En el sentimiento esdrújulo de la
disolución de la forma y la carne, luz que conquista el párrafo oculto de la vida, la que moras con la ceguera de verte en el espejo. Si
hay que reunir tu cuerpo disperso en el confín de la brújula y somos, basta
con escribir la vena, el conjuro y el espino. Si hay que soñarte venciendo la resistencia del
aire, hay que escribir con aire el verso que arribe temeroso y desnudo al
tierno pabellón de tu oreja. Tú sabes que el libro de los muertos me reclama
desde el inicio del tiempo emparentado con las bestias y poemas
extraviados. Voy orientándome con la pálida luz dentro del limbo. Viendo a
las ballenas surcar el cielo con sus cantos, desde tu ventana se ven aún más
enormes ¿Ves cómo arrastran los minutos? Brillan como el fragor de algo que
dejó de existir apenas pusimos un pie sobre la tierra. Hazme recitar el
abecedario del abandono, su sílaba disonante y el silencio adyacente luego
que se recita. Y sin embargo te aguardo como un peregrino que espera bendición
y es tarde.
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