sábado, marzo 10, 2012

PSICOLOGIA CON P por ERNESTO SABATO



Al corregir las pruebas de galera de un libro mio me sorprendí al advertir la grafía
"sicológico", donde yo habia puesto "psicológico". Porque aun cuando una editorial se
haya jurado una determinada política lingüística, no puede imponérsela a los
escritores, que generalmente tienen sus propias ideas sobre el idioma. No ya la
dirección de una editorial sino tampoco la propia Real Academia de Madrid tiene
derecho a hacerlo, pues al fin de cuentas las normas de ese cuerpo son la
consagración de las modalidades impuestas por el pueblo y los escritores.

¿Qué argumentos se pueden oponer a la grafía psi? No, por supuesto, la fonética,
ya que la gente culta generalmente la pronuncia así. Y en el caso de que no se la
pronunciase, tampoco es un argumento, porque si fuéramos a caer en la locura de
escribir las palabras tal como se pronuncian tendríamos que poner payasadas como
sológico, asaña y rebolusión, al menos en Buenos Aires.

Por lo demás, que en ningún idioma hay correspondencia entre el lenguaje
hablado y el escrito, puesto que el escrito esta fijado por los textos y aquél va
cambiando en el espacio y en el tiempo. En alguna parte y en alguna época se
pronunciaba o pronuncia "bosque", pero hoy aquí en Buenos Aires decimos "bojque";
del mismo modo, supongo, que en algún tiempo en Francia se decía "mesme", para
luego derivar hacia "mejme", y luego a "mehme", para terminar escribiéndose
"meme" donde el acento circunflejo indica que allí hubo alguna vez una perecedera
ese. Si el lenguaje escrito fuese alterado cada vez que el pueblo y las costumbres
fonéticas cambian, sería cosa de no acabar, y una forma más demencial de dividir el
territorio lingüístico en parcelas liliputienses: ya que habría que usar una forma para
Buenos Aires, con sus "bojques" y "yubias", y otra para Santiago del Estero, con sus
"bosques" y "iubias". Pero qué digo, habría que establecer una lengua para el Barrio
Norte de Buenos Aires y otra para La Boca.

Todo idioma se aleja de lo escrito. Y algunos, como el inglés, que allí donde
escriben Londres pronuncian Constantinopla. Esos investigadores que andan con
grabadores han contado no menos de veinte formas de pronunciar la letra o, entre
las cuales la más sorprendente es la que figura en la palabra women.

La lengua oral es tan voluble que a veces hasta imita a la escrita, lo que ya es el
colmo de vuelta. Así, antes del Renacimiento se escribia y se pronunciaba "oscuro";
pero los eruditos de la época, por escrúpulo etimológico, apuntalaron la palabra con
una b. Podría haberse mantenido muda, como corresponde a una momia o un fósil.

Pero las enérgicas educadoras lograron que los chicos pronunciaran finalmente
"obscuro". Lo que, por supuesto, y si se dejan de lado los golpes, nada tiene de
dramático; hay que tomarlo ahora como una costumbre más y no hacer tanto
escándalo. De modo que si a un escritor se le da la real gana de escribirlo sin b, hay que respetarlo. Y si no se lo respeta, hay que protestar. Que es exactamente lo que le pasó a Unamuno cuando un pedante corrector le puso en una de sus pruebas:
"¡Ojo! ¡Obscuro!", corrigiendo lo que había escrito don Miguel. A lo que, tachando
enérgicamente la insolencia, contestó, también al margen: "¡Oreja! ¡Oscuro!

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