Y mientras los astros amenazaban
con desaparecer, me imaginaste muerto, como si la muerte fuese el suelo que nos
sostiene. En mi boca permanece el sabor a
despedida, aún no intuyes la melodía que el viento teje cada vez que nos
separamos. Ni la distancia puede vencer el
lazo que los versos crea. Pero sabes bien que prepararé un hogar para
ambos, con el color del ocaso, la tibieza de un lecho con aroma a sándalo y desde
la ventana abierta al bosque podrás entender el lenguaje de los árboles, el
ramaje susurrando rimas. La montaña
dibujará nubes y cantará suave lluvia de verano. Será nuestro el hogar como las olas del mar que aún nos recuerda.
Aguardaré cantando nuestra vida. Aguardaré cada día al borde del amanecer, en
la sílaba final de cada rezo, en la última imagen del sueño. En tu retrato
adherido a la pared. Tú, siempre infinita.
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