lunes, enero 06, 2014

YO Y NAPOLEÓN por VLADIMIR MAIAKOVSKI




Vivo en la Gran Presnaia 
n.º 36/24 
Un lugar muy tranquilo. 

Muy tranquilo. 

¿Entonces? 

¿Acaso es asunto mío 
que alguien 
en alguna parte 
de este tempestuoso mundo 
haya provocado una guerra? 

Ha caído la noche. 

Buena. Insidiosa. 

¿Por qué esas chicas 
se estremecen así, moviendo 
ojos tan inmensos como focos? 
La muchedumbre callejera 
humedece sus labios calientes 
en el agua del cielo, 
y la ciudad, agitando sus esposas enbanderadas, 
implora y vuelve a implorar a la cruz roja. 

Una iglesia despeinada se pega 
a la cabecera de la avenida 
-hatillo lleno de lágrimas- 
mientras que los parterres de la avenida 
pierden sangre, como un corazón desmenuzado 
por los dedos de las balas. 

La angustia aumenta, aumenta, 
devora la razón endurecida. 
Ya los invernaderos de Noev 
palidecen por un gas letal. 

¡Decid a Moscú 
que se retenga! 

¡Decidle 
que no tiemble! 

Un segundo más 
e iré al encuentro 
del rey de los cielos. 

¡Si quiero, os mato al sol! 

¡Mirad! 

Lava sus banderas en el cielo. 

¡Allí está! 

Gordo y pelirrojo. 

Hace sonar el pavimento 
con sus cascos rojos, 
avanza sobre el cadáver de los techos. 

¡A ti! 
que gritas: 
"Te destruiré, 
te destruiré"; 
a ti, que divides la noche en las cornisas sangrientas. 

Te lanzo un desafío, 
yo, 
un alma sin miedo. 

¡Avanzad, avanzad 
hombres estragados por el insomnio, 
hombres con la cabeza en llamas! 

¡Qué importa! 

He aquí nuestro último sol, 
el sol de Austerlitz. 

Y vosotros, los dementes de Rusia, de Polonia, 
avanzad también: hoy 
Napoleón soy yo. 

Soy el jefe de los ejércitos y aún más. 

Comparadnos -a él y a mí- 
Él sólo se codeó una vez con la peste 
y venció, por atrevido, la muerte; 
yo, cada día visito a los apestados 
en miles de Jaffa rusos. 

Por una sola vez que sin flaquear 
afrontó las balas, será honrado 
por los siglos de los siglos; 
pero yo, tan solo en julio he cruzado 
mil puentes de Arcole. 

Mi grito está tallado en el granito del tiempo. 
Mi grito retumbará y retumba 
porque 
dentro de un corazón devastado como Egipto 
hay millones de pirámides. 

Seguidme, hombres estragados por el insomnio 

¡Subid! 

Con la cabeza en llamas. 

Yo te saludo 
último sol de mi vida, 
sol de Austerlitz! 

¡Hombres! 

¡Ya es bastante! 

Echaos sobre el sol 
¡y adelante! 

Desteñidlo. 

En la catedral estrangulada de la garganta 
sube el estertor de una marcha fúnebre. 

¡Hombres! 

Cuando canonicéis los nombres 
de muertos 
más famosos que yo,- 
acordaos: 
entre los muchos que la guerra mató 
está el poeta de la Gran Presnaia. 

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