viernes, septiembre 09, 2016

AGATA XXVII por EDUARDO J. FARIAS ALDERETE


Tal vez  el sobre de la carta que enviaste. Tal vez la fotografía, hablando de bahías y agua. Por mi parte la hazaña de sobrevivir con el aire entrando a  fuerza por los bronquios. Tal vez piensas que alguno de tus versos sea verdad absoluta. Tal vez y tal vez el eterno retorno, el onirismo forzoso de los oráculos, tu capacidad de hechicera y el grito de la noche en su parábola perfecta de lamento. Misterio. Si recuerdas, en un instante fuimos anomalía en el curso de la historia. Un día el mañana dejó de existir. ¿Cumbres? NO. ¿Abismos? NO. Un certero presagio entre sueños. El aerodinamismo de las maldiciones y cómo vuelan. Desde aquel día llevo los dientes rotos y el alma reconstruida a fuego y arcilla, tal vez para que preguntes en alguna oportunidad ¿Vocación de mente rota? NO. ¿Una explosión inminente? NO. Pero nos sueño. Y entro por la puerta ancha de la aurora para sacarte de la mano y bailar por las calles desiertas ese tango que envenenó mi alma envuelta en naufragios. Ahora deseo ser.

Luz, carraspeo debajo del ocaso, agonía XL. Aritmética de asaltos. Poesía.

Temo ser la carta que envolvía la fotografía, pólvora, algún tipo de verdad, absurda como ella misma. Una semilla volante en tu pecho, aferrado a qué a título de qué, a rapsodia ebria de  qué, los abismos y qué, los presagios y qué. Hagámoslo singular, abismo y qué, presagio y qué, historia. Historia.

Cómo detener una revolución que hierve como gusanos en el pecho y con una sola mano. Un-vaso-de-vodka. La física cuántica del fracaso. Para que el día grite desaforado que está girando, está girando, está. No perdona. Mientras puedo jurar que siento como mi cuerpo va envejeciendo y se va segando, segundo a segundo, voy abandonando esta piel prestada mientras  ese tango que nos apega va conquistando las esquinas de esta ciudad asolada, salvajemente ajena y marrón.

Dejas que balbucee porque esta hora se viste de harapos y final. Aún no termino. No-hay-más-vodka. Descifra esta quimera de heridas abiertas. Hasta que ese tango lance su  último acorde y atraviese este pecho de deudas, dudas y avatares. Esta inmensa pista de baile va opacándose paulatinamente.

Para mí esto ha terminado, las palabras me son ajenas, el mundo se ha detenido. Se detuvo el baile.





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