Con mil sueños construimos
la ciudad que reconoció tus pasos,
cerramos los ojos, abrimos
las manos,
vivimos años de lluvias y sol ciegos.
En tus alas, Mariposa, se
dibujaron besos
y la bóveda que parió
las dispersas estrellas del firmamento:
canto que fundó el corazón
del mundo.
Yacimos entre quimera y
destinos,
talud en que reposó un
mar ebrio
que amaba con delirio al tiempo,
juramos en sangre sin sangre
y sólo luz en la pálida
luz.
Y tu aleteo fue susurro del
fin
que jamás comprendí,
cientos de poemas disipados
en el color de tus alas,
Mariposa.
Se oscureció la atmósfera
en tus latidos y auroras
infinita cadena y lazo marchito.
La ausencia se durmió en tu poema
dejamos de ser niño y
juego
en el amplio pasillo del
atardecer.
El adiós es amargo evangelio.
Las batallas finalizaron
más allá
del muro de esta frágil
ciudad.
¿Dónde, dónde estás
Mariposa?
No buscas en la herida de
la noche
dulces invocaciones para espíritus:
La caída mortal que nos libera
de una cruel realidad.
Tus alas no se agitan rojas,
la esperanza que siembra
el aire
encarnas silencio y
coronas agonía
que hacen de tu vuelo,
compás para muerte temprana.
La espalda se cubre de
cicatrices
diluyendo huellas que tu dedo trazó.
Hay frío
Somos hijos del desamparo
y la distancia,
somos sin desearlo el
párpado abierto,
luego de un largo sueño
sin temor,
luna de graves ausencias;
atavío de minutos y final.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario