
CANTO
VII
En un Mar de frío 
en la Luna nueva de Enero
los versos creen que el fin
es idéntico a un relámpago
que aturde e mata
un veneno que suda de las paredes 
que cae desde tus ojos
Son palabras que van pariendo palabras
que  llagan esperanzas
unen manos orando mientras
sus armaduras caen inútiles
Un soplo de espíritu bastaría
sólo un soplo sobre el mapa sombrío
en que las desventuras
van hiriendo las plantas de los pies
El Mar de lluvias
que rasga hasta las horas
que se revuelcan como
perros moribundos
escarnecidos en la agonía hosca
de la incertidumbre 
y los maderos que caen
como cuentas de rosario
esparcidas por el suelo
sin dejar más vestigio
que semblante de versos
rotos por el espanto
heridos por un averno que 
intenta engullirnos,
las piernas flaquean
el corazón arranca del pecho
rimas que no deben existir
Dónde la escapatoria sin escape
los brazos que caen inermes
un himno que va pudriéndose
y contaminando un aire 
de segundos ausentes
Ah, incertidumbre
clavas  espada ardiente 
en  sacrificios y piras dispuestas
en el error de la fe ciega
en arrojar  alas y comenzar a correr
con rodillas que desfallecen
confusión tomando  empuñadura ajena
batiendo el filo 
mordedura en la tibia piel
de los versos
vamos muriendo
cayendo en  angustia
en  terrible
certeza que todo va feneciendo
como debe fenecer
no en silencio
que temible es cuando el silencio
parece ser un salvador
entre los acusadores
Ah , dolor
cómo enfrentar a alguien que utiliza
la destrucción como arma e ungüento
para las heridas
Las páginas que nos sostienen
van desintegrándose
y arden  deseos de aferrarse
a lo que va muriendo
Penitencia impuesta por tus dudas
se cristalizó en agonía violenta
en  coplas deshechas 
En las palmas de las manos
líneas se van borrando
La vida se aquieta como un carro
de tren que amenaza con detenerse
por siempre
Ni  lágrimas nos sirven
si  canto de  sirena 
destroza lo que oímos
Cuánta lluvia, señor, cuánta
que nos anega emoción
nos corrompe desde el suspiro
hasta un adiós que hace rodar
sentimientos
La estampida
nadie se mantiene en su puesto
el asedio agoniza
quedan segundos solamente
Un Mar de vapores que nos envuelven
una mortaja ardiendo desde nuestra
epidermis... Ah , este estremecimiento
se tiñe de iras
Se mantiene mirando con sus blancas
pupilas carentes de histeria
Una calma que inquieta hasta  la mayor
de las valentías
Carros  caen en cenizas
trompetas se derriten bajo la tristeza
En esta batalla no habrán héroes
no victoriosos himnos
no banderas danzando iluminadas al aire
La dentellada duele, loba
duele hasta la dermis del alma
hasta la palabra melancolía
sabe a hiel
sabe a mentira
una aciaga poción de amores y descuido
en esta batalla ambos hemos perdido
y no habrán refugios donde guarecerse
Holocausto... holocausto
que sentido tienes
si eres un pacto con dios
un pacto y apetitos de muerte
donde la muerte no debe poner 
pie alguno sobre
las cabezas de los sentimientos
Arengas de  versos
esa soledad que clava el puñal
aún más profundo
Ven, toma mi mano por última vez
este trato no es con nosotros
ya no nos hacen falta los verbos
para salvar esta mortandad
No hay mayor maldición 
que tornarse
otra vez en un puñado de poemas
más livianos que el aire
más tortuosos que maleficios
no hay ruta
no hay latido
sólo quimera que flota
como  polen amargo y estéril
recuerdo que ha de morir
arrastrando cadenas
jalándonos hasta el abismo
¡A las calles, sentimientos!
Si hay que sangrar
que se haga empapándonos la camisa..
¿Pero quién el enemigo?
Por qué la invisibilidad divina
el descanso de las bestias
el descenso de dios padre...
¡A las calles! ¡A las calles!
Que el puño se aferre a la roca
ya la razón ha zarpado
se afiebra el corazón
a los momentos pasados que agonizan
en una memoria de muertos
sólo para que los muertos recuerden
en esa inexorable hondonada
llamada muerte:
los daguerrotipos de un pasado incierto.
El movimiento constante clama locura
rocas y maderos
barricadas de lodo y sangre
¡A las calles, sentimientos!
Empapemos de rojo los pechos
y las oscuras camisas de la zozobra.
Ah, miseria
vas con  ojos vendados
¿Cuál es el rostro que buscas?
Tus palabras son ininteligibles
esa lengua llagada no es útil
para articular frase alguna
continúa tu sendero
te ruego no repares en nosotros
que pálido astro te haya usurpado los ojos
no es culpa de este latido desesperado
En la séptima luna
en el año de la semilla amarilla
día perro auto existente blanco
ambos guerreros idénticos
en sus sellos  se enfrentan
un tono solar de la desunión
verdes castillos del encantar
Ha comenzado
Luna nueva da la espalda
la batalla se define
como relámpago
en el mar de la serenidad
“La arpía ha gritado:
¡Ya es hora, ya es hora!”
Combatiré con  ánimo ciego de mundos
hasta que se desprendan uno a uno
estos músculos sostén de la piel
y  dolor
Retorna el sabor del miedo
desde la punta de la lengua
volviéndose aliento
recorre las inflamadas fauces
Ah, luz extínguete, extínguete
muda en la fugaz fe de la reparación
quién el enemigo
Sí, ahora dilucido sus facciones
son  facciones amadas
hasta el desamparo de 
todo orgullo fenecido
¡Eres tú, entre todos los enemigos, tú!
un bosque oscuro que serpenteando
se aproxima para saldar
mi derrota de bruces
Colisión de espadas
las hojas hechas fragmentos hostiles
concebidas en esos dedos
que prodigaban antaño afecto
huele a sudor sangre y fracciones de espíritu
tornados vapor y aroma a encino derribado
Oráculo ciego,
demasiado postrero fue su aviso
el imperioso escape de esta paupérrima
conciencia ligada de manos,
Miseria deambula con macabros pies
la masacre en que ambos enemigos 
nos hollamos la epidermis
hasta sernos irreconocibles
Aún esa infame dama no arranca
su venda para 
registrarnos como víctimas mutuas
como victimarios recíprocos
Porqué de fondo 
se oyen oraciones
mientras nuestro llanto se eleva
en volutas absurdas e inmundas
Tus brazos mis brazos
se  tornan catástrofe y humedad
aún mis ojos no te encarnan 
como enemiga
detrás de la deformación
de las gruesas lágrimas
Tu voz está en el golpe de puño
tu vista en el rechazo
todo lo cubre el forcejeo
¡Retirada, retirada!
¡A los navíos! ¡A los navíos!
Que nuestras espinas dorsales 
se quebrantan bajo una noche sin luna
y con llanto
¡Quién la rescata! ¡Quién la aparta!
mientras apresto
esta fuga deshonrosa
se aproxima Miseria
apartando  su maculada venda
sus vacías cuencas tienen 
el destello de escrutar
y reafirmar estos
mis rasgos de capitulación
y orfandad
¡Qué  susurra esa arpía!
¡Susurro que pulveriza mis tímpanos!
“Maldita sea la lengua que me lo ha revelado”
“Ha abatido mi mejor parte de hombre”
A lo lejos
aparentemente enrojecidas
se despliegan moribundas
las velas de la huída.