Ya no es sólo el halago de la timidez oculta bajo el musgo
ni el mal gusto de los héroes en bronce
arrojando al huir todas sus culebras de escándalo
Es algo infinitamente más tierno y repugnante
Es la cesión de los ojos para no tener que cerrarlos
ante el magnesio de la inmortalidad
Un tacto de bigotes de oro hilado
nos cosquillea las mejillas pulquérrimas
y nos acariciamos benévolos la nuca postrer refugio
de las reminiscencias mitológicas
Nada tan bello como el gesto de una página en blanco
al romperse en mil añicos sobre el mármol perjuro
siempre que haya una ley para el resbalado descenso
mujer abajo de las íntimas prendas
y que sigan encargadas las mariposas
de la resurrección de la carne
Espera espera
Una catedral enrojece cuando se le ponderan sus pacientes agujas
Así también amigo delicado
cuando a nosotros nos besan la mano abandonada
se llenan de estalactitas nuestras axilas o bóvedas de grutas
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