Cementerio de los elefantes
El Alto, Bolivia, 2010
Del amor se cruza al abandono
y del abandono se camina lentamente
junto a la ausencia y la soledad,
por un camino sin desvíos
ni habitaciones de paso.
No quedan más que fantasmas
y recuerdos para luchar frente
a la querencia del dolor.
Hablaste valeroso y sangró tu nariz
y escapaste al baño para volver
con más coraje, ordenamos otra de Caimán
a tu salud y callamos los presentes.
Primero fue encontrarla, y sentir
que nacer, vivir y morir son pie de página
en tu historia y lo único que no debes
alejar del olvido fue conocer a Catalina,
entender el misterio de su piel,
despertar con ella cada mañana.
Los detalles de cómo detuvo su prisa
para quedarse en la calma de tus años
los suprimes, los pichas con coca.
Aún sigue ocupada la suite presidencial,
y tienes tiempo para no arrastrar tus cadenas,
para que expliques por qué cambió de vera,
por qué llegas a borrarla de tu mañana.
Toda La Paz tiritaba de frío
y regresaste borracho a destruir la noche,
el golpe y luego la sangre de quien
te obsequió la creencia de amar
fueron razón suficiente
para que la puerta se abriera
y al despertar con resaca y sin recuerdos
te sorprendieras abandonado.
Se fue y tu calendario incendiado
de arrepentimiento aún no amaina
el calor de la culpa, y te dolieron los insomnios,
y de nada sirve el singani o este cocoroco
que bebemos en silencio antes de tu partida.
Hermosa camba llevas en la memoria
una gran tristeza enceguece tus ojos aimara,
te despides y te lloramos los presentes;
porque nacer, vivir y morir son sólo
el pie de página en tu historia,
y saberse amado por Catalina
ha sido el único milagro de tu existencia.
Escucho como el candado cierra,
el eco de su nombre en la suite presidencial.
El juicio con tus tormentos comienza;
ahora eres un hospedado.
Si por todo el Alto existe una luz
será Catalina que está en resguardo
de tu violencia y en su piel desaparece
lo morado que obsequió tu ayer,
hoy ella de ti es salvada.
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