Con la birome
escribía en mi libreta revolución.
Pañuelo colorinche perfumado de optimismo,
remera roja de Guevara, resistiendo
con diez pesos el futuro.
Tinto y soda en la peña
de La Franja emborrachándonos
luego de su discurso montonero.
Nunca olvido el puño
cerrado de conciencia,
su guerrilla de educación pública,
de cuarto año de profesorado.
Si la ves, ruega que entinte
con morado a tus días porvenir,
y si es jueves estará de nieta postiza
por plaza de Mayo.
Entonces camina en silencio
detrás de sus protestas,
del tío que llora las Malvinas,
del abuelo peronista sin laburo,
de una Ferré en los ochenta de la duda.
Ve en su compañía, que por el camino
de su ideología libertaria yo ya anduve
y de consignas llenó mi conciencia,
de tirria contra Clarín, de añoranzas por la FUA.
Con la birome
escribía en mi libreta revolución,
compartiendo el faso muy de tarde por Caballito.
Entonces recordaba
otras mañanas de cambalache y corralito,
de mate solo en vez de cena.
Si la ven, aquí mis saludos
de esperanza, de inconformismo
por una democracia que no llega.
Para ella la tecnología es el quinto poder
desvistiendo la mente;
ignores de presente quedaremos.
Es por ello que no sé nada
de su lucha de profesora en Ciudadela,
del vino con soda que comparte con La Franja,
del reformismo de sus pasiones.
Explica que olvido nunca en mí abrigará
la utopía de aquel mundo
que desde su voz yo también he creído,
de las calles que de noche rotulábamos revolución
en las murallas, iluminados por sus ideales
apasionados, por sus ojos tan llenos de preguntas
por su lucha sin respuestas:
ella sabe que no habrá nunca pena ni olvido,
ella cuartelando los inviernos,
ella con la birome escribiendo porvenir en mi corazón,
ella sangrante de venas incurables.
Compañera, mi Celeste.
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