
Un pabellón de claraboyas
abriga dulcemente nuestros goces
que abanican los rosales amigos;
el olor de las rosas, débil, merced
al viento ligero del verano que pasa,
se mezcla a los perfumes exhalados por ella;
como tus ojos lo habían prometido,
su valor es grande y sus labios
comunican una exquisita fiebre;
como el Amor lo calma todo, menos
el Hambre, sorbetes y confituras
nos preservan de las flojedades
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