miércoles, enero 22, 2014

PRESENTACIÓN DEL LIBRO AQUELARRE (ALQUELAGARRE) por EDUARDO DIAZ ESPINOZA


Pretende ser una Antología de Escritores Jóvenes de
Antofagasta, este AQUELARRE (ALQUELAGARRE) Es lo que
me tira de cabeza ante un asunto problemático: Lo conceptual
y estético, buscando un mínimo de rigor y coherencia con lo
que tenemos en lírica y narrativa corta más reciente. ¿Se
puede hablar de juventud en materia de escritura poética o
narrativa? ¿Es permitida la categoría de joven en el trabajo
literario?
Lo estereotipado nos indica que lo joven se puede identificar
con la ruptura, el no estar ni ahí, romper es'quemas, sin
ataduras con el pasado y a la renovación de la persona, a lo
nuevo. Si ponemos atención, a esta llamada «ruptura» o el «no
estar ni ahí», está bien, pero, lo que «rompe esquemas» entre
estos jóvenes menores de 30 años, realmente es que no son
auténticamente rupturistas respecto a lo elaborado por generaciones
precedentes -38, 50 y otras- lo que hallamos es un
afán modernizante o postmodernizante enfatizando universalidad,
más allá de la laricidad de sus ascendientes, ellos se
han alejado del regionalismo, que es una necesidad inclusive
para mantener la propia identidad, las más íntimas raíces.
Algunos toman la palabra poética rimbaudiana, huidobriana,
mallarmeana, de Rohka.
Los cuenteros tienen esencias cortazianas,
bukowskianas, stokerianas y sadistas, ejerciendo una
alquimia trascendente y esencial en la realidad fenoménica,
dando un sustancial sentido de rito transustanciador que
ocurre en la operabilidad del lenguaje que llegamos a
entender como mágico, en el intento universalista que se
proponen, haciendo tabula rasa de grandes maestros
insistiendo en nutrirse con electricidad sanguinaria entre los
narradores como Ossandón, Jara, Hernández, Castillo; o
apariencias antipoéticas conversos plenos de sexo emanados
de una cultura animalística como lo apreciamos en los
poemas de Farías, Urrutia, Díaz, Bugueño, Castillo o Cerda,
con discursos marginales. Basta oír un diálogo entre estos
jóvenes. El vocabulario cambia de continuo; escriben por
generación espontánea estos Shakespeare del hueveo y la
palabrota a flor de labios, yendo hacia una estética
convencional, bastardeando al lenguaje. Más que
conocimientos y lecturas, está esa parte de la inteligencia que
es el instinto. ¿Cuál es el sentido de estos protestunes?
repitamos el elogio de Sartre: «Algo ha venido de ustedes que
es asombroso y abrumador. Niega todo lo que nuestra sociedad
como es hoy día, ha realizado. Es lo que llamará la extensión
de los límites de lo posible. No lo renuncien».
Al leer «desocupado lector», veréis si se puede aquí hallar
méritos y valores en estas voces de los noventa próximos al
dos mil, entre mérito y extraños, para encontrar lo que haya
más peculiar, más de característico de estos nuevos liríadas,
inspirados en su natural manera de ser, a éstos veámosle más
allá de las formas, el fondo de sus discursos, pero respiran
aliento poético y narrativo, plenos de hastío buscan cambiar
nuestro mapa literario, no sabemos aún, si alguno de ellos
será capaz de hacerlo, sus textos -de los poetas- no son
reelaborados, pulidos o vueltos a pulir como lo hacía don
Juan Ramón, o como lo hace el iquiqueño Guillermo Ross-
Murray.
Ellos son arrogantes. En su discurso, transgreden, en él
abunda una cosmogonía venérea y apreciamos una violación
de casi todas las reglas de sintaxis y de puntuación. Anotemos
también tanta carga de narcisismo y rebeldía juvenil, con sus
carretes, sus tipos de terribles bluyín o blackyín descocidos,
desarrapados, hablando su propia prosodia. Rechazando al
inhumanismo neoliberal consumista, agitadores de un nuevo
mañana, para un hombre liberado de las presiones de grupo.
Al referirnos a ellos es bueno citar al gran premio de Poesía
de la Academia Francesa 1967, George Brassens cuando
dice:
“La edad no tiene nada que ver
