miércoles, enero 08, 2014

UN HOMBRE PERDIDO por HENRI MICHAUX


Al salir, me perdí. Enseguida fue demasiado tarde para retroceder. Me hallaba en
medio de una planicie. Y por todas partes circulaban grandes ruedas. Su tamaño
era cien veces el mío. Y otras eran aún más grandes. Casi sin mirarlas, cuando se
acercaban yo bisbieaba suavemente, como para mí mismo: “Rueda, no me
aplastes... Rueda, te lo suplico, no me aplastes... Rueda, por favor, no me
aplastes.” Llegaban levantando un viento potente y volvían a partir. Yo
temblaba. Desde hace meses así: “Rueda, no me aplastes... Rueda, esta vez
tampoco me aplastes.” ¡Y nadie interviene! ¡Y nada puede detener esto!
Permaneceré allí hasta mi muerte.

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