miércoles, octubre 12, 2011

ESPANTAPAJAROS 4 por OLIVERIO GIRONDO



Abandoné las Carambolas por el calambur, los
madrigales por los mamboretás, los entreveros por los
entretelones, los invertidos por los invertebrados. Dejé
la sociabilidad a causa de los sociólogos, de los
solistas, de los sodomitas, de los solitarios. No quise
saber nada con los prostáticos. Preferí el sublimado a
lo sublime. Lo edificante a lo edificado. Mi repulsión
hacia los parentescos me hizo eludir los padrinazgos,
los padrenuestros. Conjuré las conjuraciones más
concomitantes con las conjuraciones conyugales. Fui
célibe, con el mismo amor propio con que hubiese sido
paraguas. A pesar de mis predilecciones, tuve que
distanciarme de los contrabandistas y de los
contrabajos; pero intimé, en cambio, con la flagelación,
con los flamencos.
Lo irreductible me sedujo un instante. Creí, con
una buena fe de voluntario, en la mineralogía y en los
minotauros. ¿Por qué razón los mitos no repoblarían la
aridez de nuestras circunvoluciones? Durante varios
siglos, la felicidad, la fecundidad, la filosofía, la fortuna
¿no se hospedaron en una piedra
¡Mi ineptitud llegó a confundir a un coronel con un
termómetro!
Renuncié a las sociedades de beneficencia, a los
ejércitos respiratorios, a la franela. Aprendí de memoria
el horario de los trenes que no tomaría nunca. Poco a
poco me sedujeron el recato y el bacalao. No consentí
ninguna concomitancia con la concupiscencia, con la
constipación. Fui metodista, malabarista, monogamista.
Amé las contradicciones, las contrariedades, los
contrasentidos... y caí en el gatismo, con una violencia
de gatillo.

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