cuando uno es huevón es huevón
basta de pelear entre ustedes
huevones jóvenes, viejos huevones
huevoncitos principiantes
viejos huevones temblequeantes"
de lo que éstos escriben, habrá que echarle la culpa a
Condorito, Nietzsche, la pequeña Lulú , Mafalda. Drácula, Los
Simpson, al Heavy Metal, los video games o Robocop, pues en
esto han ocupado su tiempo más que en los libros o la
gramática, obligados a degustar la literatura por fragmentos,
privados muchos del extasis y de la elevación que suelen
ocasionarnos determinadas lecturas.
El provocador del Roland Barthes deja por ahí clarito que “La
literatura es lo que se enseña y punto”. De estructural no hay
nada en esta apreciación, su enfoque es más bien
funcionalista, el asunto es según cómo se enseña y lo que
finalmente llamamos “Literatura”. Cínico acertado, con
Diógenes y tantos otros, cínico Roland. Nada tiene que ver con
Roland Barthes donde iba el rucio Cameron y varios báquicos
más.
Pero vamos arando, o mirando a las “ranas calatas”,todo para
no justificar nada. Me recuerda a un estudiante de un colegio
pirulo, su profesora, le apodaban “la mosca”, es una de esas
tantas, que hace que enseña, y el alumno se hace el
aprendido. “La Mosca” les hizo leer la “novela” “ la increíble y
triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada”,
el alumno se leyó por ahí un resumen de las solapas y otros
datitos de revistas “literarias” de algún diario y eso copio. La
«profesora» que, creo yo, no leyó jamás el cuento, pero que
escuchó que era novela, aceptó aquello. Con gente así, los
libros de literatura tienen la imagen y el gusto a aceite de
bacalao.
«¿Dónde desenterrar la palabra, la proporción que rige al
himno y al discurso, al baile, a la ciudad y ala balanza?»
OCTAVIO PAZ
En esta juventud fervorosa, hay nombres que pueden ser
itinerarios definitivos en las letras de Chile, puede también
que extravíen el camino y sean sólo una huella rota. La poesía
ahonda en nosotros sus raíces. La actitud de los poetas y
narradores del Círculo de Estudios «Manuel Durán Díaz»,
ubican en el centro del hombre mismo, con' sus angustias,
problemas y modos personales de interpretar y sentir el curso
de la existencia.
No es toda la poesía de estos jóvenes nortinos, una
escritura automática, hay meditación y amor al oficio en estos
poemas llenos de claroscuros, de vislumbres inesperados,
procaces, de perspectivas imposibles, de recurrencias que nos
envuelven como una respiración próxima o nos aprisionan
como esos versos que los ojos de los poetas trazan en lo
incierto.
No acreditamos, pues, que se puedan asegurar formalmente
que nos hallamos aquí ante una poesía regida por la
vaguedad y por la imprevisión. Sus nombres son ignorados y
todo editor precavido sopesará bien si merece la pena
publicarles un libro aparte, son una generación formada bajo
el régimen dictatorial, esta literatura refleja el momento
después del Dictador, buscamos la fisonomía espiritual de
estos jóvenes, de los rasgos que los definen, después que se
ha despotrillado un modo de vida.
Ellos son Eduardo Farías; Claudia Urrutia; Sasha; Tirilla;
Patricio Jara; Ximena Hernández; Pepe Ossandón;
Cerasto; Eskupe; Andreas; Marta Parra; Pedro Herrera; Gía;
Boris Leyton; Millarka Valenzuela, Adal; Kitara; Ricardo Silva
y Claudio Luna. Todos se han lanzado por una ruta que los
mueve en el sonido metálico de una nueva lengua, la que
hablan a su manera, descuidados de forma, sus afanes son de
insecticidas que buscan terminar con la polilla que carcome la
poetada regional.
Ya está bueno de continuar pensando a media luz, para
ir iluminando en nuestra gente joven toda la capacidad que
tienen para ver, comprender, tomar, conocer, a través del Arte
y de la Literatura, pues, hay que ir haciendo crecer el arbolito
de la Cultura, usando la palabra con toda la energía que
irradia la furia de la razón.


EDUARDO DIAZ ESPINOZA

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