Si te recuerdo,
dueles más que dos dagas en el pecho,
la angustia gira sobre su eje
escribiendo adiós
para los cuatro vientos que nos empujan.
Has vendado tus ojos y los míos,
mientras la lluvia deforma paisaje,
levantas hogares donde no hay piedras
ni suelos cegada
de ojos e infierno.
Alguna dulzura hubo de crearte,
mujer roja,
mujer azul de estaño y relámpago,
mujer de infancia verde,
es estéril esta mano que se aferra a ti,
es gris como el barrial donde
el paso sobrevive en el desequilibrio.
Hay un sueño en que no te hallo
y otro en que
prefiero no hacerlo.
La imagen logra una agudeza de navaja
y el cielo infinito se divide en dos por tu mirada.
Arisca, alada.
Atónita.
Alzada.
Alazán y salvaje.
Va tu alba palabra
pariendo pesar
en cada una de mis existencias.
La próxima oportunidad detengo tu mano,
para que dejes de escribir,
para que tu recuerdo deje de doler
como dos soles detrás del ojo. Y lluvia.
Y entre esos labios el veneno
que escribió historia
en mi frente y en mi brazo.
Ven.
Volátil.
Venturosa.
Vacía de volutas
y el tabaco expandiéndose en el espacio.
Detente. En este vuelo hacen falta tus alas,
el reloj no miente y el abismo se abre
para recibirnos ciegos, heridos, atentos,
a las próxima vida que ya late buscándonos.
A ciegas, buscándonos.
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