La proa se hunde más que de
costumbre Ágata, la mar apuesta a ser traicionera y extraño nuestra carta de
navegación, tu brújula con rosa de los vientos crispada o sonriente como decías,
esta tormenta vale más que mil cristos, y voy encegueciendo cada vez que la
espuma sobrepasa las crestas de las olas más altas, vales madrugadas en vilo Ágata,
el sextante que fue arrebatado a media noche o un crucifijo enorme envuelto en
papel kraft, este mar jamás perdona la impericia y parece querer hundir estos
maderos miserables, este mástil de guerras perdidas sin batallar y sin
estrellas, la línea de la ola que parece suspendida en el espacio tiempo antes
de quebrarnos en dos, y el navío zozobra, a nado por las corrientes
absurdamente violentas, un rosario, una costa lejana, el rictus insolente de
los roqueríos, el anhelo sediento de llegar a tus brazos.
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