras, es lamentable.
¡Bah! Hagamos todas las muecas imaginables.
Decididamente, estamos fuera del mundo. No más sonido. Mi tacto desapareció. ¡Ah!
mi castillo, mi Sajonia, mi bosque de sauces. Las tardes, las mañanas, las noches, los días...
¡Si estaré cansado!
Yo debería tener un infierno para mi cólera, un infierno para mi orgullo, y el infierno
de las caricias; un concierto de infiernos.
Me muero de cansancio. Esto es la tumba, voy hacia los gusanos, ¡horror de los
horrores! Satán, farsante, tú quieres disolverme con tus hechizos. Yo reclamo. ¡Yo reclamo
un golpe de tridente, una gota de fuego!
¡Ah, subir de nuevo a la vida! ¡Poner los ojos sobre nuestras deformidades! ¡Y ese
veneno, ese beso mil veces maldito! ¡Mi flaqueza, la crueldad del mundo! ¡Dios mío, piedad,
ocultadme, me siento demasiado mal! Estoy oculto y no lo estoy.
Es el fuego que se alza con su condenado.
Etiquetas:
ARTHUR RIMBAUD,
poesía universal
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